XIX A la espera del vals

Bea guardó el vestido de novia en la caja y la tapó. El nudo que tenía en la garganta era tan grande que, por instantes, no pudo respirar.

—No habrá que preocuparse de organizar nada, el infeliz del abuelo se encargó de todo —dijo Magnus.

—¿Será hoy? ¿Y las pruebas?

—Supongo que las superamos todas.

—¿Y tus tías? ¿Y mi mamá? ¿Ellas saben?

Magnus le mostró el mensaje que el abogado le había enviado al momento de la llegada de los paquetes. A la familia se le había encargado otra tarea.

En la casona de las montañas, el ambiente era muy ajetreado. Un camión había llegado y de él, varios hombres descargaban muebles y artículos de decoración que llevaban al tercer piso.

—Ahora entiendo por qué papá hizo que Magnus saliera. Habría enloquecido con tanta gente yendo y viniendo, con el polvo que hay en el aire, con el ruido —decía Elena.

Andaba con un trapero limpiando detrás de los trabajadores.

—Deja que la servidumbre se encargue de eso —dijo Agustina—. Iré a vigilar que esos hombres no v
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