Capítulo 2

Thiago

Termino de poner el cartel de se busca personal. Doy tres pasos hacia atrás y pongo mis manos en la cintura, para poder contemplar mi gran sueño. The Gia's Palace es todo lo que desee, mi propio restaurante, algo mío, de mi propio sudor y esfuerzo, no es un regalo de mis padres. Esto era justo lo que quería. 

Me apasiona la cocina, todo lo relacionado con la comida, al igual que a mi hermana mayor, en honor a ella es el nombre. Gia murió de cáncer de mamá cuando apenas tenía quince años y yo diez. Ella era una magnifica cocinera y me enseñó mucho en aquel tiempo. Suspiro y sonrío, estoy feliz. El restaurante solo tiene una semana y cuenta con una buena demanda.

Escucho un auto estacionarse y volteo, en cuanto reconozco el Mercedes Benz de mis padres pongo los ojos en blanco. No me mal interpreten, amo a mis padres pero ellos suelen ser muy agotadores.

Thiago mi madre me abraza. Estoy muy orgullosa de ti me sonríe con cariño. Le devuelvo la sonrisa.

Estamos orgullosos la corrige mi padre. Aunque aún estás a tiempo de estudiar leyes y te puedo encontrar una plaza en el bufete aquí vamos.

Papá, tengo treinta y cinco años, no iré a la universidad ni loco. Además odio las leyes, ya tengo algo que me satisface en verdad señalo el restaurante.

Ya, ya, no van a comenzar a discutir. Mejor búscanos la mejor mesa mi madre toma a papá por un brazo y lo arrastra al interior del negocio.

Suspiro nuevamente. Mi padre está obsesionado con la abogacía. Trabaja en uno de los bufetes más prestigiosos de Manhattan y deseaba que su único hijo tomara sus pasos, pero no. Ni hablar. Por eso me marché de casa en cuanto cumplí los veintiún años. Estudié Artes Culinarias e hice todos los cursos de cocina que pude, me egresé de chef y trabajé en varias cocinas importantes de la ciudad.

Reuní lo que pude, decliné la ayuda de papá y cumplí mis metas antes de los cuarenta, tal como me lo había propuesto. Solo perseveré y me esforcé, ahora estoy viendo los resultados.

Acomodo a mis padres en una mesa y le comunico que enseguida iría un mesero. Y le pido al cocinero que se esmere como los últimos días. Necesito más personal. Otro chef (solo tengo uno y un sub-chef), cuatro meseros más, un segundo Bartender y una recepcionista.

Veo al sommelier atender a mis padres y satisfecho me dirijo a la entrada a seguir recibiendo a más comensales. Se preguntarán por qué no soy el chef, pero ya el restaurante es mío y quiero darles la oportunidad a otros de salir a adelante. Por ejemplo: Kaori es una sub-chef muy buena, solo tiene veintiún años y es de Japón, a ella nadie la quería contratar pero yo confié en su experiencia. 

La noche pasa entre personas y personas. Cuando cierro las puertas ya son la una de la mañana. Los chicos limpian la estancia que les corresponde y yo junto a Mary la cajera, realizo el cuadre de caja. Buenas cifras.

Chicos un aplauso para ustedes alzo la voz. Ningún contratiempo, ninguna queja y una muy buena venta todos me acompañan el aplauso. Sigan así y seremos grandes. Sí, seremos, porque sin ellos esto no sería posible.

Buenas noches, jefe se despiden de mí y les otorgo una sonrisa.

Buenas noches chicos respondo.

Me quedo solo y me dispongo a cerrar. La noche es fría así que corro hasta mi auto y me marcho a mi apartamento.

Al día siguiente me levanto temprano para ir a correr, además quiero hacer una cena especial para Samantha, quiero sorprenderla y pedirle que sea formalmente mi novia. No soy un crío para andar por ahí de mujer en mujer y Sam para mi es la mujer perfecta para sentar cabeza. Espero que no sea igual que con las últimas dos. La primera me abandonó porque dejé mi trabajo para comenzar con mi negocio y la segunda solo estaba conmigo para tratar de sacarme dinero. Sacudo la cabeza y alejo esos pensamientos, Sam me ha demostrado que es una buena mujer. Además mi madre la adora.

Llego a mi apartamento agitado, abro la puerta y entro de inmediato a ducharme. Cuando termino, tomo mis llaves y las del apartamento de Samantha, ella vive en un edificio a dos cuadras, la conocí en el supermercado hace tres meses y nos hemos estado viendo. Paro en una cafetería para comprar desayuno y sigo mi camino.

Subo de dos en dos las escaleras y cuando llego al tercer piso saco las llaves para abrir. Todo está en silencio así que deduzco que está durmiendo. Dejo la bolsa con el desayuno en la cocina y camino hasta su habitación. Cierro los ojos con fuerza y respiro hondo. Definitivamente soy un asco en las relaciones.

¡Y gracias a Dios que no compré nada para la absurda cena romántica!

Samantha estaba en su cama muy bien acurrucada entre dos hombres. Sí, dos. Masajeo mis cienes para relajarme, saco mi móvil y tiro tres fotos de diferentes ángulos. Todo esto siendo lo más sigiloso posible, no quiero que despierte y me monte un drama. Salgo de la habitación, tomo la bolsa con desayuno, dejo las llaves sobre la isla de la cocina y me marcho. 

Decido ir donde mi madre pero cambio de opinión rápidamente. Voy a mi casa y tomo el auto para dirigirme al lugar que me transmite paz. Mi restaurante.

Allí se pasan las horas hasta las cuatro, donde comienzan a llegar los chicos para a las cinco comenzar a recibir a los comensales.

Estoy en mi oficina y escucho unos toques. Doy el permiso de entrada a quien sea que esté afuera y veo el rostro sonriente de Gina, una de las meseras y amiga, asomándose.

Hola Thiago saluda y le sonrío.

¿Ha pasado algo?

No, no, todo en orden. Solo que hay una chica buscando empleo.

Me levanto rápidamente. Necesitamos ese personal con urgencia, no sabía que vendrían tan rápido.

Hazla pasar Gina le digo, ella asiente.

Hace espacio entre la puerta y ella para dejar pasar a una chica rubia. Va vestida impecable: falda de tubo negra, camisa blanca de mangas largas, zapatos negros de piso, su pelo recogido, unas gafas de pasta negras y su maquillaje recatado pero con un tono de rojo en sus labios muy intenso que le queda fabuloso. Estoy embobado.

Buenas tardes, mi nombre es Rebekah Davis. Se presenta con voz neutra y me tiende su mano. 

Thiago Jones reacciono a tiempo para devolverle el saludo. Estrecho su mano y siento una pequeña descarga de placer recorrerme.

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