Capítulo 2

-¿Estás loco?

—Lo siento - él comenzó a reír.

—¿Por qué te ríes? No le encuentro gracia, pudiste haber causado un accidente —le reclamé

—Pero no paso, así que deja el drama.

Vi a Alonso del otro lado de la carretera, volví acomodarme en la bici y rodee al demente que tenía enfrente, él rodeó la cabeza para verme, era difícil verlo con esas enormes gafas de sol y su gorra, pase de largo y fui con Alonso. Alonso me siguió hasta llegar al parque en donde nos conocimos

—¿Quién era él tipo con el que hablabas alegremente?-me pregunto, con una sonrisa burlona. Rodé los ojos

—Casi lo paso tirando, es un tarado. —Nunca lo había visto —con Alonso conocíamos a cada persona del pueblo, de pequeños nos gustaba investigar a cada habitante y fue así que conocimos cada historia de este pequeño rincón.

—Que te parece si llegan a la casa, cocinaré algo rico

—Me parece genial, llevaré una torta de manzana.

—Excelente, amo tus tortas.

💫🌠

Cuando iba de regreso vi que alguien se estaba mudando. Estaban entrando a una cabaña vieja, de niños con Alonso creíamos que en esa cabaña espantaban, es raro que alguien quiera vivir ahí.

—Ya vine Romeo.

—¿Oh Julieta en dónde estas que no te veo? —mi padre salió de la cocina con un sartén en la cara.

—Esa es nueva - reí, teníamos la costumbre de saludarnos así, mi padre siempre aparecía con algo nuevo para hacerme reír.

—Te quedó exquisita la carne, justo en su punto —me elogio la madre de Alonso.

—Muchas gracias, Alonso tu tarta también está increíblemente deliciosa.

—Es mi especialidad.

—¿En qué comento crecieron tanto? —pregunto Columba.

—Así es la vida madre —Alonso la abrazo.

—Pronto estarán cerrando la prepa y se irán lejos a la universidad —su voz se quebró, creí que comenzaría a llorar, pero en vez de eso comenzó a reír, ella y mi padre solo nos tienen a Alonso y a mí, a mí tampoco me gustaba la idea de irme a estudiar lejos y dejar solo a mi padre.

💫💫🌠

  Mi parte favorita de la noche es salir a ver las estrellas, el verano pasado mi padre me compro un telescopio como regalo sabe que me encanta la astronomía y que deseaba tanto un Telescopio, siempre ve la manera de complacerme en todo, tal vez lo hace para llenar el vació de mamá. Ella murió cuando tenía dos años, no recuerdo nada de ella, mi padre dice que es mejor así, así no la extraño y sufro por eso, pero de algún modo sufro por nunca haberla conocido, lo contrario a papá que sufre por haberla conocido perfectamente. Su amor es tan grande que no hay espacio en su corazón para encontrar un nuevo amor.

Por eso he decidí no ir a una universidad lejana yo soy todo lo que tiene y él es todo lo que tengo. Salí a mi pequeño pero acogedor balcón a ver las estrellas, ya tenía perfectamente bien instalado mi telescopio.

Estaba apreciando las constelaciones cuando unos gritos llamaron mi atención, baje el lente para ver mejor entre los árboles los gritos provenían de la cabaña abandonada, bueno ya no esta abandona porque desde esta tarde está habitada por personas muy ruidosas. Algo que hacía que amara este lugar era que había mucha tranquilidad el ruido del pueblo quedaba a kilómetros de aquí y ahora ese ruido esta a unos metros.

Deje el lente, ya que no quería que pensaran que era una metida, me metí a la cama intentando hacer caso omiso a la música de los vecinos. Me levanté de mal humor gracias a los vecinos, no poder dormir me pone de muy mal humor.

—¿Dormiste bien? —vi como se le dibujaba una sornrisa a mi padre, sabía que no había podido dormir.

—Pues me gustaría que esa cabaña se cayera en mil pedazos

—July —note cierta suspicacia en sus palabras.

—Lo siento, sé que no debo desearle mal a nadie. Termine mi desayuno y arregle la casa. Alonso me llamo para enseñarme algo increíble. Sé que él es un exagerado y no será nada del otro mundo. Pero siempre dejo que me sorprenda. Tome mi bicicleta y salí de mi casa. En el camino encontré a un joven muy bien parecido enfrente de la cabaña, solo pude verlo de reojo, el timón se me balanceó y tuve que frenar con los pies.

—¡Cuidado Caperucita! —No quise voltear a verlo, pero sé que fue ese chico, seguí mi camino. Caperucita que apodo tan ridículo, ni siquiera sé porque me dijo así, al verme note que llevaba un cárdigan rojo que me llegaba hasta la rodilla. Ah, ahora ya sé. De igual forma sigue siendo ridículo. 

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