—Te vas a casar en una semana.
Samanta—Me quedó paralizada durante unos segundos, el matrimonio nunca paso por mi mente. —Padre, ¿De que estás hablando? —Te digo que te casarás. —No quiero casarme, soy muy joven. —No es lo que quieras, es lo que tiene que hacer por el bien de la familia, tiene que hacerlo, te recuerdo que fue tu culpa que nos encontremos en esta situación. Solo tuya. —Sus palabras son como antorcha que queman mi piel. Aún así sigo implorando. Con mis ojos llenos de lágrimas le pido. —Padre por favor, no estoy preparada para eso. —Eso no es asunto mío, te dije que te casas y lo haces, y no vuelvas decir nada más del tema. —Esta bien padre, lo haré. —Estas palabras pesan en mi garganta. —Me alegra que no te resista. Sabe que estamos en quiebra, tú más que nadie sabes el porque. —¿Qué se supone que haga ahora? —Vamos a conocer a tu suegro y futuro esposo. —¿Qué tiene esa familia de especial? —Son una familia de mucho dinero, creyeron en mi cuando nadie lo hizo, me entregaron una cantidad de dinero bastante grande para multiplicar lo, pero todo salió mal, tome una mala decisión, para tratar de salir del lío en qué me dejaste. —Lamento que eso pasará. —Ahora mismo no necesito lamento, la familia Monroe, solo haz todo lo que se te pida. Le debo una deuda bastante grande y tú casamiento ayudará. —¿Hay posibilidad que paguemos sin el casamiento? —¿Tienes 300 millones de dólares? —Me quedó callada, pues no tengo esa cantidad y no creo tenerlo rápido. —Me lo imaginé, ahora deja de protestar y vamos, quiero que te comportes, nada de malas caras, sonríe todo el tiempo y un consejo, deberías enamorar al joven para que te quedes con él. Llegamos a un restaurante lujoso, no conozco casi nada de este país, porque toda mi vida la pasé en el extranjero. Nos subimos al elevador y entramos en una puerta, veo a un señor de algunos 50 años, y un joven a su lado. —Señores Monroe, aquí está mi hija. —Dice mi padre con una sonrisa cautivadora. —Mucho gusto, soy Samanta. —Respondo con otra sonrisa. —Guaao. Eres más hermosa en persona, soy Rob Monroe y este es mi hijo Alberto Monroe. Nos sentamos y comenzamos hablar casi de inmediato del matrimonio. Me alegra saber que solo durará un año. —Ahora, nosotros nos retiramos para que ustedes se puedan conocer. —Luego de ambos señores salir, la atmósfera se vuelve más intensa. El hombre frente a mi me mira sin parpadear un segundo, no dijo nada durante la charla. —Deja de mirarme así. —Pensé que mis ojos eran mío. —Su voz es un poco ronca, y su aura es un poco amenazante, algo que en lo personal me vale madre. —Ya que no tienes nada importante que decir, me retiro. —No dije que podías levantarte aún. —No necesito tú permiso. —A ver, qué querida. Se para y se dirige a mí. —Seré tú esposo en una semana, no me gustan las chicas groseras, mucho menos que se manden sola. —Lo que te guste o no, no es mi problema. —Digo esto sin apartar mi mirada de él ni un segundo. Sonríe ampliamente. Algo que me pone nerviosa porque no se su intención. —Tú padre me dijo que a veces quiere ser rebelde, pero yo te voy a domar. —No soy ningún perro. —Con está palabra me volteo. Él me agarra de una forma un poco brusca y me pega a él. —No eh terminado de hablar contigo, mi familia perdió bastante dinero por confiar en tú padre, por eso estamos en este lío y tú no vas arruinar nada de eso. Lo miro de forma fulminante. —Sé bien porque me tengo que casar contigo, pero eso no significa que voy a ser tu esclava, ahora suéltame. —Lo aparto de mi de un solo empujón. Salgo de esa habitación, y empiezo a buscar a mi padre. —¿Qué haces aquí? La voz de mi padre me asusta un poco. —Tú me trajiste. ¿sé te olvida? —No seas payasa Samanta, sabes bien a lo que me refiero, te dejé con Alberto, ¿Por qué no estás con él? —Giro los ojos en repuesta a esa pregunta. —Contesta, no me este girando los ojos, sabes que no me gusta. —Ya terminamos de discutir todo, no es necesario quedarme aquí. —Bueno, en ese caso... En ese momento se acerca él señor y su hijo. —Ya que se conocen y todo, creo que lo mejor es que salgan, no sé, que lo vean juntos, varias veces en esta semana. Alberto. —Claro es una idea excelente. Vamos Samanta. Salimos y nos subimos a su auto, estoy alerta a cualquier movimiento extraño que vea. —ahora resulta que soy una obra en exhibición. Nos bajamos en un centro comercial. —Aquí hay bastante personas, es muy difícil que no nos vean juntos. Me agarra la mano y no puedo evitar temblar un poco. —Comprendo que estés nerviosa, es algo nuevo, no nos conocemos y ya tenemos fecha para nuestro matrimonio, aún así, quiero que por favor nos llevemos bien. Compramos algunas cosas para mí, perfumes, ropa, cartera, todo para ocupar un closet bastante grande. Comemos un helado y al terminar nos dirigimos al auto. De repente siento sus manos en mi cintura y él me acerca a su cuerpo. —Abrazame, de la forma más cariñosa que pueda. —Hago lo que me dice sin protestar. No niego que mi cuerpo se estremeció, casi lloro en el acto. Luego de unos minutos subimos y nos vamos. —Habia un paparazzi, por eso te abrace, no quiero que pienses que voy a quitarte tu espacio, cuando nos casemos, tendremos habitación separadas. —Gracias. —Es lo único que logro decir. Llegó a mi casa y subo a mi habitación, me doy un baño largo, y me quedo en cama.Rosa—Estas hermosa querida. Samanta. —Gracias madre. Tengo la piel de gallina, estoy sudando frío. Me veo en el espejo para asegurarme de no estropear mi maquillaje, respiro profundo y pienso que todo pasará rápido. —Vamos Samanta, tú puedes, no pasará nada. —Digo esto en mi mente una y otra vez, hasta lograr tranquilizarme. Comienza a sonar la música, mi padre me espera con una gran sonrisa. —Te ves bellísima. —Gracias padre.—Hago una sonrisa amarga. Sacerdote—Estamos aquí para celebrar la unión de dos personas que se aman... Durante todo el tiempo que el sacerdote habló estaba ausente. Pensaba en como sería mi vida luego de salir de esto. Me iré lejos, nunca más volveré a este lugar, estaré lo más lejos de mis padres como me sea posible. Siento un pellizco y miro a mi lado. Es hora de realizar los votos. Luego de la boda las personas nos felicitan, no conozco a nadie en absoluto, más que a mis padres. Alberto—Tenemos que mantenernos juntos. Samanta—¿Tie
Camila. Esa noticia me cayó como balde de agua fría, ni en mi cinco sentido podría deducir eso. ¿Cómo paso eso? Solo me fui por 6 meses. —No entiendo Alberto, no sabía que tenías novia. Alberto. —Vamos a mi despacho, yo te explico... Andrea. —Hola señora, estoy aquí porque nunca me dijo que desea comer. Samanta. —Lo siento, ¿Puedes hacer una lasaña? por favor. —Por supuesto que sí. Camila. —Pero entonces, rompiste nuestra promesa. —Dice esto con una tristeza que cualquier hombre cae completamente rendido. —¿Qué promesa? —La que hicimos cuando estábamos en último año de secundaria. —Han pasado como diez años, no recuerdo de que promesas hablas. —Dijimos que nos casaríamos por amor. —Ya recuerdo, pero a veces las cosas no pasan como planeamos, pero no puedes decir nada de lo que hablamos aquí. —Sabes que soy una tumba, por algo somos los mejores amigos. Samanta. En lo que Andrea termina de hacer la lasaña, decido pasear por la casa, tengo q
Rob—Samanta, la razón por la que decidí llamarte, es porque sé que estuviste trabajando como modelo en Londres en los últimos dos años, aparte, estudiaste química cosmética en la universidad. Samanta. —Si, pero casi no recuerdo mucho de mí profesión. Rob—Descuida. Tú elegirás en dónde quieres pertenecer, si en el área de química o modelaje. Samanta—Prefiero el modelaje. —Excelente, puedes retirarte. Dagnes. —Señora Monroe que bueno que la veo, el desfile será en 3 días. —¿Por qué tan rápido? —Orden de su padre señora. —¿Que necesitas? —Debemos de ensayar. Por cierto, sabe donde está la señorita Laurence. —Con el señor Monroe me imagino. —No la vi pasando a la oficina del señor Monroe y tengo un ratico aquí. —No dónde el señor Rob. —Ahh. Se queda mirándome de una manera extraña. —¿Qué ocurre? —Nada, es solo que usted le dice señor a su esposo. —Ahh, eso, le sonrió de forma forzada y me voy. Alberto. —Camila no me gustó que trajeras a
Samanta. Mi mente no ha podido sanar las heridas del pasado, las duras palabras de mi padre vienen una y otra vez. Toc Toc. Alguien toca la puerta y me apresuró a preguntar. —¿Quién es? —Es Gloria señora. Le abro a la chica de servicio. Gloria. —Buenas tardes. Es para informarle que la cena está lista. Samanta. —Esta bien. Comeré aquí. La chica sale sin más. Nuevamente me hundo en mis pensamientos, de repente siento que mi puerta se habré de un tirón. —¿Se puede saber que haces aquí? ¿Quién te dió permiso de entrar a mi habitación de esa manera? Camila. —Tú habitación. Por favor, no me hagas reír. Te recuerdo que tú no tienes nada, todo esto—lo dice mirando y señalando todo alrededor —es de Alberto. Samanta—Y yo soy su esposa. Camila—Pero no por amor, es como si fuera una esclava. Samanta—Los documento dicen lo contrario. Camila. —No voy a perder el tiempo con alguien como tú, sin valor. Samanta. —¿Sé puede saber que te hice para que me fastidie
Samanta. Termino de alistarme, me pongo un vestido largo, de tirantes, negro, es estrecho, pero no tanto, me permite caminar libremente, me hago un recogido y me pongo una pequeña piedra en el pelo. Subo en la parte trasera del auto porque sé perfectamente que Camila irá con él. Estoy en silencio tratando de no incomodar. Alberto. —Cuando dije que quería llevarme bien contigo, hablé encerio. Samanta. —Aja. —De verdad, pero no puedo hacerlo si tú no me ayudas. —¿Por que nos casamos? —Le pregunto sin rodeos. —¿A que viene la pregunta? —Me contesta él con la misma curiosidad. —Quiero saber. —Sabes la respuesta, necesitamos que las personas piensen que estamos en el mejor momento. —Si quieres que trabaje contigo, tienes que decirme la verdad, porque no te creo nada. —Lo siento, la verdad es que, no confío en tu padre, la reputación de Andrés Love en cuanto a los negocios es buena, pero también tiene fama de ser ambicioso y estafador. —Y eso que tiene qu
Samanta. Me despierto por la alarma en mi reloj, me doy un baño y mi celular no deja de sonar, reviso que está pasando y veo llamadas y miles de mensajes, reviso un mensaje de mi padre. —¿Como ocurrió esto? Quiero una explicación. Luego del mensaje veo una imagen, en donde aparece una foto mía y un artículo en donde describe que tuve un periodo de adicción. Mi corazón se acelera inmediatamente leo el artículo, lo subió una página de chisme muy famosa en el país y fuera de este, también subieron pruebas de mi estadía en una clínica para personas adictivas. No puedo evitar sentirme nerviosa, y no tanto por mi reputación, más bien es por ese trato que mi padre tiene con los Monroe, esto arruinara por completo cualquier venta existente. Me almo de valor, busco una ropa elegante, pantalón de tela fina, blusa y un blazer, tacones y me maquillo de forma natural. Al salir, Gloria me dice que Alberto salió muy temprano. Salgo de la casa en un auto, y al salir me inunden ci
Luego de una hora y media, inicia la reunión. Samanta y yo entramos juntos, en la sala está mi padre, el de Samanta y una secretaria, luego entra Camila. Samanta. Camila llega, se sienta como toda una diva. —Espero que se encuentren todos bien, y lamento este bochorno ocurrido. —Dice ella con un rostro lleno de pena. —No eres tu la que debe sentir pena. —Responde mi padre con cara de disgusto. Luego de escuchar su comentario trato de mantener mi cabeza baja, está reunión será dura para mí. Camila. —Creo que Samanta no debe ser la imagen de la empresa, por lo menos no por ahora y es algo que me apena mucho, porque ella es una mujer trabajadora y hermosa. Samanta. Escucho el comentario de Camila y me mantengo con mi rostro en el suelo, trataré de ser lo más invisible posible, quizás así tengan piedad de mí. No escucho más opiniones y no sé si alegrarme o inquietarme. Levanto mi rostro y Alberto mira a Camila con un rostro que no puedo describir, el señor Rob
Samanta. Termino de hablar con Dagne y me retiro. Alberto. —Samanta, necesito hablar contigo. Samanta. —Claro, aquí estoy. —En privado. —Me contesta él. Ambos entramos a su oficina. —¿Cómo te sientes? ya sabes con lo que pasó. Camila abre la puerta de par en par. —¿Se puede saber que te pasa? ¿Por qué abre mi oficina de esa forma? —Le pregunta Alberto de forma un poco furioso. —Lo siento. Es solo que se me olvidó comentarte que conseguí que la empresa Loan se uniera a nosotros. La empresa Loan es una empresa bastante grande y una fusión nos podría salvar. —¿Encerio? Guaao, es una excelente noticia.—Responde Alberto con una sonrisa. —En cuánto a la pregunta que me hiciste, ¿Cómo me sentía con la situación? me siento bien, realmente la persona sin vida social que investigo mi vida, porque la suya es una miseria, al final me ayudó. —Responde Samanta. Alberto se ríe del comentario de Samanta. mientras que Camila tiene cara de pocos amigos. —Bueno,