Inicio / Romántica / Hasta enamorarnos / Sin derecho a protestar
Hasta enamorarnos
Hasta enamorarnos
Por: Mar River
Sin derecho a protestar

—Te vas a casar en una semana.

Samanta—Me quedó paralizada durante unos segundos, el matrimonio nunca paso por mi mente. —Padre, ¿De que estás hablando?

—Te digo que te casarás.

—No quiero casarme, soy muy joven.

—No es lo que quieras, es lo que tiene que hacer por el bien de la familia, tiene que hacerlo, te recuerdo que fue tu culpa que nos encontremos en esta situación. Solo tuya.

—Sus palabras son como antorcha que queman mi piel. Aún así sigo implorando. Con mis ojos llenos de lágrimas le pido. —Padre por favor, no estoy preparada para eso.

—Eso no es asunto mío, te dije que te casas y lo haces, y no vuelvas decir nada más del tema.

—Esta bien padre, lo haré. —Estas palabras pesan en mi garganta.

—Me alegra que no te resista. Sabe que estamos en quiebra, tú más que nadie sabes el porque.

—¿Qué se supone que haga ahora?

—Vamos a conocer a tu suegro y futuro esposo.

—¿Qué tiene esa familia de especial?

—Son una familia de mucho dinero, creyeron en mi cuando nadie lo hizo, me entregaron una cantidad de dinero bastante grande para multiplicar lo, pero todo salió mal, tome una mala decisión, para tratar de salir del lío en qué me dejaste.

—Lamento que eso pasará.

—Ahora mismo no necesito lamento, la familia Monroe, solo haz todo lo que se te pida. Le debo una deuda bastante grande y tú casamiento ayudará.

—¿Hay posibilidad que paguemos sin el casamiento?

—¿Tienes 300 millones de dólares?

—Me quedó callada, pues no tengo esa cantidad y no creo tenerlo rápido.

—Me lo imaginé, ahora deja de protestar y vamos, quiero que te comportes, nada de malas caras, sonríe todo el tiempo y un consejo, deberías enamorar al joven para que te quedes con él.

Llegamos a un restaurante lujoso, no conozco casi nada de este país, porque toda mi vida la pasé en el extranjero. Nos subimos al elevador y entramos en una puerta, veo a un señor de algunos 50 años, y un joven a su lado.

—Señores Monroe, aquí está mi hija. —Dice mi padre con una sonrisa cautivadora.

—Mucho gusto, soy Samanta. —Respondo con otra sonrisa.

—Guaao. Eres más hermosa en persona, soy Rob Monroe y este es mi hijo Alberto Monroe.

Nos sentamos y comenzamos hablar casi de inmediato del matrimonio. Me alegra saber que solo durará un año.

—Ahora, nosotros nos retiramos para que ustedes se puedan conocer.

—Luego de ambos señores salir, la atmósfera se vuelve más intensa. El hombre frente a mi me mira sin parpadear un segundo, no dijo nada durante la charla.

—Deja de mirarme así.

—Pensé que mis ojos eran mío.

—Su voz es un poco ronca, y su aura es un poco amenazante, algo que en lo personal me vale madre.

—Ya que no tienes nada importante que decir, me retiro.

—No dije que podías levantarte aún.

—No necesito tú permiso.

—A ver, qué querida.

Se para y se dirige a mí.

—Seré tú esposo en una semana, no me gustan las chicas groseras, mucho menos que se manden sola.

—Lo que te guste o no, no es mi problema. —Digo esto sin apartar mi mirada de él ni un segundo.

Sonríe ampliamente. Algo que me pone nerviosa porque no se su intención.

—Tú padre me dijo que a veces quiere ser rebelde, pero yo te voy a domar.

—No soy ningún perro. —Con está palabra me volteo.

Él me agarra de una forma un poco brusca y me pega a él. —No eh terminado de hablar contigo, mi familia perdió bastante dinero por confiar en tú padre, por eso estamos en este lío y tú no vas arruinar nada de eso.

Lo miro de forma fulminante. —Sé bien porque me tengo que casar contigo, pero eso no significa que voy a ser tu esclava, ahora suéltame. —Lo aparto de mi de un solo empujón.

Salgo de esa habitación, y empiezo a buscar a mi padre.

—¿Qué haces aquí?

La voz de mi padre me asusta un poco.

—Tú me trajiste. ¿sé te olvida?

—No seas payasa Samanta, sabes bien a lo que me refiero, te dejé con Alberto, ¿Por qué no estás con él?

—Giro los ojos en repuesta a esa pregunta.

—Contesta, no me este girando los ojos, sabes que no me gusta.

—Ya terminamos de discutir todo, no es necesario quedarme aquí.

—Bueno, en ese caso...

En ese momento se acerca él señor y su hijo.

—Ya que se conocen y todo, creo que lo mejor es que salgan, no sé, que lo vean juntos, varias veces en esta semana.

Alberto. —Claro es una idea excelente. Vamos Samanta.

Salimos y nos subimos a su auto, estoy alerta a cualquier movimiento extraño que vea. —ahora resulta que soy una obra en exhibición. Nos bajamos en un centro comercial.

—Aquí hay bastante personas, es muy difícil que no nos vean juntos.

Me agarra la mano y no puedo evitar temblar un poco.

—Comprendo que estés nerviosa, es algo nuevo, no nos conocemos y ya tenemos fecha para nuestro matrimonio, aún así, quiero que por favor nos llevemos bien.

Compramos algunas cosas para mí, perfumes, ropa, cartera, todo para ocupar un closet bastante grande.

Comemos un helado y al terminar nos dirigimos al auto. De repente siento sus manos en mi cintura y él me acerca a su cuerpo.

—Abrazame, de la forma más cariñosa que pueda.

—Hago lo que me dice sin protestar. No niego que mi cuerpo se estremeció, casi lloro en el acto.

Luego de unos minutos subimos y nos vamos.

—Habia un paparazzi, por eso te abrace, no quiero que pienses que voy a quitarte tu espacio, cuando nos casemos, tendremos habitación separadas.

—Gracias. —Es lo único que logro decir.

Llegó a mi casa y subo a mi habitación, me doy un baño largo, y me quedo en cama.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo