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¿Y si salgo corriendo?

Samanta.

Me despierto por la alarma en mi reloj, me doy un baño y mi celular no deja de sonar, reviso que está pasando y veo llamadas y miles de mensajes, reviso un mensaje de mi padre.

—¿Como ocurrió esto? Quiero una explicación.

Luego del mensaje veo una imagen, en donde aparece una foto mía y un artículo en donde describe que tuve un periodo de adicción.

Mi corazón se acelera inmediatamente leo el artículo, lo subió una página de chisme muy famosa en el país y fuera de este, también subieron pruebas de mi estadía en una clínica para personas adictivas.

No puedo evitar sentirme nerviosa, y no tanto por mi reputación, más bien es por ese trato que mi padre tiene con los Monroe, esto arruinara por completo cualquier venta existente.

Me almo de valor, busco una ropa elegante, pantalón de tela fina, blusa y un blazer, tacones y me maquillo de forma natural. Al salir, Gloria me dice que Alberto salió muy temprano.

Salgo de la casa en un auto, y al salir me inunden cientos de periodistas y paparazzis. Tomo la decisión de ser valiente por primera vez, y en verdad espero que mi sinceridad ayude a salir del paso.

—¿Por qué terminaste en las adicciones?

—¿Cómo saliste de ella?

—¿Iniciaste la adicción en el extranjero?

Fueron las preguntas que me hicieron, no sabía ni cuál responder.

—Solo quiero decirle, que es cierto lo que dice ese post, estuve un tiempo en las adicciones, no es algo de lo que me sienta orgullosa, pero si fue algo de lo cual tuve un gran aprendizaje. Gracias a Dios y a mi familia pude salir de ese túnel oscuro en el cual me encontraba, y espero que como muchos otros, a mí también me den la oportunidad de continuar con mi carrera sin prejuicios, sé lo que significa estar en un lugar sin salida y a aquellos que estan ahí les digo que no es imposibles encontrar la paz. Gracias.

Luego de decir estás palabras me voy y dejo a los periodistas.

Al llegar a la empresa, las cosas están color de hormiga, veo como todos me miran, lo hacen de manera disimulada porque saben que soy una de las dueñas, pero aún así, no son tan sutil, la secretaria de mi padre me espera en la puerta de recepción.

—Disculpe señora Monroe, pero su padre solicita verla.

—Esta bien, gracias.

Me dirijo a la oficina de mi padre y no puedo evitar sentir nervios y miedo a la vez. Tocó la puerta y escucho decir pase. Al entrar escucho que el está viendo mi entrevista con los periodistas.

Al verme, suelta la tablet y se dirige en mi dirección.

PLASH. El sonido de su palma contra mi mejilla se escucha en toda la oficina, su bofetada fue tan fuerte que caí al suelo.

—¿EN QUE ESTABAS PENSANDO AL DECIR ESA ESTUPIDEZ?

—Pudimos decir que era mentira y hasta demandar a esa página de chismes, pero ahora, por tú estupidez no podemos hacer nada.

—Me arruinaste la empresa, si antes era un estrés para levantarla, ahora será todo un desafío, nunca debí aceptar ese trato, sabías que atento a ti, nada podría realizarte.

Aún estoy en el suelo, las lágrimas salen sin poder detener la, una cosa es actuar antes las estupideces de Camila y otra muy diferente es poder defender de la persona que se supone debe protegerme.

—Solo busco la mejor solución para la empresa. —Digo con voz temblorosa.

—Cállate. —Al mismo tiempo que me propina otra bofetada.

La puerta se abre en un abrir y cerrar de ojos. Alberto mira el panorama, inmediatamente me ve en el suelo y su enojo es inevitable, mi corazón se acelera, porque sé que las cosas se pondrán aún peor.

—¿Se puede saber que está pasando? —Dice Alberto con sus ojos lleno de irá.

—Nada que no tenga solución. —responde mi padre sin darle importancia.

—No sé cómo criaste a Samanta y tampoco me importa, pero ahora es mi esposa y no pienso permitir que la agredas físicamente. Espero que sea la última vez que sucede esto.

Mi padre y yo vemos a Alberto sorprendido. Realmente no pensé que me defendería, en mi mente pensaba que también él me pegaría.

El me ayuda a levantarme del suelo y ambos salimos de la oficina de mi padre.

Ya dentro de su oficina, el me indica para sentarme en unos de los muebles de piel que tiene en una esquina, aún mi corazón tiembla, no sé que pretende, solo espero no tener que pasar por más.

—Veo que realmente no eres tan privilegiada. —Dice de forma un poco burlón, me da tristeza pensar que alguien se burle de las situaciones ajenas y más porque realmente la eh pasado terrible con mis padres.

Alberto.

Pregunto por Samanta porque sé que salió de casa hace un rato y ya debería estar aquí. Una de las chicas de recepción me dice que está con su padre, no sé porque, pero me dió mal espina, su padre se ha cansado de decir que ella es su vida, su inspiración y que todo lo hace por ella, pero todo lo que eh visto en estos pocos días, me demuestra que algo anda mal.

Llegó a la puerta de la oficina del señor Love, no escucho nada, y de repente, PLASH, un sonido un poco angustiante, sin pensarlo abro la puerta de un tirón, chequeo el panorama y veo a Samanta en el suelo, sus mejillas están rojas y llenas de lágrimas, lo veo con furia. Le pregunto al señor Love que sucede y su respuesta no me agrada en lo absoluto, le dejo claro que no puede golpear a Samanta mientras ella esté conmigo y me la llevo a mi oficina.

Dentro de está, trato de suavizar el ambiente, ella está un poco nerviosa y no me agrada verla así, creo que en el fondo, haremos buen trabajo.

Samanta.

Alberto busca algo en unos de los cajones y se sienta a mi lado. De manera rápida me muevo para darle espacio para que se siente, de toda forma está empresa es más de él que mía.

—¿Qué haces? —Me pregunta un poco confundido.

—Te dejo espacio para que te puedas sentar. —Le contesto en un hilo de voz.

—Necesito que no te muevas, te pondre está crema, es para moretones y dolor, vas a ver qué en par de minutos tus mejillas estarán normal.

Hago lo que pide y no me muevo, pero mi cuerpo pide a gritos que salga corriendo, no me gusta tener a nadie cerca, en especial hombres.

Alberto.

Me acerco a ella para ponerle una crema. Es excelente para moretones y ardor así que la aliviará rápido. Ella se mueve al mismo tiempo que me siento.

Le pido que no lo haga y me hace caso, la siento un poco nerviosa, con cada toque que le doy su cuerpo tiembla.

Veo que está un poco distraída y hundo uno de mis dedos en su costilla presionando un poco.

—Ayy—Grita ella al mismo tiempo que se pone de pie.

Mis carcajadas se escuchan en toda la oficina.

—¿Qué se supone que haces? —dice ella aún sin entender lo que ocurrió.

—Te asusté. —Le respondo aún entre risa.

—Jaja, muy chistoso ehh.

En ese momento reviso un mensaje de mi padre, tenemos juntas en media hora y le pido que inicie un poco más tardes para darle tiempo a qué las mejillas de Samanta curen por completo, no quiero que ella sea el asme reír y mucho menos piense que yo le pegó a mi esposa.

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