Alberto. Termino de realizar una llamada, aunque quiero recuperar la parte que mi padre y yo invertimos en la empresa Love, no me puedo descuidar de mis otros negocios. —Alberto, ¡que sorpresa tan agradable! —Me dice Camila dándome un abrazo cálido. Yo le devuelvo el saludo junto al abrazo. —¿Me acompañas a comprar algo? Por favor. Necesito tú opinión. —Ahora mismo no puedo. —Le respondo de inmediato. —Andale, por favor, vamos, será rápido. Nos vamos y entramos a una tienda de joyas. Ella empieza a observar cada una de esta y no se decide. —Por favor, Camila necesito salir rápido. —No te preocupes, la veo súper rápido, ¿mira está te gustan?—Me pregunta ella con entusiasmo. —Si, están hermosas. ,—Le respondo. —No me estás prestando atención. —Lo lamento Camila, es solo que estoy ocupado. —Pero solo será un segundo, quiero elegir una hermosa. Es para algo importante. Comenzamos a ver las joyas, estoy convenciendo la para que elija una, en eso recibo una llamada,
Samanta. Cierro la puerta de forma calmada, pero por dentro estoy llena de rabia, delante de él quedó como la villana. Respiro profundo y trato de calmarme, pero es en vano, mi rabia crece cada vez mas. Al siguiente día aprovecho que es domingo y salgo para encontrarme con Tatia que está en el país. —Tatia, que bueno que estás aquí, me siento sola.—Le digo dándole un fuerte abrazo. Ella me responde el abrazo y agrega un beso en una de mis mejillas. —Sabes que siempre estare para tí, ahora, hablame de la perra esa. —Me contesta ella al mismo tiempo que pide una piña colada para ambas. Le cuento todo con lujo y detalles nuevamente, y no se porque, pero mi rabia crece cada vez más. Tatia se ríe a carcajadas. —¿Por qué te estás riendo? —Le pregunto un poco incómoda. —Querida, debemos de aceptar que esa chica está bien loca. —Si, pero esa loca me está haciendo la vida imposible, y para colmo, Alberto me ve como la mala del cuento. Tatia me mira de arriba abajo
Samanta. Al salir de la oficina de Dagne, me encuentro a Alberto en el pasillo, este me sonríe y se acerca a mí, me da un abrazo y no me pasa por la mente en ningún momento rechazarlo, me hundo en su pecho y absorbo todo el olor que emana de él, mi corazón se acelera nuevamente, pero ahora de emoción, al levantar un poco la cabeza, Camila nos mira de manera fija, me acuerdo de sus amenazas y sin pensar en nada, levanto un poco la cabeza, Alberto hace lo mismo, nuestras respiraciones se entrelazan, acerco un poco, mis labios a los suyos, y él actúa de inmediato. Nuestros labios bailan al mismo tiempo, chupamos y saboriamos cada uno el sabor del otro. Nos alejamos un poco y puedo imaginar que mi cara está ruborizada por la forma en la que él me mira, sonrió de manera tierna y él me cubre con sus brazos dándome un fuerte abrazo. —Buenos días. —Dice Camila. —Buenos días, Camí, ¿Cómo estás? —Le responde Alberto, sin soltarme. Por mi parte me mantengo neutral con ella, no piens
—Te vas a casar en una semana. Samanta—Me quedó paralizada durante unos segundos, el matrimonio nunca paso por mi mente. —Padre, ¿De que estás hablando? —Te digo que te casarás. —No quiero casarme, soy muy joven. —No es lo que quieras, es lo que tiene que hacer por el bien de la familia, tiene que hacerlo, te recuerdo que fue tu culpa que nos encontremos en esta situación. Solo tuya. —Sus palabras son como antorcha que queman mi piel. Aún así sigo implorando. Con mis ojos llenos de lágrimas le pido. —Padre por favor, no estoy preparada para eso. —Eso no es asunto mío, te dije que te casas y lo haces, y no vuelvas decir nada más del tema. —Esta bien padre, lo haré. —Estas palabras pesan en mi garganta. —Me alegra que no te resista. Sabe que estamos en quiebra, tú más que nadie sabes el porque. —¿Qué se supone que haga ahora? —Vamos a conocer a tu suegro y futuro esposo. —¿Qué tiene esa familia de especial? —Son una familia de mucho dinero, creyeron en
Rosa—Estas hermosa querida. Samanta. —Gracias madre. Tengo la piel de gallina, estoy sudando frío. Me veo en el espejo para asegurarme de no estropear mi maquillaje, respiro profundo y pienso que todo pasará rápido. —Vamos Samanta, tú puedes, no pasará nada. —Digo esto en mi mente una y otra vez, hasta lograr tranquilizarme. Comienza a sonar la música, mi padre me espera con una gran sonrisa. —Te ves bellísima. —Gracias padre.—Hago una sonrisa amarga. Sacerdote—Estamos aquí para celebrar la unión de dos personas que se aman... Durante todo el tiempo que el sacerdote habló estaba ausente. Pensaba en como sería mi vida luego de salir de esto. Me iré lejos, nunca más volveré a este lugar, estaré lo más lejos de mis padres como me sea posible. Siento un pellizco y miro a mi lado. Es hora de realizar los votos. Luego de la boda las personas nos felicitan, no conozco a nadie en absoluto, más que a mis padres. Alberto—Tenemos que mantenernos juntos. Samanta—¿Tie
Camila. Esa noticia me cayó como balde de agua fría, ni en mi cinco sentido podría deducir eso. ¿Cómo paso eso? Solo me fui por 6 meses. —No entiendo Alberto, no sabía que tenías novia. Alberto. —Vamos a mi despacho, yo te explico... Andrea. —Hola señora, estoy aquí porque nunca me dijo que desea comer. Samanta. —Lo siento, ¿Puedes hacer una lasaña? por favor. —Por supuesto que sí. Camila. —Pero entonces, rompiste nuestra promesa. —Dice esto con una tristeza que cualquier hombre cae completamente rendido. —¿Qué promesa? —La que hicimos cuando estábamos en último año de secundaria. —Han pasado como diez años, no recuerdo de que promesas hablas. —Dijimos que nos casaríamos por amor. —Ya recuerdo, pero a veces las cosas no pasan como planeamos, pero no puedes decir nada de lo que hablamos aquí. —Sabes que soy una tumba, por algo somos los mejores amigos. Samanta. En lo que Andrea termina de hacer la lasaña, decido pasear por la casa, tengo q
Rob—Samanta, la razón por la que decidí llamarte, es porque sé que estuviste trabajando como modelo en Londres en los últimos dos años, aparte, estudiaste química cosmética en la universidad. Samanta. —Si, pero casi no recuerdo mucho de mí profesión. Rob—Descuida. Tú elegirás en dónde quieres pertenecer, si en el área de química o modelaje. Samanta—Prefiero el modelaje. —Excelente, puedes retirarte. Dagnes. —Señora Monroe que bueno que la veo, el desfile será en 3 días. —¿Por qué tan rápido? —Orden de su padre señora. —¿Que necesitas? —Debemos de ensayar. Por cierto, sabe donde está la señorita Laurence. —Con el señor Monroe me imagino. —No la vi pasando a la oficina del señor Monroe y tengo un ratico aquí. —No dónde el señor Rob. —Ahh. Se queda mirándome de una manera extraña. —¿Qué ocurre? —Nada, es solo que usted le dice señor a su esposo. —Ahh, eso, le sonrió de forma forzada y me voy. Alberto. —Camila no me gustó que trajeras a
Samanta. Mi mente no ha podido sanar las heridas del pasado, las duras palabras de mi padre vienen una y otra vez. Toc Toc. Alguien toca la puerta y me apresuró a preguntar. —¿Quién es? —Es Gloria señora. Le abro a la chica de servicio. Gloria. —Buenas tardes. Es para informarle que la cena está lista. Samanta. —Esta bien. Comeré aquí. La chica sale sin más. Nuevamente me hundo en mis pensamientos, de repente siento que mi puerta se habré de un tirón. —¿Se puede saber que haces aquí? ¿Quién te dió permiso de entrar a mi habitación de esa manera? Camila. —Tú habitación. Por favor, no me hagas reír. Te recuerdo que tú no tienes nada, todo esto—lo dice mirando y señalando todo alrededor —es de Alberto. Samanta—Y yo soy su esposa. Camila—Pero no por amor, es como si fuera una esclava. Samanta—Los documento dicen lo contrario. Camila. —No voy a perder el tiempo con alguien como tú, sin valor. Samanta. —¿Sé puede saber que te hice para que me fastidie