—Llamando a Samanta desde la tierra. Heyyy—Dice Tatia al mismo tiempo que me empuja de manera suave. —Perdon, ¿Que decías? —Tu cuerpo está aquí, pero tu mente no. ¿En qué piensas? Suelto un suspiro. —Pensaba en Alberto, no lo eh visto desde el día que discutimos, y ya va una semana. —Pero, yo lo veo a diario. —Responde Tatia un poco confusa. —Sii, creo que me evita. Pero me alegra saber que es un hombre inmaduro, que no enfrenta sus problemas. Tatia me mira con cara de pena, y no hay nada que me moleste más que dar pena. El teléfono suena y lo contesto de inmediato. —Diga. —Samanta, la reunión casi va a comenzar.—Responde Dagne del otro lado de la línea. —Gracias, voy en un momento Alberto. Escuchó la voz de mi padre un poco lejos, Muevo un poco la cabeza, como si está acción hiciera que mis pensamientos desaparezcan. —¿Que decías padres? disculpa, no escuché. —Te decía, que no puedes seguir así. Te ves, —se queda pensando, como si no quisieras
Samanta. Luego de lo que dijo mi padre, llegó a la oficina y sin descanso alguno, continuo trabajando, está campaña será un boom. Tatia entra a la oficina muy contenta. —Aunque no quise que firmadas ese contrato, me alegra ver los frutos. —Me dice mientras toma asiento frente a mí. —Creo que ese contrato fue lo mejor que pudo pasar. —Le contesto con una sonrisa de oreja a oreja. —¿No lo dices solo por él dinero? verdad. —No, estuve hablando con mi padre, y hoy lo noté más cariñoso conmigo. Tatia. Escuchar a Samanta hablar así de su padre, me da tristeza, ese viejo miserable solo le da amor, porque ella es su minita de oro. —Me alegra escuchar eso. —Le digo fingiendo una sonrisa, no pienso arruinar este momento de ella. Recibo una llamada y no logro reconocer el número. Escuchar la voz en la otra línea, me deja un poco confusa, aún así, hago lo que me pide y hablo con. normalidad. —Claro, le mando todo en un segundo. —Camino rápido al baño, dejando a Sam
Camila. —Papá, necesito que me ayudes con algo. —Le digo a mi padre un poco nerviosa. —Que bueno, porque necesito que también tú, me ayudes con algo. —Me responde él con una sonrisa, algo que agrega confianza en mí. —Haré lo que me pidas. Pero antes, necesito que me ayudes a comprar aunque sea un dos porciento de las acciones de la empresa Love. —Luego de decir esto, la reacción de mi padre cambia por completo. —Camila, de eso se trata lo que quiero que hagas, necesito que salgas de esa empresa. —¿Pero por qué? —Porque necesito tú ayuda en las empresas que vas a heredar, sabes bien que estudiaste para eso, para administrarla y necesito orientarte desde ahora para poder retirarme pronto. —No quiero trabajar en la empresa familiar aún, no sé de arquitectura, y no me gusta tener ver con eso. —Es tu legado hija. Por favor. —Hagamos algo, sii. —Le digo a mi padre tratando que el plan que tengo en mente funcione y así me lo quito de encima. —Danielaaa. —Digo a g
Alberto. Termino de acomodar algunas cosas luego de la visita de Camila, espero una media hora y Samanta baja las escaleras con un enterizo corto blanco que le queda de infarto, sus zapatillas altas plateadas le dan un toque exquisito. Le sonrió de manera tierna, sin que se note el deseo que tengo que estar con ella, no quiero generarle miedo. —Estas hermosas. —Le digo al ver que ella termina de bajar. —Gracias. —Responde ella con una sonrisa igual de hermosa que ella. Nos dirigimos al comedor, cenamos de lo más tranquilo, charlamos muy poco, quería que ella disfrutará bien su lasaña. Al terminar nos vamos al cuarto de juegos, pongo la película, pero antes de iniciar, ella me dice. —¿Que tal si nos conocemos bien? Mi corazón da un giro de ciento ochenta grados, me senté al lado de ella, pero, no tan cerca claro está. —Por mi, excelente. —Le contesto. —¿Quien empieza? Agarro su mano, y le digo. —Mi nombre es Alberto Monroe, tengo veintiocho años de edad, y estoy
Samanta. Acabo de llegar a mi oficina. Las lágrimas nublan mi visión mientras mi respiración se vuelve caótica, incontrolable. Mis piernas ceden, y termino en el suelo, de rodillas, llorando como si todo mi dolor hubiera encontrado su escape. Me llevo las manos al pecho, tratando de calmar los latidos frenéticos de mi corazón, pero parecen imparables, como un tambor desbocado dentro de mí.Un dolor de cabeza punzante me atraviesa, indescriptible, casi como si mi mente se partiera en dos. Me obligo a levantarme, tambaleándome, intentando recuperar el control. Respiro profundo, pero el aire se niega a llenar mis pulmones. Mis manos tiemblan sin cesar, un temblor que me hace sentir aún más vulnerable.Mis pensamientos, como cuchillos, se clavan uno tras otro, trayendo consigo cada palabra, cada acción de mi padre. Los recuerdos me arrastran a su crueldad, a esos momentos que me han perseguido desde que tengo memoria.No sé en qué momento sucedió, pero de repente, ahí estaba Alberto, fre
Samanta. —Lamento irme ahora, pero tengo que atender algunos asuntos. —Me dice Alberto, minutos después de llegar a casa. —Esta bien, no te preocupes. —Le contesto. Luego de ver cómo este marcha, busco mi laptop y continuo con mi proyecto, aunque no sea en la empresa Love, aún así, pienso lanzar al mercado mi línea de cabello. Unos veinte minutos después, Mercedes y Gloria posan frente a mí con una maleta cada una. —¿Todo bien chicas? —Le pregunto al momento de levantar la cabeza, para verla a los ojos. —Siii, todo bien, es que, me preguntaba, ¿está segura de darnos vacaciones a las dos al mismo tiempo? Es que Andrea también está de vacaciones—Pregunta Gloria. —No se preocupen chicas, Alberto y yo, tenemos todo bajo control. —Le digo con una sonrisa. En ese momento tocan la puerta y Gloria sale corriendo abrirla. La cara de Gloria se arruga un poco al ver a la persona en la puerta. —Permiso. —¿Que haces aquí Camila? —Pregunto poniéndome de pie. —Siempre vengo
Alberto. Veo a Samanta por unos minutos, su respiración se mezcla con la mía, y sin pensar en nada, vuelvo y la beso, ella me agarra del cuello y yo la tomo de sus caderas, la pego más a mí, de forma que la siento completamente, mis manos comienza a deslizarse por su espalda, hasta llegar a su cuello, mi lengua se entrelaza con la de ella, suelto su boca y comienzo a besar su cuello, un gemido silencio sale de su boca, y mis manos termina en su trasero, la agarro de manera fuerte y al mismo tiempo, pego mi entrepierna de ella. Luego de agarrar su trasero, pienso en lo que he hecho, temo espantarla, aún no sé, si ella está lista. Me aparto de ella, la miro a los ojos y le digo —Lo lamento, no debí hacer eso. —No estoy enojada. —Responde ella. Se acerca a mi y vuelve a besarme. Aumento el ritmo de inmediato, vuelvo a besar su cuello, mis manos se pasean por todo su cuerpo, dejo besos en su cuello y continuo bajando hasta llegar a su pecho, doy un pequeño lamido por encima de
Samanta. Termino de despertarme, muerdo de manera suave mis labios, al acordarme de todo lo que pasó anoche. Me levanto de un salto, Alberto no está por ningún lado, muy sigilosamente abro la puerta, al no verlo por ningún lado, corro rápido a mi habitación, entro al baño a toda prisa. Me doy un baño de espuma, masajeo mi cuerpo de manera suave y rápido, termino de bañarme, me coloco un poco de sérum en mi rostro y protector solar, busco una loción suave, pero de un olor exquisito, busco en mi closet y estoy indecisa con la ropa, de un lado, tengo un vestido verde a la rodilla con encaje en la cintura, y por otro un vestido de flores multicolor estilo playero de tiro. Al final elijo el último para sentirme más cómoda. Antes de salir veo la hora y son las ochos y veinte, bajo las escaleras y de inmediato siento un olor encantador proveniente de la cocina, mi corazón da un giro y mi panza gruñe al instante, solo de imaginarme a mi querido esposo cocinar, me excita. Entro a la cocina