Samanta. —Lamento irme ahora, pero tengo que atender algunos asuntos. —Me dice Alberto, minutos después de llegar a casa. —Esta bien, no te preocupes. —Le contesto. Luego de ver cómo este marcha, busco mi laptop y continuo con mi proyecto, aunque no sea en la empresa Love, aún así, pienso lanzar al mercado mi línea de cabello. Unos veinte minutos después, Mercedes y Gloria posan frente a mí con una maleta cada una. —¿Todo bien chicas? —Le pregunto al momento de levantar la cabeza, para verla a los ojos. —Siii, todo bien, es que, me preguntaba, ¿está segura de darnos vacaciones a las dos al mismo tiempo? Es que Andrea también está de vacaciones—Pregunta Gloria. —No se preocupen chicas, Alberto y yo, tenemos todo bajo control. —Le digo con una sonrisa. En ese momento tocan la puerta y Gloria sale corriendo abrirla. La cara de Gloria se arruga un poco al ver a la persona en la puerta. —Permiso. —¿Que haces aquí Camila? —Pregunto poniéndome de pie. —Siempre vengo
Alberto. Veo a Samanta por unos minutos, su respiración se mezcla con la mía, y sin pensar en nada, vuelvo y la beso, ella me agarra del cuello y yo la tomo de sus caderas, la pego más a mí, de forma que la siento completamente, mis manos comienza a deslizarse por su espalda, hasta llegar a su cuello, mi lengua se entrelaza con la de ella, suelto su boca y comienzo a besar su cuello, un gemido silencio sale de su boca, y mis manos termina en su trasero, la agarro de manera fuerte y al mismo tiempo, pego mi entrepierna de ella. Luego de agarrar su trasero, pienso en lo que he hecho, temo espantarla, aún no sé, si ella está lista. Me aparto de ella, la miro a los ojos y le digo —Lo lamento, no debí hacer eso. —No estoy enojada. —Responde ella. Se acerca a mi y vuelve a besarme. Aumento el ritmo de inmediato, vuelvo a besar su cuello, mis manos se pasean por todo su cuerpo, dejo besos en su cuello y continuo bajando hasta llegar a su pecho, doy un pequeño lamido por encima de
Samanta. Termino de despertarme, muerdo de manera suave mis labios, al acordarme de todo lo que pasó anoche. Me levanto de un salto, Alberto no está por ningún lado, muy sigilosamente abro la puerta, al no verlo por ningún lado, corro rápido a mi habitación, entro al baño a toda prisa. Me doy un baño de espuma, masajeo mi cuerpo de manera suave y rápido, termino de bañarme, me coloco un poco de sérum en mi rostro y protector solar, busco una loción suave, pero de un olor exquisito, busco en mi closet y estoy indecisa con la ropa, de un lado, tengo un vestido verde a la rodilla con encaje en la cintura, y por otro un vestido de flores multicolor estilo playero de tiro. Al final elijo el último para sentirme más cómoda. Antes de salir veo la hora y son las ochos y veinte, bajo las escaleras y de inmediato siento un olor encantador proveniente de la cocina, mi corazón da un giro y mi panza gruñe al instante, solo de imaginarme a mi querido esposo cocinar, me excita. Entro a la cocina
Samanta. Alberto envío a una persona con algunos anticonceptivos, tanto del día después, como para el uso diario. —Mañana iremos al ginecólogo.—Me envía un mensaje y yo le contesto con carita tierna. Luego de irse Tatia, empecé a preparar algo rápido para el almuerzo, quiero sorprender a mi amado esposo, tal como él lo hizo está mañana conmigo. Lo más rápido que se me ocurrió fue pasta, hice pasta con salsa roja y le agregué tres tipo de quesos diferentes. Cuando llegó Alberto, la comida estaba servida, tanto el plato fuerte, como el postre. —¿Lo haces a propósito, verdad? —Me dice él, comiendo me con la mirada. Algo que de verdad, me encanta. Me cambie la ropa luego de terminar de cocinar, tengo una mini falda ajustada negra, con una blusa manga larga blanca, unas zapatillas de once centímetro, y una cola alta, también decidí pintarme los labios de rojo intenso. —Quizas. —Le digo mordiendo me los labios. —Empecemos por el plato fuerte. —Le digo, sacando una silla para que él s
Samanta. Llegó el día tan esperado, y Dagne no aparece, me mandó un mensaje que estaba muy ocupado, pero ¿que es más importante que esto? digo, hay cosas más importantes que una fiesta, pero debe ser muy emergente para que ella deje su trabajo tirado. Gracias a Dios, todo sale bien y la fiesta empieza. Decido vestirme con un vestido azul marino largo. Los cortes laterales revelaban mi silueta de manera estratégica, unidos por delicados broches dorados con incrustaciones de perlas. Escuchó toques en mi puerta, al abrir veo a Alberto, aún no me eh cambiado de habitación por lo que toda mi ropa sigue aquí. —Te ves impresionante. —Me dice al mismo tiempo que besa la parte inferior de mi oreja. Mi cuerpo comienza a calentarse. —Gracias. —Le digo con una sonrisa y apartando me de él, para que la locura no nos consuma, y terminemos rompiendo el vestido tan hermoso que voy a entrenar hoy. —¿Estás enojada? Te noto extraña. —¿Qué? no, para nada. —¿Y por qué te alejas? —Me
—Te vas a casar en una semana. Samanta—Me quedó paralizada durante unos segundos, el matrimonio nunca paso por mi mente. —Padre, ¿De que estás hablando? —Te digo que te casarás. —No quiero casarme, soy muy joven. —No es lo que quieras, es lo que tiene que hacer por el bien de la familia, tiene que hacerlo, te recuerdo que fue tu culpa que nos encontremos en esta situación. Solo tuya. —Sus palabras son como antorcha que queman mi piel. Aún así sigo implorando. Con mis ojos llenos de lágrimas le pido. —Padre por favor, no estoy preparada para eso. —Eso no es asunto mío, te dije que te casas y lo haces, y no vuelvas decir nada más del tema. —Esta bien padre, lo haré. —Estas palabras pesan en mi garganta. —Me alegra que no te resista. Sabe que estamos en quiebra, tú más que nadie sabes el porque. —¿Qué se supone que haga ahora? —Vamos a conocer a tu suegro y futuro esposo. —¿Qué tiene esa familia de especial? —Son una familia de mucho dinero, creyeron en
Rosa—Estas hermosa querida. Samanta. —Gracias madre. Tengo la piel de gallina, estoy sudando frío. Me veo en el espejo para asegurarme de no estropear mi maquillaje, respiro profundo y pienso que todo pasará rápido. —Vamos Samanta, tú puedes, no pasará nada. —Digo esto en mi mente una y otra vez, hasta lograr tranquilizarme. Comienza a sonar la música, mi padre me espera con una gran sonrisa. —Te ves bellísima. —Gracias padre.—Hago una sonrisa amarga. Sacerdote—Estamos aquí para celebrar la unión de dos personas que se aman... Durante todo el tiempo que el sacerdote habló estaba ausente. Pensaba en como sería mi vida luego de salir de esto. Me iré lejos, nunca más volveré a este lugar, estaré lo más lejos de mis padres como me sea posible. Siento un pellizco y miro a mi lado. Es hora de realizar los votos. Luego de la boda las personas nos felicitan, no conozco a nadie en absoluto, más que a mis padres. Alberto—Tenemos que mantenernos juntos. Samanta—¿Tie
Camila. Esa noticia me cayó como balde de agua fría, ni en mi cinco sentido podría deducir eso. ¿Cómo paso eso? Solo me fui por 6 meses. —No entiendo Alberto, no sabía que tenías novia. Alberto. —Vamos a mi despacho, yo te explico... Andrea. —Hola señora, estoy aquí porque nunca me dijo que desea comer. Samanta. —Lo siento, ¿Puedes hacer una lasaña? por favor. —Por supuesto que sí. Camila. —Pero entonces, rompiste nuestra promesa. —Dice esto con una tristeza que cualquier hombre cae completamente rendido. —¿Qué promesa? —La que hicimos cuando estábamos en último año de secundaria. —Han pasado como diez años, no recuerdo de que promesas hablas. —Dijimos que nos casaríamos por amor. —Ya recuerdo, pero a veces las cosas no pasan como planeamos, pero no puedes decir nada de lo que hablamos aquí. —Sabes que soy una tumba, por algo somos los mejores amigos. Samanta. En lo que Andrea termina de hacer la lasaña, decido pasear por la casa, tengo q