Samanta. Termino de despertarme, muerdo de manera suave mis labios, al acordarme de todo lo que pasó anoche. Me levanto de un salto, Alberto no está por ningún lado, muy sigilosamente abro la puerta, al no verlo por ningún lado, corro rápido a mi habitación, entro al baño a toda prisa. Me doy un baño de espuma, masajeo mi cuerpo de manera suave y rápido, termino de bañarme, me coloco un poco de sérum en mi rostro y protector solar, busco una loción suave, pero de un olor exquisito, busco en mi closet y estoy indecisa con la ropa, de un lado, tengo un vestido verde a la rodilla con encaje en la cintura, y por otro un vestido de flores multicolor estilo playero de tiro. Al final elijo el último para sentirme más cómoda. Antes de salir veo la hora y son las ochos y veinte, bajo las escaleras y de inmediato siento un olor encantador proveniente de la cocina, mi corazón da un giro y mi panza gruñe al instante, solo de imaginarme a mi querido esposo cocinar, me excita. Entro a la cocina
Samanta. Alberto envío a una persona con algunos anticonceptivos, tanto del día después, como para el uso diario. —Mañana iremos al ginecólogo.—Me envía un mensaje y yo le contesto con carita tierna. Luego de irse Tatia, empecé a preparar algo rápido para el almuerzo, quiero sorprender a mi amado esposo, tal como él lo hizo está mañana conmigo. Lo más rápido que se me ocurrió fue pasta, hice pasta con salsa roja y le agregué tres tipo de quesos diferentes. Cuando llegó Alberto, la comida estaba servida, tanto el plato fuerte, como el postre. —¿Lo haces a propósito, verdad? —Me dice él, comiendo me con la mirada. Algo que de verdad, me encanta. Me cambie la ropa luego de terminar de cocinar, tengo una mini falda ajustada negra, con una blusa manga larga blanca, unas zapatillas de once centímetro, y una cola alta, también decidí pintarme los labios de rojo intenso. —Quizas. —Le digo mordiendo me los labios. —Empecemos por el plato fuerte. —Le digo, sacando una silla para que él s
Samanta. Llegó el día tan esperado, y Dagne no aparece, me mandó un mensaje que estaba muy ocupado, pero ¿que es más importante que esto? digo, hay cosas más importantes que una fiesta, pero debe ser muy emergente para que ella deje su trabajo tirado. Gracias a Dios, todo sale bien y la fiesta empieza. Decido vestirme con un vestido azul marino largo. Los cortes laterales revelaban mi silueta de manera estratégica, unidos por delicados broches dorados con incrustaciones de perlas. Escuchó toques en mi puerta, al abrir veo a Alberto, aún no me eh cambiado de habitación por lo que toda mi ropa sigue aquí. —Te ves impresionante. —Me dice al mismo tiempo que besa la parte inferior de mi oreja. Mi cuerpo comienza a calentarse. —Gracias. —Le digo con una sonrisa y apartando me de él, para que la locura no nos consuma, y terminemos rompiendo el vestido tan hermoso que voy a entrenar hoy. —¿Estás enojada? Te noto extraña. —¿Qué? no, para nada. —¿Y por qué te alejas? —Me
Samanta. —Alberto, estoy embarazada. —Digo mientras salgo del baño con una prueba en la mano. Me despierto de manera abrupta, mi corazón se acelera, —no quiero un bebé, no me siento preparada, dicen que los sueños se cumplen, espero y esté sea erróneo, mi periodo no me ha bajado. Dejo de pensar y entro al baño me doy una larga ducha, al salir Alberto entra con una sonrisa. —¿Que ocurre? —Le pregunto. —Cerre un contrato muy importante para la empresa. Estoy feliz porque pronto podré vender las acciones, una vez obtenido el dinero que invertimos mi padre y yo. —¿A quien se la vas a vender? —No lo sé, mi primera opción es tu padre, él tenía todo el control prácticamente antes de nuestra llegada a la empresa. —¿Y que harás luego? —Continuare en mis empresas, tener tiendas por todos lados deja más ganancia. Termino de vestirme y espero que él se marche, no quiero preocuparlo. Y menos que piense que realmente estoy embarazada. Una hora después de la salida de mi
Camila. Termino de beber una copa de vino, a pesar que son la una de la tarde, me lo disfruto, porque todo se pondrá en su lugar muy pronto, termino de acomodar mi blusa, de repente mi padre entra muy sonriente con mi asistente. —Tan temprano y estás tomando. —Me dice en tono pesado, luego continúa con su charla. —Me voy a medir un vestido que me llegó, Sara, necesito que vengas. —Le digo sin darle importancia a lo que ocurre entre ellos dos. —SU NOMBRE ES GEORGINA —Grita mi padre, me sobresalto, pero mantengo la compostura. Hago una sonrisa fingida y continuo mi trayecto. —CAMILA. —Mi padre grita otra vez, me giro y me dice. —Pide una disculpa. —Me quedó un poco asombrada por lo que me pide, pero al ver su cara, veo que se está enojando. La miro fijamente a los ojos mientras le digo. —Lo lamento Georgina, vámonos. —Termino de decir con una sonrisa encantadora. Luego de tener el vestido, Georgina me ayuda con mis tacones, son unas zapatillas de plataforma, realmen
Samanta. Luego de un tiempo en la habitación de Gloria, una enfermera nos pide salir, para que ella descanse. Decido regresar a casa, pero no sin antes mandar a Mercedes para que se quede con ella. Gloria. Estoy en la habitación del hospital, fui lo más amable y sonriente que pude con mis jefes, ellos no tienen la culpa de esto, pero a veces me cuestiono, estoy haciendo las cosas bien, trato de no seguir los pasos de mi hermana, ella trabaja en ese lugar, con esa persona desagradable, solo por una paga buena y un estatus, algo que no me importa, desde pequeña sé cuál es mi lugar, y no me importa ser sirvienta toda mi vida, pero, dónde queda mi felicidad, siempre que hago algo para triunfar, la vida me demuestra que no valgo la pena. Un tiempo a solas con mis pensamientos y veo como la puerta se abre de apoco, pienso que es Mereces, pues la jefa me dijo que ella vendría a quedarse conmigo, algo que agradezco. Cuando la persona termina de entrar, me doy cuenta quien es. —Eres tú, ¿
Luego de unos días a Gloria le dan de alta del hospital, mientras que a Samanta la doctora le entrega los informe de los análisis donde aclara que no está embarazada, y solo son las pastillas anticonceptivas que usa. Pasan algunos meses, dónde todo aparentemente está tranquilo.Samanta. —¿Por qué crees eso? —Me pregunta Tatia con mucho cuidado.—No quiero pensarlo, es solo que, está muy raro últimamente, llega tarde, se va temprano, y siempre está hablando por celular y cuando me acerco cuelga o habla extraño.—Pero una amante Samanta, no crees es algo fuerte. —Solo espero que mis sospechas sean falsas, no creo poder resistir.—¿Cómo está la madre de Dagne? Hace ya cuatro meses que está en quimioterapia.—Sii, ella no ha avanzado nada, Dagne está cada día más decaída. —Es comprensible...—Tengo que ir a la tienda, hay algunas cosas que debo comprar. —¿A está hora? Son las ocho de la noche, mejor espera mañana. Y deja esa loca idea, Alberto te ama.—Ire a casa, pero lo más probable
Alberto. Llegó a casa súper cansado, estos días han sido un poco estresante, tratar de hacer todo al mismo tiempo es un delirio. Al llegar solo quiero darme un baño, dormir y despertar dos días después. Al entrar a la habitación, veo la cama vacía, busco en el baño y Samanta no está, algo extraño porque ella no sale tan tarde, y a parte su auto está en el garaje. Reviso la sala, la cocina, el jardín, los baños y no está, empiezo a llamarla y el celular se conecta luego de unos minutos. —¿Dónde está princesa? —Digo una vez conectado con la otro línea. Ella empieza a balbucear y me doy cuenta que algo está mal. —¿Yaa, te cansaste de divertirte? —Dice arrastrando la lengua. —¿Estás ebria? —Le pregunto, aún buscándola en la casa. —Sii, ¿te importa? —Princesa, dime dónde estás, iré por tí. —Estoy en la terraza. Ahora sigue en tu velada. Mi cuerpo se pone frio, —¿será que sabe algo? —Pienso en mi mente. —Subo sin perder el tiempo y la encuentro con una botella de w