Alberto. Termino de realizar algunas llamadas y descubro al nombre de quien está el celular que fue utilizado para enviar las fotos, me despido de Samanta sin que ella sospeche nada y conduzco a la empresa. Al llegar entro a la oficina del padre de mi esposa, aún no entiendo a qué juega ni porque quiere lastimar la, pero será por encima de mí —Es lo último que digo en mi mente antes reaccionar. —¿Por qué entras a mi oficina de esa manera? —Me dice al mismo tiempo que se pone de pie dando un fuerte golpe en el escritorio. No espero ni un segundo y le suelto un puñetazo entre la nariz y la boca. Camila que está sentada en el escritorio salta del susto y se pone de pie inmediatamente. —No sé que te ocurre con Samanta, ni cuáles son tus intenciones, ni me importa porque quieres hacerle daño, pero ella no está sola, me tiene a mí y si te vuelves a meter con ella o hacerla llorar, te juro que soy capaz de traer el mismo infierno a tu vida, para que sufras en carne propia. No qui
Samanta. —¿Que noticias me tienes? —Pregunto mientras trato de no comer todas las uñas de mis dedos.—El detective aún no ha encontrado a Roger, pero consiguió unas pruebas bastante fuertes, sobre quién ayudo a Roger, o bueno, quien lo pudo ayudar.Ella me pasa un sobre, en este hay una memoria y algunas fotos, me quedo en shock, porque nunca me pasó por la mente algo así, en las fotos mi madre se besa de manera apasionada con Roger, en los vídeos se muestra como se encontraban en diferentes moteles. —No puedo creer esto, ¿Estás segura que es real? —Le pregunto a Tatia un poco incrédula. —Son reales. —Pero, ¿Cómo los policías no dieron con estás pruebas antes? —Roger no es estúpido, lo más probable, es que tenía personas dentro de la policía trabajando para él, crees que iba a robarse 300 millones solo. —Pero mi madre, incluso ella me culpo por ese robó. —Sabes bien que tus padres, —Ella duda un momento, pero al final lo suelta. —No son un ejemplo a seguir. —Termina de decir.
Camila. No puedo creer esto, Alberto me acaba de decir que no quiere verme, que no quiere que esté en su vida, mis ojos se vuelven nubloso por las lágrimas, no puedo controlarla, me duele el pecho solo de pensar, que el hombre que eh amado desde hace más trece años, me sacará de su vida, así como así, por una recién llegada. Trató de calmarme, respiro profundo, me miró al espejo, retoco mi maquillaje y continuo mi rutina como si nada, ya se me ocurrirá algo para terminar con este problema. Alberto. —Buenas tardes, señora Lee. —Digo a la señora de unos cincuenta años que tengo al frente. —Buenas tardes señor Monroe. —Me contesta tomando asiento. —Me alegra que aceptará nuestra oferta. —A mi también me alegra que se interesará en la empresa. —Pues queremos expandir nuestro negocio y una empresa de maquillaje es una excelente opción. Entonces quedamos en que 350 millones es más que suficiente por el 30 por ciento de sus acciones. —Si es más que suficiente, revise los
Alberto. Al despertarme, lo primero que veo es a Samanta sentada en el sofá. —Buenos días hermosa. —Digo mirándola fijamente. Ella sonríe e inmediato se acerca a mí, atrapó sus labios en un beso tierno. —¿Que haces tan temprano? —Pregunto. —Tan ¿Qué? Es casi medio día. —Me responde sonriente. —No es posible. —Digo al mismo tiempo que veo la hora en el reloj. Efectivamente son las once y cuarenta y cinco. —No me sorprende despertarme a esta, con todo lo que hicimos anoche. —Le digo mordiendo suavemente su oreja. Ella gime en voz baja y eso me vuelve loco, la tomo en un beso salvaje y apasionado. —Te amo. —Me dice entre el beso y no puedo evitar sonreír. —Pero, no vamos hacer nada hasta dentro de tres día. —Termina de decir y se separa de mí. Sonrió porque no puedo cuestionarla, anoche fue bastante candente, y se que debe estar adolorida. Ella camina al baño y al observarla lo confirmo. Se le dificulta caminar un poco, de manera rápido me bajo de la cama y la llevo e
—Rob te conocí desde que eramos niños, —Ella hace una pausa y toma una bocana de aire. —desde el primer día, que te vi, supe que ibas a ser muy importante en mi vida. —Ella mira al hombre frente a ella, el cual tiene los ojos aguado por la emotiva conversación. —Me enamore de tí Rob, desde el primer día, pero al crecer, te enamoraste de Adara y entendí que no ibas a ser para mí. Alberto se queda en una esquina escuchando las palabras de la mujer y por un momento pensó, que nada de esto le incumbe, pero se quedó tranquilo en su esquina escuchando todo. —Me hice amiga de Adara, trate de ser la mejor persona con ella, por tí. Una lágrima cruza por la mejilla de Dagne, al pensar que su madre vio al hombre de su vida ser feliz con otra mujer. —¿Te acuerdas de la fiesta del posgrado que hicieron? —Pregunta Diana con dificultad, el hombre se traslado a aquel día, dónde en la universidad que ambos estaban estudiando una maestría, realizaron una fiesta, su esposa decidió quedarse de
Samanta. Llegó a casa hecha un mar de lágrimas, Alberto no está en la casa, subo a la habitación en silencio y solo me quedo en la cama, pensando, ¿Cómo una persona es tan cruel de planear tal atrocidades? Hora más tardes veo la puerta abrirse, es claro que Alan ya le contó, porque su furia es evidente. —Te juro que no tendré piedad de ese infeliz. —Me dice apretando los dientes. Solo puedo lanzarme a sus brazos y llorar amargamente. Luego de llorar por sabe cuantas horas, me calmo y le cuento a mi esposo aquel suceso que me ocurrió cuando tenía quince años. Gracias a ese día, dure años sin poder acercarme a ningún hombre, tenía miedo incluso de solo verlos. —Lo que viviste es muy fuerte, y aún así estás aquí, luchando como toda una valiente. —Me contesta Alberto luego de escuchar la historia de como un hombre intento abusar de mí en mi propia fiesta de quince, de no ser por Tatia que llegó en el momento justo y lo golpeó en la cabeza, no se que habría sido de mí. Al desgraci
Alberto. —Diana acaba de fallecer. —Las palabras se repiten en mi mente una y otra vez. —¿Que ocurre? —Pregunta Samanta un poco asueñada aún. —La madre de Dagne falleció. Ambos salimos de la cama y nos vestimos, en el camino a la clínica le cuento a Samanta la historia de Diana, al llegar Dagne está sedada. —La noticia le dió muy duro, el doctor tuvo que ponerle un tranquilizante, estoy realizando todo el papeleo para que ella no sienta todo el peso. —Dice mi padre cuando llego frente a él. La mañana llegó de manera lenta, Samanta se quedó con Dagne. mientras mi padre y yo agilizamos los preparativos para el funeral. Mientras baja el ataúd, Dagne lloraba de manera desgarradora, repetía una y otra vez que no la abandonará. El corazón de Dagne se rompía con cada palada de tierra que caía sobre el ataúd. Sus manos temblaban al aferrarse al borde de su abrigo, como si pudiera sostenerse de algo para no desplomarse. El sonido seco de la tierra resonaba en su pecho, arra
Samanta. —Mamá, ¿Que haces aquí? —Le pregunto confundida. —Tu padre está en la cárcel. —Me contesta, haciendo que mi corazón se encogiera, no porque el desgenerado de Andrés está en la cárcel, sino porque ella viene a pedir ayuda por el. —¿y quiere que lo liberé o algo? —Digo con desdén. —No hija, vine a decirte que fue lo mejor que nos pasó, no sabes el calvario que eh vivido todos estos años con él. —Me alegra que seas libre, ¿y que haces aquí? —Pregunto intrigada. —Vine a visitarte, eres mi hija, y te quiero. Me quedo callada esperando que diga algo importante, pero no dice nada, solo se queda ahí parada, mirándome con cara de víctima. No creo en ninguna de sus palabras, ella solo me ha demostrado desprecio desde que tengo conocimiento. —¿Quien es mi padre? —La pregunta sale de manera directa, sin anestesia. —Pensé que Andrés, había hablado contigo. —Me dijo que le fuiste infiel. Pero es curioso, hoy conocí a Gustavo Morán, tu amante de juventud y negó s