Corazones rotos

Samanta.

Llegó a casa hecha un mar de lágrimas, Alberto no está en la casa, subo a la habitación en silencio y solo me quedo en la cama, pensando, ¿Cómo una persona es tan cruel de planear tal atrocidades?

Hora más tardes veo la puerta abrirse, es claro que Alan ya le contó, porque su furia es evidente.

—Te juro que no tendré piedad de ese infeliz. —Me dice apretando los dientes. Solo puedo lanzarme a sus brazos y llorar amargamente.

Luego de llorar por sabe cuantas horas, me calmo y le cuento a mi esposo aquel suceso que me ocurrió cuando tenía quince años. Gracias a ese día, dure años sin poder acercarme a ningún hombre, tenía miedo incluso de solo verlos.

—Lo que viviste es muy fuerte, y aún así estás aquí, luchando como toda una valiente. —Me contesta Alberto luego de escuchar la historia de como un hombre intento abusar de mí en mi propia fiesta de quince, de no ser por Tatia que llegó en el momento justo y lo golpeó en la cabeza, no se que habría sido de mí. Al desgraci
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