Tengo el control

Samanta.

No sé en qué momento, pero Alberto y yo terminamos en una de las habitaciones de la casa. El continuaba besando me, deja mis labios y llega hasta mi cuello, sus manos acarician mis piernas, y cuando posa una de sus manos en mi trasero, no puedo suprimir un gemido, un gemido que lo vuelve más rápido y sin perder tiempo me quita la blusa que tengo puesta.

—Espera...—Le digo casi sin poder respirar.

—Si, ¿Que ocurre? —Me dice él un poco fuera de sí.

—No creo estar lista para esto.

Él se queda estupefacto con lo que digo. p

—¿Qué?

—Es que me da vergüenza, las empeñadas están afuera, nos pueden escuchar. —le respondo apenada.

—Si ese es el problema, le busco que hacer fuera.

—Creo que necesito tiempo.

—Okey, no pienso presionarte.

****

A la mañana siguiente, Samanta se levanta temprano y se encuentra con Gloria, desde hace algunos días, está le prepara un licuado que contiene banana, arandanos, avena y otros ingredientes, ayuda a Samanta a tener energía y a no tener tan
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