La gran mentira

Rosa—Estas hermosa querida.

Samanta. —Gracias madre.

Tengo la piel de gallina, estoy sudando frío. Me veo en el espejo para asegurarme de no estropear mi maquillaje, respiro profundo y pienso que todo pasará rápido. —Vamos Samanta, tú puedes, no pasará nada. —Digo esto en mi mente una y otra vez, hasta lograr tranquilizarme.

Comienza a sonar la música, mi padre me espera con una gran sonrisa.

—Te ves bellísima.

—Gracias padre.—Hago una sonrisa amarga.

Sacerdote—Estamos aquí para celebrar la unión de dos personas que se aman...

Durante todo el tiempo que el sacerdote habló estaba ausente. Pensaba en como sería mi vida luego de salir de esto. Me iré lejos, nunca más volveré a este lugar, estaré lo más lejos de mis padres como me sea posible.

Siento un pellizco y miro a mi lado. Es hora de realizar los votos.

Luego de la boda las personas nos felicitan, no conozco a nadie en absoluto, más que a mis padres.

Alberto—Tenemos que mantenernos juntos.

Samanta—¿Tienes miedo que me escape?

—Si quieres hacerlo no te lo pienso impedir, solo que tú familia pagará las consecuencias.

—Estoy harta de tus amenazas, no puede hacer nada sin ellas.

Me mira por un instante y se ríe.

—No soy una payasa.

Me agarra de la cintura y mi cuerpo se pone rígido de inmediato, lo retiro de manera suave para que las personas no se enteren.

—Por favor, no me toques.

—No pienso tocarte a sola, pero en público tengo que hacerlo.

—No es necesario en público.

—A que le tienes miedo.

Me toca nuevamente la cintura.

—Por favor, no pienso repetirlo, no me toques. O voy hacer un escándalo.

El se aparta de mi sin protestar y agradezco a Dios que lo halla hecho.

La boda terminó rápido.

Rob—¿Esta todo listo para su luna de miel?

Samanta. —Solo de escuchar luna de miel, mi cuerpo se puso frío, un dolor punzante atravesó mi pecho y mis ojos se volvieron pesados y luego, todo oscuro.

—Hola señorita. ¿Cómo se encuentra?

—Bien, supongo, ¿donde estoy? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Estuvo inconsciente por 2 horas aproximadamente.

Me levanto para ver mejor el panorama. Mis piernas tambalean un poco al levantarme.

—¿Donde estoy? ¿que significa esto?

—Esta en un avión, ahora se dirige a Acapulco.

—¿Quién le dió permiso de traerme aquí? quiero regresar a mi casa, AHORA.

Alberto—¿Qué ocurre?

—Lo siento señor, la señora está un poco confusa.

Alberto—Dejanos solos.

Samanta. —De manera rápida tomó una botella que está cerca del lugar donde estaba. —Dijiste que no me ibas hacer nada, ¿Qué significa todo esto? ¿Era una mentira?

Me mira con cara de pocos amigos. —Voy a cumplir mi palabra, pero desgraciadamente tenemos que ir de luna de miel o las personas no se creerán la falsa.

—¿Y por qué me trajiste inconsciente? pudiste esperar a que me recuperará.

—Esa idea fue de tu padre. Ahora por favor, respira y no me dé problemas, estoy en negocio.

Se va y agradezco al cielo por eso, sonrió de manera irónico, mi padre fue el de la idea, que me traiga aún cuando estaba inconsciente, lastimosamente no me sorprende.

Me quedo un rato recostada. Mirando a cada momento la puerta.

Siento que alguien abre la puerta y me levanto de un tirón.

—Casi vamos aterrizar. —Me dice la chica que estaba aquí hace un momento.

—Okey, gracias.

Al pasar los minutos, siento como el avión va aterrizando. Me pongo de pie para salir.

—Vamos. —Escucho la voz de Alberto.

Salgo de manera cautelosa.

Samanta—¿Dónde estamos?

Alberto. —Acapulco. Es una casa de campo que tengo hace varios años. En vista de que no somos una pareja normal, creo que es mejor quedarnos aquí.

Camino rápido dejándolo atrás, apenas empieza está pesadilla y quiero huir.

—Buenas noches. —Me dice una señora de algunos 40 años.

—Buenas noches, le respondo.

—Ella es iris, estará aquí por una semana, es el tiempo que vamos a durar. —Dice Alberto.

Iris—La cena está lista.

Alberto. —Comeré en mi despacho.

Samanta. —No tengo hambre. Gracias.

Iris. —Comprendo.

La semana pasó volando, no pasó nada fuera de lo normal, Alberto se quedó casi todo el tiempo en su despacho, algo que agrado bastante, su presencia me incomoda mucho, y yo decidí quedarme en mi habitación casi todo el tiempo. Ahora nos dirigimos al lugar que será nuestro hogar por un año.

Alberto. —Hemos llegado.

Samanta.

La casa es bastante grande para dos personas. —¿Por qué elegiste está casa? no necesitamos una mansión para vivir.

—Es la que tenia disponible y no pensaba comprar nada más.

Nos bajamos y miro alrededor. En la sala nos espera 3 mujeres.

Alberto. —Ellas son Andrea, gloria y Mercedes.

Andrea la señora de 58 años la saluda con una sonrisa tierna y un poco cansada. —Seré la encargada de todo en la casa, la ayudaré en lo que me pida.

Mercedes y gloria son la encargada de la limpia.

Andrea. —¿Qué van a comer hoy?

El timbre empieza a sonar como loco, una de las chicas de servicio abre la puerta. Al abrirse se revela una chica joven con un cuerpo espectacular, rubia de ojos claros, Alberto se voltea en su dirección con una sonrisa.

—Alberto, me enteré que vas a vivir aquí, acabo de llegar de viaje.

—Hola, Camila, ¡que sorpresa!

La chica hace como que no estoy, lo abraza de forma muy íntima y yo decido retirarme, no necesito un espectáculo de esto.

Andrea. —Disculpe señora Monroe, no me dijo que va querer para comer.

Camila. —Señora Monroe, —Abre sus ojos como plato y saca una pequeña sonrisa. —¿Tú padre decidió casarse nuevamente? Y con una chica joven, muy pícaro.

Alberto. —No, Camila, mi padre no se caso, ella es mi esposa.

La sonrisa de la chica desaparece y yo vuelvo a caminar, estos payasos no me haran perder mi tiempo.

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