Camila
Mi padre es todo para mí, quiero decir, amo a mi madre también; pero mi papá es mi más grande apoyo. Le debo todo a él, no hay nada que yo tenga o haga hecho sin su ayuda, todo lo gestiona mi padre. Mi madre y yo somos dependientes a él en todo.
—¿Crees que esté muy mal?
Mi madre me abraza y cubre mis hombros con sus manos.
—Todo estará bien, mi amor. Tu padre es fuerte, está en las mejores manos.
—¿Qué le sucede? ¿Por qué se puso así? Estoy segura de algo sucede y no me quieren contar.
—Cariño, tu padre nunca me cuenta nada sobre su trabajo.
—Todo te lo confía, ¿Cómo que no sabes?
—Es verdad, Cami, no te oculto nada y lo sabes.
—Vi unos hombres llevarse los autos de papá, hasta el que me regaló en mi cumpleaños. Dijo que venían para hacerles mantenimiento, peor no son los mismos de siempre; cuando le pregunté se puso extraño.
Me siento preocupada por todo, algo no anda bien y dentro de mi lo sé.
El médico sale del cuarto de mi padre, mi mamá y yo corrimos hacia él para que nos dijera sobre el estado de mi papá.
—¿Y bien? Díganos como está mi esposo.
—Ya se encuentra mejor, su presión se desestabilizó.
—¿Será necesario llevarlo a la clínica?
—No, todos sus signos están bien.
—Dios, pensé que le había dado un infarto, lo vimos apretar su pecho, yo… ¡Santo cielos! Me había preocupado demasiado.
—Estará bien, lo que ha pasado con él es un cuadro de ansiedad. Quizás alguna situación le ha generado estrés o preocupación y bueno, el cuerpo tolera hasta donde puede y por eso se desmayó. En este momento tiene un sedante, le ayudará a sentirse mejor, mañana volveré para ver cómo sigue.
—Oh, muchas gracias doctor, por siempre cuidar de nosotros.
—No agradezcas Mercedes, sabes que Phillip no es solo mi vecino, es un gran amigo para mí. No duden en llamarme si algo más surge.
—Claro que sí, muchas gracias.
No fui capaz de agradecerle al doctor Mejía, estaba tan sentimental que si hablaba explotaría en llantos.
Mi mamá y yo entramos a la habitación, lo vimos muy pensativo. Estaba acostado en la cama mirando el paisaje que se observa a través de su ventana.
—¡Papá!
Corrí hasta él y me apoyé en su pecho, con mis brazos quería cubrir todo su cuerpo.
—Estoy bien, lamento mucho haberlas asustado.
—¿Qué tienes? —pregunto con la voz llorosa.
—Camila, no le demos angustias a tu padre, recuerda lo que dijo el doctor. Podemos discutirlo después.
Mamá toma la mano de mi padre y la acaricia.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy más tranquilo, espero que ese sedante no se acabe nunca.
Miro hacia arriba y tenia una bolsa llena de un liquido transparente que entraba de gota en gota por una de sus venas.
Nos quedamos calladas por un rato, seguí sobre el pecho de mi padre escuchando el latido de su corazón, estar así me hace sentir mejor.
—Tengo algo que hablar con ustedes, ya no puedo seguir ocultando la realidad de lo que sucede —dice en voz baja.
Me alejo un poco para mirarlo, me sorprende ver sus ojos llenos de lágrimas.
—Papá, ¿Qué sucede?
—Estoy en problemas, eso sucede. Problemas graves e imposibles de solucionar, lamento tanto no cumplir mi promesa de protegerlas toda la vida.
—Cariño, ¿de qué hablas?
—Hace unos meses se ha venido presentando inconvenientes con la empresa, mi encargado de los cultivos de chocolate en Colombia, me había notificado una especie de impureza en las tierras que estaban afectando la fertilidad de las mismas. Para ese momento no era algo grave. Podíamos solucionarlo con algo de dinero y comprando productos que detuvieran esta situación, pero… pero el tiempo seguía pasando y los cultivos de cacao eran un desastre, simplemente no funcionaba. Invertí dinero extra en la compra de otras hectáreas, parecía que las cosas funcionarían y seguiría como de costumbre, pero no, aquella m*****a impureza apareció y esta vez el encargado no me dijo nada. Según menciona, que no se había percatado hasta hace unos días, pero lo que me sobresaltó fue saber que el setenta por ciento de las tierras ya no sirven y no tengo una razón exacta del porqué de la desertificación de mis tierras. No debí confiar en él, debí seguir con los constantes seguimientos que hacía, siento que esto es culpa de él.
—Papá, estoy segura de que algo se puede hacer, puedes buscar un experto que ayude en la fertilización de las tierras.
—No, mi amor. No puedo hacerlo.
—¿Por qué? Entonces, compra tierras en otro lugar y cultivas en otra parte.
—Tampoco lo puedo hacer, simplemente no tengo dinero para hacerlo. El tiempo en el que estuvimos esperando el resultado de las nuevas tierras compré la producción del cacao en otros lugares, hice negocios, hice prestamos en el banco que creí poder cubrir con la primera cosecha y procesamiento del cacao, que con las distintas ventas del chocolate lo resolvería, pero no. Nada se dio como lo había ideado en mi cabeza.
—Cariño, debiste contarnos, ¿Cómo pudiste tragarte todo eso solo? Para que estamos nosotras.
—No quería preocuparlas, la verdad pensé que pronto pasaría; pero hace unos días todo el mundo se me vino abajo, el banco quiere su dinero y no tengo con que responder, es por lo que se han llevado los autos. Con eso cubro una parte de la deuda; pero sé que cuando las próximas fechas de pago lleguen, no sabré como responder y temo perder mi casa, perder la empresa, la fábrica, perder todo por lo que he trabajado. Lo que más me duele es no poder seguir dándoles la vida que se merecen. Lo lamento tanto, de verdad.
—No tienes que pedir disculpas, sé que todo estará bien, papá. Eres el hombre más inteligente que conozco, eres capaz de resolver cualquier cosa, yo confío en ti.
Mi padre cubre su rostro, las lágrimas salieron y rodaron por sus mejillas hasta perderse en su bigote y barba.
—Estamos para ti, no sé de que forma puedo ayudarte, mi cielo. Pero cuentas con nosotras para lo que sea.
Volví a darle un abrazo fuerte a mi padre, mi madre hace lo mismo.
Durante el resto de ese día, mi padre se mantuvo lejos de los asuntos de trabajo, no mencionamos el tema y tuvimos un día como con completa normalidad.
La mañana siguiente al despertar lo encontré en su despacho, su semblante aprecia diferente.
—Te despertaste muy temprano.
—Mamá, pensé que estabas en el comedor.
—Sí, iba para allá, pero te vi pasar y vine por ti. Tu padre está hablando con el abogado, es mejor que no los interrumpas. Regresé con mi madre al comedor, esperamos a que nos sirvieran el desayuno.
—¿Crees que las cosas pueden mejorar? —le pregunto esperando que sea sincera.
—La verdad, espero que si puedan mejorar las cosas. Es cuestión de tiempo.
—¿No te da miedo? Ayer no pude dormir pensando en todo esto.
—Cariño, estaré para tu padre en lo que sea, en la abundancia y en la escases.
—¿Qué pasará cuando los vecinos se enteren?
—No debería importarnos lo que los demás piensen, al final ellos no nos ayudarán en este problema.
Espero que papá saque todos sus trucos y poderes, no quiero que mis amigos se enteren de esto. Soy de las primeras en comentar sobre la vida de los que no tienen nada y no quiero ser el próximo tema de conversación.
—Si, tienes razón, no debería importarnos lo que piensen o digan los demás.
Después del desayuno me preparé para ir a una clase de Yoga, hace un mes estoy meditando, fue algo que quise anexar a mis rutinas de hábitos saludables; voy al mejor lugar con Clarisa y un par de chicas más. Seguiré con mi vida hasta que papá lo pueda resolver, nadie tiene por qué enterarse, confío en papá, él puede con esto. Siempre que me ha prometido algo lo cumple, es cuestión de tiempo como dice mi mamá.
—Oh, veo que saldrás.
—Sí, mamá. Voy a la clase de yoga con las chicas.
—Cariño, pero no tenemos carros ni chofer disponible para que te lleven. ¿lo olvidaste?
—No, le pediré a Clarisa que pase por mí. No te preocupes.
—Bien, me parece fabuloso que tus amigas te apoyen en este momento.
No le he dicho nada, no puedo perder el estatus que tengo entre ellas, eso jamás.
Saqué mi móvil y le escribí a Clarisa.
—Hola, Clari. Ya estoy lista, pero los autos están en mantenimiento, ¿será que puedes pasar por mí?
No pasaron ni dos segundos para que ella leyera y respondiera.
—Por supuesto, yo paso por ti.
Busqué mi termo de agua y mi bolsa de entrenar, esperé solo unos minutos hasta que ella llegó en su auto. Clarisa maneja su auto, en su familia no tienen conductor.
—¿Se llevaron todos los autos para mantenimiento?
—Si, mi padre y sus ideas increíbles. Ahora no tenemos en que transportarnos ¿lo puedes creer? Hay chofer, pero no autos.
Ambas nos reímos del chiste que claramente no era un chiste, por dentro quiero gritar aunque tenga en mi rostro una sonrisa.
CamilaPuedo manejar la situación, nada tiene por qué cambiar ni mucho menos tiene que afectar mi vida y mi grupo social. Sería la primera vez que mi papi pasa por algo así y creo que es normal entre los empresarios, él puede solucionarlo.—¿Cómo te fue con Beto? —me pregunta Clarisa mientras maneja el auto.—Me fue muy bien, aun creo que estoy soñando.—¡Quiero detalles!—Está bien, te diré.Contengo mi sonrisa de solo imaginarlo.—Me pidió que fuera su novia —respondo esperando su reacción.—¡Oh por Dios! ¿de verdad? ¡Guao! Debes estar muy feliz.—Si, fue maravilloso, es un chico tan lindo. Ya siento que estaba demorando mucho para pedirme que fuera su novia. Todo pasó como esperaba.—Que envidia, siempre tienes tanta suerte.—Si, es increíble. Oye, Clarisa; esto es agradable. Digo, solo chicas en una conversación en un convertible, es grandioso ¿no crees?—Si, hace mucho no teníamos este espacio para las dos.—Deberías pasar todos los días por mi para venir al yoga, así podríamos c
CamilaLos días fueron pasando, no volví a las clases de yoga y menos volví a recibir un mensaje de Beto. Le hice un par de llamadas, pero a la número cinco, me resigné. Clarisa me envió un par de mensajes, pero no le respondí, no quiero que me den su lastima.Hace unas semanas atrás habíamos planeado un viaje, la idea era irnos a Hawái por quince días, pero claramente no estoy en condiciones para ir.—Quizás clarisa y tus amigas te escriben para que convidarte al viaje, ¿Por qué reaccionas así?—Mamá, no me gusta saber que me tienen lastima. No quiero que me den sus migajas.—No creo que lo hagan con esa intención.Me acomodé en mi cama y le di la espalda a mi madre, ella toca mi brazo y me da un beso en la cabeza.—No me gusta verte así.—¿Cuándo terminará esto?—Mi amor, no he hablado con tu padre, no quiero que se sienta presionado; que todo evolucione según el ritmo que él puede avanzar.—No quiero seguir así, no me gusta.Esta mañana mi padre habló con las señoras que ayudan en
Phillip EdwardsEn mi familia siempre me dijeron que el día que tuviera mis hijos vería el mundo de manera diferente, no se equivocaban. A pesar de nacer en el seno de una familia adinerada, aprendí a trabajar con más empuje y ganas cuando llegó al mundo mi hermosa Camila; deseé tener muchos hijos, pero amada esposa tuvo complicaciones en el parto por lo que decidimos que era mejor o tener más hijos.—¿Estás bien? Has estado pensativo y dando vueltas en la cama. ¿Qué te sucede?—Tengo algo que no puedo sacarme de la cabeza.Mi esposa se levanta y enciende la luz de la lampara que está en la mesa de noche, sentí como se acercó y pasó sus manos por mi espalda, dejó un beso y volvió a preguntar.—¿Qué tienes? Si tienes algo para decir, dime, estoy para escucharte.—Lamento esto, espero que entiendas y respetes mi decisión. Quiero que pienses en Camila y en su futuro.—¿De qué estás hablando?—Me reuní con alguien que nos puede ayudar.—¡Eso es bueno! Oh, me alegro mucho, mi amor.—Le ven
FrancoMás que nadie sé lo que se requiere para ser u hombre exitoso, he construido una multinacional desde cero, he sacrificado mi vida entera para hacer realidad todo lo que estaba en mi cabeza. Mi infancia no fue la mejor, por eso me propuse en trabajar arduamente para tener una vida digna, así mismo cambiar la vida de las personas que me apoyaron; porque de las que no recibí nada cuando estaba empezando —momentos aun más duros— no pueden disfrutar de los frutos que no sembraron.Me he caracterizado por ser enfocado, algo excesivo, pero lo que quiero lo consigo; de eso no tengo dudas.En la empresa y gran fabrica de Phillip Edwards, veo el futuro de algo nuevo, desde que supe de él me grabé en mi cabeza que tenía que obtenerlo de alguna manera. Le hice propuestas, le di una variedad de opciones que pensé no podría rechazar, pero lo hizo; el muy hijo de perr* me rechazó todas y cada una de mis propuestas.—¿Te casarás con esa mujer? —pregunta Mellisa.Mellisa es mi secretaria desde
CamilaMis padres están muy extraños, papá por las mañanas acostumbra a darme un beso y darme un abrazo de esos que solo él puede darme. Pero hoy, por primera vez en mi vida; nos sentamos todos en la misma mesa a comer con caras de tristeza.—¿Qué sucede? —pregunto.Mi madre preparó unos panqueques, no son los mejores; pero todos hacemos un esfuerzo por comer lo que se puede. No tienen el mejor, tuve que contener el gesto de desagrado para que ella no se sintiera mal. Mi padre se la ha pasado mirando su platillo, tiene en cada mano los cubiertos, es como si le costara mucho cortar una pequeña porción de la comida.—¿Me escuchan? Parece que estoy hablando con las sillas.Insisto varias veces, porque sé que algo no está marchando como debe ser, algo diferente a lo que sé sobre las empresas de mi padre.—¡Santo Dios! ¿pueden decirme algo?—¿Qué sucede, mi niña?—Mamá, es muy obvio. Mira como están, no soy una niña tonta, ya me doy cuenta de las cosas. ¿Qué demonios les sucede?—Nada, pue
CamilaMi padre en que piensa, ¿perdió la cabeza? No puedo casarme con un viejo asqueroso que no conozco. Entiendo que ame su empresa porque en ella está su tiempo, su vida; pero llegar a ese limite ya es el extremo.Salí del restaurante con el enojo a flor de piel, cuanto quisiera tener a nuestro conductor para irme a casa o al menos tener algo de dinero para tomar un taxi y largarme.—¿Por qué me pasa esto?Me siento en una banca ubicada cerca del restaurante, me crucé de brazos e hice un gesto con mi cara de tristeza. Miré a todos lados y algunos me miraban con rareza, pensé que caminar me vendría bien, pero en el instante que me puse de pie, mi móvil sonó de nuevo.—¿Hola?—Camila, ¿Dónde estás?—Papá, no quiero hablar en este momento.—Mi amor, no quiero que lo malinterpretes. No lo hago por mí, no lo hago por la empresa, lo hago por ti. No me importa que se vaya a la borda los cincuenta años de la existencia de ChocoFrench, no me interesa que sea la herencia de mi familia. Lo ún
CamilaCuando creí que todas las posibilidades tal como lo mencionó Franco se venía abajo, sale con esa respuesta que me dejó más preocupada ahora que antes. ¿Qué pretende?—Espero que la dama presente tenga una respuesta también.—Oh, bueno. Yo…Mi madre quiere hablarme con los ojos, mientras que mi padre solo espera paciente a lo que yo decida. Los ojos de papá tenían un brillo de ilusión, el día que tenga hijos espero entender lo que el quiere hacer conmigo en este instante.—Si, también estoy de acuerdo. Me casaré con el señor Collins.—Camila, ¿estás segura de lo que dices?—Sí, mamá.El hombre de traje costoso y yo cruzamos miradas, aun no sé lo que quiere, pero no pretendo huirle.—Es momento de pedir la comida.Al paso de un rato, un mesero llega para pedir las ordenes; mientras esperábamos la comida, el señor Collins pide que traigan una botella de vino más costoso.—Quiero hacer un brindis, por lo que está por construirse. Por un acuerdo cerrado entre caballeros y personas d
Franco—¡¿Aceptaste?! ¿te has vuelto loco? Pensé que habías reflexionado y entendido que es una locura, parece que no tuvieras una sola neurona funcionando en esa cabeza. Franco, no conoces a esa muchachita, piensas meter a tu casa a una desconocida por tener esa porquería de lugar que no sirve para nada; ese no es tu campo o área de profesión, ni siquiera de interés en el mercado ¿Por qué lo quieres? ¿Qué sucede contigo?—No me sermonees, sé lo que hago.—Entonces, explícame que es lo que pretendes hacer. Si quieres que te entienda, dime que es lo que pasa por tu cabeza. Porque solo un loco hace este absurdo de casarse con una mujer no conoce.—Melli, por favor, no necesito un sermón a esta hora de la mañana.Salí del lugar de trabajo de mi secretaria ay me fui a mi oficina, ya tengo suficiente como para tener que escucharla.—Espera, estamos teniendo una conversación, ¿A dónde vas?No quise escucharla y seguí hasta mi oficina.—Franco.Tras de mí escuché sus pasos, sé que tiene más