Phillip EdwardsEn mi familia siempre me dijeron que el día que tuviera mis hijos vería el mundo de manera diferente, no se equivocaban. A pesar de nacer en el seno de una familia adinerada, aprendí a trabajar con más empuje y ganas cuando llegó al mundo mi hermosa Camila; deseé tener muchos hijos, pero amada esposa tuvo complicaciones en el parto por lo que decidimos que era mejor o tener más hijos.—¿Estás bien? Has estado pensativo y dando vueltas en la cama. ¿Qué te sucede?—Tengo algo que no puedo sacarme de la cabeza.Mi esposa se levanta y enciende la luz de la lampara que está en la mesa de noche, sentí como se acercó y pasó sus manos por mi espalda, dejó un beso y volvió a preguntar.—¿Qué tienes? Si tienes algo para decir, dime, estoy para escucharte.—Lamento esto, espero que entiendas y respetes mi decisión. Quiero que pienses en Camila y en su futuro.—¿De qué estás hablando?—Me reuní con alguien que nos puede ayudar.—¡Eso es bueno! Oh, me alegro mucho, mi amor.—Le ven
FrancoMás que nadie sé lo que se requiere para ser u hombre exitoso, he construido una multinacional desde cero, he sacrificado mi vida entera para hacer realidad todo lo que estaba en mi cabeza. Mi infancia no fue la mejor, por eso me propuse en trabajar arduamente para tener una vida digna, así mismo cambiar la vida de las personas que me apoyaron; porque de las que no recibí nada cuando estaba empezando —momentos aun más duros— no pueden disfrutar de los frutos que no sembraron.Me he caracterizado por ser enfocado, algo excesivo, pero lo que quiero lo consigo; de eso no tengo dudas.En la empresa y gran fabrica de Phillip Edwards, veo el futuro de algo nuevo, desde que supe de él me grabé en mi cabeza que tenía que obtenerlo de alguna manera. Le hice propuestas, le di una variedad de opciones que pensé no podría rechazar, pero lo hizo; el muy hijo de perr* me rechazó todas y cada una de mis propuestas.—¿Te casarás con esa mujer? —pregunta Mellisa.Mellisa es mi secretaria desde
CamilaMis padres están muy extraños, papá por las mañanas acostumbra a darme un beso y darme un abrazo de esos que solo él puede darme. Pero hoy, por primera vez en mi vida; nos sentamos todos en la misma mesa a comer con caras de tristeza.—¿Qué sucede? —pregunto.Mi madre preparó unos panqueques, no son los mejores; pero todos hacemos un esfuerzo por comer lo que se puede. No tienen el mejor, tuve que contener el gesto de desagrado para que ella no se sintiera mal. Mi padre se la ha pasado mirando su platillo, tiene en cada mano los cubiertos, es como si le costara mucho cortar una pequeña porción de la comida.—¿Me escuchan? Parece que estoy hablando con las sillas.Insisto varias veces, porque sé que algo no está marchando como debe ser, algo diferente a lo que sé sobre las empresas de mi padre.—¡Santo Dios! ¿pueden decirme algo?—¿Qué sucede, mi niña?—Mamá, es muy obvio. Mira como están, no soy una niña tonta, ya me doy cuenta de las cosas. ¿Qué demonios les sucede?—Nada, pue
CamilaMi padre en que piensa, ¿perdió la cabeza? No puedo casarme con un viejo asqueroso que no conozco. Entiendo que ame su empresa porque en ella está su tiempo, su vida; pero llegar a ese limite ya es el extremo.Salí del restaurante con el enojo a flor de piel, cuanto quisiera tener a nuestro conductor para irme a casa o al menos tener algo de dinero para tomar un taxi y largarme.—¿Por qué me pasa esto?Me siento en una banca ubicada cerca del restaurante, me crucé de brazos e hice un gesto con mi cara de tristeza. Miré a todos lados y algunos me miraban con rareza, pensé que caminar me vendría bien, pero en el instante que me puse de pie, mi móvil sonó de nuevo.—¿Hola?—Camila, ¿Dónde estás?—Papá, no quiero hablar en este momento.—Mi amor, no quiero que lo malinterpretes. No lo hago por mí, no lo hago por la empresa, lo hago por ti. No me importa que se vaya a la borda los cincuenta años de la existencia de ChocoFrench, no me interesa que sea la herencia de mi familia. Lo ún
CamilaCuando creí que todas las posibilidades tal como lo mencionó Franco se venía abajo, sale con esa respuesta que me dejó más preocupada ahora que antes. ¿Qué pretende?—Espero que la dama presente tenga una respuesta también.—Oh, bueno. Yo…Mi madre quiere hablarme con los ojos, mientras que mi padre solo espera paciente a lo que yo decida. Los ojos de papá tenían un brillo de ilusión, el día que tenga hijos espero entender lo que el quiere hacer conmigo en este instante.—Si, también estoy de acuerdo. Me casaré con el señor Collins.—Camila, ¿estás segura de lo que dices?—Sí, mamá.El hombre de traje costoso y yo cruzamos miradas, aun no sé lo que quiere, pero no pretendo huirle.—Es momento de pedir la comida.Al paso de un rato, un mesero llega para pedir las ordenes; mientras esperábamos la comida, el señor Collins pide que traigan una botella de vino más costoso.—Quiero hacer un brindis, por lo que está por construirse. Por un acuerdo cerrado entre caballeros y personas d
Franco—¡¿Aceptaste?! ¿te has vuelto loco? Pensé que habías reflexionado y entendido que es una locura, parece que no tuvieras una sola neurona funcionando en esa cabeza. Franco, no conoces a esa muchachita, piensas meter a tu casa a una desconocida por tener esa porquería de lugar que no sirve para nada; ese no es tu campo o área de profesión, ni siquiera de interés en el mercado ¿Por qué lo quieres? ¿Qué sucede contigo?—No me sermonees, sé lo que hago.—Entonces, explícame que es lo que pretendes hacer. Si quieres que te entienda, dime que es lo que pasa por tu cabeza. Porque solo un loco hace este absurdo de casarse con una mujer no conoce.—Melli, por favor, no necesito un sermón a esta hora de la mañana.Salí del lugar de trabajo de mi secretaria ay me fui a mi oficina, ya tengo suficiente como para tener que escucharla.—Espera, estamos teniendo una conversación, ¿A dónde vas?No quise escucharla y seguí hasta mi oficina.—Franco.Tras de mí escuché sus pasos, sé que tiene más
MellisaNo quería terminar así, entre sus brazos sintiendo su piel acariciar mi cuerpo, no quería porque si empezaba no podría detenerlo.—Franco, no está bien, estamos en tu oficina. Si alguien viene y toca la puerta…—Nadie vendrá, espera un poco.Las veces que nos vemos siempre vamos a un lugar diferente, hemos sido cuidadosos con los demás.Las ganas de hacerlo se notaban, la erección en el pantalón de él se sentía. Parece desesperado por acariciarme más, lo que me excita.Franco levantó mi falda al tiempo que besaba mi cuello, había perdido la pelea ante el deseo, lo dejaba lamer mi piel y hacer chupetazos en mi cuello que me erizaban la piel; su respiración agitada, el olor de su cuerpo, todo me hacía perder la cabeza.—Te deseo, me muero por desnudarte y sentir dentro de ti.Los dedos de mi jefe se sienten cerca de mi zona más débil, acaricia por encima de mi ropa interior, sus manos fuertes sabían dónde debían tocar con exactitud. Abrí mis piernas para que tuviera más comodida
MellisaDiez años atrás—Deja de actuar como un niño inmaduro, pronto las cosas van a mejorar para ti. Estás siendo exagerado.—Melli, no comprendes lo que sucede.—Claro que lo entiendo, pero creo que estás siendo un completo pesimista.Franco terminó su carrera universitaria hace un par de años, no se ha dado la oportunidad de creer en el mismo, pretende que en solo dos años puede alcanzar todo lo que quiere.—Pensé que ese hijo de perra me daría la oportunidad, ni se tomó el tiempo de leer mi proyecto. Echó abajo todo lo que hice en meses y no lo revisó, no eran las palabras para un joven que quiere surgir, entré tan animado y me dejó más destrozado.Un empresario reconocido le dio la oportunidad a un joven de emprender su negocio y en menos de un año lo hizo surgir, le dije a Franco que fuera, que su idea de negocio era mejor y aun más grande; había más ambición en lo que el pretendía. Lo animé, lo acompañé y le di las esperanzas para que se tuviera fe, pero para su desgracia la e