Camila
Puedo manejar la situación, nada tiene por qué cambiar ni mucho menos tiene que afectar mi vida y mi grupo social. Sería la primera vez que mi papi pasa por algo así y creo que es normal entre los empresarios, él puede solucionarlo.
—¿Cómo te fue con Beto? —me pregunta Clarisa mientras maneja el auto.
—Me fue muy bien, aun creo que estoy soñando.
—¡Quiero detalles!
—Está bien, te diré.
Contengo mi sonrisa de solo imaginarlo.
—Me pidió que fuera su novia —respondo esperando su reacción.
—¡Oh por Dios! ¿de verdad? ¡Guao! Debes estar muy feliz.
—Si, fue maravilloso, es un chico tan lindo. Ya siento que estaba demorando mucho para pedirme que fuera su novia. Todo pasó como esperaba.
—Que envidia, siempre tienes tanta suerte.
—Si, es increíble. Oye, Clarisa; esto es agradable. Digo, solo chicas en una conversación en un convertible, es grandioso ¿no crees?
—Si, hace mucho no teníamos este espacio para las dos.
—Deberías pasar todos los días por mi para venir al yoga, así podríamos charlar en el camino y actualizarnos de todo.
—¡Si! A mí me fascinaría.
Bien ya tengo asegurado mi transporte mientras papá hace lo suyo.
—Llegamos, espero que las chicas ya estén aquí.
Nos bajamos del auto y entramos al sitio de entrenamiento, pasamos a la recepción y saludamos a la chica que atiende.
—Bienvenidas, chicas. Ya las están esperando.
—Hola, Luciana. ¿Sabes si Grecia y Loren llegaron?
—No, pero imagino que no tardan.
Íbamos en camino hacia el salón donde nos dan nuestras clases personalizadas de yoga para saludar a nuestra coach, pero escuchamos a Luciana una vez más.
—Chicas, chicas… se me estaba pasando, les recuerdo que hoyes día de pago, si quieren al final se acercan para anexarlas al sistema de los asistentes del próximo mes.
—Si, ya se me estaba pasando —responde Clarisa—. Yo pagaré de inmediato, si lo dejo pasar lo olvidaré. Ven Cami, paguemos antes que lleguen las demás.
—Si, es… es mejor pagar ahora.
Clarisa se acerca a la chica, saca su cartera y de allí su tarjeta. Luciana pasa la tarjeta por el datafono y se queda en su computadora anotando no sé qué cosas.
Busqué en mi bolso mi cartera, tengo una tarjeta que me dio mi padre hace un tiempo para cubrir este tipo de gastos, así que la usaré. Saqué de mi cartera la tarjeta y se la entregué a la chica.
—Que raro —menciona pasando la tarjeta por el datafono.
—¿Pasa algo?
—No lo sé, parece que algo no está bien con la tarjeta, ¿no tienes otra?
Hice la que buscaba algo en mi bolso, revolvía de lado a lado sabiendo que no tengo otra.
—Parece que dejé las otras tarjetas, pero intenta una vez más.
—Está bien.
Luciana pasa la tarjeta y niega con su cabeza.
—Esta tarjeta no funciona. Quizás debas llamar a tu banco, no entiendo que sucede.
—¿Pasa algo?
Una de nuestras amigas ingresa a la recepción.
—Nada, solo que parece que dañé mi tarjeta.
Grecia saca su dinero y le paga a la chica de recepción.
—Pero puedes hacer una transferencia desde tu móvil.
—Oh, es que no lo traje, lo dejé en casa, por eso hemos insistido con la tarjeta.
Dije una pequeña mentira, tuve un extraño presentimiento con respecto al dinero. Nunca me había asado esto, lo más seguro es que está pasando lo que temía.
—Llama al banco, toma te presto mi celular.
Grecia parecía muy diligente.
—¿A esta hora?
—Si, es importante, con ese tipo de cosas no se juega, anda; llama.
¿Por qué insiste tanto?
—Para no perder tiempo, mejor pago por ti y luego me das el dinero. ¿te parece bien?
Clarisa me ha salvado.
—Si, cuando llegue a casa te transfiero el dinero. Le diré a mi padre que llame al banco, no me gustan ese tipo de diligencias.
Entramos al salón donde nuestra entrenadora preparaba las esterillas.
—Mis niñas, bienvenidas.
Cada uno se acomoda en su lado, esperaríamos solo unos minutos mientras llega Lauren.
—Lucen muy bien, parece que el fin de semana les sentó de maravilla.
—Si, fue increíble. Sobre todo, para Cami, a ella siempre le va excelente, tuvo un fin de semana romántico.
— ¿De qué me perdí?
Lauren entra al salón y deja sus cosas en los estantes.
—Hablábamos de Cami, ¿no les has dicho a ellas? —me pregunta Clarisa refiriéndose a lo de Beto.
—No, es que…
—Tranquila, ya yo lo sé.
—¿Ah sí?
—Si, mi padre me lo contó, de verdad lo siento mucho por ti.
Las demás chicas me observan con rareza.
—¿De que hablas? —pregunta Clarisa.
—Pues lo de tu padre.
—Oh si, es que tuvo ayer una recaída, pero está bien. No es nada grave.
—Si, es que debe ser fuerte, quedar en banca rota a su edad debe ser muy difícil.
—¿Qué?
Las chicas estaban sorprendidas.
—Eso… eso no es verdad, mi padre no está en banca rota, ¿Quién te dijo algo así?
Mi teléfono móvil empieza a sonar y sentía como mi vida se caía en pedazos.
—¿Es tu móvil? Camila, me dijiste que no lo habías traído.
Me puse de pie al tener mi vista nublada, las lágrimas estaban por salir.
—¿Es verdad lo de tu padre?
—Si, mi papá trabaja en el banco y me dijo que les quitaron los vehículos, que es mucho lo que deben.
—Pero… Cami, tu me dijiste que… entonces, ¿es verdad?
Les di la espalda a las chicas, sequé mis ojos rápidamente y tomé aire.
—Por eso fue lo de la tarjeta y la mentira que le dijiste a Clarisa, ¿no tienes dinero?
Grecia intentaba acercarse.
—Si, mi padre tiene un pequeño problema, pero no es nada que no pueda resolver. Y por el dinero no te preocupes Clarisa, te lo pagaré.
Mi móvil vuelve a sonar por lo que tuve que ir hasta mi bolso y apagarlo.
—Cami, ¿quieres hablar con nosotras?
¿Qué hacen? Me miran con ojos de lastima, no necesito que pretendan ser generosas conmigo, no lo necesito.
—Estoy bien, no es la primera vez que algo así le pasa a mi papá. Todo volverá a la normalidad muy pronto.
Agarré mi bolso y me lo puse, quería irme de donde estaba, ya el ambiente se había echado a perder.
—¿Te vas?
—Si, recordé que tengo cosas que hacer.
Salí del salón de yoga y me dirigí hasta la calle, justo cuando no había nadie mirando, dejé salir mis emociones.
Parece que tendré que caminar de vuelta a casa.
Respiraba profundo para aliviar mis emociones, el aire fresco me tranquilizaba.
—¡Camila! Cariño, ¿eres tu?
Un auto se detiene a mi lado.
—Beto, mi amor.
Mi novio había llegado justo en el momento preciso.
—¿Qué haces caminando sola?
—Es que el chofer tuvo incidente y no pudo venir, olvidé mi cartera en casa y…
—Sube, te llevaré.
Le sonrío sabiendo que siempre es como mi salvador, empiezo a enamorarme más a profundidad de él.
Entro a su auto y le doy un beso.
—Te estaba llamando, ¿Por qué no respondías?
—Estaba en clases de yoga, lo siento.
—No te preocupes, mi amor. Dime ¿Cómo te sientes?
Le dije a Beto que estos días estaba resfriada, quiso ir a verme, pero lo retuve —fue mi forma de aislarme mientras pasaba todo lo de mi padre.
—Estoy mejor, estuve con las chicas un rato y creo que me alivió. Oye, ¿y para que me llamabas?
—Es que quería preguntarte algo, sé que es uno de esos comentarios de pasillo. Pero igual quiero escucharlo de ti.
—¿Qué pasa?
—A mi padre le dijeron que… que tu papá está por perder su empresa, ¿eso es cierto? La verdad no lo creo, sé que me hubieras contado algo así, por eso le dije a mi padre que no creyera en esas tonterías.
Beto se acerca a mi y me da otro beso, me sonríe como si se tratara de una broma.
—Mi amor, yo… No sabia como decirte algo así —digo con la voz quebrada—. Pensé que si te decía ya no querrías estar conmigo.
—Entonces, ¿es verdad?
—Si, mi padre está en banca rota, pero sé que lo puede solucionar.
La expresión de Beto cambió, su sonrisa desapareció.
—No soy ese tipo de hombre, Camila. Debiste contarme.
—¿Te quedarás conmigo?
—Te amo, me encantas, estoy enamorado de ti, no me acerqué por los negocios de tu familia; lo hice porque eres una mujer espectacular.
—Oh, mi vida.
Él me toma de la mano y me sonríe, lo que es como un alivio para mí.
Unos minutos después me deja en el frente de la mansión de mi familia.
—Gracias por traerme, por favor me escribes cuando llegues a tu casa.
—Claro que sí, mi vida.
Beto se aleja y le lanzo un beso desde la distancia.
Por alguna razón aquel sentimiento de tristeza desaparecía, con tenerlo a él sé que podré estar mejor.
—¿Tan pronto vuelves? No sabia que tus clases de yoga eran tan cortas.
—Es que la maestra no pudo llegar. ¿Cómo está papá?
—Pues, aun está con el abogado.
Fui a mi habitación para cambiarme de ropa, después me acosté en mi cama esperando el mensaje de Beto, pero el tiempo corría y nada pasaba.
—¿Lo habrá olvidado? ¿se ocupó? ¿llegó bien a su casa?
Pensé en millones de posibilidades, por lo que preferí escribirle para saber si estaba bien.
—Hola, cariño ¿llegaste bien?
Beto ve mi mensaje, pero no me da respuesta.
CamilaLos días fueron pasando, no volví a las clases de yoga y menos volví a recibir un mensaje de Beto. Le hice un par de llamadas, pero a la número cinco, me resigné. Clarisa me envió un par de mensajes, pero no le respondí, no quiero que me den su lastima.Hace unas semanas atrás habíamos planeado un viaje, la idea era irnos a Hawái por quince días, pero claramente no estoy en condiciones para ir.—Quizás clarisa y tus amigas te escriben para que convidarte al viaje, ¿Por qué reaccionas así?—Mamá, no me gusta saber que me tienen lastima. No quiero que me den sus migajas.—No creo que lo hagan con esa intención.Me acomodé en mi cama y le di la espalda a mi madre, ella toca mi brazo y me da un beso en la cabeza.—No me gusta verte así.—¿Cuándo terminará esto?—Mi amor, no he hablado con tu padre, no quiero que se sienta presionado; que todo evolucione según el ritmo que él puede avanzar.—No quiero seguir así, no me gusta.Esta mañana mi padre habló con las señoras que ayudan en
Phillip EdwardsEn mi familia siempre me dijeron que el día que tuviera mis hijos vería el mundo de manera diferente, no se equivocaban. A pesar de nacer en el seno de una familia adinerada, aprendí a trabajar con más empuje y ganas cuando llegó al mundo mi hermosa Camila; deseé tener muchos hijos, pero amada esposa tuvo complicaciones en el parto por lo que decidimos que era mejor o tener más hijos.—¿Estás bien? Has estado pensativo y dando vueltas en la cama. ¿Qué te sucede?—Tengo algo que no puedo sacarme de la cabeza.Mi esposa se levanta y enciende la luz de la lampara que está en la mesa de noche, sentí como se acercó y pasó sus manos por mi espalda, dejó un beso y volvió a preguntar.—¿Qué tienes? Si tienes algo para decir, dime, estoy para escucharte.—Lamento esto, espero que entiendas y respetes mi decisión. Quiero que pienses en Camila y en su futuro.—¿De qué estás hablando?—Me reuní con alguien que nos puede ayudar.—¡Eso es bueno! Oh, me alegro mucho, mi amor.—Le ven
FrancoMás que nadie sé lo que se requiere para ser u hombre exitoso, he construido una multinacional desde cero, he sacrificado mi vida entera para hacer realidad todo lo que estaba en mi cabeza. Mi infancia no fue la mejor, por eso me propuse en trabajar arduamente para tener una vida digna, así mismo cambiar la vida de las personas que me apoyaron; porque de las que no recibí nada cuando estaba empezando —momentos aun más duros— no pueden disfrutar de los frutos que no sembraron.Me he caracterizado por ser enfocado, algo excesivo, pero lo que quiero lo consigo; de eso no tengo dudas.En la empresa y gran fabrica de Phillip Edwards, veo el futuro de algo nuevo, desde que supe de él me grabé en mi cabeza que tenía que obtenerlo de alguna manera. Le hice propuestas, le di una variedad de opciones que pensé no podría rechazar, pero lo hizo; el muy hijo de perr* me rechazó todas y cada una de mis propuestas.—¿Te casarás con esa mujer? —pregunta Mellisa.Mellisa es mi secretaria desde
CamilaMis padres están muy extraños, papá por las mañanas acostumbra a darme un beso y darme un abrazo de esos que solo él puede darme. Pero hoy, por primera vez en mi vida; nos sentamos todos en la misma mesa a comer con caras de tristeza.—¿Qué sucede? —pregunto.Mi madre preparó unos panqueques, no son los mejores; pero todos hacemos un esfuerzo por comer lo que se puede. No tienen el mejor, tuve que contener el gesto de desagrado para que ella no se sintiera mal. Mi padre se la ha pasado mirando su platillo, tiene en cada mano los cubiertos, es como si le costara mucho cortar una pequeña porción de la comida.—¿Me escuchan? Parece que estoy hablando con las sillas.Insisto varias veces, porque sé que algo no está marchando como debe ser, algo diferente a lo que sé sobre las empresas de mi padre.—¡Santo Dios! ¿pueden decirme algo?—¿Qué sucede, mi niña?—Mamá, es muy obvio. Mira como están, no soy una niña tonta, ya me doy cuenta de las cosas. ¿Qué demonios les sucede?—Nada, pue
CamilaMi padre en que piensa, ¿perdió la cabeza? No puedo casarme con un viejo asqueroso que no conozco. Entiendo que ame su empresa porque en ella está su tiempo, su vida; pero llegar a ese limite ya es el extremo.Salí del restaurante con el enojo a flor de piel, cuanto quisiera tener a nuestro conductor para irme a casa o al menos tener algo de dinero para tomar un taxi y largarme.—¿Por qué me pasa esto?Me siento en una banca ubicada cerca del restaurante, me crucé de brazos e hice un gesto con mi cara de tristeza. Miré a todos lados y algunos me miraban con rareza, pensé que caminar me vendría bien, pero en el instante que me puse de pie, mi móvil sonó de nuevo.—¿Hola?—Camila, ¿Dónde estás?—Papá, no quiero hablar en este momento.—Mi amor, no quiero que lo malinterpretes. No lo hago por mí, no lo hago por la empresa, lo hago por ti. No me importa que se vaya a la borda los cincuenta años de la existencia de ChocoFrench, no me interesa que sea la herencia de mi familia. Lo ún
CamilaCuando creí que todas las posibilidades tal como lo mencionó Franco se venía abajo, sale con esa respuesta que me dejó más preocupada ahora que antes. ¿Qué pretende?—Espero que la dama presente tenga una respuesta también.—Oh, bueno. Yo…Mi madre quiere hablarme con los ojos, mientras que mi padre solo espera paciente a lo que yo decida. Los ojos de papá tenían un brillo de ilusión, el día que tenga hijos espero entender lo que el quiere hacer conmigo en este instante.—Si, también estoy de acuerdo. Me casaré con el señor Collins.—Camila, ¿estás segura de lo que dices?—Sí, mamá.El hombre de traje costoso y yo cruzamos miradas, aun no sé lo que quiere, pero no pretendo huirle.—Es momento de pedir la comida.Al paso de un rato, un mesero llega para pedir las ordenes; mientras esperábamos la comida, el señor Collins pide que traigan una botella de vino más costoso.—Quiero hacer un brindis, por lo que está por construirse. Por un acuerdo cerrado entre caballeros y personas d
Franco—¡¿Aceptaste?! ¿te has vuelto loco? Pensé que habías reflexionado y entendido que es una locura, parece que no tuvieras una sola neurona funcionando en esa cabeza. Franco, no conoces a esa muchachita, piensas meter a tu casa a una desconocida por tener esa porquería de lugar que no sirve para nada; ese no es tu campo o área de profesión, ni siquiera de interés en el mercado ¿Por qué lo quieres? ¿Qué sucede contigo?—No me sermonees, sé lo que hago.—Entonces, explícame que es lo que pretendes hacer. Si quieres que te entienda, dime que es lo que pasa por tu cabeza. Porque solo un loco hace este absurdo de casarse con una mujer no conoce.—Melli, por favor, no necesito un sermón a esta hora de la mañana.Salí del lugar de trabajo de mi secretaria ay me fui a mi oficina, ya tengo suficiente como para tener que escucharla.—Espera, estamos teniendo una conversación, ¿A dónde vas?No quise escucharla y seguí hasta mi oficina.—Franco.Tras de mí escuché sus pasos, sé que tiene más
MellisaNo quería terminar así, entre sus brazos sintiendo su piel acariciar mi cuerpo, no quería porque si empezaba no podría detenerlo.—Franco, no está bien, estamos en tu oficina. Si alguien viene y toca la puerta…—Nadie vendrá, espera un poco.Las veces que nos vemos siempre vamos a un lugar diferente, hemos sido cuidadosos con los demás.Las ganas de hacerlo se notaban, la erección en el pantalón de él se sentía. Parece desesperado por acariciarme más, lo que me excita.Franco levantó mi falda al tiempo que besaba mi cuello, había perdido la pelea ante el deseo, lo dejaba lamer mi piel y hacer chupetazos en mi cuello que me erizaban la piel; su respiración agitada, el olor de su cuerpo, todo me hacía perder la cabeza.—Te deseo, me muero por desnudarte y sentir dentro de ti.Los dedos de mi jefe se sienten cerca de mi zona más débil, acaricia por encima de mi ropa interior, sus manos fuertes sabían dónde debían tocar con exactitud. Abrí mis piernas para que tuviera más comodida