Capítulo 50
En ese momento, Diego dijo con desparpajo: —Este vino mío no es solo un vino local ni se puede hacer en una bodega.

Azucena estalló: —Diego, ¿no puedes vivir sin presumir o qué? Eso no es vino local, entonces ¿es vino divino?

Diego dijo: —¡Así es, es exactamente un vino divino!

Los Jerano se congelaron al unísono y luego estallaron en carcajadas.

«¡Payaso, qué ridículo payaso! ¿Vino divino? Este inútil es realmente desvergonzado».

Una sonrisa juguetona apareció en el rostro de Héctor, era todo un insulto para él tener a semejante basura como competencia.

El viejo Jerano se consoló: —Diego, nuestro vino no es de alta gama, pero no hay por qué competir con los demás. Recuerda, si eres fragante, las mariposas vendrán a ti.

Diego asintió: —Tiene razón, abuelo, lo tendré en cuenta.

Leila no pudo evitar sacudir la cabeza, era patético que aquel hombre ni siquiera pudiera entender el significado de las palabras de su abuelo.

—Vaya, parece que ya empezó la fiesta. ¡Jaja, hermano, llego tarde!

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