Héctor se burló en secreto, «¿No es más que un inútil e intenta competir conmigo? ¡No sabe lo que hace!». —Leila, después de todo, Diego tiene una perspicacia limitada, y es inevitable que no sea capaz de distinguir lo que es verdad y falso.—Pero su intención es buena, de todas formas lo dice por el bien del abuelo, así que no se lo tomemos en cuenta.El público se sorprendió al oír que Héctor defendía a Diego.¡Este señor Iglesias era verdaderamente un hombre de virtud y un caballero!Azucena se rio: —Papá, toma esta píldora milagrosa, ¡es algo muy valioso!Héctor dijo: —Sí, cuando conseguí la píldora milagrosa, los maestros veteranos dijeron que había que tomarla cuanto antes una vez abierta, o su eficacia disminuiría mucho.El viejo Jerano también estaba impresionado por tan buena cosa.—¡Abuelo, no puedes tomar esta píldora tónica, con tu estado físico, tomarla solo será contraproducente! —le aconsejó Diego en voz baja.Los Jerano eran unos ignorantes, pero él sabía que la supues
Héctor tampoco podía estarse quieto con el rostro nublado.La píldora milagrosa fue algo que él sacó, y si al viejo Jerano le pasara algo, entonces él habría sido el culpable inevitablemente.¿Qué demonios era esto? ¿Había acabado con el abuelo de Leila antes de que pudiera tener algo con ella?Scando el celular, Héctor gritó inmediatamente: —¡Señor Ramos, soy Héctor, venga, por favor, tengo un problema aquí, venga a salvar una vida lo antes posible!En ese momento, Leila se acordó de Diego y se apresuró a suplicar.—Diego, tú eres médico, mira qué le pasa al abuelo... Si estaba bien hace un momento.Diego la miró fríamente: —Ya dije antes que esa píldora milagrosa era falsa y no se podía servir, y vale que los demás no me hicieron caso, pero ¿hasta tú pensaste que estaba siendo envidioso? ¿Y ahora? ¿Ha pasado algo y te acuerdas de mí?Leila tenía la cara sonrojada y estaba increíblemente avergonzada.Pero ella tenía un carácter fuerte y no estaba dispuesta a admitir su falta, apretand
—No me entretengas. ¿Dónde está el paciente? ¡Mira que tengo cosas importantes que hacer!En ese momento entró un anciano togado, nariz alta, cara de caballo. Este entró por la puerta y preguntó impaciente.Azucena se apresuró a saludarlo y sonrió: —Usted debe de ser el famoso doctor Ramos, por favor, siéntese y tome primero un café.Quería hacer la pelota y complacer al doctor Ramos, pero en consecuencia, el doctor Ramos la miró levemente y habló como si estuviera mirando a una tonta: —Estúpida, está en juego una vida, ¿no tienes prisa con eso y estás aquí ofreciéndome un café? ¿Quieres que el viejo se muera o qué?La regañina que la hizo sonrojarse y retroceder.Leila y los demás se apresuraron a guiar al doctor Ramos hacia delante para examinar al viejo Jerano.El doctor se sentó frente a la cama y, tras examinarlo, frunció el ceño y murmuró en voz baja: —Qué raro, es realmente extraño...Héctor dijo: —Señor Ramos, ¿qué tiene de extraño? ¿Es imposible de tratar incluso con sus conoc
Azucena, pensando que el doctor Ramos tenía algún consejo, preguntó inmediatamente expectante: —Doctor Ramos, usted puede detectar que se tomó una verdadera píldora milagrosa, ¿verdad?—Sabía que no podía ser falsa, porque fue conseguida por mi futuro yerno en Monte Draguis. El problema está en que, el anciano está demasiado débil para tomar la píldora milagrosa, ¡así que es normal que se desmayara!Su ráfaga de análisis farisaicos fue recompensada con una mueca del doctor Ramos: —Eres una estúpida y sin reparo. Lo que se tomó el viejo fue una pastilla tónica, ¿se creen que era píldora milagrosa? Hum, panda de tontos, ¡no quiero perder el tiempo con ustedes!Ser humillada una y otra vez hizo que el cuerpo gordo de Azucena temblara como un colador. Si fuera posible, realmente querría que tierra la tragara.Jorge se volvió hacia Héctor: —Héctor, parece que te han engañado, ¡tu píldora milagrosa es falsa hasta según el doctor Ramos!Héctor maldijo «idiota».—Sí, Jorge tieine razón, parece
¿Que no era digno?Todos los Jerano abrieron los ojos como platos al instante y casi se cayeron al suelo por el susto.—Diego, ¿sabes de lo que estás hablando? ¿Tienes un concepto demasiado elevado de ti mismo o qué?—Idiota, es una gran oportunidad frente a ti, ¿no puedes aprovecharla? ¡Qué desastre!Azucena y los demás maldijeron primero, seguido de una sonrisa en sus rostros.Este tonto que no aprovechaba la oportunidad cuando se lo ofrecían, merecía ser una persona insignificante para el resto de su vida.Leila dijo con severidad: —Diego, será mejor que pienses antes de hablar. ¡El doctor Ramos es un hombre de renombre, deberías sentirte honrado de tenerle como maestro!Héctor se rio: —Diego debe de estar demasiado emocionado y, por tanto, dijo las palabras sin pensar. Después de todo, para él, ¡este tipo de oportunidad solo se presentaría una vez en la vida!El doctor Ramos se acarició su larga barba, asintió con la cabeza y sonrió: —Chico, es comprensible que estés muy emocionado
Héctor rio: —Diego, entiendo cómo te sientes. Te molesta verme a punto de declararme a Leila con ese rey de los anillos.—Pero debes saber que no hay nada que quiera y no pueda conseguir en Bandon. Aunque no te guste, no puedes hacer nada al respecto. Así que será mejor que me lo entregues, ¡no me importa dejarte ganar unos diez mil como intermediario!Diego sonrió.—Pensaba dárselo, pues es inútil en mis manos, pero ahora he cambiado de opinión, ¡y puedo decirles que no conseguirán el rey de los anillos!No estaba exento de mal genio, y con Héctor tan altivo y poderoso, Diego realmente tenía que mostrarle un poco de carácter.¡De normal era bastante tolerante!Pero las moscas a veces eran tan molestas que le obligó a actuar.Héctor se mofó: —¡Amigo, no sé de dónde sacas tanta confianza! Probablemente no sabes de lo que soy capaz de hacer. Sinceramente, si no fuera por Leila, ¿crees que te estaría hablando con tanta educación?Diego sonrió despreocupadamente: —¿Parece que vas a darme u
Karen tenía rabia: —¡Diego, ten cuidado con lo que dices!Diego sonrió satisfecho: —¿Me equivoco? ¿Te atreves a decir que no quieres un hombre?La cara redonda de Karen se sonrojó y apretó los dientes: —Todos los hombres son odiosos, bah, estoy demasiado asqueada para pensar en ellos, solo me dan asco. ¿Cómo voy a querer uno?Diego sonrió y no dijo nada, pero miró a Karen con ojos significativos.En las mejillas de esta última, se notaba que el rubor y calor aumentaban, mientras se mofaba: —Aunque me gusten los hombres, definitivamente destestaría a un mantenido como tú.Diego dijo con indiferencia: —Genial, ¡porque yo opino lo mismo de ti!Karen no tuvo tacto y dijo fríamente: —No podrás ser arrogante por mucho tiempo, ¡dejaré que Elisa vea cómo eres de verdad y te echará a patadas!¡Bum!En ese momento, una furgoneta sin matrícula se precipitó hacia los dos.Karen casi fue atropellada y echó humo: —Imbéciles, ¿cómo conducen?La furgoneta se detuvo, y varios hombres corpulentos, enmas
Diego dijo: —¿Me conoces?El hombre no pudo evitar tragar saliva: —¡Sí! ¡Señor Larios, lo siento, es un malentendido, todo es un malentendido!Con eso, se arrancó la máscara, revelando un rostro lleno de granos.Diego pensó brevemente, inseguro: —¿Eres el tipo que iba con Leo en el Club Monteca el otro día?El hombre con granos se rio amargamente: —Así es, el día que le dio una lección a Leo, yo... me meé encima.Quería morirse en ese momento, no sabía que el objetivo de ese hijo de puta de Alberto era este señor.¡Esto era peor que enviarlo al infierno de una patada!Diego se rio: —¿Qué pasa, hoy vinieron a buscar la remontada?El hombre con granos estaba casi muerto de miedo, negó la cabeza como un cascabel: —¡No, no, para nada!—¡Si hubiéramos sabido que era usted, no nos habríamos atrevido a venir!Los otros hombres también reaccionaron en ese momento, se acercaron a toda prisa, uno tras otro hacia Diego para disculparse.—¡Es un malentendido, un malentendido gigante!—¡Señor Lario