Azucena, pensando que el doctor Ramos tenía algún consejo, preguntó inmediatamente expectante: —Doctor Ramos, usted puede detectar que se tomó una verdadera píldora milagrosa, ¿verdad?—Sabía que no podía ser falsa, porque fue conseguida por mi futuro yerno en Monte Draguis. El problema está en que, el anciano está demasiado débil para tomar la píldora milagrosa, ¡así que es normal que se desmayara!Su ráfaga de análisis farisaicos fue recompensada con una mueca del doctor Ramos: —Eres una estúpida y sin reparo. Lo que se tomó el viejo fue una pastilla tónica, ¿se creen que era píldora milagrosa? Hum, panda de tontos, ¡no quiero perder el tiempo con ustedes!Ser humillada una y otra vez hizo que el cuerpo gordo de Azucena temblara como un colador. Si fuera posible, realmente querría que tierra la tragara.Jorge se volvió hacia Héctor: —Héctor, parece que te han engañado, ¡tu píldora milagrosa es falsa hasta según el doctor Ramos!Héctor maldijo «idiota».—Sí, Jorge tieine razón, parece
¿Que no era digno?Todos los Jerano abrieron los ojos como platos al instante y casi se cayeron al suelo por el susto.—Diego, ¿sabes de lo que estás hablando? ¿Tienes un concepto demasiado elevado de ti mismo o qué?—Idiota, es una gran oportunidad frente a ti, ¿no puedes aprovecharla? ¡Qué desastre!Azucena y los demás maldijeron primero, seguido de una sonrisa en sus rostros.Este tonto que no aprovechaba la oportunidad cuando se lo ofrecían, merecía ser una persona insignificante para el resto de su vida.Leila dijo con severidad: —Diego, será mejor que pienses antes de hablar. ¡El doctor Ramos es un hombre de renombre, deberías sentirte honrado de tenerle como maestro!Héctor se rio: —Diego debe de estar demasiado emocionado y, por tanto, dijo las palabras sin pensar. Después de todo, para él, ¡este tipo de oportunidad solo se presentaría una vez en la vida!El doctor Ramos se acarició su larga barba, asintió con la cabeza y sonrió: —Chico, es comprensible que estés muy emocionado
Héctor rio: —Diego, entiendo cómo te sientes. Te molesta verme a punto de declararme a Leila con ese rey de los anillos.—Pero debes saber que no hay nada que quiera y no pueda conseguir en Bandon. Aunque no te guste, no puedes hacer nada al respecto. Así que será mejor que me lo entregues, ¡no me importa dejarte ganar unos diez mil como intermediario!Diego sonrió.—Pensaba dárselo, pues es inútil en mis manos, pero ahora he cambiado de opinión, ¡y puedo decirles que no conseguirán el rey de los anillos!No estaba exento de mal genio, y con Héctor tan altivo y poderoso, Diego realmente tenía que mostrarle un poco de carácter.¡De normal era bastante tolerante!Pero las moscas a veces eran tan molestas que le obligó a actuar.Héctor se mofó: —¡Amigo, no sé de dónde sacas tanta confianza! Probablemente no sabes de lo que soy capaz de hacer. Sinceramente, si no fuera por Leila, ¿crees que te estaría hablando con tanta educación?Diego sonrió despreocupadamente: —¿Parece que vas a darme u
Karen tenía rabia: —¡Diego, ten cuidado con lo que dices!Diego sonrió satisfecho: —¿Me equivoco? ¿Te atreves a decir que no quieres un hombre?La cara redonda de Karen se sonrojó y apretó los dientes: —Todos los hombres son odiosos, bah, estoy demasiado asqueada para pensar en ellos, solo me dan asco. ¿Cómo voy a querer uno?Diego sonrió y no dijo nada, pero miró a Karen con ojos significativos.En las mejillas de esta última, se notaba que el rubor y calor aumentaban, mientras se mofaba: —Aunque me gusten los hombres, definitivamente destestaría a un mantenido como tú.Diego dijo con indiferencia: —Genial, ¡porque yo opino lo mismo de ti!Karen no tuvo tacto y dijo fríamente: —No podrás ser arrogante por mucho tiempo, ¡dejaré que Elisa vea cómo eres de verdad y te echará a patadas!¡Bum!En ese momento, una furgoneta sin matrícula se precipitó hacia los dos.Karen casi fue atropellada y echó humo: —Imbéciles, ¿cómo conducen?La furgoneta se detuvo, y varios hombres corpulentos, enmas
Diego dijo: —¿Me conoces?El hombre no pudo evitar tragar saliva: —¡Sí! ¡Señor Larios, lo siento, es un malentendido, todo es un malentendido!Con eso, se arrancó la máscara, revelando un rostro lleno de granos.Diego pensó brevemente, inseguro: —¿Eres el tipo que iba con Leo en el Club Monteca el otro día?El hombre con granos se rio amargamente: —Así es, el día que le dio una lección a Leo, yo... me meé encima.Quería morirse en ese momento, no sabía que el objetivo de ese hijo de puta de Alberto era este señor.¡Esto era peor que enviarlo al infierno de una patada!Diego se rio: —¿Qué pasa, hoy vinieron a buscar la remontada?El hombre con granos estaba casi muerto de miedo, negó la cabeza como un cascabel: —¡No, no, para nada!—¡Si hubiéramos sabido que era usted, no nos habríamos atrevido a venir!Los otros hombres también reaccionaron en ese momento, se acercaron a toda prisa, uno tras otro hacia Diego para disculparse.—¡Es un malentendido, un malentendido gigante!—¡Señor Lario
Hubo un momento de silencio al celular.Entonces, el furioso rugido de Luis estalló de golpe en los oídos de Alberto.—¿Devolverte el dinero? Te devolveré una mierda. Alberto, hijo de puta, ¡casi me metes en problemas! Menos mal que no metí la pata. Si yo estuviera acabado, ¡tú, bastardo, tampoco te saldrás con la tuya!¡Luis colgó justo después de insultar!Alberto tenía la cara sombría.—Luis, puedes ser el puto jefe mafioso de Karisen, pero mi familia no te tiene miedo. Joder, te atreves a maldecirme y a timar mi dinero, ¡debes darme una explicación!Alberto no sabía por qué demonios se enfadaba tanto Luis, pero no eliminó a ese chico y tenía el descaro de quedarse con su dinero, eso definitivamente no lo dejaría pasar sin más.Inmediatamente, resopló y volvió a marcar, con la intención de preguntar a Luis por qué demonios se había enojado.Y se enteró de que le había bloqueado.Alberto puso cara de incredulidad, seguida de un gruñido de rabia mientras tiraba con fuerza el celular c
—¿Qué tiene de raro? Si tú puedes venir aquí, ¿por qué yo no? —respondió Diego débilmente.Leila frunció el ceño: —Diego, solo quiero advertirte que no es barato el consumo de este lugar y que tienes que ser recomendado por un socio del club para entrar.En ese momento se acercó Elisa, tomando del brazo a Diego, sonrió: —Doctor Larios, entremos. Por cierto, ya le he arreglado una membresía vitalicia del club, ¡así que puede divertirse todo lo que quiera aquí!Ante eso, Leila dejó de hablar y giró la cabeza hacia otro lado.«Este Diego sigue siendo un inútil mantenido como siempre», dijo en su interior.Héctor sonrió especulativamente: —Oí antes de volver al país que te habías rebajado a estar con un mantenido inútil. Pensé que era un rumor, no esperaba que... Qué pena...Tenía una expresión de lástima en la cara, ¡como si traer a Diego estuviera haciendo que Elisa cayera de nivel!Unos de los amigos ricos de Héctor también habló con sorna: —Elisa, hay un montón de jóvenes herederos en
Las llamadas actividades de ricos no eran más que golf, esgrima, escalada en rocódromo y otras actividades de gastarse un dineral.Diego se aburrió un poco al cabo de media hora y quiso marcharse.Miguel, con sus guantes puestos, practicó taekwondo con Héctor, dando un buen espectáculo.Leila y la compañera de Miguel estaban sentadas en la audiencia, y las dos aplaudieron mientras comían sus snacks.Karen también tenía los ojos brillantes; un heredero de grandes familias como Héctor, si bien no la enamoraba perdidamente, sí le parecía un hombre sumamente atractivo.Diego, en cambio, estaba solo como un tronco al un lado.Ella pensó que seguro que nunca había oído hablar de taekwondo, y solo sabía dar golpes y puñetazos sin más.Karen temía que Diego se sintiera avergonzado y se escapara, así que le recordó: —Elisa acaba de salir a ocuparse de algo y volverá pronto. Tienes que esperarla, no tienes permiso para irte, ¿de acuerdo?En ese momento, Héctor y Miguel terminaron su combate, se