Capítulo 62
—¿Qué tiene de raro? Si tú puedes venir aquí, ¿por qué yo no? —respondió Diego débilmente.

Leila frunció el ceño: —Diego, solo quiero advertirte que no es barato el consumo de este lugar y que tienes que ser recomendado por un socio del club para entrar.

En ese momento se acercó Elisa, tomando del brazo a Diego, sonrió: —Doctor Larios, entremos. Por cierto, ya le he arreglado una membresía vitalicia del club, ¡así que puede divertirse todo lo que quiera aquí!

Ante eso, Leila dejó de hablar y giró la cabeza hacia otro lado.

«Este Diego sigue siendo un inútil mantenido como siempre», dijo en su interior.

Héctor sonrió especulativamente: —Oí antes de volver al país que te habías rebajado a estar con un mantenido inútil. Pensé que era un rumor, no esperaba que... Qué pena...

Tenía una expresión de lástima en la cara, ¡como si traer a Diego estuviera haciendo que Elisa cayera de nivel!

Unos de los amigos ricos de Héctor también habló con sorna: —Elisa, hay un montón de jóvenes herederos en
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