Capítulo 30
Héctor miró a Diego, negó con la cabeza y se rio: —Lo siento, si lo que acabo de decir ha herido tu orgullo, entonces te pido disculpas.

—Solo creo que una chica como Karen, que viene de una gran familia, debería tener un caballero a su lado, alguien de su altura.

No había desprecio ni ataque evidentes, pero sus palabras expresaban la superioridad y la prepotencia de pertenecer a una gran familia, así como la indiferencia y el desprecio por Diego.

Diego se rio: —El señor Iglesias me deja en admiración.

—He oído que pagará hoy todos los gastos en el Club Monteca, ¿no?

Héctor se quedó helado, obviamente no esperaba que Diego preguntara eso, y asintió con la cabeza. —Así es, no vienes mucho por aquí, hoy disfruta de todo lo que quieras, ¡la cuenta es de la casa!

La sonrisa en la cara de Diego creció aún más: —¡Pues tomo sus palabras!

Héctor sonrió y ni siquiera se molestó en contestar, guiando a Leila a salir.

Solo era un tipo que se alegraba por poder consumir gratis, y pensaba que podía
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