Capítulo 32
Esa misma noche, en un hospital privado en Bandon.

El jefe mafioso de Karisen, Luis, con cientos de súbditos vestidos de negro, entró al unísono.

Tanto el personal del hospital como los transeúntes estaban en vilo, preguntándose de quién era la vida que había venido a cobrarse este hombre aterrador.

Luis, con el pelo rapado y siempre sonriente, sorprendentemente no tenía una sonrisa en la cara en ese momento.

El médico abrió de un empujón la puerta de la sala y salió.

Luis apagó el cigarrillo que tenía en la mano y preguntó con ligereza: —¿Cómo está Leo?

El rostro del médico estaba tenso y negó con la cabeza: —¡Está en riesgo!

—¿Qué? ¿Cómo que está en riesgo? Aclárate.

—Esto... ¡El señor Leo está en estado vegetativo!

El médico miró atentamente a Luis cuando terminó.

Pero, para su sorpresa, este mafioso de Karisen no tenía una violenta rabia ni una gélida intención asesina en su rostro.

—¡Luis, tenemos que vengarnos por esto sea como sea!

—¡Se atrevió a tocar a uno de nuestros hermanos
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