02 - Renacida y Divorcio.

Jazmín abrió los ojos de golpe, observando todo a su alrededor. No estaba en una sala de hospital como creía que sería, era la habitación de su hogar, o aquella que creyó.

— ¿Fue un sueño? — suspiró —. Gracias a Dios fue un sueño.

Estaba tan sumergida en sus pensamientos, que saltó de la cama, apenas Roberto aparecía ante ella.

— ¿Qué te sucede?

— ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste? — preguntó, observándolo de pies a cabeza, y encontrando algo raro en él, pero no sabía que.

— Vivo aquí — respondió el hombre, sin siquiera mirarla.

— Pensé que estabas en Londres — cuestionó ella.

Roberto detuvo lo que hacía y la miró.

— ¿Cómo lo sabes? — Jazmín frunció el ceño.

» ¿Qué m****a estaba sucediendo? «

— Lo intuí — dijo, buscando su celular, y cuando lo miró, gritó: ¡¿Que m****a!?

Roberto casi da un salto en su lugar, cuando escucha su grito.

— No sé qué te está pasando, pero déjate de juegos estúpidos — gruñó molesto —. Eres desesperante.

En el pasado, eso la haría reír, porque creía que era un hombre serio; sin embargo, ahora sabe…

» ¿Qué es lo que sé? «

La mujer se puso de pie, y fue corriendo a mirarse al espejo. No había rastros de algo raro en ella. Tocó su vientre, recordando que estaba embarazada, pero las fechas no coincidían.

Ella estaba embarazada, y era seguro, porque fue a varios controles. Eso no podría ser un sueño.

Así se pasó el día, intentando comprender lo que estaba pasando, hasta que, finalmente comprendió que había vuelto al pasado. Había entendido, que algo irreal le había ocurrido, y sorprendentemente, no tenía idea de cómo actuar; pero eso sí, divorciarse era la primera opción en su lista, antes de iniciar su venganza con el infiel de Roberto.

— Irás a buscar los tulipanes, otra vez, bella florecilla — Ella se detuvo en seco. Sus ojos se llenaron de lágrimas, que sin poder contenerse comenzaron a descender de sus ojos. Volteó a mirarlo, y con pasos cuidados se acercó, para poder abrazarlo —. ¿Qué sucede? ¿Qué te tiene así?

El abuelo no entendía lo que pasaba con su nieta política, pero de que era malo, era malo. Siempre se había fijado de las cosas malas que le hacían sus nietos, pero las veces que intentaba intervenir, ella decía que no era nada.

— ¿Cómo estás abuelo? ¿Te sientes bien?

— ¿Qué te sucede, cariño? — insistió el anciano.

— Nada abuelo, solo que hoy amanecí sensible — respondió ella, con una sonrisa —. Por cierto, quiero hablar de algo contigo; pero deseo que comprendas y me apoyes.

— Dime, ¿qué es lo que tiene afligido ese corazón?

— Quiero divorciarme de Roberto? — El abuelo, completamente sorprendido, no sabía que responder, por lo que le preguntó:

— ¿Por qué? ¿Sucedió algo? — Jazmín sabía que necesitaba la aprobación del jefe de familia, y como tenía el cariño del abuelo, esperaba que lo conceda, de lo contrario, debía hacerlo a su espalda.

— Porque no hay amor. Voy a divorciarme de igual manera abuelo, pero esperaba que me des tu bendición para esto.

El anciano comprendía, por lo que no le quedó más remedio que aceptar aquella información, y acostumbrarse a que ya no tendría con quien hablar de ahora en más. Jazmín era su única compañía, pero sabía que su nieto no la merecía. Era un ruin bueno para nada, que siempre andaba mendigando el amor de aquella mujer, que lamentablemente, es pariente de su florecilla. Era mejor darle la libertad que ella merecía, o de lo contrario, terminaría perdiéndose en el dolor.

Jazmín tenía el corazón dolido, y pese a aquellas cosas, no podía permitir que lastimaran al abuelo, y menos que la incriminen. Por lo que debía evitar como sea, aquella acción.

— Está bien. Está claro que me equivoque con la decisión, pero eso implica grandes cambios en la vida de Roberto. Me gustabas para él, pero al parecer, él no ha hecho nada para mantenerte a su lado — respondió —. ¿No han pensado en tener hijos?

— No — respondió tajante, sorprendiendo al anciano —. Perdón, pero no sería buena idea. Él no está enamorado de mí, y yo necesito seguir mi camino.

El anciano no tuvo más remedio que aceptar. Era claro que, si su esposo se lo pedía, se lo negaría rotundamente, pero ella, necesitaba vengarse y hacer las cosas bien.

Esa misma noche, ella le presentó los documentos del divorcio a Roberto, que su abuelo había preparado esa tarde con su abogado. En el documento se señalaba, que mansión del bosque, quedaba para ella, como también las joyas de su difunta abuela, y cincuenta mil dólares, como compensación por aguantarlo.

— ¿Cómo que te quedas con todo eso? — cuestionó en un grito —. Definitivamente es un no.

— Entonces, ¿prefieres seguir casado conmigo?

— Te aprovechaste del cariño que te tiene — gruñó —. Eres una…

— ¿Perra? ¿Zorra? ¿Oportunista? — Tales comentarios sorprendió al hombre. Era la primera vez que su esposa le hablaba de esa forma —. No me importa, me he cansado de ti y de mendigar tu cariño. No me amas, así que fírmalo.

— Ya te he dicho…

— Y con respecto al contrato de divorcio, yo no lo preparé. Ni siquiera estaba al tanto, solo le pedí al abuelo que me conceda esto, porque realmente ya no soporto vivir aquí.

— ¿Qué m****a te pasa? ¿Desde cuándo me hablas así? — preguntó con notable desconcierto.

Jazmín sonrió.

— Desde que descubrí que tu gran amor era simplemente por obtener poder, o quizás, desde que comenzaste a revolcarte con mi prima.

Roberto no podía creer aquello. Divorciarse implicaba no quedarse con el puesto de jefe de familia, y eso no podía permitirlo. Definitivamente debía tratar de hacerle cambiar de opinión.

— No puedo aceptarlo.

— Debes hacerlo.

— ¿O si no qué? — dijo el hombre, intentando intimidarla, pero Jazmín no bajó la cabeza en ningún momento.

— Le cuento al abuelo, que aun sigues revolcándote con mi primita — amenazó —, y eso creo que, sería un gran problema para tu futuro como jefe de esta casa.

Roberto, con las manos atadas, firmó el documento y se lo entregó, casi aventándolo.

— Espero no volver a verte nunca más en mi vida, porque te voy a hundir — manifestó el hombre, pero añadió: — Eres repugnante.

— Imagino que por eso nunca me tocaste como esposa.

— Jamás tocaría a una mujer como tú — añadió.

¿Le dolió a Jazmín?

Claro que le dolió, porque pese a todo lo que pasó, y a la infidelidad, aún hay amor en su corazón; sin embargo, esta vez no agacharía la cabeza.

— Bien — respondió, tomando el documento de sus manos —. Eres libre, Roberto de hacer lo que quieras.

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