Fabio estaba sentado en la sala de espera del hospital, su mandíbula tensa mientras miraba el reloj. Las luces fluorescentes parpadeaban intermitentemente, y el olor a desinfectante se mezclaba con el aire estéril del lugar. Su mente no estaba allí, no podía concentrarse en nada más que en Guisselle. El pensamiento de ella desaparecida lo atormentaba, y cada segundo que pasaba sin saber de su paradero lo consumía más. Luchaba por no perder el control, pero en su interior, la furia se acumulaba, como un volcán listo para estallar.De repente, su teléfono vibró en su bolsillo. Lo sacó rápidamente, reconociendo el número de su mano derecha.— ¿Qué tienes? — gruñó, sin paciencia para las formalidades.La voz del otro lado del teléfono estaba tensa, llena de urgencia.— Señor, acabo de recibir información. El señor Loretto está muerto. El nuevo jefe es su hijo, Lorenzo.Fabio se quedó en silencio por un momento, procesando la noticia. El nombre de Lorenzo provocó una chispa de rabia q
De repente, uno de los hombres de Fabio disparó , apuntando a la pierna de Lorenzo. El impacto fue certero; Lorenzo soltó un grito de dolor y cayó al suelo, soltando a Guisselle en el proceso. Ella rodó hacia un costado, jadeando a través de la mordaza que le impedía hablar, su mirada llena de terror mientras intentaba liberarse de las ataduras.Fabio corrió hacia ellos, con el corazón en la garganta. No le importaba nada más en ese momento que sacarla de ahí. Los disparos resonaban alrededor, el caos absoluto dominaba la pista mientras sus hombres luchaban contra los guardias de Lorenzo. Fabio llegó al cuerpo de Guisselle y se agachó rápidamente para quitarle la mordaza y las cuerdas.— ¡Guisselle! — dijo con urgencia mientras la ayudaba a sentarse —. ¿Estás bien?Ella lo miró con los ojos vidriosos, temblando, pero asintió. Fabio la sostuvo con fuerza, casi como si temiera que pudiera desaparecer de sus brazos. Su respiración era rápida, agitada, pero estaba viva. Estaba a salvo.
Guisselle la sostuvo con fuerza, sus propias lágrimas brotando de sus ojos mientras acariciaba el cabello de la chica.— Nunca las abandonaría — dijo Guisselle con suavidad, su voz quebrándose —. Nunca.Fabio observó la escena con el corazón apretado. Aunque estaba acostumbrado a la violencia y a las situaciones límite, ver la desesperación en los ojos de esas chicas le hizo hervir la sangre de nuevo. Lorenzo había estado metido en algo mucho más grande y oscuro de lo que había imaginado.— Vámonos — ordenó Fabio a sus hombres —. Carguen a las chicas en los vehículos y asegúrense de que estén seguras.Los hombres se pusieron en marcha rápidamente, ayudando a las chicas a salir del contenedor y escoltándolas hacia los coches. Fabio y Guisselle se mantuvieron cerca, asegurándose de que todas estuvieran bien, aunque sabían que los traumas que habían sufrido no desaparecerían tan fácilmente.Guisselle se acercó a Fabio, su rostro marcado por la tensión y el dolor de lo que había pres
Jazmín tragó saliva, tratando de digerir lo que Leandro le estaba diciendo. El terror que había sentido por esas chicas ahora se transformaba en un temor más profundo por su propia seguridad y la de aquellos que amaba. — No puedo creer que esto esté pasando… — murmuró, su voz quebrada por la incertidumbre —. ¿Qué podemos hacer? Leandro la miró con gravedad, su expresión severa. — Vamos a protegernos — dijo firmemente —. Voy a hacer todo lo posible para asegurarnos de que estemos a salvo. Ya he hablado con Fabio. Estamos tomando medidas para reforzar la seguridad, tanto aquí como en la empresa. No vamos a dejar que nos atrapen desprevenidos. Jazmín asintió lentamente, aunque el miedo seguía anidando en su pecho. Aun así, confiaba en Leandro. Sabía que él haría todo lo que estuviera en su poder para protegerlos. Pero no podía evitar sentirse abrumada por el peso de todo lo que estaba sucediendo. Leandro, al ver la preocupación en los ojos de Jazmín, se inclinó hacia adelante y
Los días fueron pasando lentamente, como si el mundo se estuviera preparando para algo grande. Jazmín, ahora en la última etapa de su embarazo, había encontrado una paz incómoda, una calma antes de la tormenta. Cada vez que miraba su vientre, sentía una mezcla de emoción y temor. Estaba a punto de dar a luz, pero sabía que el mundo al que traerían a su hijo no era un lugar de cuentos de hadas. Todo lo que habían vivido, desde la traición hasta las batallas clandestinas, se sumaba a la incertidumbre de lo que vendría después.Leandro estaba a su lado, como siempre lo había estado, pero también llevaba consigo una preocupación constante. Sabía que, a pesar de todo lo que habían logrado, los fantasmas de su pasado aún acechaban. Sin embargo, no quería que Jazmín se preocupase. Se había comprometido a protegerla y, más importante, a proteger a su hijo.Mientras tanto, en la mansión Rymer, Guisselle esperaba en la sala, sentada con la espalda recta en el sofá, sus pensamientos girando en
—Déjame decirte que lo que tenemos es más real de lo que puedes imaginar — continuó Fabio, su tono ahora más suave y sincero —. Desde el momento en que derramaste café sobre mí, el destino así lo predijo. Ser la señora Rymer.Guisselle parpadeó, confundida pero intrigada al mismo tiempo. Fabio la miraba con una intensidad que hacía que su corazón latiera más rápido.—¿La señora Rymer? — susurró ella, incrédula ante lo que acababa de escuchar.—Sí — afirmó Fabio, sin dudar —. La señora Rymer. Porque desde el primer día, desde el primer momento en que te vi, supe que no eras como las demás. Eres la única que ha logrado atravesar mis muros, que ha logrado hacerme sentir algo verdadero.Guisselle se quedó sin palabras por un momento. Las palabras de Fabio eran como un bálsamo que curaba todas sus inseguridades y miedos. Pero al mismo tiempo, una parte de ella seguía luchando por creer que todo esto era real.—¿De verdad? — susurró ella, con un tono casi vulnerable, como si temiera qu
El cuerpo de Guisselle se hundió en la suavidad del colchón, pero antes de que pudiera acomodarse completamente, los labios de Fabio ya estaban sobre los suyos, capturándola en un beso lleno de pasión. No era un beso suave ni tímido, sino uno cargado de todo el deseo y la necesidad que ambos habían acumulado durante meses. Sus manos se aferraron a su espalda, trazando el contorno de su musculatura con un hambre que había contenido durante demasiado tiempo.Fabio se inclinó sobre ella, cubriéndola con su cuerpo mientras su beso se profundizaba. Las respiraciones de ambos se entrelazaban, cada uno absorbiendo el calor del otro. La tensión acumulada entre ellos finalmente encontró su liberación en la proximidad de sus cuerpos.Las manos de Guisselle temblaban levemente mientras recorrían el torso de Fabio, sintiendo cada músculo tensarse bajo su toque. Su piel ardía al contacto con la de él, y pronto, ambos se dejaron llevar por la necesidad de estar más cerca, de derribar cualquier barr
Daniel caminaba de un lado a otro en su habitación, con el teléfono en la mano, nervioso. Sabía que tenía que hacer aquella llamada, pero no dejaba de sentir cierta incomodidad. Leandro era su amigo de toda la vida, su hermano de otra madre, pero había algo en esa conversación que lo ponía nervioso. Finalmente, respiró hondo y decidió marcar el número, esperando a que Leandro contestara.— ¿Qué pasa, Daniel? — la voz de Leandro sonó firme al otro lado de la línea, como siempre.— Hey, Leandro… — respondió Daniel, con un tono más suave del que pretendía —. Quería hablar contigo sobre algo.Leandro frunció el ceño, como si pudiera sentir la tensión en la voz de Daniel a través del teléfono. No era común que su amigo sonara tan inseguro, y eso lo puso en alerta de inmediato.— ¿Todo bien? — preguntó Leandro, intentando sonar más relajado.Daniel tragó saliva antes de continuar. Sabía que no tenía por qué hacerlo, pero también sabía que lo necesitaba. Después de todo, Leandro siempre