Los días fueron pasando lentamente, como si el mundo se estuviera preparando para algo grande. Jazmín, ahora en la última etapa de su embarazo, había encontrado una paz incómoda, una calma antes de la tormenta. Cada vez que miraba su vientre, sentía una mezcla de emoción y temor. Estaba a punto de dar a luz, pero sabía que el mundo al que traerían a su hijo no era un lugar de cuentos de hadas. Todo lo que habían vivido, desde la traición hasta las batallas clandestinas, se sumaba a la incertidumbre de lo que vendría después.Leandro estaba a su lado, como siempre lo había estado, pero también llevaba consigo una preocupación constante. Sabía que, a pesar de todo lo que habían logrado, los fantasmas de su pasado aún acechaban. Sin embargo, no quería que Jazmín se preocupase. Se había comprometido a protegerla y, más importante, a proteger a su hijo.Mientras tanto, en la mansión Rymer, Guisselle esperaba en la sala, sentada con la espalda recta en el sofá, sus pensamientos girando en
—Déjame decirte que lo que tenemos es más real de lo que puedes imaginar — continuó Fabio, su tono ahora más suave y sincero —. Desde el momento en que derramaste café sobre mí, el destino así lo predijo. Ser la señora Rymer.Guisselle parpadeó, confundida pero intrigada al mismo tiempo. Fabio la miraba con una intensidad que hacía que su corazón latiera más rápido.—¿La señora Rymer? — susurró ella, incrédula ante lo que acababa de escuchar.—Sí — afirmó Fabio, sin dudar —. La señora Rymer. Porque desde el primer día, desde el primer momento en que te vi, supe que no eras como las demás. Eres la única que ha logrado atravesar mis muros, que ha logrado hacerme sentir algo verdadero.Guisselle se quedó sin palabras por un momento. Las palabras de Fabio eran como un bálsamo que curaba todas sus inseguridades y miedos. Pero al mismo tiempo, una parte de ella seguía luchando por creer que todo esto era real.—¿De verdad? — susurró ella, con un tono casi vulnerable, como si temiera qu
El cuerpo de Guisselle se hundió en la suavidad del colchón, pero antes de que pudiera acomodarse completamente, los labios de Fabio ya estaban sobre los suyos, capturándola en un beso lleno de pasión. No era un beso suave ni tímido, sino uno cargado de todo el deseo y la necesidad que ambos habían acumulado durante meses. Sus manos se aferraron a su espalda, trazando el contorno de su musculatura con un hambre que había contenido durante demasiado tiempo.Fabio se inclinó sobre ella, cubriéndola con su cuerpo mientras su beso se profundizaba. Las respiraciones de ambos se entrelazaban, cada uno absorbiendo el calor del otro. La tensión acumulada entre ellos finalmente encontró su liberación en la proximidad de sus cuerpos.Las manos de Guisselle temblaban levemente mientras recorrían el torso de Fabio, sintiendo cada músculo tensarse bajo su toque. Su piel ardía al contacto con la de él, y pronto, ambos se dejaron llevar por la necesidad de estar más cerca, de derribar cualquier barr
Daniel caminaba de un lado a otro en su habitación, con el teléfono en la mano, nervioso. Sabía que tenía que hacer aquella llamada, pero no dejaba de sentir cierta incomodidad. Leandro era su amigo de toda la vida, su hermano de otra madre, pero había algo en esa conversación que lo ponía nervioso. Finalmente, respiró hondo y decidió marcar el número, esperando a que Leandro contestara.— ¿Qué pasa, Daniel? — la voz de Leandro sonó firme al otro lado de la línea, como siempre.— Hey, Leandro… — respondió Daniel, con un tono más suave del que pretendía —. Quería hablar contigo sobre algo.Leandro frunció el ceño, como si pudiera sentir la tensión en la voz de Daniel a través del teléfono. No era común que su amigo sonara tan inseguro, y eso lo puso en alerta de inmediato.— ¿Todo bien? — preguntó Leandro, intentando sonar más relajado.Daniel tragó saliva antes de continuar. Sabía que no tenía por qué hacerlo, pero también sabía que lo necesitaba. Después de todo, Leandro siempre
Ella llevaba tres meses de embarazo, y aún no se lo había dicho a su esposo, pues estaba fuera de la casa. Pese a que Roberto era un hombre muy frío con ella, siempre supuso que era así por la carga de responsabilidades que su abuelo le había dejado.Ese anciano la adoraba tanto; sin embargo, no podía decir lo mismo de su suegra y sus cuñados, quienes siempre que encontraban una oportunidad para tratarla mal, la aprovechaban como si fuera el último día de sus vidas.Ese mismo día, tenía la intención de darle la noticia a su esposo, con respecto a su embarazo. Quería plantearlo como una sorpresa, pues el anciano Belmont daría a conocer a todos, quien sería su sucesor, y ella inocentemente, creía que sería lo ideal, darle aquella sorpresa como regalo.— Otra vez comprando esas flores, Jazmín. ¿Sí sabes, que a Roberto no le gusta? — dijo su cuñada, cuando la vio llegar del centro.Su esposo le había confesado que le encantan los tulipanes, por lo que ahora, que regresaba a casa, comenzó
Jazmín abrió los ojos de golpe, observando todo a su alrededor. No estaba en una sala de hospital como creía que sería, era la habitación de su hogar, o aquella que creyó. — ¿Fue un sueño? — suspiró —. Gracias a Dios fue un sueño. Estaba tan sumergida en sus pensamientos, que saltó de la cama, apenas Roberto aparecía ante ella. — ¿Qué te sucede? — ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste? — preguntó, observándolo de pies a cabeza, y encontrando algo raro en él, pero no sabía que. — Vivo aquí — respondió el hombre, sin siquiera mirarla. — Pensé que estabas en Londres — cuestionó ella. Roberto detuvo lo que hacía y la miró. — ¿Cómo lo sabes? — Jazmín frunció el ceño. » ¿Qué m****a estaba sucediendo? « — Lo intuí — dijo, buscando su celular, y cuando lo miró, gritó: ¡¿Que m****a!? Roberto casi da un salto en su lugar, cuando escucha su grito. — No sé qué te está pasando, pero déjate de juegos estúpidos — gruñó molesto —. Eres desesperante. En el pasado, eso la haría reír, porque cr
— ¿Cómo que te divorciaste? ¿Qué fue lo que hiciste? — gritó la madre de Roberto con desesperación. Ella conocía bien a su padre político y de lo que era capaz —. Sabes lo que sucederá ahora.— Lo sé, madre, pero que querías que haga. Fue el abuelo quien aprobó, además de darle una buena suma de dinero y una propiedad — confesó —. Ella es mucho más inteligente de lo que creímos. La hemos subestimado.— Y tú eres un imbécil — añadió su madre, dándole un golpe —. Con este divorcio, deja las puertas abiertas al hermano de tu padre, para ganar tu puesto.— Es cierto hermano.— Ya tengo a alguien — respondió él, con una sonrisa —. A abuelo no le quedará más remedio que aceptarla.Sus hermanos suspiraron ante su decisión. Desde joven había estado enamorado de esa mujer, y aunque no era una chica que su abuelo apoyaría, era mejor que Jazmín.Roberto salió de la mansión para encontrarse con ella de inmediato.Por otra parte, Jazmín estaba saliendo de la mansión con un pequeño bolso, cuando se
La rabia se incrementaba con cada paso que daba, del mismo modo que su dolor.Sentir odio, no significaba no sentir dolor en lo absoluto. Sus tíos eran su única familia, y ella los quería mucho. Roberto era su esposo, y lo amaba pese a tener unos defectos de mierda.¿Cómo no se había dado cuenta de la realidad?Los viajes constantes a Londres, los tulipanes de la nada, aquellos vestidos que ella nunca usaba, y; sin embargo, eran los favoritos de su prima. El hecho de no tocarla nunca, y cuando lo hizo, parecía muy arrepentido.» ¿Qué mierda me pasó para cegarme así? «Jazmín sabía que valía mucho, pero había renunciado a las cosas que quería para convertirse en una buena esposa para Roberto, y finalmente, terminar muerta.— Él me mandó a matar — murmuró para sí misma, mientras se ponía de pie —, y matarán al abuelo si no hago nada.Entonces comenzó a buscar en su bolso, aquella tarjeta que el abuelo mismo le había entregado, y encontró un número de celular, para poder llamar. S