05 - La mujer ha cambiado.

Los días fueron pasando, y finalmente tendrían el primer evento juntos, donde ella conocería a los principales potenciales inversores para con su empresa. Jazmín iba a la universidad, como le había sugerido su sexy tutor, por lo que siempre trataba de ser perfecta en todos los sentidos.

Esa noche tenían una reunión de negocios. En realidad, era Leandro el anfitrión, pero ella lo acompañaría para verlo en acción, por lo que se estaba preparando. Ella llevó un vestido pegado al cuerpo, no tan escotado. Se estaba mirado en el espejo cuando el timbre de su departamento sonó, y corrió para abrirlo, encontrándose con el hombre más apuesto de toda la región.

Leandro, una vez más, se quedó sin aire, y para evitar ser descubierto, simplemente, dibujó una seriedad en su rostro, y la miró con una ceja arqueada.

— ¿Lista, señorita Machado? — consultó.

» Machado. «

Ese apellido le parecía tan familiar. Sentía que lo había escuchado en algún lugar, más no recordaba donde. De igual forma, ignoró a sus pensamientos, y caminó hacia la salida dejándola atrás.

— Para ser mi tutor, pareces aburrido y con mala educación — murmuró Jazmín, tomando los costados de su vestido.

— Tu eres la que debes valerte por sí sola, no yo. En el lugar, solo te presentaré con algunos, de ahí quiero ver tu desempeño de lejos — Jazmín abrió los ojos sorprendida.

— ¿Me dejarás sola?

— A menos que quieras lo contrario — respondió, logrando que la chica se sonroje de inmediato.

— No, o sea, no es que me moleste tu compañía, por muy agrio que seas, pero, ¿qué harás tu mientras?

— Estaré con mi familia — El hombre notó como el cuerpo de la mujer se puso rígida, por lo que añadió: — Nadie sabrá que estamos juntos allí, pero al menos, debo presentarte al inicio. No quiero que mi familia me vea interactuando con una mujer.

Aquello sorprendió a la chica, y lo miró con el ceño fruncido, un poco más tranquila.

— ¿Por qué no quieres?

— Haces muchas preguntas — Fue su respuesta, mientras cerraba los ojos, dentro del auto en movimiento.

Su perfume hacía estragos en su pecho, dentro de ese coche, que se estaba volviendo loco. No podía con la tensión allí, y su amigo le estaba advirtiendo que había un problema. Leandro la miró de reojo, y la vio concentrada en la calle, con una sonrisa inocente, mientras él, tenía pensamientos impuros con ella.

» Esto es una porquería. «Pensó.

Se detuvieron en frente, pero él no bajo. Ella se agachó y lo miró.

— ¿No vas a bajar, señor Belmont? — preguntó con el ceño fruncido.

— Dentro de un rato. Debo hacer algo primero — respondió el hombre sin mirarla.

— ¿Qué cosa? — El giró la cabeza y la desafió con la mirada —. Ya entendí. Ya no haré preguntas — Cerró la puerta y le dio la espalda. Leandro bajó el vidrio y observó su redondo trasero, y sonrió al oírla murmurar —. ¿Y ahora qué hago?

Leandro ordenó al chofer que pegara una vuelta, mientras él calmaba sus pensamientos, y esperaba no tardarse mucho, porque en verdad quería verla en acción.

Jazmín por su parte, se adentró al evento. No era la primera vez que asistía, conocía los protocolos, sin embargo, le traía recuerdos vívidos de los días en que compartió con Roberto.

Y hablando de él. El hombre venía caminado hacia ella, por lo que ella, decidió caminar hacia otra dirección, pero no pudo esconderse y la tomó de los brazos y la apartó de la multitud.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — Ella soltó un suspiro, lo miró directamente a los ojos y contuvo sus ganas de llorar —. Te hice una m*****a pregunta, Jazmín.

¿Cómo es que creyó que ese trato era normal?

— A trabajar.

— Así de elegante… ¡claro! — Soltó una risa sutil —. Si vienes a avergonzarme, juro que…

— ¿Por qué te avergonzaría? Fui yo quien tomó la decisión de dejarte, maldito imbécil, así que te advierto, que, si vuelves a meterte en mi camino, me vas a conocer — amenazó, saliendo del lugar y dejándolo completamente sorprendido.

Comenzó a adaptarse al lugar, y darse a conocer un poco. Para hacerlo solo pensó en él, y entonces supo que estaba segura, porque es el mejor maestro.

A lo lejos se encontraba Leandro con unos clientes. Su sobrino no se había acercado a él, por los celos hacia su abuelo y la herencia; sin embargo, no entendía el motivo de su molestia, si ya se había casado, y lo veía feliz con su esposa, aunque, creía que era más bonita.

Volvió a enfocar su atención en su pupila, y caminó hasta ella, pues se había percatado de que necesitaba con urgencia ayuda.

— Entonces, ¿en qué universidad asiste, señorita? Me parece muy joven — preguntó uno de los invitados.

— En Harvard — Todos lo miraron —. Puedo decir que es una de las mejores alumnas, además de estar interesada en el mundo de los negocios. No la maten antes de que aprenda.

Todos rieron.

— Es raro ver a jovencitas interesadas en este mundo. Mi hija solo quiere ir de compras — respondió el señor —. Sigue así, y llegarás muy lejos, jovencita.

— Señorita Machado — intervino el hombre —. Así es como deben dirigirse a ella.

Jazmín lo miraba con adoración y agradecimiento. Cuando se alejaron un poco, ella decidió decirle algunas palabras.

— Lo que hiciste ahí por mí, es…, no sé cómo agradecerlo. En verdad, me sentí presionada.

— El mundo de los negocios es así. Debes ser duro, y no agachar la cabeza, porque apenas noten tu debilidad, querrán comerte viva — Bajó la mirada en ella, y la encontró con las mejillas rosadas —. ¿Has bebido?

— Solo una copa.

— ¿Cenaste? — Negó —. Me despediré de alguien, y nos vamos. Es suficiente por hoy.

Ña joven aprovechó para ir directamente al baño, y mientras se retocaba el maquillaje, su prima ingresó detrás en el lugar, con una sonrisa cargada de malicia.

Su envidia era tan notoria mientras la observaba desde atrás. Su vestido ni siquiera era de algún diseñador, y aun así le quedaba perfecto, con esos viejos zapatos. La odiaba intensamente.

— Es bueno verte, primita — Jazmín levantó la vista, y pudo verla a través del espejo.

— Camila. Yo, ya me iba — respondió, con la cabeza alta.

— ¿Tan rápido? — cuestionó.

— Sí — contestó caminando hasta la salida, pero su prima no tenía intención de dejarla, por lo que la siguió.

Jazmín no quería que su tutor la viera hablando con ella, por lo que deseaba llegar de inmediato hasta la salida. Buscó con los ojos, pero no la veía por ningún lado.

— Espera — dijo su prima, finalmente alcanzándola y sosteniéndola del brazo —. ¿Por qué huyes?

— No tengo intenciones de hablar contigo, Camila.

— ¿De dónde conseguiste tu vestido? —Su prima estaba empeñada en molestarla.

— De la misma tienda de segunda mano de siempre, Camila — respondió —. Mándale saludos a tus padres.

Entonces se fijó en la copa en su mano, y sabía lo que ella pretendía hacer, porque ese era su juego para humillarla, e ingenuamente Jazmín lo tomaba como accidente.

— Déjame darte un abrazo de despedida — dijo, con la intención de lanzarse sobre ella.

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