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Ferozmente Mía
Ferozmente Mía
Por: Katie
Capitulo 1: ¡Maldito seas!

- SUELTENME!! M*****A SEA DÉJENME EN PAZ!! gritó Mia con todas sus fuerzas, pero a su alrrededor nadie parecía escuchar ni hacer contacto visual, era como si los mismos estraterrestres la estuvieran secuestrando y la habían puesto en una especie de modo invisible.

Un hombre robusto la puso sobre sus hombros mientras Mia protestaba y pataleaba con fuerza. Segundos después estaba sentada en una limusina blindada, amarrada de pies y manos y completamente sola además del chófer, qué suponía estaba después de una cortina plegable en la parte delantera.

Viajó horas en esa limusina hasta que se detuvieron unos minutos en un lugar desconocido. De pronto, abrieron la puerta para nada más y nada menos que subir a otra mujer, rubia con maquillaje de sobra y una vestimenta bastante sensual. La ayudaron a subir y se sentó al frente de Mia.

La mujer la miró con desprecio y se río de manera burlezca, mientras revisaba una carpeta con documentos.

- ¿Quien diablos eres y porque me trajeron aquí? Dijo Mia sintiendo que las amarras le impedían agarrar a esa mujer y arrancarle su lacio cabello.

- ja ja ja, ni siquiera sabes que haces aquí? Aww que ternurita, a mi me ofrecen un contrato millonario para casarme con el Hombre más poderoso de la India y a ti simplemente te recogen de... - se detuvo unos segundos, la miró de pies a cabeza y luego añidio - de la calle, supongo.

Mia no entendía nada, menos después de ver otras ocho mujeres subiendo a la limusina, algunas con la misma carpeta azul, con un logo como de petróleo revosante en las manos y otras amarradas de la misma manera que Mia.

Las tres mujeres con carpeta parecían mujeres de negocios, de empresas y aquellas siete mujeres amarradas eran de procedencia mucho más humilde.

Viajaron un par de horas más para luego subirlas a un avión privado hasta llegar a la India.

Aterrizaron en un aeropuerto privado, con personal atento y nervioso, pues el primero en bajar era el mismisimo jefe y presidente de estado, el hombre que exporta petróleo y abastecia a varios países del mundo.

- No puede ser, no será fácil volver a casa - pensó mía mientras sus ojos se humedecian.

Al bajarlas del avión, las Trasladaron de inmediato a una mansión enorme, que se veía a kilómetros de distancia, era como de cuento de hadas, con jardines interiores y exteriores y una infraestructura similar a la de la película aladin (castillos con forma puntiaguda)

En una sala de estar perfectamente decorada , acomodaron a las 10 mujeres para luego hacer sonar una ruidosa campanilla.

De pronto, Zamir ingresó al lugar, todas las mujeres abrieron unos enormes ojos, no podían negar lo apuesto que era ese hombre, con una postura elegante, desafiante y autoritaria, pero sin duda de pocas palabras que simplemente eran ordenes.

- Ustedes, desde aqui en adelante me pertenecen, las he elegido de esposas, comportense como tal. - dijo para luego voltearse rumbo a la salida.

Mia se ubiese sentido mejor si le ubiesen dado una patada en el estómago, porque todo su cuerpo se tenso y lleno de ira al instante, hasta llegar al explote.

- ¿Quien se crees que es? Que puede elegir esposas como elegir y comprar un par de calzoncillos en la tienda? - soltó mía hasta recibir un codazo de una de las mujeres con carpetas. - Me devuelve a mi casa ahora - complementó- porque jamás sería esposa de un hombre como usted.

Zamir la observó en detalle para luego esbozar su primera sonrisa, la que derritió a instante a algunas de las mujeres expectantes.

- tu eres la mujer de la cafetería, serás mi proyecto personal, haber si asi aprendes a ser respetuosa con los hombres como yo - sentenció

Luego miró a su alrrededor y le dijo a Amal, su empleado de confianza, en voz baja.

- Preparenla, será la primera.

*solo un par de horas antes *

- ¿Otra vez regalando el maldito café, Mia?.. ¡Carajo! Me tienes harto, si no fuera por tu madre que me pidió contratarte ni siquiera tu cara bonita podría mantenerte en este empleo!! - sentenció alzando la voz e incomodando a los clientes.

- Cuantas veces tengo que decirte que no cualquiera puede tener en su mano uno de estos cafés? Expones la marca en gente peor que común. - Añadió el hombre mientras cubría sus ojos como si verla le causará desprecio.

- ¿Puede calmarse señor Kim? Regalar un café al hombre de la calle 14 no es ningún pecado, descuentemelo si quiere ¡viejo tacaño! - Murmuró Mia más fuerte de lo que pensó, hasta escuchar murmullos de los clientes y unos rostros asombrados con su respuesta, después de todo, don Kim era el dueño de la cafetería mas prestigiosa de toda Europa y tenia fama de ser sumamente exigente con su personal al punto del abuso. Todos sabían que no cualquiera trabajaba para él y no cualquiera podía comprar uno de esos café.

- ¿QUEE DIJISTEE??.. Tuuu... MOCOSA INSOLENTE.. ESTAS.. ESTAS -

- ¿Estas qué? ¡ Me harte! Además de tacaño, ¿sordo? - Añadió Mia apresuradamente como si su m*****a lengua se estremecia dentro de su boca por todas las veces que tuvo que guardar silencio frente a aquel anciano.

Miró a su alrrededor como si ningún gesto de su entorno le importara en absoluto y ya sabiendo la avalancha qué venía, comenzó a desprenderse de su delantal de trabajo, que por cierto hasta ese implementó de trabajo parecía de lujo.

-¡¡ ESTAS DESPEDIDA!! Gritó don Kim, mientras la apuntaba con su arrugado dedo y resongaba como si en su mente siguiera argumentando su desicion.

Mia salió del lugar con la frente en alto, se detuvo en la salida y estiró su cuerpo, respiro profundo varios segundos y disfruto del paisaje, al fin se sintió libre, que lastima que no volvería a sentirse así en mucho tiempo.

Dentro de la cafetería había un hombre de traje oscuro de dos piensas, bastante apuesto, con una postura desafiante que había visto toda la escena por completo, pero que había logrado pasar desapercibido debido a la cantidad de empleados qué le rodeaban.

Al finalizar la escena les hizo un gesto un tanto incomprensible a unos de los hombres que lo rodeaban y salieron del lugar segundos después que Mia.

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