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Capitulo 6: Celos, malditos celos.

Zamir fue informado de una visita inesperada, el cónsul de España ya había llegado a la mansión y su objetivo era claro, firmar un acuerdo de comercio con Zamir y el sabia que estaba decidido a no irse sin lograrlo.

Tenía fama de ser implacable y lleno de avaricia, asique era de esperarse que entrará a la mansión sin una reunión previa y caminara con autoridad como si ubiese llegado a su propia casa.

Sus pasos eran firmes y rápidos y su mirada estaba fija en el frente, por lo que jamás pudo anticipar qué chocaria por el costado con Mia que venía distraída desde uno de los jardines interiores. Sin duda el hombre iba a reprender su torpesa pero al verla, quedó unos segundos idiotizado.

- Mm.. Quien lo diría, una reina como usted en un lugar como este - dijo suavemente avanzando de manera cautelosa para inesperadamente tomarla con fuerza de la cintura y acercarse deliberadamente hasta el cuello, disfrutando su delicado aroma.

Mia reaccionó al instante, dándole un fuerte empujón que lo dejó sentado en unos maceteros decorativos. Ese hombre no duró tres segundos sentados cuando ya estaba de pie, furioso. Tomándola del cuello y acercandola a su boca.

Cuando Zamir llegó al lugar y vió a Mia rozandole los labios al cónsul, casi detonó la cuarta guerra mundial, la tomó del brazo y la apartó bruscamente.

- Qué hace mi esposa con un extraño - dijo de pronto.

- ¿esposa? - se burló el cónsul - Zamir creo que tenemos mucho que negociar, empecemos por que me dejes pasar una noche con esta hermosura, no creo que una sola noche te cause molestia, después de todo, tienes varias esposas.

-Me las causa, Noha- repondio el Zamir golpeandolo con la mirada, para posteriormente llamara a Amal y gritarle qué se la llevara.

Amal no tardó en sacar a Mia hasta un jardín exterior, sin saber que sucedía entre esos dos hombres, que tan solo por verlos a través de los cristales, se podía notar la rivalidad y furia con la que se observaban, la tensión estaba completamente concentrada en ese espacio.

Unos minutos después el cónsul se retiraba del lugar con una mirada perdida y un rostro errojecido.

Mia le restó importancia, después de todo el Zamir actuaba como si ella le perteneciera y ya empezaba a acostumbrarse.

Al terminal el día, se dirigió a la habitación, pero al llegar la puerta entre entre abierta. Los guardias de la entrada le dijeron que el Zamir la estaba esperando asique ingresó como de costumbre.

Podía esperar ver cualquier cosa menos ver al Zamir haciéndole el amor a una de sus otras esposas justamente en la cama que compartía con Mia.

La mujer gemia de placer y sujetaba las sábanas con fuerza, mientras el Zamir la tenía de espaldas y la impactaba una y otra vez con fuerza. A momentos la sujetaba con una mano del cabello y con la otra del trasero haciendo que cada embestida fuera profunda.

Mia estaba petrificada y si esperaba que el Zamir al verla allí se detuviera, estaba muy equivocada, por que ese hombre se voltió a verla con una mirada oscura y maliciosa, para seguir embistiendo a la otra mujer con su mirada fija en Mia, como una especia de castigo, sucio castigo motivado por los celos.

Deseaba salir de ahí pero sus piernas no le respondían, sentía asco y profunda tristeza pero no se permitiría derramar una sola lagrima por ese hombre, si algo había empezado a sentir por el, en ese mismo momento había sido quitado de raíz. Aquella mujer que anhelaba escapar había sido despertada nuevamente y estaba dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias.

- Disculpen la interrupción - dijo mía mientas la mujer se volteaba a verla avergonzada, tratando de cubrirse su cuerpo desnudo, mientras el Zamir guardaba silencio.

- Quítatese la ropa y únase de inmediato, la fiesta recién empieza- respondió el Zamir de manera autoritaria mientras la otra mujer abría unos ojos de asombro.

- Agradezco su generosidad Zamir, pero no estoy interesada - suspiro profundo - en lo absoluto - añadió , para luego darse media vuelta y salir del lugar sin que nadie en el camino pudiese deterla. Escuchó un grito de furia del Zamir pero no tenía intención de retroceder.

La furia que tenía en cada gota de su sangre no la dejaba pensar con claridad, pero caminó tan de prisa y por tantos pasillo y habitaciones para calmar su mente y su enojo que los guardias no la lograban encontrar.

Llegó al final de la mansión, específicamente al ala este, un lugar donde nunca había ingresado pues estaba bastante apartado. Subió rápidamente unas escaleras de diseño antiguo y al llegar a la cima de la torre, encontró una pequeña habitación, llena de libros y con una chimenea encendida, sin duda ingresó mirando cada detalle del lugar.

¿Quien podría vivir allí a tiempo completo? No lo sabía pero había una tasa de café recién servida sobre una pequeña mesita blanca, inundada de libros cerrados.

Habían algunos cuadros con fotos pero solo se lograba ver a un niño, el rostro de la madre y el padre estaban por completo borrados.

Aquel niño tenía rasgos particularmente conocidos por Mia, pero no lograba descifrar de donde. Parecía un niño feliz pero había una oscuridad profunda detrás de su sorrisa qué innundaba por completo sus bellos ojos marrones.

Decidió acercarse para verlo más de cerca, cada detalle, su atuendo, lo antiguo de la fotografía, cuando un ruido la asustó de pronto.

- ¿Quien eres, como lograste llegar hasta aquí? - dijo una voz masculina, que venía desde un pequeño compartimiento que daba hacia una estrecha habitación.

- Ay! No, Lo lo siento señor, mi mi nombre es mmm Mia, llegué por accidente, digo, sin planearlo, lo lamento mucho - murmuró mirando al anciano hombre a los ojos.

- Seguro eres otra víctima del Zamir - dijo mientras se sentaba cerca de la chimenea y le daba un sorbo al café.

- Si quieres destruirlo, quedate, si lo amas o admiras, vete de inmediato - sentenció.

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