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Capitulo 4: Huyendo del Zamir

- ¿Tan bueno pudo estar ese revolcón? - dijo una de las mujeres que había llegado amarrada de la misma manera que Mia.

- Quizás que le hizo, como lo hechizó como para que hoy hasta su ropa sea especial - Añidio otra, sumamente molesta.

Mia escuchó los comentarios pero no le importó en absoluto, hasta que una de ellas dijo:

- Cómo quisiera ser yo la mujer que el Zamir eligió para ser la esposa principal y la primera en darle un hijo.

- QUEEEEE!! - Se atragantó Mia, tosiendo una y otra vez mientras todos la observaban confundidos.

Le levantó de la mesa y fue directo a la habitación del Zamir, no permitiendo que nadie la detuviera en el camino.

- ZAMIR!!! ZAMIRR!!! - Grito fuera de la habitación, hasta que ese hombre recién despertando abría la puerta con los ojos entre abiertos.

- Qué es lo que pasa mujer¿ le gustó la ropa y habitación nueva? Luego me agradece - dijo mientras cerraba la puerta pero sin esperarlo Mia lo detuvo y entró a esa habitación como si la llevara el diablo.

- ¡NO ME ENTREGARÉ A USTED, NO LE DARÉ HIJOS, NO SERÉ SU ESPOSA, EN QUE IDIOMA DEBO DECÍRSELO! ¿ Poraue simplemente no me mata y termina esta condena?

Zamir levanto las cejas, para luego arrugarlas una y otra vez, hasta que ir fin respondió.

- Es tiempo que entienda que usted no se irá de mi lado, usted ya es mi esposa, no necesito su concentimiento en este país para hacerla mi mujer. No la obligare a entregarse a mi pero tarde o temprano pasará, mientras tanto no pienso tocar a otra mujer en la espera, pues usted será quien me dará mi primer hijo, le guste o no.

Mia trago saliva un par de veces, por primera vez no supo que responder, no había forma de hacerlo entender.

Salió de aquella habitación casi sin aire, su pecho palpitaba aceleradamente y comenzaba su rostro a sudar frío, su mente le decía que se entregará a él, que luego de tenerla la dejaría en paz, pero su corazón se lo impedía.

Cada paso era agotador, hasta que todo a su alrrededor se volvió oscuro.

Despertó en una camilla de hospital, pero al mirar a su alrrededor no se encontraba en uno o por lo menos, no uno de los que ella conocía.

Era similar a una clínica, se veía en cada implementó a su alrrededor la mejor tecnología y ornamentación, era el sueño de todo doctor o enfermera.

Se trató de levantar rápidamente pero una enfermera la detuvo, explicándole qué se había desmayado y que necesitaban hacerle estudios ordenados por el Zamir, entre ellos comprobar su virginidad.

Mia abrió unos enormes ojos, no podía creer que hasta en que examen hacerle el Zamir tenía el control, se enfureció un segundos pero finalmente dejo que le realizaran todos los exámenes que el había solicitado.

Al mirar hacia fuera recordó la limusina blindada en la que la trasladaron, estaba estacionada fuera de la clínica y el Zamir a unos metros hablando por teléfono.

Se bajó lentamente de la camilla y se quedó varios minutos detrás de la puerta de entrada a la habitación, hasta que ingresará nuevamente la enfermera.

La mujer entró mirando unos documentos, asique no fue difícil tomarla desde atraz y amenazarla al oído hasta que la pobre mujer levantó los brazos en señal de rendición. Por lo que le solicitó quitarse la ropa y así pudo vestirse con su uniforme de enfermera.

Posteriormente tomó los cables en los que se inyectan los medicamentos y amarró a la mujer a la camilla, cubriendola del cuello hacia abajo con la frazada disponible. Luego le puso una mascarilla de oxígeno en el rostro, tratando asi de disimular esa área.

Salio del lugar con el rostro agachado pasando cerca del Zamir qué venía ingresado hacia la clínica.

Fue directamente hacia la limusina, abriendo la puerta del conductor y sacando al calvo hombre que se encontraba allí, amenazandolo con un implementó de cirugía qué encontró en el camino para luego sentarse con calma y encender el vehículo.

En menos de 5 minutos Mia ya estaba lejos de la clínica, sin saber exactamente donde ir, pero sabiendo que debía ser rápida y cauteloda, pues la buscarian hasta por debajo de las piedras si era necesario.

Estacionó la limusina en pleno centro, para luego bajarse de allí y dirigirse a una tienda pequeña, donde se cambió de ropa y huyó sigilosamente sin pagar. La gente era muy confiada en ese lugar y al verla vestida de enfermera no dudaron de ella, dejándola elegir y probarse ropa sin mayor vigilancia.

Mientras tanto el Zamir ingresaba a la habitación, mirando unos minutos desde lejos, para luego notar algo diferente, especialmente en el tono del cabello de aquella mujer que se encontraba en la camilla.

Se acercó hasta ella y le quitó la máscara de oxígeno.

- Señor por favor ayúdeme, la mujer escapó -

Zamir se echo hacia atraz sorprendido, luego dio un fuerte grito de furia y llamó a sus guarda espaldas, ordenandoles qué todos la buscaran de inmediato, teniendo ordenes de matar a cualquiera que se opusiera en el intento de traerla de vuelta a la mansión.

Rápidamente el rumor de que una esposa del Zamir se había escapado se había propagado por todo el país, habiendo recompensa para quien la encontrará viva y condena para quien se atreviera a tocarle un solo cabello.

Mia no sabía que hacer, todos la estaban buscando, pero su mayor fortaleza era que no la conocían ¿como podían saber que era ella a quien estaban buscaban?

Trato de actuar con normalidad para luego envolver en sus brazos un par de frazadas qué encontró en un colgadero de ropa en uno de los pasajes más recónditos de la ciudad, con el objetivo de dar la impresión qué era un pequeño bebé.

Mientras tanto el Zamir parecía un león enjaulado, gritándole a todos su incompetencia y rechazando a cada una de las demás esposas que querían aprovechar la oportunidad de consolarlo.

Comenzaba a oscurecer y Mia no sabía donde pasaría la noche, el lugar era frío y no tenía como pagar su estancia en un hospedaje.

De pronto una mujer se le acercó, traía un velo como de viudez y su vestimenta era completamente negra.

Le ofreció una habitación un tanto descuidada qué tenía en su humilde casa y Mia no dudó en aceptar, cubriendo al inexistente hijo contra su pecho.

- Esta bien? No llora nada, dejame verlo - le dijo la mujer mientras Mia se opuso discretamente.

- Esta bien, hace pocos minutos logre que se durmiera, mi esposo me echo de casa y no tengo donde ir - dijo en modo de justificación.

La mujer acintió y la guió hasta su domicilio.

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