Me encontraba más solo que un vagabundo sin hogar, ni familia. Ella era todo lo que yo tenía y ahora estaba desolado, triste y en una fuerte depresión que me mataba cada segundo, podía sentir como la desesperación se apoderaba de mi cuerpo.
La cama sin su presencia no era nada, más que puras almohadas y cobijas. Su ropa aún estaba esparcida por el suelo, tal y como la última vez que íbamos a la fiesta, me invadió un recuerdo suyo, corriendo como loca por no saber qué ropa ponerse; dejando la habitación patas para arriba… ella se estaba arreglando, quedó tan hermosa como siempre, pero fui un tonto en no apreciarla.
Recorrí la cama con mi mano; aún quedaban restos de su perfume, su silueta imaginada en mi mente, llenaba mi soledad. No era perfecta, pero era lo más cercano a la perfección… para mí ella era la perfección en vida, pero ya no estaba, me encontraba completamente solo.
Eran las dos de la madrugada y su ausencia me estaba matando. No quería saber cómo iba a ser mi vida sin ella... pero temía el acostumbrarme a tener que vivir sin ella, sin su presencia, sin su calor, sin su olor; ¡Demonios! Incluso sin sus berrinches y peleas.
Ya habían sido diez horas sin ella, y la verdad era que no estaba preparado para llegar a su velorio.
Tomé una ducha, agotado de seguir derramando lágrimas por ella. Y en el baño encontré un sostén color negro, era el que le quedaba mejor de todos. Mi mente se llenó de recuerdos, y mientras el agua caía sobre mi espalda, sentía sus caricias recorrer mi cuerpo, sentía su presencia; pero sabía que todo estaba en mi imaginación.
Al salir, enrolle una toalla en mi cintura y camine por toda la habitación en busca de un bóxer limpio, no quería organizar la habitación no tenía ánimos.
Una luz purificadora llena de brillo, me cegó los ojos. Tape mis ojos con la palma de las manos. Volteé mi mirada hacia las lámparas, y las apagué para dormir, pero esa luz no estaba en la habitación, esa luz brillaba en mi interior.
— ¿Eres tú, Axel? —Preguntó una hermosa voz angelical.
Mi piel se erizó y sentí como si los mismos ángeles me tuvieran en sus brazos. Caí de rodillas en el suelo, tratando de contener mis lágrimas, pero no lo logré.
Mis ojos estaban cautivados por aquella imagen de un ángel hermoso.
Su cabello era tan largo que le llegaba hasta las rodillas, era de color chocolate y ondulado, sus ojos color azul me iluminaron como dos grandes focos. Sus manos suaves como el terciopelo, acariciaron mi mejilla y luego tomó mi mano para ayudarme a ponerme de pie.
—Levántate, cariño, ven a mí, dame un abrazo de esos que solo tú sabes darme. —Pidió.
Mis débiles piernas temblorosas se armaron de valor y la entrelacé en mis brazos débiles.
Sentí un suspiro en mi hombro y luego sus labios en mi pecho desnudo dándome un beso fugaz que me causó un ligero cosquilleo, sentí una calidez tan confortante que invadió todo mi cuerpo.
No podía decir ninguna palabra, sólo quería saber cuándo se iba a terminar y que no era más que una alucinación proveniente de mi loca mente afectada debido a su pérdida.
—Amor ¿Estás bien? —Dijo dando un beso en mi frente.
Asentí con un gesto de confusión, esto no era real.
Sonrió al darse cuenta de que estaba casi desnudo frente a ella, pero supuse que solo río porque se le vinieron recuerdos a la mente, ya que estaba acostumbrada a mirarme así en casa.
—Te extraño. —Confesó.
Suspiré y pasé mi mano por su espalda. —No digas nada y bésame, Deb. —Pedí con los ojos cerrados.
Sus labios suaves se posaron en los míos y se movían de izquierda a derecha con una ternura inmensa.
No sé de qué forma la tenía aferrada a mi cuerpo, puesto que yo sabía que ella estaba muerta.
A los segundos, se apartó de mí y miré que su imagen se empezó a tornar borrosa.
—No quiero verte triste, Axel.
—No me pidas eso porque sabes que no lo lograré, mi tiempo se está agotando sin ti, es como echarlo a la basura ¿Entiendes, Deb? No sé de qué me va a servir la vida si no vas a estar a mi lado. —Suspiré y continúe. —No me hagas vivir esta vida sin tu presencia, princesa.
Tome su mano borrosa y la acerque a mi corazón.
— ¿Lo sientes?
—Es lo más hermoso que he sentido en mi vida.
Yo sonreí y le pedí que tan solo esta noche durmiera a mi lado. Ella aceptó y el resto de la noche dormí en paz.
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El entierro no fue para nada agradable — ¿Qué entierro es agradable? — Al finalizar todo, fui el único que quedó en el panteón esperando el regreso de su amada. Pero no volvía, y yo me estaba empezando a volver loco.
La lluvia cayó en grandes gotas de agua que se hicieron constantes. Y la rosa negra que había dejado en su tumba, estaba empapada en agua. De alguna forma, se marchitó y me pareció extraño, ya que no habían pasado ni dos horas que la había comprado, es como si la vida de la rosa, se hubiera marchitado, como si se hubiera desvanecido.
— ¡Te dije que no lloraras, Axel! —Exclamó su voz a lo lejos.
La encontré detrás de una de las tumbas que se miraban en lo más lejano de donde me encontraba.
En un abrir y cerrar de ojos, apareció enfrente de mí.
—Si tú no vuelves perderé el sentido del amor por siempre. —Susurré con la mirada baja.
— ¡Es suficiente! —Ella gritó.
Miré cómo su presencia avanzó con rumbo hacia una chica de cabello negro, era realmente largo y lacio.
Me puse de pie y la miré con atención, apenas pude reconocer el rostro de aquella mujer. La lluvia empezó a caer más fuerte, sentía mi cuerpo pesado, el doble de lo que lo sentía incluso cuando hacía ejercicio; pero como pude corrí tras Deb, sin poder alcanzarla.
— ¡DEB! —Grite atónito.
Poco a poco lo que supuse que era el alma de Deb se acercaba hacia la chica de cabello negro —Aunque tuviera miles de razones para llegar al otro lado, siempre encontraré millones para estar a tu lado. —Grité desesperado.
Su alma se introdujo en el de la chica de cabello negro, que no dejaba de llorar bajo ese árbol en esa tumba. Y yo solamente me quede sorprendido ante lo que había acabado de suceder.
No sabía si lo que había visto era real, o solo era producto de mi mente. Mi mente desesperada por recrear a Deb, mi mente desesperada por regresarla, mi mente desesperada por volver a verla y tenerla a mi lado.
La chica de cabello negro, cayó al suelo, estaba desmayada, la observé detenidamente. Esta chica era realmente muy parecida a Deb, solo había pequeños rasgos que la diferenciaban. Corrí bajo la espesa lluvia que caía, tras esa chica que, de alguna forma, sabía que era mi amada, mi corazón me lo decía a gritos. Mi mente estaba a mil, no entendía qué pasaba. La única explicación razonable es… que de alguna forma mi amaba, mi Deb, regresó a mis brazos. La tome de la nuca y la acerque a mi pecho, besé su frente y me di cuenta de que tenía un gran parecido a Deb. Contemplé su hermoso cabello lacio, sus ojos cerrados, sus labios carnosos que se encontraban semiabiertos y su color rojo intenso que me impulsaban a besarla, pero sabía que no podía. Su hermosa tez blanca relucía bajo la espesa lluvia y lo único que deseaba era que abriera sus hermosos ojos. —Mi amor, ¿Eres tú? —Pregunté emocionado, mis lagrimas se mezclaban con la lluvia interminable. Ella no respondió. Sus ojos continuaban
—Mi nombre es... Axel. —mordió sus labios. Pasó la mano por su cabello lacio y se puso de pie. Colocó sus manos en los bolsillos del pantalón y miré como sus ojos brillaban intensos. — ¿Vivirás conmigo? —Mintió queriendo sonreír, pero sin lograrlo, pero tenía que preguntárselo. —Como siempre, Deb. —Contestó a los segundos. — ¿Y tú cuidas de mí? —Siempre lo he hecho. —Gracias. —Murmuré mirando la habitación. Un doctor entró y me dio algunas pastillas, ordenó que me durmiera un poco y que, si para el día de mañana mejoraba, yo podría irme a casa. Luego salió y nuevamente quedé a solas con ese chico. —Así que ¿Cuánto tiempo has estado aquí? —Pregunté rompiendo el silencio. Si no lo hacía yo, él no se preocupaba por hacerlo. Simplemente se quedaba con su mirada fija en el suelo, como si resultara muy interesante ver las rayitas y las figuras que formaba la baldosa. Descubrí que una de su reacción debido a los nervios, era morder su labio inferior y debido a ello, tenía algunas ci
Saboreé sus labios en mi mente, imaginándome el beso perfecto que podría darle a esta distancia tan corta que lo tenía, pero lo evité a toda costa. Tenía que ganarle a la tentación. Puesto que había tardado mucho en contestar, traté de concentrarme y solo pude decir lo primero que cruzó mi mente... —... Dormí perfectamente bien. —Contesté. Su sonrisa se hizo aún más amplia, dejando en descubierto su dentadura blanca. Note unos pequeños hoyuelos en sus mejillas y eso me pareció lo más hermoso del mundo. Cuando salí del hospital, decidí vivir con "Mi prometido" puesto que quería retomar la forma en la que solía vivir. Quería conocer un poco más a Axel. La casa era demasiado parecida a la de mi sueño, y no podía equivocarme sobre aquella piscina. Tuve esa sensación de Déjà vu al ingresar a la casa. Miré que colocó las llaves en una mesita de vidrio que estaba en la sala y yo solamente me encaminé hacia esa puerta corrediza de cristal que dividía la habitación de la piscina. —Tal vez
» Antes del accidente « Desperté al lado de mi novia, había la demasiada confianza como para hacer lo que quisiera, así que dormía desnudo, tenía la vaga costumbre desde joven de dormir así. Me metí al baño y lavé mis dientes, luego mi cara, me puse un bóxer e hice algo de desayunar. —Que sexy amanecimos hoy, mi amor. —Dijo Deb abrazándome por detrás. —Hola, buenos días señorita dormilona. —Besé sus labios y continúe cocinando, ella se sentó en la barra mientras me miraba con delicadeza. — ¿Qué harás, cariño? —Huevos con jamón. —Me parece perfecto. —Dijo sonriente. Le regresé la sonrisa y continué con mi quehacer. Comimos como cada mañana, juntos y regresamos a la preparatoria. Besé sus labios y me introduje a mi salón de clases, poco después salía la cancha de básquetbol y me junté con mis compañeros de equipo para organizar el juego, puesto que en unos días iba a ser la gran final. Las porristas ensayaban su rutina y fue entonces cuando llegó Missy, la ahora líder de todas las
Su voz encajó perfectamente en la situación, yo me levanté y corrí a tomarla en los brazos, la levanté hasta llevarla en uno de mis hombros, ella renegaba; la dejé caer en la cama de nuestra habitación. Yo me acosté arriba de ella agarrando sus brazos para que no se quitará. La besé hasta que ella se rindió y me siguió el beso. — ¡Basta! ¡Suéltame maldito infiel! —Exclamó enojada. Me levanté y la tomé de la mano para que ella también se levantara de la cama. —Perdón, no quise hacerlo. —Dije. Ella sacudió polvo invisible de su blusa y se puso de pie. —Si vamos a vivir perdonando al prójimo ya sería millonaria ¿No lo crees, Armacost? —Respondió con ironía. ¿ARMACOST? ¿En serio? Escuché perfectamente bien ese tono de llamarme por mi apellido… eso significaba sólo una cosa, estaba enojada. Más bien, estaba hirviendo en furia. —Oh vamos, cariño... —Rogué. — ¡No te atrevas a siquiera llamarme cariño! ¡Aléjate de mí, aléjate, aléjate! —Gritó golpeando mi pecho histéricamente. Yo la d
Empecé a sudar de los nervios y tan pronto miré que comentó, le respondí con “Oh, gracias linda, es tan gratificador que me felicites con esa energía de siempre. Te amo.” Literalmente a los segundos me llegó otra notificación de ella “Ya sabes, yo siempre con mi buena energía.” Definitivamente las había cagado, cometí una estupidez por culpa de la rabia del momento y ahora me encontraba en problemas. Vacilé unos segundos y miré que John se acercó a mí con un gesto de preocupación. —Oye viejo, ¿Que sucedió? Miré la foto. —Dijo mientras me mostraba su celular. — ¿Qué? ¡Ya todos la miraron! ¡Demonios! Se sentó en una silla a mi lado y me miró mientras me quitaba el celular de las manos. Se puso a leer los comentarios hasta llegar a los últimos. — ¡Pero qué idiota eres! —Exclamó levantando sus cejas. — ¿No te das cuenta en lo que te has metido? —Advirtió. Asentí con la cabeza y coloqué mis codos en las piernas mientras con mis manos movía mi cabello hacia atrás. Me sentía resignado.
Abrí mis ojos lentamente y el sol me estaba iluminando todo el rostro, me levanté y moví las cortinas hasta que la oscuridad volvió a reinar en la habitación. Todo había sido nada más un dulce sueño. Y en realidad quería volver al sueño que tenía. Intenté seguir durmiendo, pero luego escuché el timbre, me puse un pantalón y con mis dedos le di un poco de forma a mi cabello, no esperaba ninguna visita, pero tampoco quería dar la sensación de estar recién levantado. Era solamente el cartero, solo era para dejar unas facturas. Busqué algo de comer en el refrigerador y me di cuenta que ya estaba completamente vacío, solo había dos cervezas, unos seis yogurts, una gelatina y tres huevos. De seguro los invitados a la fiesta vaciaron la nevera y John terminó de completar. —Nota mental, hacer la compra. —Pasé mi mano por mis ojos hinchados, y caminé hacia el baño. Miré a Deb con sus ojos cerrados y, en realidad no me había equivocado, sus párpados eran muy notables; como si hubiera llorado t
—Sólo quiero decirte que no lo volveré a hacer y que eso fue solo un impulso. —Ella pensó unos segundos para contestar. —Entonces, ¿Te parecería bien que yo hiciera lo mismo que tú y luego venir y sólo pedir disculpas? —Confesó. Deb tenía toda la razón, yo estaba agarrando la vieja costumbre de ofenderla, de hacerle daño o hacerla enojar y luego llegar como si jamás hubiera hecho algo, pidiendo disculpas, pidiendo perdón; haciendo promesas de cambiar y mejorar. Y en parte eso estaba mal, pero ya estaba acostumbrado a que todas las chicas tuvieran miedo de perderme, así que ellas siempre terminaban regresando a mí, destrozadas, pidiendo perdón por haberles dejado de hablar o simplemente haberme ido sin razón. Pero eso no me preocupaba en lo más mínimo, yo era feliz sin batallar con ellas, amaba que me rogaran. Es decir ¿Qué hombre no desea eso? Yo tenía todo lo que quería bajo mis brazos, era el chico más popular, no solo por ser el capitán del equipo; sino por ser atractivo, y eso s