Sentía fuego en mi piel, me quemaba cada vez un poco más. Y al parecer a mi novio también, ya que me sostenía entre sus brazos mientras yo ardía en llamas y el rojo carmesí de mi sangre recorría todo mi cuerpo. Escuché una ambulancia acercarse cada vez más y después la voz de mi novio.
—Veníamos del juego de la gran final de básquetbol, el cual nuestro equipo ganó y ella se enojó mucho conmigo debido a que una de las porristas me besó y por ese beso ella me gritó diciéndome que la llevara a casa, lo cual hice, pero ella aún estaba muy enojada, en el auto seguimos discutiendo; en una de las curvas un camión cisterna lleno de gasolina chocó contra nosotros y en minutos el carro explotó. Sólo fue cuestión de segundos para poder salir, pero ella fue la más afectada debido a que se encontraba muy cerca de las llamas y pocas chispas se esparcieron en su cuerpo, la puerta del copiloto quedó destrozada y debido a los golpes ella no aguantó.
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Era un lugar hermoso, debo admitirlo. En él estaba un hermoso árbol verde, de un tronco grande que estaba rodeado de un pasto verde-azulado. Ahí se encontraba mi amado, Axel. Pero no comprendía si estaba viva... o si estaba muerta.
Corrí hacía sus brazos, pero lo único que conseguí fue que me ignorara.
Su cara estaba envuelta en lágrimas y estaba sentado debajo de ese árbol, con las piernas cerca del pecho, en posición fetal, estaba inconsolable, no entendía qué pasaba.
Traté de pasar mi mano por su cabello, pero no lo logré, puesto que solo pude traspasar su cuerpo como un fantasma.
Me asusté mucho y llorando le grité a todo pulmón. — ¡AXEL ESCÚCHAME! ¡ESTOY AQUÍ!
Él continuaba llorando, y en voz baja se decía a sí mismo. —Sé que pronto volverás a mis brazos, robándome ese beso de mis labios, susurrándome cerca del oído lo mucho que me amas... lo sigo esperando, estoy esperándolo... viviré esperando hasta que vuelvas a mis brazos. —Pero yo no podía hacer nada, ni siquiera podía tocarlo. —Te esperaré toda la eternidad si me es posible, Deb. —Su mirada se fijó en mí y lo pude sentir. —Dime que me amas también, Débora, necesito que lo digas.
Mi piel se erizó al escuchar mi nombre provenir de sus labios, esos labios tan hermosos que más de una vez fueron míos. Quería besarlo, quería abrazarlo… pero simplemente no podía.
—Necesito escuchar tu dulce voz, tengo miedo de que ya nunca vuelvas a mis brazos, pero eso no pasará, ¿Verdad? —Su voz se escuchaba tierna, derrotada, quebrada y lastimada, como si fuera lo último que le quedara. —Dime ¿De qué estamos huyendo? Esa pelea no fue nada, tú sabes que peleamos muchas veces, pero todo termina bien, esta no puede ser la excepción princesa, sabes que no puedo vivir sin ti, no puedo dormir sin tu cuerpo a mi lado, sin tu olor, sin tu calor. Sé que, si esta noche duermo sin ti, no podré despertar, prefiero vivir eternamente dormido a estar sin ti, déjame escuchar tu voz diciendo que me amas también, porque en realidad no quiero estar solo sabiendo que jamás te voy a poder recuperar. —Suspiró y sentí como una lágrima proveniente de sus ojos cayó en mi mano. —Sabes que yo no sé olvidar, tú eres mi peor debilidad, te miro y mi valor e incluso mi orgullo se empiezan a derrumbar, sé que si te vas... es una decisión que tomaste por los dos, me olvidarás, pero créeme Deb, que yo jamás lo haré.
Era demasiado para mí el escuchar esas palabras y no poder responderle, quería atraparlo entre mis brazos, decirle que yo estaba bien, que necesitaba que él estuviera bien, para poder cruzar hacia el otro lado, porque su tristeza no me dejaría hacerlo.
No supe de qué forma logré salir de mi cuerpo, pero supuse que lo hice porque al abrir mis ojos, miré miles de aparatos desconocidos por aquí y por allá, algunos conectados en diferentes partes del cuerpo y otros solamente haciendo sonidos que —Por más bajos que fueran los sonidos— me dejaban aturdida, debido a que el ruido era intermitente.
Reconocía aquella figura de un hombre alto, de tez blanca, sus ojos color miel y cabellera negra. Estaba tomando mi mano con aquella intensidad que nunca había sentido jamás, sus ojos demostraban muchísimo dolor, jamás lo había visto tan derrotado. Ni siquiera cuando perdía algún juego de básquetbol se ponía de esa forma.
Y si contaba los días en que lloraba, eran solamente cuando peleábamos muy fuerte.
Sus ojos voltearon hacia mí y se iluminaron como dos estrellas brillando en el espacio, con tanta intensidad.
— ¿Deb? —Preguntó tartamudeando. — ¿Eres tú?
Soltó mi mano y corrió hacia mi cuerpo, pero solo era una imagen que se difuminaba poco a poco. Intenté abrazarlo y besarlo, pero me fue imposible, ya que mis brazos traspasaron su cuerpo por completo.
Él me miró con un gesto de confusión y después dejó caer sus brazos a los costados, arrepentido.
—No puede ser posible esto... no me digas nada. —Dijo dándome la espalda. —No, me estoy volviendo loco, ¿o no?
Escuché el sonido de la máquina que monitoreaba los latidos de mi corazón, que ya no eran intermitente, ahora solo era una línea recta que no dejaba de sonar.
Los párpados de Axel se abrieron de forma sorprendida y corrió hacia mi cuerpo frío, tomándolo entre sus brazos fuertes, besando toda mi cara y diciendo miles de palabras hermosas.
Yo solo sentía que sus besos me purificaban, pero a la misma vez, me evaporaba por completo.
—Axel... —Murmuré casi sin aliento. —Te amo.
Y entonces desapareció, no pude verlo.
— ¡No! —Gritó Axel con su voz ronca.
Y ya no había nada más. Al parecer estaba presente en su corazón, pero no estaba presente como él me necesitaba. Y todas aquellas promesas que algún día nos hicimos, quedarían solo en su recuerdo.
Me encontraba más solo que un vagabundo sin hogar, ni familia. Ella era todo lo que yo tenía y ahora estaba desolado, triste y en una fuerte depresión que me mataba cada segundo, podía sentir como la desesperación se apoderaba de mi cuerpo. La cama sin su presencia no era nada, más que puras almohadas y cobijas. Su ropa aún estaba esparcida por el suelo, tal y como la última vez que íbamos a la fiesta, me invadió un recuerdo suyo, corriendo como loca por no saber qué ropa ponerse; dejando la habitación patas para arriba… ella se estaba arreglando, quedó tan hermosa como siempre, pero fui un tonto en no apreciarla. Recorrí la cama con mi mano; aún quedaban restos de su perfume, su silueta imaginada en mi mente, llenaba mi soledad. No era perfecta, pero era lo más cercano a la perfección… para mí ella era la perfección en vida, pero ya no estaba, me encontraba completamente solo. Eran las dos de la madrugada y su ausencia me estaba matando. No quería saber cómo iba a ser mi vida sin e
La chica de cabello negro, cayó al suelo, estaba desmayada, la observé detenidamente. Esta chica era realmente muy parecida a Deb, solo había pequeños rasgos que la diferenciaban. Corrí bajo la espesa lluvia que caía, tras esa chica que, de alguna forma, sabía que era mi amada, mi corazón me lo decía a gritos. Mi mente estaba a mil, no entendía qué pasaba. La única explicación razonable es… que de alguna forma mi amaba, mi Deb, regresó a mis brazos. La tome de la nuca y la acerque a mi pecho, besé su frente y me di cuenta de que tenía un gran parecido a Deb. Contemplé su hermoso cabello lacio, sus ojos cerrados, sus labios carnosos que se encontraban semiabiertos y su color rojo intenso que me impulsaban a besarla, pero sabía que no podía. Su hermosa tez blanca relucía bajo la espesa lluvia y lo único que deseaba era que abriera sus hermosos ojos. —Mi amor, ¿Eres tú? —Pregunté emocionado, mis lagrimas se mezclaban con la lluvia interminable. Ella no respondió. Sus ojos continuaban
—Mi nombre es... Axel. —mordió sus labios. Pasó la mano por su cabello lacio y se puso de pie. Colocó sus manos en los bolsillos del pantalón y miré como sus ojos brillaban intensos. — ¿Vivirás conmigo? —Mintió queriendo sonreír, pero sin lograrlo, pero tenía que preguntárselo. —Como siempre, Deb. —Contestó a los segundos. — ¿Y tú cuidas de mí? —Siempre lo he hecho. —Gracias. —Murmuré mirando la habitación. Un doctor entró y me dio algunas pastillas, ordenó que me durmiera un poco y que, si para el día de mañana mejoraba, yo podría irme a casa. Luego salió y nuevamente quedé a solas con ese chico. —Así que ¿Cuánto tiempo has estado aquí? —Pregunté rompiendo el silencio. Si no lo hacía yo, él no se preocupaba por hacerlo. Simplemente se quedaba con su mirada fija en el suelo, como si resultara muy interesante ver las rayitas y las figuras que formaba la baldosa. Descubrí que una de su reacción debido a los nervios, era morder su labio inferior y debido a ello, tenía algunas ci
Saboreé sus labios en mi mente, imaginándome el beso perfecto que podría darle a esta distancia tan corta que lo tenía, pero lo evité a toda costa. Tenía que ganarle a la tentación. Puesto que había tardado mucho en contestar, traté de concentrarme y solo pude decir lo primero que cruzó mi mente... —... Dormí perfectamente bien. —Contesté. Su sonrisa se hizo aún más amplia, dejando en descubierto su dentadura blanca. Note unos pequeños hoyuelos en sus mejillas y eso me pareció lo más hermoso del mundo. Cuando salí del hospital, decidí vivir con "Mi prometido" puesto que quería retomar la forma en la que solía vivir. Quería conocer un poco más a Axel. La casa era demasiado parecida a la de mi sueño, y no podía equivocarme sobre aquella piscina. Tuve esa sensación de Déjà vu al ingresar a la casa. Miré que colocó las llaves en una mesita de vidrio que estaba en la sala y yo solamente me encaminé hacia esa puerta corrediza de cristal que dividía la habitación de la piscina. —Tal vez
» Antes del accidente « Desperté al lado de mi novia, había la demasiada confianza como para hacer lo que quisiera, así que dormía desnudo, tenía la vaga costumbre desde joven de dormir así. Me metí al baño y lavé mis dientes, luego mi cara, me puse un bóxer e hice algo de desayunar. —Que sexy amanecimos hoy, mi amor. —Dijo Deb abrazándome por detrás. —Hola, buenos días señorita dormilona. —Besé sus labios y continúe cocinando, ella se sentó en la barra mientras me miraba con delicadeza. — ¿Qué harás, cariño? —Huevos con jamón. —Me parece perfecto. —Dijo sonriente. Le regresé la sonrisa y continué con mi quehacer. Comimos como cada mañana, juntos y regresamos a la preparatoria. Besé sus labios y me introduje a mi salón de clases, poco después salía la cancha de básquetbol y me junté con mis compañeros de equipo para organizar el juego, puesto que en unos días iba a ser la gran final. Las porristas ensayaban su rutina y fue entonces cuando llegó Missy, la ahora líder de todas las
Su voz encajó perfectamente en la situación, yo me levanté y corrí a tomarla en los brazos, la levanté hasta llevarla en uno de mis hombros, ella renegaba; la dejé caer en la cama de nuestra habitación. Yo me acosté arriba de ella agarrando sus brazos para que no se quitará. La besé hasta que ella se rindió y me siguió el beso. — ¡Basta! ¡Suéltame maldito infiel! —Exclamó enojada. Me levanté y la tomé de la mano para que ella también se levantara de la cama. —Perdón, no quise hacerlo. —Dije. Ella sacudió polvo invisible de su blusa y se puso de pie. —Si vamos a vivir perdonando al prójimo ya sería millonaria ¿No lo crees, Armacost? —Respondió con ironía. ¿ARMACOST? ¿En serio? Escuché perfectamente bien ese tono de llamarme por mi apellido… eso significaba sólo una cosa, estaba enojada. Más bien, estaba hirviendo en furia. —Oh vamos, cariño... —Rogué. — ¡No te atrevas a siquiera llamarme cariño! ¡Aléjate de mí, aléjate, aléjate! —Gritó golpeando mi pecho histéricamente. Yo la d
Empecé a sudar de los nervios y tan pronto miré que comentó, le respondí con “Oh, gracias linda, es tan gratificador que me felicites con esa energía de siempre. Te amo.” Literalmente a los segundos me llegó otra notificación de ella “Ya sabes, yo siempre con mi buena energía.” Definitivamente las había cagado, cometí una estupidez por culpa de la rabia del momento y ahora me encontraba en problemas. Vacilé unos segundos y miré que John se acercó a mí con un gesto de preocupación. —Oye viejo, ¿Que sucedió? Miré la foto. —Dijo mientras me mostraba su celular. — ¿Qué? ¡Ya todos la miraron! ¡Demonios! Se sentó en una silla a mi lado y me miró mientras me quitaba el celular de las manos. Se puso a leer los comentarios hasta llegar a los últimos. — ¡Pero qué idiota eres! —Exclamó levantando sus cejas. — ¿No te das cuenta en lo que te has metido? —Advirtió. Asentí con la cabeza y coloqué mis codos en las piernas mientras con mis manos movía mi cabello hacia atrás. Me sentía resignado.
Abrí mis ojos lentamente y el sol me estaba iluminando todo el rostro, me levanté y moví las cortinas hasta que la oscuridad volvió a reinar en la habitación. Todo había sido nada más un dulce sueño. Y en realidad quería volver al sueño que tenía. Intenté seguir durmiendo, pero luego escuché el timbre, me puse un pantalón y con mis dedos le di un poco de forma a mi cabello, no esperaba ninguna visita, pero tampoco quería dar la sensación de estar recién levantado. Era solamente el cartero, solo era para dejar unas facturas. Busqué algo de comer en el refrigerador y me di cuenta que ya estaba completamente vacío, solo había dos cervezas, unos seis yogurts, una gelatina y tres huevos. De seguro los invitados a la fiesta vaciaron la nevera y John terminó de completar. —Nota mental, hacer la compra. —Pasé mi mano por mis ojos hinchados, y caminé hacia el baño. Miré a Deb con sus ojos cerrados y, en realidad no me había equivocado, sus párpados eran muy notables; como si hubiera llorado t