La chica de cabello negro, cayó al suelo, estaba desmayada, la observé detenidamente. Esta chica era realmente muy parecida a Deb, solo había pequeños rasgos que la diferenciaban.
Corrí bajo la espesa lluvia que caía, tras esa chica que, de alguna forma, sabía que era mi amada, mi corazón me lo decía a gritos. Mi mente estaba a mil, no entendía qué pasaba. La única explicación razonable es… que de alguna forma mi amaba, mi Deb, regresó a mis brazos.
La tome de la nuca y la acerque a mi pecho, besé su frente y me di cuenta de que tenía un gran parecido a Deb. Contemplé su hermoso cabello lacio, sus ojos cerrados, sus labios carnosos que se encontraban semiabiertos y su color rojo intenso que me impulsaban a besarla, pero sabía que no podía. Su hermosa tez blanca relucía bajo la espesa lluvia y lo único que deseaba era que abriera sus hermosos ojos.
—Mi amor, ¿Eres tú? —Pregunté emocionado, mis lagrimas se mezclaban con la lluvia interminable.
Ella no respondió.
Sus ojos continuaban cerrados y su boca semiabierta, mi cuerpo seguía tentado, cada partícula de mi cuerpo quería sentir de nuevo sus labios.
La tomé en mis brazos y llevé hacía mi coche. La dejé caer en el asiento del copiloto y encendí el carro yendo directo hacia el hospital. Rápidamente la indujeron a terapia intensiva y no supe más de ella.
Dieron las nueve, diez... once y a las doce, una enfermera me despertó. Me había quedado dormido en la sala de espera.
— ¿Usted es familiar de la chica con nombre Débora Barker?
—Sí, si —Contesté aún medio dormido, sentía el cuerpo entumecido.
— ¿Gustaría pasar a verla? —Preguntó la enfermera con una sonrisa.
Yo asentí rápidamente, me puse una especie de bata azul y entré a la habitación donde ella estaba.
Su piel blanca no tenía ningún rastro de rubor en sus mejillas, ni siquiera sus labios tenían ese color rojo que me hacía querer besarla. Y empezaba a extrañar sus besos, sus cálidos abrazos y sus palabras tan tiernas en mi oído.
La contemple mirándola desde el marco de la puerta mientras me apoyaba en éste. Ella me miro desubicada, y por un gesto que hizo, supuse que le dolía la cabeza.
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Una enfermera llegó y me realizó miles de cosas de las cuales solo recuerdo que dijo. —Eso es un gran avance.
Sonreí con dificultad y miré cómo la enfermera salía de la habitación.
Aquel hombre sólo me miraba con ternura mientras que yo continuaba por ignorarlo. Llevaba puesto una bata azul la cual le quedaba ajustada.
— ¿Sabes quién soy? —Preguntó preocupado sentándose en una silla de al lado.
Negué con la cabeza lentamente mordiendo mi labio inferior. Su mano debilitó la fuerza que la estrechaba con la mía y miré cómo sus lágrimas caían por sus mejillas.
Lo miré desconcertada y limpié sus lágrimas, no entendía qué pasaba, pero me invadía la sensación de consolarlo.
— ¿Cómo te llamas? —Pregunté intrigada por la reacción que aquel hombre estaba demostrando.
—Dime que no es verdad. —Murmuró dolido.
—No, no sé quién eres. —Tuve pánico y lo único que se ocurrió fue gritar — ¡Doctor! — Grite fuerte.
Un doctor se aproximó y le pidió de favor al desconocido que saliera de la habitación y que se quedara en la sala de espera.
Me senté en la cama confundida esperando recordar lo que había pasado, el doctor me estudiaba con la mirada y yo lo miraba aun desconcertada.
—Doctor, ¿Ese muchacho sabe lo qué pasó?
Él asintió.
— ¿Podría hacerlo pasar? —La curiosidad me invadía.
Minutos después, aquel hombre entró corriendo y besó mis labios con una ternura inexplicable.
Cuando caí en cuenta de lo que estábamos haciendo me separe de él.
Acercó una silla a la camilla y se sentó; luego entrelazó mi mano con la suya.
—Yo sabía que me ibas a recordar, Deb, yo lo sabía. —Dijo lleno de alegría.
Solté su mano y coloqué la mía debajo de la cobija del hospital.
—No te recuerdo, pero sería muy amable de tu parte si me dijeras lo que pasó.
Él suspiró y juntó sus manos.
—Entiendo. —Tomó aire, parecía derrotado. —Íbamos de regreso de la fiesta de James, el sub capitán del equipo de básquetbol.
— ¿Quién es el líder? —Pregunté interrumpiendo su explicación.
—Pues... yo. —Respondió llevando su mano a la nuca.
—Entiendo. —No supe qué más decir.
—Entonces iba a llevarte a casa, pero al cruzar en una curva, un camión cisterna se estrelló en el lado izquierdo del auto, y lamentablemente tú ibas a ese lado, así que te toco todo el golpe. Mi cabeza se golpeó con el volante y quede desmayado; pero cuando desperté te miré y trate como fuera de sacarte de ahí. El auto explotó a los pocos minutos de que logramos salir.
Suspiré y guíe mi mirada hacia una cicatriz que él tenía entre la oreja y la sien derecha.
—No recuerdas nada porque tu cabeza quebró el vidrio del auto.
— ¿Cuánto tiempo tenemos juntos? —No recordaba absolutamente nada entre ese chico y yo.
—Exactamente dos años y seis meses — ¿¡Dios mío hace mucho tiempo!?
— ¿Soy virgen? —Susurre cerca de él de forma tímida.
Él río.
—Claro que sí, pero estas comprometida.
— ¿Ah sí? ¿Desde cuándo?
—Desde hace dos meses.
—Entiendo.
—Vivimos juntos cerca de la playa, nos gusta sentarnos en un quiosco que hice cuando te fuiste a vivir conmigo, en las noches nos gusta escuchar el sonido de las olas.
— ¿Seguro que jamás hemos tenido algún contacto sexual? —Pregunte dudando.
Él volvió a reír y sus mejillas se tornaron rojas.
—En serio, pero hemos estado a punto.
— ¿De verdad? —Pregunté sorprendida.
Él asintió. Sus pómulos estaban enrojecidos y no dejaba de sonreír, era muy guapo.
Duramos mucho tiempo hablando, él tenía mucho que contarme y eso me empezaba a agradar.
— ¿Recuerdas a Natasha? —Un pequeño recuerdo vago llegó a mi mente.
— ¿La porrista? —Pregunté, no estaba muy segura.
—Sí, bueno ella tiene un bebé.
— ¿De verdad?
—Sí, es de Charlie.
— ¿Quién es Charlie?
—Un jugador de básquetbol, está en mi equipo, Deb.
—Lo siento, no lo recuerdo.
—Está bien, cariño, no te preocupes, al parecer con lo que has recordado es un gran avance, espero que te den de alta pronto, ya te extraño, hermosa. —Dijo acariciando mi mejilla y mirándome con aquella ternura tan inmensa.
Me quedé seria y bajé su mano de mi cara.
— ¿Y mis padres?
—Es una larga historia.
— ¿Están muertos? —Pregunté exaltada.
—No amor, pero lo que pasó es que tú te viniste a estudiar aquí en la preparatoria y hubo una especie de pelea con ellos, porque querían que tú fueses a otra ya que te ayudaban a especializarte como psicóloga lo cual era la carrera que tus padres querían que estudiaras.
—Eso a algo torpe. —Suspiré. — ¿Cómo te llamas?
Sus ojos permanecieron en los míos y luego derramó una lágrima. Pude captar el dolor que sus ojos derrochaban. Y al principio, me sentí mal por haberle preguntado eso, pero... Igual no lo conocía y necesitaba saber de él.
—Mi nombre es... Axel. —mordió sus labios. Pasó la mano por su cabello lacio y se puso de pie. Colocó sus manos en los bolsillos del pantalón y miré como sus ojos brillaban intensos. — ¿Vivirás conmigo? —Mintió queriendo sonreír, pero sin lograrlo, pero tenía que preguntárselo. —Como siempre, Deb. —Contestó a los segundos. — ¿Y tú cuidas de mí? —Siempre lo he hecho. —Gracias. —Murmuré mirando la habitación. Un doctor entró y me dio algunas pastillas, ordenó que me durmiera un poco y que, si para el día de mañana mejoraba, yo podría irme a casa. Luego salió y nuevamente quedé a solas con ese chico. —Así que ¿Cuánto tiempo has estado aquí? —Pregunté rompiendo el silencio. Si no lo hacía yo, él no se preocupaba por hacerlo. Simplemente se quedaba con su mirada fija en el suelo, como si resultara muy interesante ver las rayitas y las figuras que formaba la baldosa. Descubrí que una de su reacción debido a los nervios, era morder su labio inferior y debido a ello, tenía algunas ci
Saboreé sus labios en mi mente, imaginándome el beso perfecto que podría darle a esta distancia tan corta que lo tenía, pero lo evité a toda costa. Tenía que ganarle a la tentación. Puesto que había tardado mucho en contestar, traté de concentrarme y solo pude decir lo primero que cruzó mi mente... —... Dormí perfectamente bien. —Contesté. Su sonrisa se hizo aún más amplia, dejando en descubierto su dentadura blanca. Note unos pequeños hoyuelos en sus mejillas y eso me pareció lo más hermoso del mundo. Cuando salí del hospital, decidí vivir con "Mi prometido" puesto que quería retomar la forma en la que solía vivir. Quería conocer un poco más a Axel. La casa era demasiado parecida a la de mi sueño, y no podía equivocarme sobre aquella piscina. Tuve esa sensación de Déjà vu al ingresar a la casa. Miré que colocó las llaves en una mesita de vidrio que estaba en la sala y yo solamente me encaminé hacia esa puerta corrediza de cristal que dividía la habitación de la piscina. —Tal vez
» Antes del accidente « Desperté al lado de mi novia, había la demasiada confianza como para hacer lo que quisiera, así que dormía desnudo, tenía la vaga costumbre desde joven de dormir así. Me metí al baño y lavé mis dientes, luego mi cara, me puse un bóxer e hice algo de desayunar. —Que sexy amanecimos hoy, mi amor. —Dijo Deb abrazándome por detrás. —Hola, buenos días señorita dormilona. —Besé sus labios y continúe cocinando, ella se sentó en la barra mientras me miraba con delicadeza. — ¿Qué harás, cariño? —Huevos con jamón. —Me parece perfecto. —Dijo sonriente. Le regresé la sonrisa y continué con mi quehacer. Comimos como cada mañana, juntos y regresamos a la preparatoria. Besé sus labios y me introduje a mi salón de clases, poco después salía la cancha de básquetbol y me junté con mis compañeros de equipo para organizar el juego, puesto que en unos días iba a ser la gran final. Las porristas ensayaban su rutina y fue entonces cuando llegó Missy, la ahora líder de todas las
Su voz encajó perfectamente en la situación, yo me levanté y corrí a tomarla en los brazos, la levanté hasta llevarla en uno de mis hombros, ella renegaba; la dejé caer en la cama de nuestra habitación. Yo me acosté arriba de ella agarrando sus brazos para que no se quitará. La besé hasta que ella se rindió y me siguió el beso. — ¡Basta! ¡Suéltame maldito infiel! —Exclamó enojada. Me levanté y la tomé de la mano para que ella también se levantara de la cama. —Perdón, no quise hacerlo. —Dije. Ella sacudió polvo invisible de su blusa y se puso de pie. —Si vamos a vivir perdonando al prójimo ya sería millonaria ¿No lo crees, Armacost? —Respondió con ironía. ¿ARMACOST? ¿En serio? Escuché perfectamente bien ese tono de llamarme por mi apellido… eso significaba sólo una cosa, estaba enojada. Más bien, estaba hirviendo en furia. —Oh vamos, cariño... —Rogué. — ¡No te atrevas a siquiera llamarme cariño! ¡Aléjate de mí, aléjate, aléjate! —Gritó golpeando mi pecho histéricamente. Yo la d
Empecé a sudar de los nervios y tan pronto miré que comentó, le respondí con “Oh, gracias linda, es tan gratificador que me felicites con esa energía de siempre. Te amo.” Literalmente a los segundos me llegó otra notificación de ella “Ya sabes, yo siempre con mi buena energía.” Definitivamente las había cagado, cometí una estupidez por culpa de la rabia del momento y ahora me encontraba en problemas. Vacilé unos segundos y miré que John se acercó a mí con un gesto de preocupación. —Oye viejo, ¿Que sucedió? Miré la foto. —Dijo mientras me mostraba su celular. — ¿Qué? ¡Ya todos la miraron! ¡Demonios! Se sentó en una silla a mi lado y me miró mientras me quitaba el celular de las manos. Se puso a leer los comentarios hasta llegar a los últimos. — ¡Pero qué idiota eres! —Exclamó levantando sus cejas. — ¿No te das cuenta en lo que te has metido? —Advirtió. Asentí con la cabeza y coloqué mis codos en las piernas mientras con mis manos movía mi cabello hacia atrás. Me sentía resignado.
Abrí mis ojos lentamente y el sol me estaba iluminando todo el rostro, me levanté y moví las cortinas hasta que la oscuridad volvió a reinar en la habitación. Todo había sido nada más un dulce sueño. Y en realidad quería volver al sueño que tenía. Intenté seguir durmiendo, pero luego escuché el timbre, me puse un pantalón y con mis dedos le di un poco de forma a mi cabello, no esperaba ninguna visita, pero tampoco quería dar la sensación de estar recién levantado. Era solamente el cartero, solo era para dejar unas facturas. Busqué algo de comer en el refrigerador y me di cuenta que ya estaba completamente vacío, solo había dos cervezas, unos seis yogurts, una gelatina y tres huevos. De seguro los invitados a la fiesta vaciaron la nevera y John terminó de completar. —Nota mental, hacer la compra. —Pasé mi mano por mis ojos hinchados, y caminé hacia el baño. Miré a Deb con sus ojos cerrados y, en realidad no me había equivocado, sus párpados eran muy notables; como si hubiera llorado t
—Sólo quiero decirte que no lo volveré a hacer y que eso fue solo un impulso. —Ella pensó unos segundos para contestar. —Entonces, ¿Te parecería bien que yo hiciera lo mismo que tú y luego venir y sólo pedir disculpas? —Confesó. Deb tenía toda la razón, yo estaba agarrando la vieja costumbre de ofenderla, de hacerle daño o hacerla enojar y luego llegar como si jamás hubiera hecho algo, pidiendo disculpas, pidiendo perdón; haciendo promesas de cambiar y mejorar. Y en parte eso estaba mal, pero ya estaba acostumbrado a que todas las chicas tuvieran miedo de perderme, así que ellas siempre terminaban regresando a mí, destrozadas, pidiendo perdón por haberles dejado de hablar o simplemente haberme ido sin razón. Pero eso no me preocupaba en lo más mínimo, yo era feliz sin batallar con ellas, amaba que me rogaran. Es decir ¿Qué hombre no desea eso? Yo tenía todo lo que quería bajo mis brazos, era el chico más popular, no solo por ser el capitán del equipo; sino por ser atractivo, y eso s
Al terminar la clase, salí furioso, aguantándome el coraje y tratando de olvidar lo que había dicho John. Ignoré todas las fotografías y todos los susurros que decían los estudiantes de la preparatoria. Entré a los vestidores y me puse el uniforme de básquetbol, luego salía a la cancha y, para mi mala suerte, ahí estaban John y Jack, ambos me miraban y cruzaban palabras; por como actuaban supuse que estaban hablando de mí, aunque no me encontraba lo suficientemente cerca como para poder escucharlos.Mi día no pudo ir de mal a peor; Deb se había enojado conmigo, mis 'Mejores amigos' hablaban mal de mí, en mi cara y había miles de fotografías por toda la preparatoria de Missy junto a mí. Recordándome la estupidez que había hecho.¿Podía pasar algo peor? La respuesta era un gran y enorme SÍ. Cuando el entrenamiento terminó, tomé una ducha y al salir, me di cuenta que los vestidores estaban desiertos, así que me apresuré. Amarré una toalla en mi cintura y busqué mi ropa, pero no había nad