» Antes del accidente «
Desperté al lado de mi novia, había la demasiada confianza como para hacer lo que quisiera, así que dormía desnudo, tenía la vaga costumbre desde joven de dormir así. Me metí al baño y lavé mis dientes, luego mi cara, me puse un bóxer e hice algo de desayunar.
—Que sexy amanecimos hoy, mi amor. —Dijo Deb abrazándome por detrás.
—Hola, buenos días señorita dormilona. —Besé sus labios y continúe cocinando, ella se sentó en la barra mientras me miraba con delicadeza.
— ¿Qué harás, cariño?
—Huevos con jamón.
—Me parece perfecto. —Dijo sonriente.
Le regresé la sonrisa y continué con mi quehacer. Comimos como cada mañana, juntos y regresamos a la preparatoria. Besé sus labios y me introduje a mi salón de clases, poco después salía la cancha de básquetbol y me junté con mis compañeros de equipo para organizar el juego, puesto que en unos días iba a ser la gran final. Las porristas ensayaban su rutina y fue entonces cuando llegó Missy, la ahora líder de todas las porristas.
Me coqueteo un poco y me abrazo, trate de quitármela de encima, pero me fue imposible y para mi mala suerte Deb se dio cuenta. Caí en cuenta y corrí hacía ella, la busqué por todos los pasillos de la escuela hasta encontrada en los baños de mujeres, entre con cuidado y la envolví en mis brazos.
—Hermosa, no es lo que parece, créeme ¿Quieres? —Ella negó con la cabeza mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Las limpié con mis labios hasta llegar a los suyos.
—Tú sabes que eres la única chica que yo amo. —Dije acariciando su cabello.
Se abalanzó hacia mí y dejó caer su cabeza en mi regazo.
—Lo siento, cariño. —Rogué.
—Está bien. —Susurró y le dio un beso fugaz a mi pecho, lo que me causó un leve cosquilleo.
La tomé de los muslos y la coloqué entre mi abdomen dejándome llevar por aquellos hermosos labios tan rojos carmesí.
—Ya no quiero que ella sea el motivo de nuestras peleas, princesa. —Dije dejándola caer lentamente en el suelo.
—No puedo, lo siento tu pasado con ella siempre me está atormentando.
—Eso ya quedó atrás, ya no hay más.
— ¿Cómo puedo confiar en ti si me muestras lo contrario? —Su boca no dejaba de hablar mientras que yo estaba tan concentrado en cómo se movían sus labios que la tomé de las mejillas con una mano y la besé.
—Es el beso de la buena suerte, princesa. —Dije sonriente.
Ella me miró enojada.
—Odio que solo me uses. —Confesó.
—Vamos, Deb ¿Que tengo que hacer para que me creas?
—Tal vez no hacerle caso, quizás… Ponerle límites. —Dijo disgustada.
—No le hice caso.
Ella caminó hacia el espejo y limpió su cara, se limpió su rostro y nuevamente quedó perfecta. La acorrale por detrás y bese su mejilla.
— ¿Me das un beso, princesa? —Pedí como bebé.
Ella sonrió y se negó con la cabeza.
— ¿Ah no? —La tomé por la espalda y la cargué en mi hombro izquierdo, salí del baño y corrí por todo el pasillo con ella en brazos, caminé con ella hacia la cancha me detuve en el medio de ésta, había cientos de personas en las bancas, así que aproveché el momento y la bajé, luego besé sus labios sedientos de ellos. Todos los presentes nos miraban, comenzaron a gritar y silbar pero no le tomé importancia alguna.
Cuando me aparte, ella me miró avergonzada y me abrazó para romper el hielo.
— ¿Qué más quieres que haga, princesa? —Susurré en su oído.
—Es suficiente, creo que deberías empezar el juego. —Me dio un beso fugaz y corrió a sentarse en las bancas principales, ella siempre se sentaba en las primeras bancas, era mi amuleto de su suerte y siempre ganábamos gracias a ella.
La miré correr hacia las gradas y yo solo sonreí pasando mi mano por mis labios. Sentía mis mejillas encendidas debido a que en ese instante me había dado cuenta de la cantidad de personas que iban a presenciar el juego amistoso de hoy, no logré imaginar la cantidad que posiblemente asistirían a la gran final.
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El juego fue agradable. Fue cansado, pero al final terminamos ganando —Gracias a Deb que era mi amuleto de la buena suerte—. Organicé una fiesta en mi casa, ya que era una vieja tradición que el líder del equipo tenía que hacer la fiesta de victoria. Aunque estaba ya muy agotado, seguimos disfrutando de la fiesta.
Deb parecía estar enojada. Lo podía notar a miles de kilómetros de distancia; le lanzaba miradas matadoras y amenazadoras todas las porristas que se me insinuaban y yo por más que quería alejarlas, me era casi una misión imposible. A los minutos la perdí de vista, y me preocupé. Comencé a buscarla en los baños, en las habitaciones... pero no estaba. Dejé de buscarla y le pregunté a John, que, si la había visto por algún lugar de la casa, a lo que él solo me respondió un rotundo "No".
Me tiré en el sillón de la sala, agotado y me saqué la camisa. Missy me miró provocativa y yo solo pensé. —"Rayos, aquí moriré definitivamente".
— ¿No te bañaras, sucio? —Preguntó y yo solo le eché una mirada a su cuerpo en bikini.
—Tal vez después. —Contesté seco, acomodándome en el sillón.
No quería tener problemas con Deb, yo sabía que ella en algún lugar me estaba observando, o más bien "Vigilando".
—Anda, báñate conmigo... bueno, con nosotros en la piscina, no te quiero en la cama así de sucio. —Dijo sentándose a mi lado.
Yo me despegué de ella cambiándome de lugar en el sillón, gracias a Dios, era realmente grande.
—Estoy esperando a Deb. —Dije mientras la ignoraba.
— ¿Deb? ¿Quién es esa? —Vaciló unos segundos. —Oh...ya entiendo, tu novia ¿No?
Yo asentí con la cabeza, colocando una de mis manos en mi mentón mientras recargaba mi codo en la pierna, me encontraba tan serio, tratando de ignorarla que parecía la escultura “El pensador”.
—Es una loca resentida, no sé por qué andas con ella, te mereces algo muchísimo mejor, es decir... ella y tú no hacen una buena pareja, no entiendo cómo es que la "Amas" tanto. —Confesó con cierto resentimiento.
Yo la escuché, pero no me preocupé en prestarle atención así que decidí no responderle, era solo una pérdida de mi valioso tiempo, es decir, se trataba de Missy.
—Y bien... dime como es en la cama, ¿Es tan buena como yo? —Sabía que quería provocarme.
Volteé mi cara hacía la de ella con ganas de darle una buena bofetada, pero era gastar mi valiosa energía.
— ¡Perfecto Axel! —Escuché a lo lejos.
Su voz encajó perfectamente en la situación, yo me levanté y corrí a tomarla en los brazos, la levanté hasta llevarla en uno de mis hombros, ella renegaba; la dejé caer en la cama de nuestra habitación. Yo me acosté arriba de ella agarrando sus brazos para que no se quitará. La besé hasta que ella se rindió y me siguió el beso. — ¡Basta! ¡Suéltame maldito infiel! —Exclamó enojada. Me levanté y la tomé de la mano para que ella también se levantara de la cama. —Perdón, no quise hacerlo. —Dije. Ella sacudió polvo invisible de su blusa y se puso de pie. —Si vamos a vivir perdonando al prójimo ya sería millonaria ¿No lo crees, Armacost? —Respondió con ironía. ¿ARMACOST? ¿En serio? Escuché perfectamente bien ese tono de llamarme por mi apellido… eso significaba sólo una cosa, estaba enojada. Más bien, estaba hirviendo en furia. —Oh vamos, cariño... —Rogué. — ¡No te atrevas a siquiera llamarme cariño! ¡Aléjate de mí, aléjate, aléjate! —Gritó golpeando mi pecho histéricamente. Yo la d
Empecé a sudar de los nervios y tan pronto miré que comentó, le respondí con “Oh, gracias linda, es tan gratificador que me felicites con esa energía de siempre. Te amo.” Literalmente a los segundos me llegó otra notificación de ella “Ya sabes, yo siempre con mi buena energía.” Definitivamente las había cagado, cometí una estupidez por culpa de la rabia del momento y ahora me encontraba en problemas. Vacilé unos segundos y miré que John se acercó a mí con un gesto de preocupación. —Oye viejo, ¿Que sucedió? Miré la foto. —Dijo mientras me mostraba su celular. — ¿Qué? ¡Ya todos la miraron! ¡Demonios! Se sentó en una silla a mi lado y me miró mientras me quitaba el celular de las manos. Se puso a leer los comentarios hasta llegar a los últimos. — ¡Pero qué idiota eres! —Exclamó levantando sus cejas. — ¿No te das cuenta en lo que te has metido? —Advirtió. Asentí con la cabeza y coloqué mis codos en las piernas mientras con mis manos movía mi cabello hacia atrás. Me sentía resignado.
Abrí mis ojos lentamente y el sol me estaba iluminando todo el rostro, me levanté y moví las cortinas hasta que la oscuridad volvió a reinar en la habitación. Todo había sido nada más un dulce sueño. Y en realidad quería volver al sueño que tenía. Intenté seguir durmiendo, pero luego escuché el timbre, me puse un pantalón y con mis dedos le di un poco de forma a mi cabello, no esperaba ninguna visita, pero tampoco quería dar la sensación de estar recién levantado. Era solamente el cartero, solo era para dejar unas facturas. Busqué algo de comer en el refrigerador y me di cuenta que ya estaba completamente vacío, solo había dos cervezas, unos seis yogurts, una gelatina y tres huevos. De seguro los invitados a la fiesta vaciaron la nevera y John terminó de completar. —Nota mental, hacer la compra. —Pasé mi mano por mis ojos hinchados, y caminé hacia el baño. Miré a Deb con sus ojos cerrados y, en realidad no me había equivocado, sus párpados eran muy notables; como si hubiera llorado t
—Sólo quiero decirte que no lo volveré a hacer y que eso fue solo un impulso. —Ella pensó unos segundos para contestar. —Entonces, ¿Te parecería bien que yo hiciera lo mismo que tú y luego venir y sólo pedir disculpas? —Confesó. Deb tenía toda la razón, yo estaba agarrando la vieja costumbre de ofenderla, de hacerle daño o hacerla enojar y luego llegar como si jamás hubiera hecho algo, pidiendo disculpas, pidiendo perdón; haciendo promesas de cambiar y mejorar. Y en parte eso estaba mal, pero ya estaba acostumbrado a que todas las chicas tuvieran miedo de perderme, así que ellas siempre terminaban regresando a mí, destrozadas, pidiendo perdón por haberles dejado de hablar o simplemente haberme ido sin razón. Pero eso no me preocupaba en lo más mínimo, yo era feliz sin batallar con ellas, amaba que me rogaran. Es decir ¿Qué hombre no desea eso? Yo tenía todo lo que quería bajo mis brazos, era el chico más popular, no solo por ser el capitán del equipo; sino por ser atractivo, y eso s
Al terminar la clase, salí furioso, aguantándome el coraje y tratando de olvidar lo que había dicho John. Ignoré todas las fotografías y todos los susurros que decían los estudiantes de la preparatoria. Entré a los vestidores y me puse el uniforme de básquetbol, luego salía a la cancha y, para mi mala suerte, ahí estaban John y Jack, ambos me miraban y cruzaban palabras; por como actuaban supuse que estaban hablando de mí, aunque no me encontraba lo suficientemente cerca como para poder escucharlos.Mi día no pudo ir de mal a peor; Deb se había enojado conmigo, mis 'Mejores amigos' hablaban mal de mí, en mi cara y había miles de fotografías por toda la preparatoria de Missy junto a mí. Recordándome la estupidez que había hecho.¿Podía pasar algo peor? La respuesta era un gran y enorme SÍ. Cuando el entrenamiento terminó, tomé una ducha y al salir, me di cuenta que los vestidores estaban desiertos, así que me apresuré. Amarré una toalla en mi cintura y busqué mi ropa, pero no había nad
Reí junto a ella y me di la vuelta.—No, si quieres te modelo. —Dije haciendo poses extrañas.Ella río hasta más no poder, encontró una toalla y me la lanzó con fuerza.—Cámbiate ya, cerdito.Agarré la toalla y se la di a Deb para que se secara, fui directo al casillero de John a buscar ropa; sabía que su casillero tenía un truco para abrir que tiempo atrás él me había enseñado. Afortunadamente sí había algo de ropa, aproveché y me la puse sin dudar.—Te tocará a ti a lavar la ropa de John. —Señaló.—Sí, lo sé cariño.— ¿No tienes nada para mí? —Preguntó.—Espera... supongo que sí. —Busqué entre el desastre una camisa de botones y se la di, para su mala suerte, esta le quedaba muy grande, cualquiera pensaría que es un vestido.—Te ves hermosa con cualquier ropa que te pongas. —Dije colocando mis manos en su cintura. —Ven aquí mi cielo, bésame, bésame, bésame. —Sus mejillas se encendieron y se acercó a mí, mimada.Besó mis labios, pero después pasó su mano por ellos. No supe porque lo
Era tan sólo un niño. No podía decirle no a lo que Oscar me estaba tratando de explicar. Yo solo asentía como un tonto sin saber por qué tenía que ser un “Hombre”, sería el hombre de la casa a tan poca edad.Nunca viví mi infancia como lo vivieron mis compañeros de jardín, o los de la primaria. Jamás me atreví a contarle nada de mi pasado a nadie. Era un niño solitario que jugaba con sus carritos en el recreo, alejado de todos. No socializaba con nadie, yo solo crecí con la mentalidad de que yo ya tenía que ser un hombre y que tenía que proteger a mi madre.Y así fue... nos mudamos de ciudad para variar.Oscar... bueno Oscar desapareció de la faz de la tierra, ya nunca supe de él. Solo tengo en mente que él fue una buena persona con nosotros y que fue como un padre para mí, y gracias a él a mi mamá le cambió el semblante con su ayuda. Siempre estaba ahí para protegernos y darnos cariño. Siendo el padre que, a pesar de tenerlo, nunca tuve esa conexión.Eventualmente, crecí…Entré a la
—No sé qué haría sin ti. —Murmuré.Ella se levantó, se sentó en mis piernas quedando frente a mí y me abrazó por el cuello. Faltaban tan solo cinco días para el campeonato de básquetbol, y mis nervios estaban en flor de piel. Ni siquiera sentía hambre, y la falta de sueño tampoco ayudaba. La combinación de no comer y no dormir bien era realmente desafiante para mí.El resto de los días, mi humor no estuvo muy bien que digamos. Solía pelear todos los días con Deb, por cosas sin sentido para mí, pero ella tenía sus razones —La mayoría por culpa de Missy y otras por mí, y dejar que las cosas fluyeran—. La frase “Pasado pisado” no estaba funcionando en realidad en nada, no estaba sirviendo para tener así sea un minuto en paz con Deb; así que no volví a insistir de usar la frase. Debía de admitir que Missy no era una buena influencia en ningún sentido y de alguna forma tenía que darle un alto a esa situación. Tras cada entrenamiento o partido amistoso, las porristas ensayaban su rutina en