Nos perdimos por los pasillos enormes de esa mansión, besándonos con frenesí, hasta terminar a las puertas de una habitacion en una zona oscura, apenas iluminada por las farolas del exterior.
Jadeé cuando ese perfecto hombre pausó el beso para verme y acariciar mi rostro.
—¿Puedo contar con que no saldrá corriendo? —bromeó, pero noté la verdadera duda bajo esa broma.
¿Me iria a mitad de la noche? Sería imposible aunque quisiera, porque estaba en otro país. Además, una especie de necesidad comenzaba a despertar en mi sangre, era un deseo que yo nunca había experimentado a ese nivel.
Le respondí con un corto beso y eso fue suficiente para que abriera la puerta. Nos internamos en el oscuro interior, sorteando los muebles hasta dar con la cama. Solté un suave jadeo cuando me hizo caer sobre las frescas sabanas de seda.
Incluso en esa oscuridad, fui capaz de mirarlo a los pies de la cama, observandome todo el tiempo, mientras se quitaba la chaqueta y se aflojaba la corbata. Cuando se quitó la camisa, vi lo definido de su abdomen y los tonificados brazos, abultados por el ejercicio constante.
Pero cuando se quitó el cinturón y se bajó la cremallera, parte de mi excitación se desvaneció y solo parte la mirada.
—¿Le ocurre algo, Hannah? —inquirió, inclinándose y apoyando las manos a cada lado mío.
Me llevé el dedo indice a los labios y lo mordí, como siempre que me ponía nerviosa.
—Solo... es algo de verguenza —murmuré, cohibida.
Aunque no lo veía, lo oí reir suavemente. Y al segundo siguiente, me tomó con dulzura del mentón y me hizo verlo. Pero su rostro era solo una sombra.
—¿Tiene idea de lo tierna que me resulta, Hannah?
Mis mejillas se sintierón calientes y no supe qué responder.
—Pero tambien me incita a querer propasarme —agregó y me soltó, para poder bajar por mi cuerpo.
No entendí qué pretendía hacer, hasta que terminó con el rostro a la altura de mi pelvis. Entonces se pasó mis piernas por los hombros y los sujetó con firmeza, levantándome el vestido. Horrorizada, intenté patearlo para soltarme, pero su agarre era firme.
—¡No, no...! —traté de detenerlo empujando su rostro.
No obstante, mis debiles intentos frenarón en seco cuando hundió la cara entre mis piernas. Jadeé tensandome y arqueando la espalda, sorprendida a una escala mayor. Incapaz de procesar lo que ocurría allí abajo, me limité a sentir el contacto de su lengua caliente y un poderoso placer nacer rapidamente en mi interior.
Cerré fuertemente los ojos, gimiendo de forma incontenible. Era la primera vez que un hombre hacía eso conmigo y no imaginaba que sería asi de intenso.
—Está temblando, Hannah —apuntó y de solo sentir su respiración me sentí a punto de perder el juicio—. Mireme.
Lo hicé, levanté ligeramente la cabeza y nuestras miradas se cruzarón. Desde esa distancia sus ojos se veían totalmente negros, pero su expresión seguía siendo amable, aunque ahora cargada de un deseo que no podía esconder. Tragué fuerte, nunca pensé que tendría un hombre tan apuesto como ese dandome ese tipo de placer y mirándome con una expresión tan excitada en el rostro.
—Aun ahora, teniendola así, me sigo preguntándo cómo su novio pudo acceder a entregarmela tan fácil.
Separé los labios para decirle que esa desición fue mía, pero terminé apoyando la cabeza en las almohadas y gimiendo al sentir su lengua lamer esa zona tan sensible. Su lengua lamía mi piel, tiraba suavemente de mi clitoris con sus labios y plantaba uno que otro beso.
Mis piernas se estremecieron y en automatico una de mis manos viajó hasta tocar su cabello, era inesperadamente suave y sedoso.
Él aceptó mi caricia levantando un poco la cabeza y rozándo su mejilla en mi palma. Lo sentí depositar un humedo beso en ella, antes de retomar su trabajo y hacerme gemir como nunca en mi vida. Mis ojos miraban el techo, pero yo estaba cada vez más lejos de allí, ahogandome en una nube de extasis.
Y cuando ya no pude mantener los pies en la tierra, me sujeté a las sabanas y me retorcí tanto que sus manos tuvieron que sostenerme firme. Gemí y temblé, hasta que sentí una especie de placentera liberación inundarme y dejarme sin fuerzas.
Permanecí sobre la cama, estremeciendome y procesando la increíble sensación que acababa de experimentar. Era el orgasmo más intenso de mi vida, uno al que podría volverme adicta.
—¿Ya se siente mejor? —su voz ronca y baja, llenó mis sentidos.
Trepó por mi cuerpo, subiendome por completo el vestido con los dedos, hasta sacarmelo por la cabeza. Cuando el vestido cayó al suelo, él se detuvo un momento para apreciarme, desnuda bajo su cuerpo. Luego, como si no pudiera contenerse, alcanzó mi boca y comenzó a besarme con verdadero deseo.
Mientras tanto, una de sus manos fue a mi espalda y me desabrochó el sujetador. Cuando mis pechos quedarón al descubierto, no dudo en cubrir uno con una gran mano. Yo me tensé de placer cuando sus dedos acariciarón mi pezón.
Exhaló contra mi boca, disfrutando tocarme.
—Cuando la vi de la mano de su novio esta noche, Hannah, fue la primera vez que sentí envidia por otro hombre —suspiró mirándome con ojos extasiados—. Me pregunté cómo era posible que un tipo así, pudiera tener a su lado a una mujer como usted.
Aunque había una clara nota de ofensa hacía Sean en sus palabras, mi mente las pasó por alto y, aunque no quise aceptarlo, me sentí alagada. Mi novio nunca fue así de atento y dulce conmigo, y tener a un hombre como Adam Baker hipnotizado por mí era como un sueño.
—Hannah, usted me vuelve loco —agregó y sin separar su mirada de la mía, se deslizó un poco hacía abajo, solo para alcanzar un pezó y lamerlo con la punta de la lengua.
Jadeé poniendome aún más roja, observándo a ese perfecto hombre mirárme con abrasivo deseo. Lo observé rodear la aureola con la lengua, tirar del rosado pezón con los dientes, antes de chuparlo con demasiada intensidad, casi como sí buscará sacar leche de él. Gemí como loca y eso bastó para que cualquier sentimiento sensato desapareciera por completo.
Me olvidé de todo.
Respirando por la boca y cada vez más perdida por el deseo, separé las piernas y llevé una mano a su nuca, para atraerlo hacía mí. Lo besé y sin mayor preambulo, él se apoyó sobre mí. Noté su miembro, cálido y resbaladizo, buscarme en la oscuridad.
Gemí contra su boca cuando comenzó a introducirse en mí, sin dolor ni incomodidad. Ambos estabamos tan excitados que todo fluyó con naturalidad. Y cumplió su palabra, la noche fue larga y más placentera que ninguna otra en mi vida. Adam Baker me hizo descubrir el placer real en esa cama, me llevó a experimentar un orgasmo tras otros, hasta el punto que creí que me volvería loca.
Si así funcionaba el sexo solo impulsado por la atracción, ¿cómo sería el sexo basado en el amor?
¡Hola, querida lectora! Para comenzar, te ofrezco una disculpa por la larga demora en la actualización (no tenía fe en que la historia fuese a despertar interés). Pero me alegra saber que los primeros capítulos te han gustado y por eso me he comprometido a actualizar. ¡Espero seguir contando con tu valioso apoyo!
La luz del sol a tráves de mis parpádos me llevó a abrir los ojos y a estirar los brazos sobre la cabeza, sonmolienta y cansada. Las sabanas eran frescas y blancas, pero yo tenía tanto calor que me levanté y miré en torno. Ese lugar era muy distinto a mi pequeño cuarto en casa, no había botellas de alcohol ni el horrible olor a humedad que me despertaba cada mañana, sino un fresco aroma a flores y una vista estupenda de los bosques de alrededor.Bajé los ojos y me miré las manos, rememorando el tacto de esa noche, hasta ruborizarme. Me llevé las palmas a mi rostro caliente, reviviendo todo lo ocurrido, cada caricia, palabra y sonido que llenó esa habitación.—¿Ya ha despertado, señorita Clair? —una voz masculina cruzó la puerta, pero era diferente a la de él.Me descubrí los ojos. Entonces noté que me hallaba sola en esa enorme habitación, la persona que debería estar a mi lado, simplemente no estaba. En su lugar, había una pequeña nota y sobre él, un cheque. Al tomar la nota, leí un c
Ahora todo me parecía realmente estúpido, me había dejado engañar por los ruegos de mi novio esa noche, su suplica desesperada para que pasará esa noche con su jefe a cambio de es pila de dinero y ese gran ascenso, con la falsa promesa de que nada cambiaría en nuestra relación y que incluso al fin nos casaríamos... Y lo que era peor, me había dejado seducir por ese hombre, ese desconocido y su deslumbrante caballerosidad.—Eres tan tonta, Hannah —murmuré para mí misma, mirando la tarjeta de ese CEO mientras esperaba a que Sean volviera a casa.Quería hablar, solucionar las cosas, llegar a algo ...Pero Sean no apareció durante los próximos días, no volvió a casa ni tampoco me llamó. Pero supe que tomó el ascenso y que se divertía todas las noches en bares, restaurantes y centros nocturnos, pagando bebidas y fiestas para sus amigos con el dinero que ese hombre pagó por mí.Aun así, continué buscándolo porque no quería que nuestra relación de 8 años acabará así, llevábamos juntos tanto t
Empapada en lluvia, terminé en la entrada de una enorme propiedad, de pie frente a unas gruesas rejas de metal que triplicaban mi altura, sostenidas por dos sólidos muros de roca, y que tenían un par de ojos rojos vigilantes, cámaras de seguridad a cada lado. Sentí como los ojos del taxista permanecían en mi un momento, llenos de curiosidad por ese viaje a esa zona tan cara de la ciudad, donde solo había mansiones y costosos autos en sus entradas.Finalmente lo oí alejarse bajo la lluvia. Sostuve la tarjeta de Adam Baker un momento bajo mis ojos, dejando que se mojará mientras yo trataba de tomar valor. ¿Qué le diría al verlo? ¿Con que pretexto iba hasta su casa a esas horas de la noche?Antes de poder llenarme de cobardía, sacudí la cabeza y pulsé el clásico timbre en el muro. No oí nada, el sonido viajó por un inmenso patio repleto de árboles, césped y rosales, hasta entrar en la majestuosa casa del otro lado. Construida mayormente de roca, pero modernizada con ventanas del tamaño de
Qué tipo tan extraño... Pensé viendo esos ojos tan vivaces, cuando escuché su inesperada propuesta. Sin duda es cierto que los ricos son excéntricos.Yo había acudido allí por el bebé que tendría, porque él era el padre y quería saber qué se podía hacer... ¿Pero me proponía matrimonio? ¿Estaba dispuesto a casarse con una mujer que no conocía, con quién había compartido cama una sola vez, por ese hijo?Sí me hubiese pedido una respuesta inmediata, sin duda habría rechazado su propuesta, pero el CEO me dijo que lo pensará. Incluso me llevó a una habitación y me pidió quedarme allí esa noche, para no ir a casa de madrugada. Y yo acepté, solo porque estaba aturdida y empapada de pies a cabeza.La recamara que me prestó era gigante, el doble que el cuarto donde rentaba. Estaba muy bien amueblada: había cama, vestidor, un balcón, una mesita para tomar el desayuno y sillones para leer cerca de la chimenea. ¿Así vive la gente rica? ¿Sin preocupaciones?La alfombra bajo mis pies se sintió tan
Ese hombre se puso feliz cuando acepté ese matrimonio. Me envolvió en sus brazos, mientras yo aún trataba de digerir mis propias palabras. Lo estaba haciendo como un arranque de despecho, ¿pero no me arrepentiría?Luego de aceptar casarme con él, Adam se levantó y llamó a su asistente, Julieta y le pidió encargarse de preparar todo para realizar esa boda en los siguientes días. Salté de mi silla cuando lo oí solicitar boda civil y religiosa. Había imaginado que las cosas se realizarían como la última vez, con una simple firma en privado, que él me entregaría en ese mismo momento el acta de matrimonio y allí se acabaría el asunto.¿Pero ese tipo quería todo el paquete? Lo seguí por el jardín, hasta que terminó su llamada y se volvió, para ver la forma conmocionada en que yo lo miraba.—Vaya a casa, Hannah. Yo me encargaré de todo e iré a buscarla en cuanto pueda.Seguí parada frente a él, incapaz de mover las piernas.—¿Boda civil? —inquirí con la boca seca—. ¿Boda religiosa? ¿Por qué.
¿Qué planes tenía ese hombre?Eso me pregunté durante toda la boda, mientras caminaba por un camino de pétalos en el jardín, mientras tomaba la mano que él me ofrecía, mientras oía al sacerdote hablar sobre el amor, mientras decíamos nuestros votos escritos por su asistente, mientras él deslizaba un anillo con un enorme diamante en mi dedo y los flashes de la prensa invitada nos cegaban.Todo ese show era solo formalidad; ya no podía dar un paso atrás y correr lejos. Mi firma estaba en ese contrato con un término "indefinido", donde la cláusula final dictaba que la única vía para un divorcio estaba atada a elección de Adam Baker.—¿Piensa que le he tendido una trampa, Hannah? —su voz me sacó de mis ensoñaciones.Miré en tornó, nos rodeaban multitud de gente rica con sonrisas en sus rostros. Adam y yo nos encontrábamos bailando sobre una plataforma desmontable de cristal, colocada en el centro del jardín. Ese era nuestro primer baile y sería el titular de un sinfín de artículos al día s
UN MATRIMONIO SURREALEse fue el titular que dominó las plataformas empresariales, las páginas de sociales y los periódicos en las calles en los días que siguieron a la boda. Mi vida, que antes había estado marcada por las carencias y un noviazgo que no me hacía feliz, se volvió de la noche a la mañana en una vida glamurosa y repleta de fortuna.Adam compró un auto nuevo para mi uso personal y cantidad de ropa de alta costura, accesorios de lujo y una pila de cosas innecesarias. Cubrió hasta la ultima de mis necesidades. También comenzó a ocuparse del bebé que aún no nacía. Acondicionó una habitación al lado de la nuestra con todo lo necesario para su hijo y a mí me envió a prestigioso hospital privado para que llevará el control del embarazo.Esa era la parte perfecta de ese matrimonio. Ese era el lado perfecto de mi esposo.La otra parte, era la otra cara de la moneda. Ser la esposa de un Ceo significaba pasar todos mis días sola en esa gran casa; desde el desayuno hasta la cena. Ada
—Acompáñame.Torcí el gesto y avancé tras él arrastrando los pies, maldiciéndome por no haber sido más precavida. Mi marido me guio hasta su oficina, que era muy grande. Tenía una magnífica vista completa de la ciudad a nuestros pies, mejor dicho, a sus pies. Mis ojos se dirigieron a los estantes altos y libreros que abarcaban toda una pared, llenos de archivos y libros; luego vi en el fondo, el escritorio gerencial en forma de L, hecho de madera de cedro y con una cubierta de cristal templado en su superficie.—Siéntate —me señaló un sofá negro de 3 plazas, forrado en piel, al centro de la oficina.Él se sentó frente a mí, en un sillón individual. Unió las yemas de los dedos cuando se inclinó, apoyando los codos en las rodillas y volcando toda su atención en mí. De traje y con esa mirada formal en su cara, parecía ser mi jefe a punto de despedirme.—Ahora, dime una cosa. ¿Viniste aquí para verlo? —noté su disgusto en cada palabra.Sabía bien que se refería a Sean, así que terminé asin