¡Hola, querida lectora! ¡Gracias por tu paciencia e interés en Fraude Matrimonial! Espero que sigas apoyado la historia y comentes qué te parece la trama.
Empapada en lluvia, terminé en la entrada de una enorme propiedad, de pie frente a unas gruesas rejas de metal que triplicaban mi altura, sostenidas por dos sólidos muros de roca, y que tenían un par de ojos rojos vigilantes, cámaras de seguridad a cada lado. Sentí como los ojos del taxista permanecían en mi un momento, llenos de curiosidad por ese viaje a esa zona tan cara de la ciudad, donde solo había mansiones y costosos autos en sus entradas.Finalmente lo oí alejarse bajo la lluvia. Sostuve la tarjeta de Adam Baker un momento bajo mis ojos, dejando que se mojará mientras yo trataba de tomar valor. ¿Qué le diría al verlo? ¿Con que pretexto iba hasta su casa a esas horas de la noche?Antes de poder llenarme de cobardía, sacudí la cabeza y pulsé el clásico timbre en el muro. No oí nada, el sonido viajó por un inmenso patio repleto de árboles, césped y rosales, hasta entrar en la majestuosa casa del otro lado. Construida mayormente de roca, pero modernizada con ventanas del tamaño de
Qué tipo tan extraño... Pensé viendo esos ojos tan vivaces, cuando escuché su inesperada propuesta. Sin duda es cierto que los ricos son excéntricos.Yo había acudido allí por el bebé que tendría, porque él era el padre y quería saber qué se podía hacer... ¿Pero me proponía matrimonio? ¿Estaba dispuesto a casarse con una mujer que no conocía, con quién había compartido cama una sola vez, por ese hijo?Sí me hubiese pedido una respuesta inmediata, sin duda habría rechazado su propuesta, pero el CEO me dijo que lo pensará. Incluso me llevó a una habitación y me pidió quedarme allí esa noche, para no ir a casa de madrugada. Y yo acepté, solo porque estaba aturdida y empapada de pies a cabeza.La recamara que me prestó era gigante, el doble que el cuarto donde rentaba. Estaba muy bien amueblada: había cama, vestidor, un balcón, una mesita para tomar el desayuno y sillones para leer cerca de la chimenea. ¿Así vive la gente rica? ¿Sin preocupaciones?La alfombra bajo mis pies se sintió tan
Ese hombre se puso feliz cuando acepté ese matrimonio. Me envolvió en sus brazos, mientras yo aún trataba de digerir mis propias palabras. Lo estaba haciendo como un arranque de despecho, ¿pero no me arrepentiría?Luego de aceptar casarme con él, Adam se levantó y llamó a su asistente, Julieta y le pidió encargarse de preparar todo para realizar esa boda en los siguientes días. Salté de mi silla cuando lo oí solicitar boda civil y religiosa. Había imaginado que las cosas se realizarían como la última vez, con una simple firma en privado, que él me entregaría en ese mismo momento el acta de matrimonio y allí se acabaría el asunto.¿Pero ese tipo quería todo el paquete? Lo seguí por el jardín, hasta que terminó su llamada y se volvió, para ver la forma conmocionada en que yo lo miraba.—Vaya a casa, Hannah. Yo me encargaré de todo e iré a buscarla en cuanto pueda.Seguí parada frente a él, incapaz de mover las piernas.—¿Boda civil? —inquirí con la boca seca—. ¿Boda religiosa? ¿Por qué.
¿Qué planes tenía ese hombre?Eso me pregunté durante toda la boda, mientras caminaba por un camino de pétalos en el jardín, mientras tomaba la mano que él me ofrecía, mientras oía al sacerdote hablar sobre el amor, mientras decíamos nuestros votos escritos por su asistente, mientras él deslizaba un anillo con un enorme diamante en mi dedo y los flashes de la prensa invitada nos cegaban.Todo ese show era solo formalidad; ya no podía dar un paso atrás y correr lejos. Mi firma estaba en ese contrato con un término "indefinido", donde la cláusula final dictaba que la única vía para un divorcio estaba atada a elección de Adam Baker.—¿Piensa que le he tendido una trampa, Hannah? —su voz me sacó de mis ensoñaciones.Miré en tornó, nos rodeaban multitud de gente rica con sonrisas en sus rostros. Adam y yo nos encontrábamos bailando sobre una plataforma desmontable de cristal, colocada en el centro del jardín. Ese era nuestro primer baile y sería el titular de un sinfín de artículos al día s
UN MATRIMONIO SURREALEse fue el titular que dominó las plataformas empresariales, las páginas de sociales y los periódicos en las calles en los días que siguieron a la boda. Mi vida, que antes había estado marcada por las carencias y un noviazgo que no me hacía feliz, se volvió de la noche a la mañana en una vida glamurosa y repleta de fortuna.Adam compró un auto nuevo para mi uso personal y cantidad de ropa de alta costura, accesorios de lujo y una pila de cosas innecesarias. Cubrió hasta la ultima de mis necesidades. También comenzó a ocuparse del bebé que aún no nacía. Acondicionó una habitación al lado de la nuestra con todo lo necesario para su hijo y a mí me envió a prestigioso hospital privado para que llevará el control del embarazo.Esa era la parte perfecta de ese matrimonio. Ese era el lado perfecto de mi esposo.La otra parte, era la otra cara de la moneda. Ser la esposa de un Ceo significaba pasar todos mis días sola en esa gran casa; desde el desayuno hasta la cena. Ada
—Acompáñame.Torcí el gesto y avancé tras él arrastrando los pies, maldiciéndome por no haber sido más precavida. Mi marido me guio hasta su oficina, que era muy grande. Tenía una magnífica vista completa de la ciudad a nuestros pies, mejor dicho, a sus pies. Mis ojos se dirigieron a los estantes altos y libreros que abarcaban toda una pared, llenos de archivos y libros; luego vi en el fondo, el escritorio gerencial en forma de L, hecho de madera de cedro y con una cubierta de cristal templado en su superficie.—Siéntate —me señaló un sofá negro de 3 plazas, forrado en piel, al centro de la oficina.Él se sentó frente a mí, en un sillón individual. Unió las yemas de los dedos cuando se inclinó, apoyando los codos en las rodillas y volcando toda su atención en mí. De traje y con esa mirada formal en su cara, parecía ser mi jefe a punto de despedirme.—Ahora, dime una cosa. ¿Viniste aquí para verlo? —noté su disgusto en cada palabra.Sabía bien que se refería a Sean, así que terminé asin
El llanto del bebé duró solo un instante, pero fue suficiente para hacer que me irguiera en el sofá y fijará toda mi atención en la puerta. A diferencia de mí, Adam no le prestó atención, se acomodó el traje y entró al baño un momento.Cuando salió, vino a mí. Pero a diferencia de hacía solo unos instantes, su expresión era serena y sus ojos, castaños, inmutables.—Te veré por la noche —me envió a casa.Tras un rápido beso en la coronilla, salió de inmediato de la oficina, como sí tuviera prisa. Cuando la pesada puerta se cerró tras él, yo me apresuré a guardarme las rotas medias en la bolsa y me alisé el vestido con manos ansiosas. Salí solo 1 minuto después de Adam, pero ya no lo encontré.Solo estaba su asistente Julieta en su lugar de trabajo. Junto a ella, había una puerta grande de doble hoja, con un letrero al costado que decía SALA DE JUNTAS PRESIDENCIAL.Sin saber cómo proceder, le sonreí a la chica. En mi cabeza, aún podía oír el eco del llanto de ese bebé.—¿Se demorará dema
Te aborrezco, mujer.La crudeza de esas palabras, pronunciadas con una voz de profundo resentimiento, se clavó en mi cerebro como una enfermedad mental. No me pude deshacer de ellas ni con el paso acelerado de los días. Adam no recordó nada de esa noche, ni sus acciones desmedidas ni sus palabras dolorosas. Lo único que obtuve de él fue una disculpa sincera por su comportamiento y una actitud evasiva.El alto nivel de alcohol en su sangre había borrado todo el historial y cualquier evidencia de lo que pasó en ese comedor. Pero yo sí lo recordé. Y me volví distante con mi marido. ¿Me aborrecía en secreto? ¿Tenía algún tipo de desprecio por mí? ¿Acaso alguna razón oculta le había forzado a hacerme su esposa?—Hoy no quiero —lo detuve una noche, cuando trató de acariciarme, luego de tanto tiempo sin hacerlo.Sus manos se paralizaron a la mitad de mis muslos, a medio subirme el camisón de seda, un regalo suyo. Con el rostro en mi hombro, mi esposo profirió un gruñido frustrado.—Hannah, te