1*- AFLICCION

Era temprano cuando Rosse se levantó para vestirse e irse a las oficinas del consorcio. De repente su celular suena de forma insistente al mirar era una llamada de un número desconocido.

–Buenos días, espere y escúcheme lo que hago es por su bien. No sé si lo que le voy a contar está mal, pero no puedo seguir quedándome callado, mientras a usted la ven con . . . .

Rosse respiro profundo y comento –Quien es?, habla ya por favor tengo algo de prisa debo colgar disculpe, tengo que irme a trabajar, mi esposo me está esperando para desayunar . . .

–El no va a llegar señora, como siempre. El paso divirtiéndose toda la noche con su amante y ahora está desayunando con ella en el restaurante a unas cuadras del consorcio. El Gran Márquez, él siempre va allí con ella.  Quien hablaba corto la llamada de golpe sin decir nada más.

No era la primera vez que se lo decían, ni tampoco la primera persona que lo hacía. Ella ya se estaba cansando de escuchar que él la engañaba y no respetaba el tratado que tenían entre ellos.  

Ella, tomo sus cosas y se encamino al estacionamiento en búsqueda de su auto. Rosse iba maldiciendo mientras conducía, estaba alterada y cuando se dio cuenta donde estaba se sorprendió.

No pudo evitar sonreír, estaba en el sitio donde la persona le indico momentos antes por teléfono. Llego al restaurante El Gran Márquez, quiso girar para continuar, pero algo la hizo detenerse en seco.

A unos cuantos metros se encontraba Edward, su esposo, sentado en una mesa junto al ventanal. Rosse arrugo la frente y parpadeó varias veces, desando que solo fuera una estúpida coincidencia, pero de repente su esposo se volvió  muy acaramelado con una mujer, a quien no dejaba de acariciarle y besarla, mientras le susurraba algo al oído.

–Cariño, hoy será muy difícil que la pasemos juntos viajo hoy pero te compensaré al regresa.

Nina sonrió –Espero que así sea, yo no soy Rossi que te paso todo querido.

–No seas tonta, sabes que son casos muy distintos. Tienes todo los documentos listos me retiro de las oficinas como a las dos de la tarde y debo tener toda la documentación sobre mi escritorio a más tardar a la una querida.

–Tranquilo a esa hora todo estará ahí, ¡ah!, dime algo es verdad que te asistirá Anais estos días?

El la miro y trato de disimular respondiendo –No sé a quién asigno mi suegro, pero estoy seguro que es Sebastian quien viaja conmigo, es por los viáticos y los hoteles cariño, recuerda que el viejo es más pichirre. El la miro y sonriendo exclamó –No hay nada de que preocuparte, querida . Luego la beso.

Desde el auto Rossi, los observaba y su mundo  se derrumbó.  –No es posible –comento toda confundida. El cuerpo de ella se estremeció, no venían palabras a su mente la que se encontraba en blanco.

Ella esa chica, se le parecía mucho a…, esa era la asistente personal de Edward, recordó que según los comentarios ella, había sido amante de varios ejecutivos en el consorcio. Ella buscaba un buen ascenso en el consorcio y la que quería tomar su lugar allí, su nombre Nina Palmer, hija de unos de los accionistas de otra sede.

La mujer con la cual, su esposo la engañaba, no había dudas.

Cerró los ojos con inquietud, percibió como su corazón se aceleraba. Su mentón tembló por la emoción y el fuerte nudo en  su garganta le ayudó a no dejarse caer, mientras los observaba como se besaban.

Ella presiono los ojos con fuerzas, mientras trataba de controlar el temblor de sus labios y el choque de sus dientes, a pesar de todo la escena le dolió, no podía evitarlo.

Se retiró un mechón de cabello de su cara, sentía un pesar en su pecho. Era engañada por su esposo y a pesar de haberlo presenciado no podía hacer nada, aún quedaba un año para la finalización del tratado entre ellos como pareja, más sin embargo, él le había manifestado ser discreto en su vida privada.

Rossi volvió a macar al teléfono de su esposo y desde allí seguía observando la escena, el celular repico un rato hasta que por fin Edward respondió

–Buenos dime Rossi, que deseas?

–Donde estas, te he estado llamando y no respondías

–Estoy ocupado, que pasa?

Ella no supo si se cortó la llamada, ella sin querer la corto o quien corto la llamada fue él.

Aunque ella no tenía alternativa para parar aquel engaño, trataría por todo lo posible de poner un freno a dichas manifestaciones en público, era lo único a lo que tenía derecho, Edward se la había prometido.

Olvidar que le era infiel y seguir con la farsa, ese cuento de hadas donde sus padres creían que estaban bien, más sin embargo para los demás ella era la estúpida engañada.

Levantó el rostro y miró al frente con decisión, hallaría la manera de desquitarse y cobrase ese engaño.

La joven rompió su sonrisa y liberó un suspiro esperando pacientemente otros cinco minutos mientras miraba su reloj, era ya un poco tarde y aún no había desayunado y ya no podía esperar más.

Rosse decidió enviarle un mensaje para ver su cinismo, así que escribió

–Ok Edward, te levantaste muy temprano hoy o no dormiste en casa, te recuerdo que hoy tu quedaste en desayunar conmigo, si no vas a venir como siempre por favor ten la amabilidad de escribirme para yo desayunar sola voy llegando al El Gran Marquéz, me han dicho que los desayunos ahí son exquisitos. . .

 El mensaje que recibió la hizo sonreír con decepción

*-“Lo siento no llegaré a tiempo. Te compensaré otro día Edward”

Al leer se mofo con cierto disgusto y guardo el celular entre su bolso mientras trataba de  asimilar su falta, mientras evitaba que su ojos se cristalizaran.

Se fue a desayunar sola en el cafetín frente al consorcio. Ocupo una mesa y pidió lo de siempre.

–Algo  algo más, señora?.–Preguntó a uno de sus costados un camarero

–No, gracias, la cuenta por favor–Sin mirar a quien le hablaba

Minutos después llego el camarero con la cuenta, ella saco los billetes y lo deposito en la bandeja.

–Disculpe–comento el camarero, y ella se dignó a mirarlo

Era un chico joven y algo robusto

–Si?–pregunto ella algo molesta. El joven la miro de forma inquieta no sabía cómo decirle lo que tenía que comentarle

–Tengo algo de prisa, di que pasa –Tratando de ser algo cortes con el joven que la miraba apenado e inseguro.

-Usted es Rosse Evans verdad? . . .

–Sí, por qué? –Cuestiono ella

–Disculpe, usted se está divorciando de su esposo, siempre está sola y el señor pasa temprano a veces por aquí con  una mujer . .  .

–Este lugar me gusta mucho y el café es bueno, mi esposo a veces no me puede acompañar, casi siempre está muy ocupado y el que no andemos siempre juntos no significa nada. Lo miro con cara de fastidio y continuo –No tengo porque darte explicaciones . . .

Luego de aquellas palabras se mofo de si misma, el comentario le pareció algo gracioso.

–Ten quédate con el cambio –Se marchó tratando de ocultar un poco la tristeza de aquel comentario.

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