Era temprano cuando Rosse se levantó para vestirse e irse a las oficinas del consorcio. De repente su celular suena de forma insistente al mirar era una llamada de un número desconocido.
–Buenos días, espere y escúcheme lo que hago es por su bien. No sé si lo que le voy a contar está mal, pero no puedo seguir quedándome callado, mientras a usted la ven con . . . .
Rosse respiro profundo y comento –Quien es?, habla ya por favor tengo algo de prisa debo colgar disculpe, tengo que irme a trabajar, mi esposo me está esperando para desayunar . . .
–El no va a llegar señora, como siempre. El paso divirtiéndose toda la noche con su amante y ahora está desayunando con ella en el restaurante a unas cuadras del consorcio. El Gran Márquez, él siempre va allí con ella. Quien hablaba corto la llamada de golpe sin decir nada más.
No era la primera vez que se lo decían, ni tampoco la primera persona que lo hacía. Ella ya se estaba cansando de escuchar que él la engañaba y no respetaba el tratado que tenían entre ellos.
Ella, tomo sus cosas y se encamino al estacionamiento en búsqueda de su auto. Rosse iba maldiciendo mientras conducía, estaba alterada y cuando se dio cuenta donde estaba se sorprendió.
No pudo evitar sonreír, estaba en el sitio donde la persona le indico momentos antes por teléfono. Llego al restaurante El Gran Márquez, quiso girar para continuar, pero algo la hizo detenerse en seco.
A unos cuantos metros se encontraba Edward, su esposo, sentado en una mesa junto al ventanal. Rosse arrugo la frente y parpadeó varias veces, desando que solo fuera una estúpida coincidencia, pero de repente su esposo se volvió muy acaramelado con una mujer, a quien no dejaba de acariciarle y besarla, mientras le susurraba algo al oído.
–Cariño, hoy será muy difícil que la pasemos juntos viajo hoy pero te compensaré al regresa.
Nina sonrió –Espero que así sea, yo no soy Rossi que te paso todo querido.
–No seas tonta, sabes que son casos muy distintos. Tienes todo los documentos listos me retiro de las oficinas como a las dos de la tarde y debo tener toda la documentación sobre mi escritorio a más tardar a la una querida.
–Tranquilo a esa hora todo estará ahí, ¡ah!, dime algo es verdad que te asistirá Anais estos días?
El la miro y trato de disimular respondiendo –No sé a quién asigno mi suegro, pero estoy seguro que es Sebastian quien viaja conmigo, es por los viáticos y los hoteles cariño, recuerda que el viejo es más pichirre. El la miro y sonriendo exclamó –No hay nada de que preocuparte, querida . Luego la beso.
Desde el auto Rossi, los observaba y su mundo se derrumbó. –No es posible –comento toda confundida. El cuerpo de ella se estremeció, no venían palabras a su mente la que se encontraba en blanco.
Ella esa chica, se le parecía mucho a…, esa era la asistente personal de Edward, recordó que según los comentarios ella, había sido amante de varios ejecutivos en el consorcio. Ella buscaba un buen ascenso en el consorcio y la que quería tomar su lugar allí, su nombre Nina Palmer, hija de unos de los accionistas de otra sede.
La mujer con la cual, su esposo la engañaba, no había dudas.
Cerró los ojos con inquietud, percibió como su corazón se aceleraba. Su mentón tembló por la emoción y el fuerte nudo en su garganta le ayudó a no dejarse caer, mientras los observaba como se besaban.
Ella presiono los ojos con fuerzas, mientras trataba de controlar el temblor de sus labios y el choque de sus dientes, a pesar de todo la escena le dolió, no podía evitarlo.
Se retiró un mechón de cabello de su cara, sentía un pesar en su pecho. Era engañada por su esposo y a pesar de haberlo presenciado no podía hacer nada, aún quedaba un año para la finalización del tratado entre ellos como pareja, más sin embargo, él le había manifestado ser discreto en su vida privada.
Rossi volvió a macar al teléfono de su esposo y desde allí seguía observando la escena, el celular repico un rato hasta que por fin Edward respondió
–Buenos dime Rossi, que deseas?
–Donde estas, te he estado llamando y no respondías
–Estoy ocupado, que pasa?
Ella no supo si se cortó la llamada, ella sin querer la corto o quien corto la llamada fue él.
Aunque ella no tenía alternativa para parar aquel engaño, trataría por todo lo posible de poner un freno a dichas manifestaciones en público, era lo único a lo que tenía derecho, Edward se la había prometido.
Olvidar que le era infiel y seguir con la farsa, ese cuento de hadas donde sus padres creían que estaban bien, más sin embargo para los demás ella era la estúpida engañada.
Levantó el rostro y miró al frente con decisión, hallaría la manera de desquitarse y cobrase ese engaño.
La joven rompió su sonrisa y liberó un suspiro esperando pacientemente otros cinco minutos mientras miraba su reloj, era ya un poco tarde y aún no había desayunado y ya no podía esperar más.
Rosse decidió enviarle un mensaje para ver su cinismo, así que escribió
–Ok Edward, te levantaste muy temprano hoy o no dormiste en casa, te recuerdo que hoy tu quedaste en desayunar conmigo, si no vas a venir como siempre por favor ten la amabilidad de escribirme para yo desayunar sola voy llegando al El Gran Marquéz, me han dicho que los desayunos ahí son exquisitos. . .
El mensaje que recibió la hizo sonreír con decepción
*-“Lo siento no llegaré a tiempo. Te compensaré otro día Edward”
Al leer se mofo con cierto disgusto y guardo el celular entre su bolso mientras trataba de asimilar su falta, mientras evitaba que su ojos se cristalizaran.
Se fue a desayunar sola en el cafetín frente al consorcio. Ocupo una mesa y pidió lo de siempre.
–Algo algo más, señora?.–Preguntó a uno de sus costados un camarero
–No, gracias, la cuenta por favor–Sin mirar a quien le hablaba
Minutos después llego el camarero con la cuenta, ella saco los billetes y lo deposito en la bandeja.
–Disculpe–comento el camarero, y ella se dignó a mirarlo
Era un chico joven y algo robusto
–Si?–pregunto ella algo molesta. El joven la miro de forma inquieta no sabía cómo decirle lo que tenía que comentarle
–Tengo algo de prisa, di que pasa –Tratando de ser algo cortes con el joven que la miraba apenado e inseguro.
-Usted es Rosse Evans verdad? . . .
–Sí, por qué? –Cuestiono ella
–Disculpe, usted se está divorciando de su esposo, siempre está sola y el señor pasa temprano a veces por aquí con una mujer . . .
–Este lugar me gusta mucho y el café es bueno, mi esposo a veces no me puede acompañar, casi siempre está muy ocupado y el que no andemos siempre juntos no significa nada. Lo miro con cara de fastidio y continuo –No tengo porque darte explicaciones . . .
Luego de aquellas palabras se mofo de si misma, el comentario le pareció algo gracioso.
–Ten quédate con el cambio –Se marchó tratando de ocultar un poco la tristeza de aquel comentario.
Esa tarde cuando salían de las oficinas, apenas si había conversado con Edward. No le apetecía regresar a la villa y mucho menos estar sola sin tener con quien conversar. Antes de salir de la oficina Edward le había enviado un mensaje diciendo como siempre–“Me demoro ve adelante, cuando pueda iré a casa, Edward”Esta de los más entretenida en el cafetín, tratando de consumirá un helado, cuando oyó una voz que no esperaba oír en ese instante.–Rosse –le llamo Edward con su voz ronca–Ella levantó la vista de la copa del helado que tenía al frente y lo miro con una fingida sonrisa.–Qué pasa?, mira tú helado parece casi una merengada de lo derretido que está.–Le comento él con un tono de voz molesta, mientras se sentaba frente a ella.Ella tenía un par de minutos revolviendo su helado sin prestar mucha atención y lo menos que esperaba es que Edward apareciera allí y menos con mal carácter.–Estás muy pensativa. Qué te pasa?–Exclamo Edward y la miraba con cara de fastidio.–No es nada–co
Esa mañana Nina llegaba a la oficina y con mal semblante observo el poco de carpetas dejadas a última hora de la noche, tenía mucho trabajo pendiente y eso la ponía de mal carácter, tenía que lograr su objetivo, lograr el puesto de Rosse para trabajar más cómodamente, y delegar trabajo a su asistente.Estaba ordenando las carpetas cuando llego Yonny, el idiota amigo de Edward, no lo pasaba para nada, al mirarlo con disgusto este comentó . . .–Pareces que estas molesta, nena. Nina lo miro con mal aspecto a lo que Sebastian exclamo . . .–Deberías llevarte mejor conmigo Nina, fui yo el quien evito que te cambiaran a la otra sede, nena. Tu querido Edward no se movió para nada, no trato de ayudarte.Nina no dijo nada solo hizo una pequeña mueca simulando una sonrisa que no le salió.–Nina por favor solicité que preparan el café para la junta, ve a buscarlo el camarero de la cafetería viene subiendo por el ascensor, también viene unos pasa bocas y los llevas a la sala de junta.Ella pas
Ya era media mañana y Sebastian estaba esperando a que llegara Edward. Se hacía tarde para que su amigo firmara el informe que debía ser entregado esa mañana a primera hora.Eran las diez y media cuando entro Edward por la puerta muy alterado. Sebastian lo miro y con mofa le preguntó . . .–Se puede saber que te pico hoy, que vienes así, mira la hora y aún no has firmado el informe del nuevo presupuesto los viejos lo están esperando, sobre todo tu suegro que está molestando por el intercomunicador y tú no llegabas.Edwar lo miro y con furia contesto –Sabes lo que paso anoche en el brindis?–No sé, oí algo de comentarios pero sabes bien que yo a eso no le paro mucho, si me dices.–El cretino de Rene Altamirante, tomo como acompañante a Rossi, todos comentaban lo feliz que ella se encontraba junto al idiota. Además la muy cretina se puso un vestido un poco atrevido que le quedaba tan bien que no había hombre en ese salón que no estuviera pendiente de lo que hacían ella y el cretino de R
A la mañana siguiente Rossi se levantó con una gran sonrisa en su boca, la expresión del rostro irradiaba felicidad. –¡Edawrd!-indago al ver una sombra algo borrosa a unos de sus costados. –¡Hola!, –saludo con asombro y preguntó –Y eso, tu tan de mañana en esta casa?, hare una gran raya en la pared. Exclamo Rossi con gran mofa, mientras reía. –No estoy para tus cosas Rossi. Esta también es mi casa, aquí vivo, ¡No!–Respondió el con cierto disgusto. –En serio, tú vives aquí?. Que chistoso estas, menos mal que te da por eso, y no por lanzar piedras,¡cariño!. El la miro con molestia e igualmente comento –No quiero ningún tipo de comentarios, ¡amanecí aquí y punto!, ¿Cuál es el problema?. Rossi lo miro y con sorna le respondió.–No sé, no me recuerdo ya de que me hablabas. Bueno que tengas un buen día, yo asistiré solo a la junta, luego voy a estar todo el día con el Sr. Altemirante para seguir con la compra de los materiales. Luego por la tardecita vendré a vestirme para irme a la c
Edward tenía rato de haber llegado a su oficina y trataba de analizar algunos presupuestos dejados en su escritorio, le estaba costando concentrarse en aquellas estadísticas y ya llevaba más de media hora.–¡Maldición!, Rossi es una bruja– Grito Edward lanzando los documentos a un lado del escritorio. Por un lapso permaneció allí sentado mirando al techo.Un leve toque en la puerta y sin esperar el que comentara algo Nina entro a su oficina el al mirarla preguntó–¡Qué es lo que quieres? La miro brevemente y volvió la mirada al techoElla con molestia le respondió –A mí no me trates así, Edward. Si tú no la pasas bien cuando te quedas en tu casa, yo no tengo la culpa. Ella lo miraba y como siguió sin inmutarse Nina continuo. . .–Cuando te quedas en mi casa, amaneces de otra manera, querido. No sé porque quisiste irte a quedar en tu casa.El giro la cabeza y exclamo –Si es eso por lo que estás aquí, ya vete, no quiero que nadie me moleste por ahora, Nina.Ella comentó –Solo quería f
Rossi miraba hacia el jardín de su oficina, trataba de controlarse del mal rato que acababa de pasar por la necedad de su padre. Recordaba las palabras minutos antes cruzadas con su progenitor y la hacían sentirse mal. –Hija por favor no lo hagas–Comento el Sr. Evans mientras tomaba de la mano a su hija y la acercaba más a él .–No lo despidas, es tu esposo, hija. Cuestiono ella observado su agarre –¡por qué no, papa?, él también se lo merece, además les hago un gran favor, para que pasen más tiempo juntos, pero no cerca mío, donde todos los ven y se burlan de mí, padre. –Eso te perjudicara, tu imagen y tu reputación, se verá más afectada. Rossi sonrió, exclamando –Padre, mi imagen está más que manchada; peor no puede estar. Para nadie es raro ver cómo me es infiel Edward. Solo yo era la única tonta que no terminaba por aceptarlo.–Le dijo Rossi, sacudiendo el hombro de su padre. –¿Tan pronto lo has dejado de querer?, o la codicia te ha cegado hija, mía Rossi vuelve a sonreír y re
Edward noto la rubia sentada al otro lado del bar, acariciando el borde de la copa con sus dedos, sus labios rojos esbozaban una sonrisa. Bella, voluptuosa. Destilaba deseo, sexualidad. No había nada tímido o recatado. La tendría si quisiera, sin consecuencias. A ella no le importaría la alianza que llevaba en el dedo. No tenía relación con su mujer. Sonriendo, la rubia se levantó y llegó a su lado. –¿Está solo esta noche? «Todas las noches». –Mi dama no está de humor para fiesta. Ella hizo un puchero. –¿Ah, no? –No. La rubia se inclinó, Edward percibió una nube de perfume. –Me he enterado de que nuestro anfitrión tiene un sitio reservado para clientes que prefieren un poco más de... intimidad. No había nada ambiguo en esa frase. –Eres muy descarada –le espetó –. Tú sabes que estoy casado. –Cierto, pero hay muchos rumores sobre su matrimonio. Y estoy segura de que lo sabe. –Tengo cosas mejores que hacer para estar pendiente de chismes sobre mi vida –replicó. La rubia
DÓNDE está tu mujer, Edward?. ¿Qué crees que pasará con la situación que se está presentando? Amigo. El viejo no va aceptar tu actitud fácilmente. Edward miro a su reformado amigo Sebastian, entró en el despacho. Los cristales del vaso que Rossi había roto dos días antes seguían en el suelo y también la mancha oscura del licor se observaba en la pared porque nadie había entrado en esa habitación. Era un recordatorio de lo que había ocurrido la noche que Rossi se marchó. Se lo decía casi tan alto como su m*****a conciencia. «No pasará nada». Mentira. Por supuesto que era mentira. Ella lo había desnudado, lo había dejado reducido a una masa de emociones, como la ira que no podía controlar. Otra mujer que se alejaba de él amenazando con dejarlo solo, con su orgullo sangrando, sería la comidilla de todos. No podía permitirlo, otra vez no. Por eso le había dicho que no sentía nada. Y Rossi se había ido. –¿Por qué lo preguntas? ¿Qué has oído? –Edward no se molestó en darle una expl