Rossi miraba hacia el jardín de su oficina, trataba de controlarse del mal rato que acababa de pasar por la necedad de su padre. Recordaba las palabras minutos antes cruzadas con su progenitor y la hacían sentirse mal. –Hija por favor no lo hagas–Comento el Sr. Evans mientras tomaba de la mano a su hija y la acercaba más a él .–No lo despidas, es tu esposo, hija. Cuestiono ella observado su agarre –¡por qué no, papa?, él también se lo merece, además les hago un gran favor, para que pasen más tiempo juntos, pero no cerca mío, donde todos los ven y se burlan de mí, padre. –Eso te perjudicara, tu imagen y tu reputación, se verá más afectada. Rossi sonrió, exclamando –Padre, mi imagen está más que manchada; peor no puede estar. Para nadie es raro ver cómo me es infiel Edward. Solo yo era la única tonta que no terminaba por aceptarlo.–Le dijo Rossi, sacudiendo el hombro de su padre. –¿Tan pronto lo has dejado de querer?, o la codicia te ha cegado hija, mía Rossi vuelve a sonreír y re
Edward noto la rubia sentada al otro lado del bar, acariciando el borde de la copa con sus dedos, sus labios rojos esbozaban una sonrisa. Bella, voluptuosa. Destilaba deseo, sexualidad. No había nada tímido o recatado. La tendría si quisiera, sin consecuencias. A ella no le importaría la alianza que llevaba en el dedo. No tenía relación con su mujer. Sonriendo, la rubia se levantó y llegó a su lado. –¿Está solo esta noche? «Todas las noches». –Mi dama no está de humor para fiesta. Ella hizo un puchero. –¿Ah, no? –No. La rubia se inclinó, Edward percibió una nube de perfume. –Me he enterado de que nuestro anfitrión tiene un sitio reservado para clientes que prefieren un poco más de... intimidad. No había nada ambiguo en esa frase. –Eres muy descarada –le espetó –. Tú sabes que estoy casado. –Cierto, pero hay muchos rumores sobre su matrimonio. Y estoy segura de que lo sabe. –Tengo cosas mejores que hacer para estar pendiente de chismes sobre mi vida –replicó. La rubia
DÓNDE está tu mujer, Edward?. ¿Qué crees que pasará con la situación que se está presentando? Amigo. El viejo no va aceptar tu actitud fácilmente. Edward miro a su reformado amigo Sebastian, entró en el despacho. Los cristales del vaso que Rossi había roto dos días antes seguían en el suelo y también la mancha oscura del licor se observaba en la pared porque nadie había entrado en esa habitación. Era un recordatorio de lo que había ocurrido la noche que Rossi se marchó. Se lo decía casi tan alto como su m*****a conciencia. «No pasará nada». Mentira. Por supuesto que era mentira. Ella lo había desnudado, lo había dejado reducido a una masa de emociones, como la ira que no podía controlar. Otra mujer que se alejaba de él amenazando con dejarlo solo, con su orgullo sangrando, sería la comidilla de todos. No podía permitirlo, otra vez no. Por eso le había dicho que no sentía nada. Y Rossi se había ido. –¿Por qué lo preguntas? ¿Qué has oído? –Edward no se molestó en darle una expl
La noticia de la separación de Rossi y Edward no había llegado a las primeras páginas de los periódicos y si acudía a un abogado particular y este hablaba con la prensa todo explotaría. No, no podía arriesgarse. Poe eso uso los servicios del despacho de abogados del consorcio. En ese momento, tragó saliva mientras se sentaba en la silla, esperando el abogado que había iniciado los trámites de divorcio. Todo el estrés acumulado en estos días ya tenía repercusiones en su organismo y no podía seguir esperado para ir al ginecólogo porque su ciclo menstrual nunca empezaba a tiempo. Durante años, esos retrasos no le importaban tanto, pero lo nuevo era el fuerte dolor abdominal que sentía, así que al salir del despacho se iría al ginecólogo. –Señora Evans –empezó a decir el doctor Anderson, director general del despacho –. Había esperado que su esposo la acompañase. –Me imagino que el abogado Benavides le debe haber informado del inicio de trámites del divorcio entre mi esposo y yo. No h
Edward miró a Rossi, sentada frente a él en el avión privado. Había costado mucho para que accediera a realizar el viaje a las nuevas instalaciones del nuevo Resort en las Bahamas. Tenía la impresión que ella estaba tramando su asesinato, se notaba muy pensativa. Por suerte, Rossi no era para nada vengativa o empezaría a temer que se las cobrará de alguna forma. Aunque en ese momento parecía capaz de intentar asesinarlo con cualquier cosa cortante. Y era en cierto modo comprensible, pero debía salvaguardar sus intereses y eso pensaba hacer. No podía ser blando. El suegro le dio solo unos meses para conquistar a Rossi y embarazarla, un hijo le cambiaría mucho los ánimos–El suegro comento con fuerza –Ya es hora que se ocupen de tener un hijo Edward, eso la bajaría de las alturas por dónde anda, un heredero no le vendría mal. –Suegro usted debe tener claro que Rossi no es muy allegada a la maternidad. –Eso es una mascara, todas las mujeres se derriten cuando tienen hijos. Ese era
Rossi se sentía como si le faltara el aire para respirar. Se imaginaba que era el alcohol lo que hacía que se sintiera grogui, mal la decisión tomarse tres copas en el avión. Desde el momento en que subió al avión todo le parecía ligeramente irreal. Después de media hora sobrevolando parte de Europa, decidió pedir algo de beber y se tomó varias copas de un rico coctel mientras el tiempo pasaba y a la larga hizo un efecto no deseado. Rossi oyó el repique de su celular y observo que era Altemirante, respondió tratando de controlar el mar de emociones que la embargaba –¡Hola! cómo estás, princesa, ¿Dónde estás? –Interrogo Altemirante. Edward la miro con ira y le quito el celular al oir la voz y respondió –Hola, cómo esta socio, cómo puedo ayudarte mi querida esposa está dormida junto a mí aún no se despierta y no deseo despertarla. –Buenos días, Edward disculpa no quiero molestar pero había quedado con Rossi revisar los presupuestos del risort. –Yo le aviso cuando despierte, socio.
Edwar molesto salió a caminar para controlarse. Rossi miraba por el ventanal de su habitación y noto que Edwar caminaba inquieto de un lado al otro en el jardín. Un hombre que parecía haber perdido el control era un extraño para ella.En ese instante contestaba al otro lado del celular, eso la hiso reaccionar, era Nidia su asistente y su amiga. –Hola, te he estado llamando, dónde estás, y este número –Interrogo Nidia –Estoy en Las Bahamas en el palacete de mi padre; Edward ayudado de mi padre prácticamente me secuestró. –Qué, no te entiendo ¿Cómo que te secuestro?¿Qué vas a hacer?–le preguntó. –Eres mi asistente personal, pensé que tú podrías ayudarme. Ella se rio, con el estómago encogido. –Bueno, mi fuerte no son los maridos desleales, las amantes astutas y menos los contratos matrimoniales condenados al fracaso. –Eres creativa amiga y eres muy sigilosa –dijo Rossi –No dejes tú celular a la mano, de todas formas compra otro, para comunicarnos estratégicamente cuando me hables
–Disculpe Sra Evans, pero solo recibo las órdenes de su padre, él está en el salón de estar del yate. Rossi con furia bajo en un dos por tres los escalones del yate hacia la estancia donde se encontraba su padre. –Buenos días señor Evans, que maldad tiene ahora en mente, señor. El padre se giró con una expresión de cansancio, respondió –Sólo quiero la paz y felicidad de mi única hija, es mucho pedir. –Depende cuál es la definición tuya de felicidad. A que te refieres tú por felicidad. El hombre maduro la miro y no trato de acercarse a su hija renuente, pero respondió –Un hogar, una familia. –¡AH!. Te burlas verdad. Dime algo papa. . . ¡Por qué te casaste con mi madre?. La querias por lo menos cuando tomaste la decisión de casarte con ella. Nunca he visto a mi padre opinar sobre algo, con respecto a la empresa, pero parte de las empresas eran herencia de mi madre. –Decidimos casarnos por el bien de nuestras familias y las empresas, hija. –¡AH!, una transacción comercial. Bue