Simón no lo pensó dos veces. Su instinto de padre lo dominaba por completo. Agarró la mano de Natalia con firmeza y la guió hacia su auto mientras Keiden protestaba detrás de ellos, lanzando argumentos inútiles que caían en oídos sordos. Natalia apenas podía procesar lo que ocurría. El miedo y la desesperación habían anulado su capacidad de pensar con claridad, y sus piernas apenas la sostenían. —¡Esto es una locura, Simón! —gritó Keiden mientras los seguía unos pasos—. ¡Deja que los bomberos hagan su trabajo! —Tus hombres deberían haber evitado que esto sucediera —respondió Simón, girando sobre sus talones para enfrentarlo con una mirada dura y llena de ira—. Si no vas a ayudar, al menos no estorbes. Keiden se quedó paralizado por un segundo, sorprendido por el tono implacable de Simón. Finalmente, apretó los labios y se dio la vuelta, entrando al tribunal para avisar a sus abogados y coordinar desde allí. Dentro del auto, Natalia temblaba incontrolablemente. Las lágrimas c
Mientras tanto, frente a la casa en llamas, Simón se acercó a los bomberos con paso firme y decidido, aunque uno de ellos intentó detenerlo. —Señor, no puede pasar —puso una mano sobre su pecho, mirándolo con expresión seria—. Es demasiado peligroso. —Mi hijo está ahí dentro —respondió Simón, con los dientes apretados—. Voy a entrar, les guste o no. El bombero abrió la boca para replicar, pero Simón ya había avanzado hacia la entrada, ignorando los gritos de advertencia. —Señor, regrese —llamó el bombero con voz tensa—. Ya hay bomberos haciéndose cargo de la situación, ¡regrese, por favor!Natalia observaba la escena con el corazón en la garganta, las lágrimas nublaban su vista mientras apretaba los puños con fuerza. —Por favor… tráelo de vuelta —murmuró entre sollozos, su voz era apenas audible entre el estruendo del fuego. Simón avanzó y al ver que la puerta principal estaba bloqueada, buscó una ventana lateral por donde meterse, sabiendo que cada segundo que pasara era crucia
La casa ardía con furia, como un monstruo insaciable que devoraba todo a su paso. El rugido del fuego se mezclaba con las órdenes apresuradas de los bomberos y los gritos de los vecinos que observaban desde una distancia prudente. Simón respiraba con dificultad, el calor abrasador golpeándolo con fuerza mientras trataba de avanzar. Apenas había sacado a Nathan y Ariana al exterior cuando una columna de fuego bloqueó la salida que acababa de abrir. El crujido ominoso del techo a su alrededor le indicó que no tenía mucho tiempo. Retrocedió rápidamente, buscando desesperadamente otra ruta para escapar.Al girar hacia la ventana por la que había entrado, se detuvo en seco. Una sección del techo había colapsado, dejando escombros humeantes que obstruían completamente el paso. Simón apretó los dientes, sintiendo la creciente desesperación apoderarse de él.—¡Maldición! —masculló, tosiendo violentamente al inhalar una bocanada de humo.Cubrió su boca y nariz con la mano, pero el aire ya e
Afuera de la casa en llamas, el aire estaba saturado de humo y caos. Natalia no podía apartar los ojos del edificio que devoraban las llamas, sus gritos llenos de angustia resonaban como un eco sobre el ruido de las sirenas y los gritos del personal de emergencia. La lucha contra Keiden para mantenerla lejos de los bomberos la había dejado exhausta, y aunque su cuerpo temblaba, no era de miedo sino de frustración. Cada segundo que pasaba era como un golpe directo a su alma. —¡Hagan algo! ¡Rápido, por favor! —gritó, con el corazón apretado por una angustia insoportable. Una sensación aplastante le quitaba el aire y tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no echarse a llorar allí mismo.Un bombero se le acercó rápidamente, sujetándola del brazo con cuidado pero firmeza. —Señora, por favor, necesitamos que se calme. Estamos haciendo todo lo posible para sacarlo —le dijo, aunque su tono grave no dejaba lugar para falsas esperanzas. —¡Entonces háganlo más rápido! —replicó c
En el apartamento, Julián observaba la televisión con los labios apretados. La noticia de que Simón estaba a salvo provocaba una sensación desagradable en su pecho que no podía ignorar.A su lado, Isabella suspiró con satisfacción, dejando escapar una sonrisa que no ocultaba lo mucho que disfrutaba la seguridad de Simón, aunque por razones que Julián no terminaba de comprender.—Se salvó, ¿eh? —dijo Julián, con un tono mordaz que no pasó desapercibido para Isabella.Ella giró ligeramente la cabeza, evaluándolo con una mirada fría, pero mantuvo la sonrisa.—Sí, Julián. Es increíble lo que el destino puede hacer a veces —respondió, tomando un sorbo de su vino con aire despreocupado.Julián suspiró con alivio, dejando que sus hombros se relajaran un poco. Sin embargo, algo en la postura de Isabella lo mantenía alerta. Su forma de sostener la copa de vino, el brillo en sus ojos, y la manera en que seguía mirando la pantalla le decían que no todo estaba resuelto.—Nos iremos esta misma no
Nelly abrió la boca para responder, pero no logró articular palabra alguna. Finalmente, soltó un suspiro largo, cruzando los brazos frente a su pecho como una barrera defensiva. El orgullo le impedía aceptar la verdad que Simón había presentado. Había defendido a Isabella con tanto fervor que admitir su error significaba reconocer que había tratado injustamente a Natalia, quien, además, había traído al mundo a su nieto. Simón se giró ligeramente, su mirada fija en la puerta. Cada tanto echaba un vistazo, como si esperara algo o alguien que pudiera aliviar el peso del momento. Esa espera parecía consumirlo. Nelly notó la ansiedad en sus gestos y frunció el ceño, intrigada.—¿A quién esperas? —preguntó con un dejo de irritación. —A Natalia… y a Nathan —respondió Simón sin titubear.Emilio arqueó una ceja, sorprendido por la mención del niño. Nelly intercambió una mirada rápida con él, pero se abstuvo de decir algo más. Justo en ese instante, un leve toque en la puerta capturó l
Horas antes…El silencio en casa de los Benavides era casi sepulcral, interrumpido únicamente por el tenue murmullo de la televisión encendida en un canal de noticias que nadie estaba mirando. Nathan dormía en una de las habitaciones, ajeno al caos emocional que agitaba a su madre. Natalia permanecía sentada en el sofá, con la mirada perdida en sus propias manos. Había sido un día devastador. Simón, el hombre al que tanto había detestado, había arriesgado su vida para salvar a Nathan. Ese acto tan inesperado perforaba la coraza que con tanto esfuerzo había construido.Su mente regresó al momento exacto en que Simón, desafiando el peligro, se había lanzado sin vacilar a las llamas. Era la primera vez que Simón mostraba esa valentía y que fuera por Nathan, era bastante significativo para ella.Su corazón se apretaba, recordando que, por un instante, el odio que sentía hacia él estaba siendo reemplazado por una ola de gratitud y temor.Keiden entró en la sala, rompiendo el hechizo de s
Ya en el hospital…Simón alzó su brazo, intentando romper la distancia entre él y Nathan. El pequeño avanzó con pequeños pasos frente a él, y Simón le ofreció una pequeña sonrisa cálida para infundirle confianza. —Hola, campeón —dijo, con su corazón latiendo desbocado—. Soy tu papá, ¿me recuerdas?Nathan lo miró fijamente, sus grandes ojos azules reflejaban una mezcla de curiosidad y timidez. Pero antes de que pudiera responder, Keiden carraspeó, atrayendo la atención hacia él. —Si no te sientes cómodo, Nathan, podemos intentar en otra ocasión… —comenzó a decir, pero Simón lo interrumpió con tono irritado—Esto no es asunto tuyo, Keiden —dijo con voz filosa, apretando los puños—. Haz el favor de no meterte.—No quiero interferir, pero creo que es hora de hablar de las responsabilidades que vienen con esta situación —dijo Keiden con frialdad, sus palabras estaban claramente dirigidas a Simón. Nelly frunció el ceño, mientras Emilio se inclinaba hacia adelante, interesado en la con