Aitor observó a su esposa con la mirada iracunda, los labios apretados, lo que ese hombre decía en parte era verdad: Amaneció en la cama de Abigaíl, sin saber cómo había llegado hasta ahí.
—No, yo sería incapaz —balbuceó ella, el cuerpo le temblaba, el corazón le latía con prisa. —¡Aitor! —Lo agarró del brazo.
Aitor miró los ojos grandes y llenos de lágrimas de su mujer. Apretó los puños, los cerró con fuerza, los se nudillos volvieron blancos. Trató de confiar en su esposa una vez, porque la conocía desde que era un niño, ella era inocente y de buen corazón, aunque una vez...
«Pero podría ser una calumnia» pensó.
—¿Tienes pruebas de lo que dices? —preguntó Aitor a la defensiva frunciendo el ceño.
—Sí —respondió con firmeza aquel sujeto.
Y de pronto un video apareció en una gran pantalla, y ahí se veía a Abigaíl en la habitación de la mansión Hamilton, sosteniendo relaciones con ese sujeto, se escuchaba con claridad sus gemidos, se veía su figura desnuda.
Aby se congeló en su lugar como un pilar de roca, clavó sus ojos en la pantalla, mirando la imagen del vídeo, el entorno era muy familiar, incluso la mujer que era exactamente como ella, excepto por la forma de su rostro, la forma del cuerpo y el color de la piel, parecía haberla visto antes.
«¡Esa no soy yo! ¡Y ese hombre, yo nunca he visto a este sujeto antes!» dijo ella en su mente.
—Al día siguiente planeó embaucarte, te drogó, y luego su padre los descubrió todo fue planeado por esta falsa mujer —aseguró ese hombre, apuntando con su dedo a Aby como si fuera una vulgar delincuente.
Aby reaccionó, sintió que se le contraía el estómago, y la forma en que su esposo la miraba le provocó escalofríos en la espalda, ¿le creería Aitor a ese hombre?
Las miradas llenas de desconcierto, de decepción, de burla de los invitados se posaron en Abigaíl.
—No es verdad —repitió sollozante. Se acercó a su esposo Aitor.
—La evidencia está aquí, ¿qué más quieres decir? —Aitor sintió que le subía la temperatura corporal a causa de la ira, la vista la tenía nublada, la mujer en el video sí parecía su esposa.
—¡No hice nada! ¡Aitor por favor escúchame!
—¿Estás tratando de decir que la persona en el video no eres tú, sino alguien muy similar a ti? ¡Confié tanto en ti! ¿Pero tú, intentabas engañarme? ¡Tú amor es tan venenoso! ¡Aléjate de mí!
Aitor estaba muy decepcionado, nunca pensó que Aby fuera una conspiradora tan astuta, todo había sido cuidadosamente planeado por ella, y él había caído en su trampa sin darse cuenta como un perfecto imbécil.
No pudo evitar recordar las cosas de las que sospechaba.
«Hace cinco años, fui separado de mi novia por la conspiración de Aby»
Pensando en esto, una ola de calor se precipitó en su cabeza.
Kendra en su interior sonreía, miró de soslayo a aquel hombre, asintió con la cabeza.
—Aitor, de verdad no me crees, ¿no me quieres? —cuestionó Abigaíl con desesperación, intentó acercarse de nuevo a su esposo, trató de mirarlo a los ojos.
Aitor, volvió la cara hacia el otro lado porque en ese momento, sentía que estaba en mal estado y no quería que ella lo viera, así.
— ¡Sí, ya no te amo! Si te amaba, ¡pero mi amor ha sido consumido por tu manipulación y tus trucos venenosos! —Afirmó Aitor en voz baja.
El corazón de Aby se estremeció ante lo que él susurró, su esposo no pudo evitar mostrarle su amor con esos besos y caricias que compartieron en su apartamento hacía apenas una hora.
«¡No podía ser falso! ¿Qué le pasó a su esposo?»
—¿Qué estás diciendo Aitor? Yo no manipulé nada, pensé que estabas casado conmigo porque me amas, tanto como yo a ti. ¡Nuestro hijo es producto de nuestro amor!
—Deja de llamarlo “nuestro hijo” y deja de atarme con un hijo ajeno.
—Aby, prima, basta ya —interrumpió Kendra Hamilton, la prima de Aby, Ella caminó en el medio y separó a la pareja. Miró a los ojos de Aby, bloqueó la vista de ella, y continuó—, nosotros crecimos juntos, Aitor siempre ha sido bueno contigo, te ha cuidado y te ha defendido, ¿cómo pudiste hacerle algo así a tu esposo?
—¡Exijo el divorcio, cuanto antes! —gritó Aitor.
Pero Aby no podía ver su rostro, solo lo escuchó alejarse. Trató de seguirlo, pero Kendra continuó bloqueándola con su cuerpo.
—¡Aitor! Aitor! ¡Por favor, créeme, no me dejes! —hizo a un lado a Kendra, y siguió tras la espalda de su marido, y lo agarró con éxito de la manga, pero debido a que el hombre caminaba demasiado rápido, se perdió tan pronto como lo agarró.
Abigaíl cayó pesadamente al suelo, pero logró agarrar la pernera del pantalón de su esposo para detenerlo.
El hombre inmediatamente giró la cabeza para ayudar a su esposa a levantarse, pero cuando se agachó, la mano extendida se retrajo y volvió a girar la cabeza en la otra dirección, para que su esposa no notara su rostro pálido, aunque se separaran, él no quería que ella siguiera compadeciéndolo y molestándolo cuando observara su apariencia demacrada y enferma.
—Entre nosotros, todo estuvo mal desde el principio —dijo en voz baja.
Aquellas frases se clavaron como puñales en el corazón de Aby.
—¿Qué has dicho, Aitor?
—Es como cuando quisiste alejarme de mi novia hace cinco años, fue entonces que maquinaste el accidente de coche que me hizo atropellarte, eso me impidió ver a mi novia por última vez antes de irme del país, y utilizaste tu brazo roto para llamar mi atención. Me vi obligado a quedarme para cuidarte, y luego años después cuando cumpliste la mayoría de edad, aparecí en tu cama, ni siquiera recuerdo cómo llegué ahí, y me vi obligado a casarme contigo.
El hombre ya estaba agotado por la enfermedad, por lo que extendió la mano para sostener el marco de la puerta.
Aby palideció por completo, su corazón se estremeció. Ella se incorporó un poco y se quedó de rodillas en el suelo, y levantó la cabeza, tratando de encontrar los ojos de su esposo, pero él nunca la miró.
—¿Qué quieres decir? ¿Te obligaron a casarte conmigo? —Aby se levantó del suelo apoyándose en la pared.
—Soy el marido que tu padre compró para ti, me casé contigo para saldar las deudas que tenía mi madre con tu papá.
La voz del hombre se debilitó, sentía que no podía seguir discutiendo en la reunión debido a la alta fiebre que percibía producto de todo lo que estaba ocurriendo.
«Todo está saliendo de maravilla, mejor de lo planeado» expuso Kendra en su mente, se acercó a ellos, interrumpió la discusión.
—Aitor te ves pálido, pareces incómodo, deja que te ayude a bajar. —Kendra se adelantó para ayudarlo, todos en aquel salón observaban cómo discutían y murmuraban entre ellos.
—Aitor Roig ¿Qué quieres decir? ¿Te ha comprado mi padre? —cuestionó Aby sintiendo su pecho arder—. Hoy no te vas hasta que tú lo digas. —Ella insistió mucho, tratando de hacer retroceder a su marido.
—¿No ves que Aitor está incómodo? —Kendra la miró con ira—. Prima Aby, dices que lo amas, ¡pero no te preocupas por él en absoluto! Tiene fiebre y no te das cuenta.
Kendra tenía su teléfono en el bolsillo. Acababa de ponerse en contacto con el tío Robert, el viejo ni siquiera apareció por la fiesta, le hizo esa grosería a su hija, porque no le agradaba su yerno, pero al enterarse de lo que estaba ocurriendo fue enseguida.
—No hace falta, puedo ir yo solo. —Aitor sacudió la mano de Kendra y siguió esforzándose por mirar a Aby firmemente a los ojos. —Quiero el divorcio, lo desees o no, mi abogado se pondrá en contacto contigo lo antes posible. En cuanto a tu hijo, no tiene nada que ver conmigo, y no voy a luchar por nada. —Dio vuelta para salir del salón.
—¡Aitor, Aitor! —argumentó débilmente Aby, pero Kendra la detuvo—. Prima, dile a Aitor que se calme, tal vez en un minuto él...
Justo en ese momento, el viejo Robert entró de repente en la reunión, hecho una furia corrió directamente hacia Aby.
—¡Papá! ¿Fuiste tú quien compró a Aitor para que fuera mi marido? ¿Por qué lo hiciste?
¡Paffff!
Antes de que Aby pudiera decir nada, fue fulminada por una bofetada de su padre.
—¡Zorra mal agradecida, la dignidad de la familia Hamilton ha sido deshonrada por ti! ¡No tengo una hija como tú! —siseó el viejo.
Abigaíl sintió un gran ardor en su mejilla producto de la bofetada que por primera vez su padre estampaba en su rostro.
—¡Eres la vergüenza de la familia! —prosiguió Robert. —No vuelvas a dirigirme la palabra, desde hoy te olvidas de nosotros, no somos más tu familia, tu madre allá arriba debe estar muy decepcionada de ti —espetó ardiendo de ira—, lanzó un cheque al cuerpo de su hija—, por la cantidad que quieras y desaparece de nuestras vidas —ordenó.
Abigaíl tembló, sus ojos se aguaron más de lo que ya estaba, hubiera querido agarrar ese cheque, romperlo en miles de pedazos, y no aceptar la ayuda, pero llevaba un bebé en su vientre, y un gran deseo de comenzar una nueva vida junto a su hijo, así que, con toda la amargura instaurada en su alma, se inclinó cogió aquel papel, y se alejó de ahí, decidida a no volver, y olvidarse de ese marido que no quiso escucharla, y la repudió sin darle el beneficio de la duda.
Sola, embarazada, repudiada por toda su familia Abigaíl Hamilton caminaba por las calles de Boston, parecía que ese día no contaba con suerte, y una torrencial lluvia empezó a caer, empapándola por completo. El hermoso vestido que escogió para darle la noticia del embarazo a su marido, quedó vuelto nada, su cabello era un desastre, y su alma se hallaba fragmentada en miles de pedazos. Y mientras transitaba sin rumbo, buscando un taxi, sintió pasos detrás de ella. Abigaíl empezó a caminar con prisa, el corazón le retumbaba con violencia, cuando se echó a correr dos hombres la interceptaron de frente, la agarraron por los brazos y la llevaron a oscuro callejón. —Danos todo lo que tengas —ordenó con voz ronca uno de aquellos sujetos, punzando una daga en el mentón de Abigaíl. La mujer temblaba, las palabras no salían de sus labios. **** Aitor, en la habitación del apartamento que compartía con Aby, miró en la alcoba aun las cosas de esa mala mujer. —Podría perdonar que me manipula
—Te ves algo pálida, ¿estás enferma? Como comprenderás no puedo contratar gente así, yo requiero a alguien que se comprometa con mi empresa.Abigaíl inspiró profundo, cerró sus párpados. —Lo entiendo, no estoy enferma, solo embarazada, pero le juro que no se va a arrepentir si me contrata, póngame a prueba. El señor Lombardi, se quedó pensativo, ¿qué podría perder? —Está bien, estás a prueba, no te pagaré el sueldo completo, solo la mitad, ¿estás de acuerdo? —Lo acepto —contestó Abigaíl, decidida a demostrar lo mejor de sí misma, y quedarse con ese empleo. Desde aquel entonces Aby dedicó su tiempo a sacar adelante a su hijo, y a trabajar muy duro para que al pequeño no le faltara nada, ya nunca más volvió a creer en el amor, cerró su corazón por completo a cualquier relación sentimental, su alma se llenó de amor maternal. **** Cinco años después. —¿Qué ocurre? —preguntó Abigaíl a su socio Piero Lombardi, lo miró con atención. —Nos han contratado para organizar la boda de un
Boston – Estados Unidos. La mirada de Aitor brilló por completo, había cerrado un trato millonario con un cliente para manejar sus inversiones. —Señor Robinson ha hecho el mejor negocio de su vida, no se va a arrepentir, al cabo de tres meses, tendrá grandes rendimientos. El hombre se puso de pie, apretó la mano de Aitor, cerrando el trato. —Confío en ti. —Se retiró. Durante este tiempo Aitor Roig había pasado dos años luchando contra aquella enfermedad, que parecía consumirlo, pero había vencido el mal, y ahora era un sobreviviente, y luego ya restablecido, regresó con su madre a Boston, y Robert Hamilton le informó que la deuda con él, había aumentado este tiempo, aquel anciano solo les había condonado los préstamos, y desde ese entonces Aitor trabajó día y noche por recuperar la posición social de su familia, y pagarle el dinero que le debía al padre de su ex esposa, no deseaba que la gente dijera que era un interesado, por lo que se empeñó en demostrar lo contrario, y ahora e
Aby cerró los ojos, pisó el acelerador a la fuerza, lo dejó ahí solo. Aitor anotó mentalmente las placas del vehículo, supo que era rentado, luego se pondría en contacto con la agencia para dar con la culpable. Abigaíl aparcó unas calles más adelante, toda ella estaba tensa, sentía un estremecimiento, no pudo evitar llorar, y no supo ni el motivo: nervios, miedo, o los recuerdos del pasado, o quizás saber que siempre la engañaron. —¿Estás bien mami? La dulce voz de su hijo la sacó del trance, y se golpeó la frente con el puño. «¡Qué imprudente fui!», se reprochó, enseguida con lágrimas en los ojos, volteó a mirar a su niño, sintiendo que el corazón amenazaba con salirse del pecho. —¿Estás bien? El pequeño asintió. —Un poco asustado, te pasaste la señal, eso no es correcto, y ese señor se veía muy enojado. Aby apretó los ojos, negó con la cabeza. —Así es, cometí un error, lo lamento. —La voz le tembló miró a su hijo con angustia, pudieron haber chocado, y ella no se hubiera p
Y mientras ella tomaba el elevador para bajar, Aitor Roig en la planta baja agarraba el de subida, así que ambos se cruzaron y no pudieron verse frente a frente. Y unos minutos más tarde, los fuertes golpes en la madera de la suite donde se hospedaba Aby sobresaltaron a Camila, la asistente de Abigaíl. La muchacha miró a Jake jugando con sus legos en la pequeña salita y abrió. —¿Eres Natalia Sánchez? —indagó el apuesto hombre parado bajo el vano de la puerta, la mirada de él le dio miedo, y el alto tono de su voz la estremeció. —No, yo soy su asistente, ¿quién la busca? —balbuceó. —Dile a tu jefa que salga —ordenó resoplando iracundo. El niño se sobresaltó al escuchar la voz gruesa de aquel hombre que hablaba a gritos, se puso de pie, y se escondió detrás de un muro para escuchar con atención, asomaba su cabeza de vez en cuando y apretaba sus pequeños puños. «¿Por qué ese hombre grita? Me dan ganas de darle una patada por irrespetuoso» pensó el niño, no le agradaban ese tipo de
Aitor no podía creer que Abigaíl, la misma chiquilla que lo veneraba, y adoraba, le hablara de esa forma, después de que ella fue la culpable de su separación, de que con trampas lo obligó a casarse con ella estuviera ahí decidida a organizar su nueva boda. Resopló y apretó los puños con fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.«No puedo creer que siga siendo una cínica. No vas a arruinar esta boda Abigaíl Hamilton» —No vamos a contratar tus servicios, buscaremos otra agencia —indicó él. —Perfecto —respondió Abigaíl, no estaba para rogarle a nadie—, nos hacen llegar el cheque con la multa, caso contrario los vamos a demandar. —Aitor. —Kendra lo agarró del brazo—, ya hemos adelantado bastante con ellos, y buscar una nueva agencia retrasaría la boda, y seguro eso es lo que Aby desea, no le demos ese gusto —murmuró. Abigaíl rodó los ojos al escucharla. —Al contrario, si por mí fuera los casaría en este momento. —Hizo la señal de la cruz—, yo los declaro marido y mujer. —Se mofó
Aitor salió desde muy temprano de su apartamento, dejó a Kendra dormida, llegó a su despacho, la asistente le informó que tenía una sesión con un importante cliente, así que solicitó que lo hicieran pasar a la sala de juntas.—Señor Smith buenos días, que gusto tenerlo acá —dijo Aitor con amabilidad, saludó con el hombre de cabello cano—, imagino que desea invertir su fondo de jubilación. —Así es señor Roig, vine acompañado de mis hijos, yo no entiendo mucho de esas cosas de finanzas. —Señaló a dos caballeros, acompañados de dos mujeres más. —No se preocupen, yo lo voy a asesorar y ofrecerle el mejor paquete de beneficios —comunicó, y mientras Aitor charlaba con sus clientes, Abigaíl llegó al lujoso piso donde funcionaba el despacho de él. «Veo que te ha ido bien en la vida» pensó en su mente. «Pero no importa lo millonario que seas: ¿no puedes aprender a ser un poco más tolerante con los demás? Únicamente por un traje, eres tan mezquino que pones el planeta patas arriba solo para
Abigaíl sintió un sudor frío en la frente, percibía su pecho subir y bajar agitado, Aitor se acercaba cada vez más; pero el ascensor aterrizó tan lento como si esperara la llegada de su ex. Antes de que él llegara justo se abrió, ella se metió con rapidez, intentó cerrarlo, pero Aitor lo detuvo, entró en el elevador y agarró el brazo de Aby con una mano.Ella pensó en forcejear, pero no lo hizo, no podía mostrar su nerviosismo cada vez lo que tenía cerca, y él aprovechó ese lapsus, para aproximarse más a ella, la miró a los ojos, se reflejó en esa clara, aceitunada, y hermosa mirada, llena de melancolía, similar a la de cuando Aby tenía cinco años y se conocieron.—¿Qué hace, señor Roig? —cuestionó—, a su mujer no le va a gustar que esté encerrado conmigo en un elevador. —Abigaíl levantó la voz y trató de retirar su mano del agarre de él, la expresión en los ojos le cambió, lo observó de una forma fría y despiadada.Pero Aitor estaba muy enojado frente a ella, que no escuchaba con cla