Aby cerró los ojos, pisó el acelerador a la fuerza, lo dejó ahí solo.
Aitor anotó mentalmente las placas del vehículo, supo que era rentado, luego se pondría en contacto con la agencia para dar con la culpable.
Abigaíl aparcó unas calles más adelante, toda ella estaba tensa, sentía un estremecimiento, no pudo evitar llorar, y no supo ni el motivo: nervios, miedo, o los recuerdos del pasado, o quizás saber que siempre la engañaron.
—¿Estás bien mami?
La dulce voz de su hijo la sacó del trance, y se golpeó la frente con el puño.
«¡Qué imprudente fui!», se reprochó, enseguida con lágrimas en los ojos, volteó a mirar a su niño, sintiendo que el corazón amenazaba con salirse del pecho.
—¿Estás bien?
El pequeño asintió.
—Un poco asustado, te pasaste la señal, eso no es correcto, y ese señor se veía muy enojado.
Aby apretó los ojos, negó con la cabeza.
—Así es, cometí un error, lo lamento. —La voz le tembló miró a su hijo con angustia, pudieron haber chocado, y ella no se hubiera perdonado si algo le pasaba al pequeño.
«No puedo creer que aún me pongas mal Aitor Roig» se limpió las lágrimas. «Pero ahora tengo un hijo por quien velar, y ni tú, ni nadie me va a vencer»
****
Aitor lanzó la puerta de su lujoso apartamento, llegó a zancadas a la alcoba, y Kendra salió del tocador, no vivían juntos, pero desde el anuncio de la boda, se quedaba en ocasiones por días ahí.
—¿Qué te ocurrió? —indagó, lo miró abriendo los ojos con sorpresa.
—Una de esas mujeres que no se fijan se cruzó el rojo cuando yo ponía un pie en la calzada, me empapó y la muy…—Apretó los labios—, huyó.
Kendra ladeó los labios, se acercó a él, y frunció la nariz.
—Hueles a alcantarilla, qué asco —musitó y se alejó. —¿Era bonita?
Y de pronto de manera repentina un flash de recuerdo vino a su mente, rememoró la noche de su fiesta de cumpleaños número veinticinco, cuando se ensució el saco de grasa por encender su envejecido auto, y Aby como buena esposa le había llevado una chaqueta nueva, y hasta se ofreció a ayudarlo, y en ningún momento lo repudió.
Sacudió la cabeza, no sabía por qué desde que anunció su boda con Kendra, los recuerdos de su fallido matrimonio con Abigaíl aparecían de pronto.
—¡Hey! ¡Te estoy hablando! —exclamó Kendra.
—Ni siquiera pude verla, cuando quise reclamarle, huyó.
—¡Vaya tipeja! —respondió con desdén Kendra—, bueno amor cámbiate y báñate, recuerda que a las seis tenemos la entrevista con la organizadora.
Aitor resopló, lo había olvidado.
—¿A las seis? —cuestionó resoplando—, debiste decirme con tiempo, tengo que revisar unas inversiones a esa hora.
Kendra lo observó con seriedad.
—Te avisé, y espero no faltes es importante. —Agarró su bolso, y solo le lanzó un beso al aire—, nos vemos en la quinta donde haremos la fiesta. —Guiñó un ojo y se marchó.
Aitor aprovechó ese momento para hacer una llamada a su asistente.
—Averigua en esta agencia de autos, a qué persona le rentaron un vehículo, te dicto las placas.
—Claro señor. —La chica anotó—, enseguida le daré esa información.
—Lo necesito para ya —ordenó, colgó y se metió a la ducha.
Instantes después cuando salió del tocador envuelto de la cintura para abajo con una toalla, revisó su móvil y tenía el nombre de esa mujer:
—Natalia Sánchez.
Por el nombre que usaba Aby para trabajar; pensó que se trataba de una mujer de origen latino, no relacionó ni un minuto con la madre de su ex esposa quién se llamaba así.
—Tendrás que trabajar muy duro para devolverme el traje —espetó resoplando—, iré a hacerte una visita en el hotel donde te hospedas, para que aprendas que en este país se respetan las leyes de tránsito —gruñó apretando sus puños.
***
Abigaíl ya no era la misma chiquilla inocente a quién engañaron, humillaron, y repudiaron en el pasado, no ahora era una mujer fuerte, había salido adelante por sus propios medios, había aprendido a sanar su alma, pero ver de nuevo a Aitor, la descompuso, y no se podía dar ese lujo.
—No puedo sentir nada por ti, más que desprecio —musitó mientras se miraba al espejo.
Sí había cambiado por dentro, por fuera también lo hizo, ya no era la muchacha delgada e insignificante que quizás muchos recordaban, con la maternidad su cuerpo se había transformado, y también gracias al ejercicio físico que practicaba a diario.
Eligió para enfrentar a sus enemigos uno de sus mejores vestidos, no era nada atrevido, ella era una planificadora de bodas, y debía lucir elegante; sin embargo, algo en su interior la hizo querer verse sensual, por lo que escogió un vestido de diseñador color morado estilo sastre, la prenda se cruzaba desde el busto a la cintura y se agarraba a un costado con un broche dorado con perlas, se veía sofisticada, pero atractiva, el vestido le quedaba entallado a su esbelta figura, se calzó los stilletos de tacón de aguja de doce centímetros. El cabello lo recogió en un moño, y maquilló sus carnosos labios del mismo color del vestido, su mirada azulada la enmarcó con sombras suaves, en sus pestañas aplicó rímel, se colocó algo de rubor en las mejillas, y sonrió satisfecha al verse al espejo.
—Mami, tocan a la puerta —escuchó que avisó Jake.
—Ya voy cariño —gritó desde el tocador.
Abigaíl salió, abrió la puerta, y sonrió, era su asistente, quien no había podido viajar con ella, y llegó en ese momento.
—Debo irme ya, a la reunión con los clientes, te encargo a Jake, que no duerma tarde, y que coma todas las verduras.
—¡Fuchi! —exclamó el pequeño—, estamos en Estados Unidos, mami, mejor unas hamburguesas. —Aleteó las pestañas coqueto, sabía que su madre era incapaz de resistirse a ese galanteo.
—Está bien, solo por hoy. —Se acercó al niño, besó su frente, agarró su portafolio y su bolso, salió de la alcoba del hotel, y fue directo al elevador para pulsar el botón de bajada.
*****
—Tienes que pagármelas, Natalia Sánchez. — gruñó en un susurro Aitor, entrando al vestíbulo del hotel, y de inmediato pulsando el botón de subida del ascensor.
Parece que el encuentro se dará más pronto de lo que ellos, imaginan. Espero estén disfrutando de este libro.
Y mientras ella tomaba el elevador para bajar, Aitor Roig en la planta baja agarraba el de subida, así que ambos se cruzaron y no pudieron verse frente a frente. Y unos minutos más tarde, los fuertes golpes en la madera de la suite donde se hospedaba Aby sobresaltaron a Camila, la asistente de Abigaíl. La muchacha miró a Jake jugando con sus legos en la pequeña salita y abrió. —¿Eres Natalia Sánchez? —indagó el apuesto hombre parado bajo el vano de la puerta, la mirada de él le dio miedo, y el alto tono de su voz la estremeció. —No, yo soy su asistente, ¿quién la busca? —balbuceó. —Dile a tu jefa que salga —ordenó resoplando iracundo. El niño se sobresaltó al escuchar la voz gruesa de aquel hombre que hablaba a gritos, se puso de pie, y se escondió detrás de un muro para escuchar con atención, asomaba su cabeza de vez en cuando y apretaba sus pequeños puños. «¿Por qué ese hombre grita? Me dan ganas de darle una patada por irrespetuoso» pensó el niño, no le agradaban ese tipo de
Aitor no podía creer que Abigaíl, la misma chiquilla que lo veneraba, y adoraba, le hablara de esa forma, después de que ella fue la culpable de su separación, de que con trampas lo obligó a casarse con ella estuviera ahí decidida a organizar su nueva boda. Resopló y apretó los puños con fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.«No puedo creer que siga siendo una cínica. No vas a arruinar esta boda Abigaíl Hamilton» —No vamos a contratar tus servicios, buscaremos otra agencia —indicó él. —Perfecto —respondió Abigaíl, no estaba para rogarle a nadie—, nos hacen llegar el cheque con la multa, caso contrario los vamos a demandar. —Aitor. —Kendra lo agarró del brazo—, ya hemos adelantado bastante con ellos, y buscar una nueva agencia retrasaría la boda, y seguro eso es lo que Aby desea, no le demos ese gusto —murmuró. Abigaíl rodó los ojos al escucharla. —Al contrario, si por mí fuera los casaría en este momento. —Hizo la señal de la cruz—, yo los declaro marido y mujer. —Se mofó
Aitor salió desde muy temprano de su apartamento, dejó a Kendra dormida, llegó a su despacho, la asistente le informó que tenía una sesión con un importante cliente, así que solicitó que lo hicieran pasar a la sala de juntas.—Señor Smith buenos días, que gusto tenerlo acá —dijo Aitor con amabilidad, saludó con el hombre de cabello cano—, imagino que desea invertir su fondo de jubilación. —Así es señor Roig, vine acompañado de mis hijos, yo no entiendo mucho de esas cosas de finanzas. —Señaló a dos caballeros, acompañados de dos mujeres más. —No se preocupen, yo lo voy a asesorar y ofrecerle el mejor paquete de beneficios —comunicó, y mientras Aitor charlaba con sus clientes, Abigaíl llegó al lujoso piso donde funcionaba el despacho de él. «Veo que te ha ido bien en la vida» pensó en su mente. «Pero no importa lo millonario que seas: ¿no puedes aprender a ser un poco más tolerante con los demás? Únicamente por un traje, eres tan mezquino que pones el planeta patas arriba solo para
Abigaíl sintió un sudor frío en la frente, percibía su pecho subir y bajar agitado, Aitor se acercaba cada vez más; pero el ascensor aterrizó tan lento como si esperara la llegada de su ex. Antes de que él llegara justo se abrió, ella se metió con rapidez, intentó cerrarlo, pero Aitor lo detuvo, entró en el elevador y agarró el brazo de Aby con una mano.Ella pensó en forcejear, pero no lo hizo, no podía mostrar su nerviosismo cada vez lo que tenía cerca, y él aprovechó ese lapsus, para aproximarse más a ella, la miró a los ojos, se reflejó en esa clara, aceitunada, y hermosa mirada, llena de melancolía, similar a la de cuando Aby tenía cinco años y se conocieron.—¿Qué hace, señor Roig? —cuestionó—, a su mujer no le va a gustar que esté encerrado conmigo en un elevador. —Abigaíl levantó la voz y trató de retirar su mano del agarre de él, la expresión en los ojos le cambió, lo observó de una forma fría y despiadada.Pero Aitor estaba muy enojado frente a ella, que no escuchaba con cla
Las piernas de Aby se debilitaron, sus barreras empezaron a desmoronarse, pero no, no podía sucumbir, y demostrarle que su corazón aún latía por él, forcejeó, no le correspondió como él esperaba, al contrario, le dolió el alma, cuántas veces cuando fue su esposa añoró con ese momento, y ahora que no eran nada, que él se iba a casar con su prima, la estaba besando en el elevador.«¿Por qué haces esto Aitor Roig? ¿Qué pretendes? ¿Qué quieres demostrar?», pensó con tristeza.Con el corazón temblando y la respiración agitada, logró empujarlo, lo abofeteó por atrevido.—¡No vuelvas a hacerlo! —advirtió enfurecida, lo miró con enojo—. No creo que a Kendra le agrade que me estés besando en un elevador, y menos me hagas ese tipo de preguntas. —Lo miró a los ojos, sintiendo como el aliento de él a menta soplaba aún cerca de sus labios—, yo solo me comporto de la misma forma que tú lo haces, vas y dejas amenazas en el hotel, yo vine a devolverte el gesto, es todo —musitó—, y aléjate de mí, si m
Aitor se aclaró la garganta, carraspeó. —Está embarazada. —¿Y es tuyo? —preguntó Zack mirando atento a su amigo. —No empieces, siempre le tuviste mala voluntad a Kendra, tiene sus defectos, pero es una chica buena. —¿Buena? —bufó Zack se puso de pie—, es una bruja, y casi asesina —declaró—, cuando tú y yo éramos jóvenes, yo vi cuando empujó a Aby a la carretera para que la atropellaras. Aitor se atragantó con el whisky, abrió sus ojos con sorpresa, palideció por completo, parpadeó. —¿Qué has dicho? ¿Por qué te quedaste callado? ¿Por qué no hablaste antes? —cuestionó vociferando, respirando agitado. —Porque Kendra…—Apretó los labios—, me sedujo, me pagó muy bien mi silencio, yo era un adolescente hormonal —comunicó—, y luego ya todo pasó, y me quedé callado. Aitor cerró los ojos, colocó sus manos sobre la mesa, resoplaba una y otra vez. —¿Tuviste relaciones con Kendra, y por eso no hablaste? —cuestionó Aitor exaltado, tenía el ceño fruncido, la mirada oscurecida, no era que le
Kendra abrió los labios frunció el ceño.—Pero, Aitor… ¿La vas a defender? —balbuceó. —No intervengas Aitor —vociferó Robert—, esto es entre mi hija y yo. ¿Quieres que de nuevo te humille, nos humille? —gritó, y miró a su hija con desprecio.Aby volvió al presente al escuchar la voz de Aitor, sus ojos estaban anegados de lágrimas por los recuerdos de su triste infancia, su respiración era irregular, pero ya no podía dejar que de nuevo la humillaran como esa noche.—Maltratándola no es la forma —gruñó Aitor, volteó la miró con ternura, el corazón se le estremeció, estiró su mano a Aby para ayudarla a ponerse de pie, pero ella lo miró con profunda seriedad, se levantó sola dejándolo con el brazo extendido. —Cállate Aitor —vocifero Robert iracundo—, te voy a advertir algo y espero te quede claro: ¡No creas que porque te casas con mi sobrina, puedes dictar mis asuntos! ¡No estás calificado para hablar en la familia Hamilton! Abigaíl escuchó la respuesta desdeñosa de su padre y supo que
—No se encuentra —contestó Jake. —¿Para qué la buscas?Aitor ladeó los labios, sintió infinita ternura por el niño, se inclinó para estar a la misma altura de su hijo, percibió como el pulso se le aceleraba. —Solo quiero conversar con ella —mencionó con voz suave sin dejar de mirarlo. —¿Cómo te llamas? El pequeño se reflejó en los ojos de su papá. —Yo no te conozco, mi mamá siempre me dice que no hable con desconocidos, y tú eres eso para mí. «¡Un desconocido!» Aquellas tiernas palabras se incrustaron como puñales en el corazón de Aitor, le dolió hasta el alma, tragó la saliva. —Yo me llamo Aitor, y podemos ser amigos, claro si tú lo deseas. El pequeño volvió a contemplar con atención. —Mi nombre es Jake Hamilton. Aitor inclinó su cabeza, la respiración se le acortó, recordó como repudió a su propio hijo, era lógico que solo tuviera el apellido de Aby. —Tienes un nombre muy bonito —carraspeó. Y de pronto el taconeo de unos zapatos de mujer golpeando la baldosa captó