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Capítulo 6: ¡Te voy a cobrar el traje!

Aby cerró los ojos, pisó el acelerador a la fuerza, lo dejó ahí solo.

Aitor anotó mentalmente las placas del vehículo, supo que era rentado, luego se pondría en contacto con la agencia para dar con la culpable.

Abigaíl aparcó unas calles más adelante, toda ella estaba tensa, sentía un estremecimiento, no pudo evitar llorar, y no supo ni el motivo: nervios, miedo, o los recuerdos del pasado, o quizás saber que siempre la engañaron.

—¿Estás bien mami?

La dulce voz de su hijo la sacó del trance, y se golpeó la frente con el puño.

«¡Qué imprudente fui!», se reprochó, enseguida con lágrimas en los ojos, volteó a mirar a su niño, sintiendo que el corazón amenazaba con salirse del pecho.

—¿Estás bien?

El pequeño asintió.

—Un poco asustado, te pasaste la señal, eso no es correcto, y ese señor se veía muy enojado.

Aby apretó los ojos, negó con la cabeza.

—Así es, cometí un error, lo lamento. —La voz le tembló miró a su hijo con angustia, pudieron haber chocado, y ella no se hubiera perdonado si algo le pasaba al pequeño.

«No puedo creer que aún me pongas mal Aitor Roig» se limpió las lágrimas. «Pero ahora tengo un hijo por quien velar, y ni tú, ni nadie me va a vencer»

****

Aitor lanzó la puerta de su lujoso apartamento, llegó a zancadas a la alcoba, y Kendra salió del tocador, no vivían juntos, pero desde el anuncio de la boda, se quedaba en ocasiones por días ahí.

—¿Qué te ocurrió? —indagó, lo miró abriendo los ojos con sorpresa.

—Una de esas mujeres que no se fijan se cruzó el rojo cuando yo ponía un pie en la calzada, me empapó y la muy…—Apretó los labios—, huyó.

Kendra ladeó los labios, se acercó a él, y frunció la nariz.

—Hueles a alcantarilla, qué asco —musitó y se alejó. —¿Era bonita?

Y de pronto de manera repentina un flash de recuerdo vino a su mente, rememoró la noche de su fiesta de cumpleaños número veinticinco, cuando se ensució el saco de grasa por encender su envejecido auto, y Aby como buena esposa le había llevado una chaqueta nueva, y hasta se ofreció a ayudarlo, y en ningún momento lo repudió.

Sacudió la cabeza, no sabía por qué desde que anunció su boda con Kendra, los recuerdos de su fallido matrimonio con Abigaíl aparecían de pronto.

—¡Hey! ¡Te estoy hablando! —exclamó Kendra.

—Ni siquiera pude verla, cuando quise reclamarle, huyó.

—¡Vaya tipeja! —respondió con desdén Kendra—, bueno amor cámbiate y báñate, recuerda que a las seis tenemos la entrevista con la organizadora.

Aitor resopló, lo había olvidado.

—¿A las seis? —cuestionó resoplando—, debiste decirme con tiempo, tengo que revisar unas inversiones a esa hora.

Kendra lo observó con seriedad.

—Te avisé, y espero no faltes es importante. —Agarró su bolso, y solo le lanzó un beso al aire—, nos vemos en la quinta donde haremos la fiesta. —Guiñó un ojo y se marchó.

Aitor aprovechó ese momento para hacer una llamada a su asistente.

—Averigua en esta agencia de autos, a qué persona le rentaron un vehículo, te dicto las placas.

—Claro señor. —La chica anotó—, enseguida le daré esa información.

—Lo necesito para ya —ordenó, colgó y se metió a la ducha.

Instantes después cuando salió del tocador envuelto de la cintura para abajo con una toalla, revisó su móvil y tenía el nombre de esa mujer:

—Natalia Sánchez.

Por el nombre que usaba Aby para trabajar; pensó que se trataba de una mujer de origen latino, no relacionó ni un minuto con la madre de su ex esposa quién se llamaba así.

—Tendrás que trabajar muy duro para devolverme el traje —espetó resoplando—, iré a hacerte una visita en el hotel donde te hospedas, para que aprendas que en este país se respetan las leyes de tránsito —gruñó apretando sus puños.

***

Abigaíl ya no era la misma chiquilla inocente a quién engañaron, humillaron, y repudiaron en el pasado, no ahora era una mujer fuerte, había salido adelante por sus propios medios, había aprendido a sanar su alma, pero ver de nuevo a Aitor, la descompuso, y no se podía dar ese lujo.

—No puedo sentir nada por ti, más que desprecio —musitó mientras se miraba al espejo.

Sí había cambiado por dentro, por fuera también lo hizo, ya no era la muchacha delgada e insignificante que quizás muchos recordaban, con la maternidad su cuerpo se había transformado, y también gracias al ejercicio físico que practicaba a diario.

Eligió para enfrentar a sus enemigos uno de sus mejores vestidos, no era nada atrevido, ella era una planificadora de bodas, y debía lucir elegante; sin embargo, algo en su interior la hizo querer verse sensual, por lo que escogió un vestido de diseñador color morado estilo sastre, la prenda se cruzaba desde el busto a la cintura y se agarraba a un costado con un broche dorado con perlas, se veía sofisticada, pero atractiva, el vestido le quedaba entallado a su esbelta figura, se calzó los stilletos de tacón de aguja de doce centímetros. El cabello lo recogió en un moño, y maquilló sus carnosos labios del mismo color del vestido, su mirada azulada la enmarcó con sombras suaves, en sus pestañas aplicó rímel, se colocó algo de rubor en las mejillas, y sonrió satisfecha al verse al espejo.

—Mami, tocan a la puerta —escuchó que avisó Jake.

—Ya voy cariño —gritó desde el tocador.

Abigaíl salió, abrió la puerta, y sonrió, era su asistente, quien no había podido viajar con ella, y llegó en ese momento.

—Debo irme ya, a la reunión con los clientes, te encargo a Jake, que no duerma tarde, y que coma todas las verduras.

—¡Fuchi! —exclamó el pequeño—, estamos en Estados Unidos, mami, mejor unas hamburguesas. —Aleteó las pestañas coqueto, sabía que su madre era incapaz de resistirse a ese galanteo.

—Está bien, solo por hoy. —Se acercó al niño, besó su frente, agarró su portafolio y su bolso, salió de la alcoba del hotel, y fue directo al elevador para pulsar el botón de bajada.

*****

—Tienes que pagármelas, Natalia Sánchez. — gruñó en un susurro Aitor, entrando al vestíbulo del hotel, y de inmediato pulsando el botón de subida del ascensor.

Angellyna Merida

Parece que el encuentro se dará más pronto de lo que ellos, imaginan. Espero estén disfrutando de este libro.

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