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Capítulo 5: De regreso a Boston.

Boston – Estados Unidos.

La mirada de Aitor brilló por completo, había cerrado un trato millonario con un cliente para manejar sus inversiones.

—Señor Robinson ha hecho el mejor negocio de su vida, no se va a arrepentir, al cabo de tres meses, tendrá grandes rendimientos.

El hombre se puso de pie, apretó la mano de Aitor, cerrando el trato.

—Confío en ti. —Se retiró.

Durante este tiempo Aitor Roig había pasado dos años luchando contra aquella enfermedad, que parecía consumirlo, pero había vencido el mal, y ahora era un sobreviviente, y luego ya restablecido, regresó con su madre a Boston, y Robert Hamilton le informó que la deuda con él, había aumentado este tiempo, aquel anciano solo les había condonado los préstamos, y desde ese entonces Aitor trabajó día y noche por recuperar la posición social de su familia, y pagarle el dinero que le debía al padre de su ex esposa, no deseaba que la gente dijera que era un interesado, por lo que se empeñó en demostrar lo contrario, y ahora era un empresario exitoso, multimillonario.

Se puso de pie y fue hasta el bar que tenía en su elegante oficina, la vista desde los grandes ventanales era espectacular, se sirvió un whisky para celebrar su triunfo, y mientras disfrutaba de su éxito, la puerta del despacho se abrió.

—Amor, ¿puedo pasar? —La voz de Kendra lo sacó de sus cavilaciones—, vine para que terminemos la lista de invitados —comunicó, se aproximó a él, besó sus labios.

Aitor correspondió con frialdad no estaba enamorado de Kendra, pero tampoco le era desagradable, era una chica atractiva. Y luego de una noche de copas en un bar, cuando él estaba ebrio, Kendra tomo la iniciativa, pero Aitor casi no recordaba bien lo ocurrido, tan solo al amanecer cuando ella apareció desnuda en su cama, y luego resultó embarazada, y ese era el motivo de la boda, era como si el destino de él estuviera predestinado a casarse siempre forzado.

—¿Y tiene que ser en este momento? —indagó frunciendo el ceño, miró su reloj—, en treinta minutos tengo una cita con un cliente importante.

Kendra ladeó los labios.

—Será muy rápido, lo prometo, es que contraté la mejor agencia para organizar nuestra boda —murmuró emocionada—, y la encargada del evento me pidió vía correo la lista de invitados, ellos están en Europa, y por el cambio de horario, debemos apurarnos —explicó con la mirada iluminada, sacó de su bolso su iPad para mostrarle los avances a Aitor.                               

Aitor dejó a un lado su vaso con whisky resopló, y se sentó en la sala junto a su novia, y empezó a revisar el listado, y de pronto la expresión serena que tenía minutos antes se le borró del rostro, parpadeó y leyó bien ese nombre que le causó que el estómago se le revolviera.

—¿Abigaíl? —cuestionó arrugó el ceño, se puso de pie, apretó los puños, resoplando con molestia. —¿Es en serio?

—Tranquilo, solo la puse por cortesía, dudo que vuelva, después de lo que hizo, y que sabe que mi tío no la quiere ni ver, estoy segura de que no se atrevería a venir —aseguró y soltó una sonora carcajada que retumbó en la oficina—, sería muy tonta si aparecer por acá. —Ladeó los labios con una expresión de cinismo.

Aitor negó con la cabeza, gruñó.

—¡No hagas el ridículo! ¡Vuelve a cambiar la lista y borra su nombre! ¡No quiero que con pretexto de la boda esa infeliz aparezca! —vociferó.

—Pero… Aitor, sé que ella no se atreve a venir…

—¡Deja de mencionarla! ¡Haz lo que te digo! ¡Sabes muy bien por qué quiero casarme contigo!

—Perdona, Aitor, te he vuelto a molestar, es una idiotez de mi parte, lo enmendaré.

Aitor la miró con seriedad, asintió, sabía que en el fondo lo que Kendra quería demostrarle a Aby, era que se había quedado con él, como si fuera el premio mayor.  Miró de nuevo el reloj y dejó a un lado ese listado, se acomodó el traje, despidió a su novia.

Volvió a beber un whisky, y fue calmándose, escuchar el nombre de Aby lo descontrolaba, y nunca se puso a pensar en los motivos, y de pronto lo invadieron las dudas:

«¿Y si Abigaíl era inocente y ese niño era tu hijo?» Una extraña voz hizo eco en su mente, cuestionándole el nunca haberle dado el beneficio de la duda, sacudió la cabeza.

—Era experta en mentiras y manipulación, ese bebé no era mío —musitó en soledad—, y así lo hubiera sido, ya murió, así que no tengo forma de comprobar nada.

En la misma tarde, Aitor selló otro millonario contrato para su empresa, parecía que la suerte le sonreía, miró su reloj, eran como las tres de la tarde, salió del lujoso restaurante, estaba cerca del gran edificio en donde funcionaba su compañía.

Caminó con tranquilidad por las calles de la ciudad, sonriendo por sus triunfos, se detuvo en la banqueta para mirar el enorme edificio en donde su apellido brillaba en todo su esplendor: Investment Funds Roig.

***

Aby atravesaba el distrito financiero para llegar al hotel en el vehiculo rentado, bufó con ironía se iba a hospedar en uno de los lujosos hoteles que pertenecían a su familia.

—Las vueltas de la vida —musitó, y de pronto cuando volteó hacia una de las banquetas, sus ojos se enfocaron en aquel hombre de imponente presencia. —¿Aitor? —cuestionó en un hilo de voz, lo contempló a la brevedad, se veía más maduro con esa barba de candado que le quedaba de maravilla, vestía un impecable traje de diseñador.

Abigaíl sintió de nuevo aquel revoloteo en su estómago, y se reprochó por sentir eso, no podía, no era correcto, se desestabilizó, y en vez de aplastar el freno, pisó el acelerador, lo empapó y ella se pasó un rojo, frenó de golpe asustada, antes de colisionar con otro vehículo.

—¡M@ldita sea! —gruñó Aitor refunfuñando, se disponía a cruzar cuando fue bañado de pies a cabeza por un auto que no se fijó del charco de agua, ni del semáforo en rojo.

Tenía una cita importante en menos de veinte minutos y su impecable traje y todo él quedaron llenos de lodo.

Aby escuchó los insultos a gritos de los otros conductores, pero nada parecía importarle, porque miró por el retrovisor a Aitor aproximándose a ella a reclamarle.

—No, no, no, él no puede ver a Jake, no puede reconocerme, esto no es correcto —musitó, agitó sus dedos, miraba impaciente el semáforo—, cambia de luz, hazlo, ya —repetía, y miró que él se acercaba más.

—¡Oye! ¿No te han enseñado a conducir? —cuestionó Aitor a gritos, iracundo.

Aby se sobresaltó al escuchar su voz gruesa, varonil.

Justo en ese momento la luz verde cambió.

—¡No huyas! —exclamó furioso, apretó los puños.

Aitor Roig se dio cuenta de que era una mujer, solo que no miró su rostro. —¡Te voy a cobrar el traje! —vociferó.

Angellyna Merida

Espero estén disfrutando de este nuevo libro, no olviden sus reseñas y comentarios. Este libro no pertenece a ninguna seria, se lee de forma individual. ¿Qué pasará cuando Kendra y Aitor vuelvan a ver a Aby? ¿Lo quieren descubrir?

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