Boston – Estados Unidos.
La mirada de Aitor brilló por completo, había cerrado un trato millonario con un cliente para manejar sus inversiones.
—Señor Robinson ha hecho el mejor negocio de su vida, no se va a arrepentir, al cabo de tres meses, tendrá grandes rendimientos.
El hombre se puso de pie, apretó la mano de Aitor, cerrando el trato.
—Confío en ti. —Se retiró.
Durante este tiempo Aitor Roig había pasado dos años luchando contra aquella enfermedad, que parecía consumirlo, pero había vencido el mal, y ahora era un sobreviviente, y luego ya restablecido, regresó con su madre a Boston, y Robert Hamilton le informó que la deuda con él, había aumentado este tiempo, aquel anciano solo les había condonado los préstamos, y desde ese entonces Aitor trabajó día y noche por recuperar la posición social de su familia, y pagarle el dinero que le debía al padre de su ex esposa, no deseaba que la gente dijera que era un interesado, por lo que se empeñó en demostrar lo contrario, y ahora era un empresario exitoso, multimillonario.
Se puso de pie y fue hasta el bar que tenía en su elegante oficina, la vista desde los grandes ventanales era espectacular, se sirvió un whisky para celebrar su triunfo, y mientras disfrutaba de su éxito, la puerta del despacho se abrió.
—Amor, ¿puedo pasar? —La voz de Kendra lo sacó de sus cavilaciones—, vine para que terminemos la lista de invitados —comunicó, se aproximó a él, besó sus labios.
Aitor correspondió con frialdad no estaba enamorado de Kendra, pero tampoco le era desagradable, era una chica atractiva. Y luego de una noche de copas en un bar, cuando él estaba ebrio, Kendra tomo la iniciativa, pero Aitor casi no recordaba bien lo ocurrido, tan solo al amanecer cuando ella apareció desnuda en su cama, y luego resultó embarazada, y ese era el motivo de la boda, era como si el destino de él estuviera predestinado a casarse siempre forzado.
—¿Y tiene que ser en este momento? —indagó frunciendo el ceño, miró su reloj—, en treinta minutos tengo una cita con un cliente importante.
Kendra ladeó los labios.
—Será muy rápido, lo prometo, es que contraté la mejor agencia para organizar nuestra boda —murmuró emocionada—, y la encargada del evento me pidió vía correo la lista de invitados, ellos están en Europa, y por el cambio de horario, debemos apurarnos —explicó con la mirada iluminada, sacó de su bolso su iPad para mostrarle los avances a Aitor.
Aitor dejó a un lado su vaso con whisky resopló, y se sentó en la sala junto a su novia, y empezó a revisar el listado, y de pronto la expresión serena que tenía minutos antes se le borró del rostro, parpadeó y leyó bien ese nombre que le causó que el estómago se le revolviera.
—¿Abigaíl? —cuestionó arrugó el ceño, se puso de pie, apretó los puños, resoplando con molestia. —¿Es en serio?
—Tranquilo, solo la puse por cortesía, dudo que vuelva, después de lo que hizo, y que sabe que mi tío no la quiere ni ver, estoy segura de que no se atrevería a venir —aseguró y soltó una sonora carcajada que retumbó en la oficina—, sería muy tonta si aparecer por acá. —Ladeó los labios con una expresión de cinismo.
Aitor negó con la cabeza, gruñó.
—¡No hagas el ridículo! ¡Vuelve a cambiar la lista y borra su nombre! ¡No quiero que con pretexto de la boda esa infeliz aparezca! —vociferó.
—Pero… Aitor, sé que ella no se atreve a venir…
—¡Deja de mencionarla! ¡Haz lo que te digo! ¡Sabes muy bien por qué quiero casarme contigo!
—Perdona, Aitor, te he vuelto a molestar, es una idiotez de mi parte, lo enmendaré.
Aitor la miró con seriedad, asintió, sabía que en el fondo lo que Kendra quería demostrarle a Aby, era que se había quedado con él, como si fuera el premio mayor. Miró de nuevo el reloj y dejó a un lado ese listado, se acomodó el traje, despidió a su novia.
Volvió a beber un whisky, y fue calmándose, escuchar el nombre de Aby lo descontrolaba, y nunca se puso a pensar en los motivos, y de pronto lo invadieron las dudas:
«¿Y si Abigaíl era inocente y ese niño era tu hijo?» Una extraña voz hizo eco en su mente, cuestionándole el nunca haberle dado el beneficio de la duda, sacudió la cabeza.
—Era experta en mentiras y manipulación, ese bebé no era mío —musitó en soledad—, y así lo hubiera sido, ya murió, así que no tengo forma de comprobar nada.
En la misma tarde, Aitor selló otro millonario contrato para su empresa, parecía que la suerte le sonreía, miró su reloj, eran como las tres de la tarde, salió del lujoso restaurante, estaba cerca del gran edificio en donde funcionaba su compañía.
Caminó con tranquilidad por las calles de la ciudad, sonriendo por sus triunfos, se detuvo en la banqueta para mirar el enorme edificio en donde su apellido brillaba en todo su esplendor: Investment Funds Roig.
***
Aby atravesaba el distrito financiero para llegar al hotel en el vehiculo rentado, bufó con ironía se iba a hospedar en uno de los lujosos hoteles que pertenecían a su familia.
—Las vueltas de la vida —musitó, y de pronto cuando volteó hacia una de las banquetas, sus ojos se enfocaron en aquel hombre de imponente presencia. —¿Aitor? —cuestionó en un hilo de voz, lo contempló a la brevedad, se veía más maduro con esa barba de candado que le quedaba de maravilla, vestía un impecable traje de diseñador.
Abigaíl sintió de nuevo aquel revoloteo en su estómago, y se reprochó por sentir eso, no podía, no era correcto, se desestabilizó, y en vez de aplastar el freno, pisó el acelerador, lo empapó y ella se pasó un rojo, frenó de golpe asustada, antes de colisionar con otro vehículo.
—¡M@ldita sea! —gruñó Aitor refunfuñando, se disponía a cruzar cuando fue bañado de pies a cabeza por un auto que no se fijó del charco de agua, ni del semáforo en rojo.
Tenía una cita importante en menos de veinte minutos y su impecable traje y todo él quedaron llenos de lodo.
Aby escuchó los insultos a gritos de los otros conductores, pero nada parecía importarle, porque miró por el retrovisor a Aitor aproximándose a ella a reclamarle.
—No, no, no, él no puede ver a Jake, no puede reconocerme, esto no es correcto —musitó, agitó sus dedos, miraba impaciente el semáforo—, cambia de luz, hazlo, ya —repetía, y miró que él se acercaba más.
—¡Oye! ¿No te han enseñado a conducir? —cuestionó Aitor a gritos, iracundo.
Aby se sobresaltó al escuchar su voz gruesa, varonil.
Justo en ese momento la luz verde cambió.
—¡No huyas! —exclamó furioso, apretó los puños.
Aitor Roig se dio cuenta de que era una mujer, solo que no miró su rostro. —¡Te voy a cobrar el traje! —vociferó.
Espero estén disfrutando de este nuevo libro, no olviden sus reseñas y comentarios. Este libro no pertenece a ninguna seria, se lee de forma individual. ¿Qué pasará cuando Kendra y Aitor vuelvan a ver a Aby? ¿Lo quieren descubrir?
Aby cerró los ojos, pisó el acelerador a la fuerza, lo dejó ahí solo. Aitor anotó mentalmente las placas del vehículo, supo que era rentado, luego se pondría en contacto con la agencia para dar con la culpable. Abigaíl aparcó unas calles más adelante, toda ella estaba tensa, sentía un estremecimiento, no pudo evitar llorar, y no supo ni el motivo: nervios, miedo, o los recuerdos del pasado, o quizás saber que siempre la engañaron. —¿Estás bien mami? La dulce voz de su hijo la sacó del trance, y se golpeó la frente con el puño. «¡Qué imprudente fui!», se reprochó, enseguida con lágrimas en los ojos, volteó a mirar a su niño, sintiendo que el corazón amenazaba con salirse del pecho. —¿Estás bien? El pequeño asintió. —Un poco asustado, te pasaste la señal, eso no es correcto, y ese señor se veía muy enojado. Aby apretó los ojos, negó con la cabeza. —Así es, cometí un error, lo lamento. —La voz le tembló miró a su hijo con angustia, pudieron haber chocado, y ella no se hubiera p
Y mientras ella tomaba el elevador para bajar, Aitor Roig en la planta baja agarraba el de subida, así que ambos se cruzaron y no pudieron verse frente a frente. Y unos minutos más tarde, los fuertes golpes en la madera de la suite donde se hospedaba Aby sobresaltaron a Camila, la asistente de Abigaíl. La muchacha miró a Jake jugando con sus legos en la pequeña salita y abrió. —¿Eres Natalia Sánchez? —indagó el apuesto hombre parado bajo el vano de la puerta, la mirada de él le dio miedo, y el alto tono de su voz la estremeció. —No, yo soy su asistente, ¿quién la busca? —balbuceó. —Dile a tu jefa que salga —ordenó resoplando iracundo. El niño se sobresaltó al escuchar la voz gruesa de aquel hombre que hablaba a gritos, se puso de pie, y se escondió detrás de un muro para escuchar con atención, asomaba su cabeza de vez en cuando y apretaba sus pequeños puños. «¿Por qué ese hombre grita? Me dan ganas de darle una patada por irrespetuoso» pensó el niño, no le agradaban ese tipo de
Aitor no podía creer que Abigaíl, la misma chiquilla que lo veneraba, y adoraba, le hablara de esa forma, después de que ella fue la culpable de su separación, de que con trampas lo obligó a casarse con ella estuviera ahí decidida a organizar su nueva boda. Resopló y apretó los puños con fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.«No puedo creer que siga siendo una cínica. No vas a arruinar esta boda Abigaíl Hamilton» —No vamos a contratar tus servicios, buscaremos otra agencia —indicó él. —Perfecto —respondió Abigaíl, no estaba para rogarle a nadie—, nos hacen llegar el cheque con la multa, caso contrario los vamos a demandar. —Aitor. —Kendra lo agarró del brazo—, ya hemos adelantado bastante con ellos, y buscar una nueva agencia retrasaría la boda, y seguro eso es lo que Aby desea, no le demos ese gusto —murmuró. Abigaíl rodó los ojos al escucharla. —Al contrario, si por mí fuera los casaría en este momento. —Hizo la señal de la cruz—, yo los declaro marido y mujer. —Se mofó
Aitor salió desde muy temprano de su apartamento, dejó a Kendra dormida, llegó a su despacho, la asistente le informó que tenía una sesión con un importante cliente, así que solicitó que lo hicieran pasar a la sala de juntas.—Señor Smith buenos días, que gusto tenerlo acá —dijo Aitor con amabilidad, saludó con el hombre de cabello cano—, imagino que desea invertir su fondo de jubilación. —Así es señor Roig, vine acompañado de mis hijos, yo no entiendo mucho de esas cosas de finanzas. —Señaló a dos caballeros, acompañados de dos mujeres más. —No se preocupen, yo lo voy a asesorar y ofrecerle el mejor paquete de beneficios —comunicó, y mientras Aitor charlaba con sus clientes, Abigaíl llegó al lujoso piso donde funcionaba el despacho de él. «Veo que te ha ido bien en la vida» pensó en su mente. «Pero no importa lo millonario que seas: ¿no puedes aprender a ser un poco más tolerante con los demás? Únicamente por un traje, eres tan mezquino que pones el planeta patas arriba solo para
Abigaíl sintió un sudor frío en la frente, percibía su pecho subir y bajar agitado, Aitor se acercaba cada vez más; pero el ascensor aterrizó tan lento como si esperara la llegada de su ex. Antes de que él llegara justo se abrió, ella se metió con rapidez, intentó cerrarlo, pero Aitor lo detuvo, entró en el elevador y agarró el brazo de Aby con una mano.Ella pensó en forcejear, pero no lo hizo, no podía mostrar su nerviosismo cada vez lo que tenía cerca, y él aprovechó ese lapsus, para aproximarse más a ella, la miró a los ojos, se reflejó en esa clara, aceitunada, y hermosa mirada, llena de melancolía, similar a la de cuando Aby tenía cinco años y se conocieron.—¿Qué hace, señor Roig? —cuestionó—, a su mujer no le va a gustar que esté encerrado conmigo en un elevador. —Abigaíl levantó la voz y trató de retirar su mano del agarre de él, la expresión en los ojos le cambió, lo observó de una forma fría y despiadada.Pero Aitor estaba muy enojado frente a ella, que no escuchaba con cla
Las piernas de Aby se debilitaron, sus barreras empezaron a desmoronarse, pero no, no podía sucumbir, y demostrarle que su corazón aún latía por él, forcejeó, no le correspondió como él esperaba, al contrario, le dolió el alma, cuántas veces cuando fue su esposa añoró con ese momento, y ahora que no eran nada, que él se iba a casar con su prima, la estaba besando en el elevador.«¿Por qué haces esto Aitor Roig? ¿Qué pretendes? ¿Qué quieres demostrar?», pensó con tristeza.Con el corazón temblando y la respiración agitada, logró empujarlo, lo abofeteó por atrevido.—¡No vuelvas a hacerlo! —advirtió enfurecida, lo miró con enojo—. No creo que a Kendra le agrade que me estés besando en un elevador, y menos me hagas ese tipo de preguntas. —Lo miró a los ojos, sintiendo como el aliento de él a menta soplaba aún cerca de sus labios—, yo solo me comporto de la misma forma que tú lo haces, vas y dejas amenazas en el hotel, yo vine a devolverte el gesto, es todo —musitó—, y aléjate de mí, si m
Aitor se aclaró la garganta, carraspeó. —Está embarazada. —¿Y es tuyo? —preguntó Zack mirando atento a su amigo. —No empieces, siempre le tuviste mala voluntad a Kendra, tiene sus defectos, pero es una chica buena. —¿Buena? —bufó Zack se puso de pie—, es una bruja, y casi asesina —declaró—, cuando tú y yo éramos jóvenes, yo vi cuando empujó a Aby a la carretera para que la atropellaras. Aitor se atragantó con el whisky, abrió sus ojos con sorpresa, palideció por completo, parpadeó. —¿Qué has dicho? ¿Por qué te quedaste callado? ¿Por qué no hablaste antes? —cuestionó vociferando, respirando agitado. —Porque Kendra…—Apretó los labios—, me sedujo, me pagó muy bien mi silencio, yo era un adolescente hormonal —comunicó—, y luego ya todo pasó, y me quedé callado. Aitor cerró los ojos, colocó sus manos sobre la mesa, resoplaba una y otra vez. —¿Tuviste relaciones con Kendra, y por eso no hablaste? —cuestionó Aitor exaltado, tenía el ceño fruncido, la mirada oscurecida, no era que le
Kendra abrió los labios frunció el ceño.—Pero, Aitor… ¿La vas a defender? —balbuceó. —No intervengas Aitor —vociferó Robert—, esto es entre mi hija y yo. ¿Quieres que de nuevo te humille, nos humille? —gritó, y miró a su hija con desprecio.Aby volvió al presente al escuchar la voz de Aitor, sus ojos estaban anegados de lágrimas por los recuerdos de su triste infancia, su respiración era irregular, pero ya no podía dejar que de nuevo la humillaran como esa noche.—Maltratándola no es la forma —gruñó Aitor, volteó la miró con ternura, el corazón se le estremeció, estiró su mano a Aby para ayudarla a ponerse de pie, pero ella lo miró con profunda seriedad, se levantó sola dejándolo con el brazo extendido. —Cállate Aitor —vocifero Robert iracundo—, te voy a advertir algo y espero te quede claro: ¡No creas que porque te casas con mi sobrina, puedes dictar mis asuntos! ¡No estás calificado para hablar en la familia Hamilton! Abigaíl escuchó la respuesta desdeñosa de su padre y supo que