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Capítulo 4: ¿Organizar la boda de mi ex?

—Te ves algo pálida, ¿estás enferma? Como comprenderás no puedo contratar gente así, yo requiero a alguien que se comprometa con mi empresa.

Abigaíl inspiró profundo, cerró sus párpados.

—Lo entiendo, no estoy enferma, solo embarazada, pero le juro que no se va a arrepentir si me contrata, póngame a prueba.

El señor Lombardi, se quedó pensativo, ¿qué podría perder?

—Está bien, estás a prueba, no te pagaré el sueldo completo, solo la mitad, ¿estás de acuerdo?

—Lo acepto —contestó Abigaíl, decidida a demostrar lo mejor de sí misma, y quedarse con ese empleo.

Desde aquel entonces Aby dedicó su tiempo a sacar adelante a su hijo, y a trabajar muy duro para que al pequeño no le faltara nada, ya nunca más volvió a creer en el amor, cerró su corazón por completo a cualquier relación sentimental, su alma se llenó de amor maternal. 

****

Cinco años después.

—¿Qué ocurre? —preguntó Abigaíl a su socio Piero Lombardi, lo miró con atención.

—Nos han contratado para organizar la boda de un empresario muy importante en Boston —comunicó la miró a los ojos.

—¿De Boston? —cuestionó Abigaíl, era muy probable que ella conociera a esas personas, los eventos que ellos organizaban solo podían contratar gente de dinero, y ella en el pasado perteneció a una de las familias más poderosas de la ciudad, entonces sintió una agitación en el corazón—. ¿De quién se trata la boda? —indagó con curiosidad.

Piero miró su computador, y habló:

—Aitor Roig y Kendra Hamilton.

Abigaíl palideció por completo, sus labios se abrieron en una gran O, enseguida reaccionó, inclinó la cabeza observando al computador para que su jefe no se diera cuenta de su estado de conmoción, sin embargo, el corazón le latía de prisa.

«¿Cómo?, ¿cómo podían estar casándose? Kendra, mi prima. Acaso… ¿Podría ser que ella hubiera estado sembrando la discordia entre Aitor y yo para que pudiera quedarse con él? ¡Es una víbora! ¡Ella lo planeó todo!»

« Aitor, ¿se va a casar con ella?»

«No importa, no es asunto mío, ¡no lo volveré a ver!» Trató de convencerse a sí misma para calmarse.

—Oye Aby, di algo, ¿lo aceptarás?, ¿cierto?

—Piero, no puedo aceptar ese proyecto. Yo tengo mucho trabajo. —Bajó la voz para ocultar su pánico, pero no se atrevió a mirar a su jefe a los ojos.

—¿Por qué? —cuestionó con curiosidad—. Sueles estar interesada en grandes eventos como este, señorita adicta al trabajo. Tengo grandes expectativas en ti, Aby. —Piero alzando la voz, argumentó.

—Gracias Piero. Pero mi respuesta es un no, eso significa viajar a Boston, y mi niño es pequeño aún.

—Nos estamos jugando nuestro prestigio, y la persona más adecuada para ese cargo eres tú —expresó con firmeza el jefe.

Abigaíl intentó poner mil excusas, pero no consiguió nada.

—¡Bien, bien! ¡Acepto!

—Aparta tu cara triste Aby, ¡con este pedido nos haremos un nombre en la industria norteamericana!

Aby sonrió de mala gana.

Pasaron dos días en los cuales Abigaíl no se había podido concentrar en ese proyecto, hacía una planificación, y la desechaba, se sentía frustrada, y Piero lo notó.

—Aby veo que estás de mal humor desde que aceptaste esta tarea, nunca te había visto así, ¿qué te pasa?

—Nada, es solo que mi hijo ha estado enfermo últimamente y he estado un poco ocupada, lo siento la situación no se volverá a repetir.

—¿Estás segura? He oído que eres de Boston también. ¿Son tú y el novio de la boda de la misma ciudad?

—No, no, no, lo del novio, es solo una coincidencia, ¡no lo conozco! —La voz de Abigaíl se alzó de repente, como si intentara ocultar algo.

—Y a la novia, tú y la novia tienen el mismo apellido, me haces sospechar que los conoces.

Abigaíl sintió que le sudaba la frente.

—Lo siento Piero, si mentí, siento habértelo ocultado durante tanto tiempo, tenía mis razones. —Resopló desanimada, no tuvo más remedido que contarle su pasado a su jefe y admitir que conocía a la pareja, que el novio era su ex marido, y la novia su prima.

—¿Estás segura de estar a la altura de la tarea, no tengo a nadie más adecuada para usar en este momento? —preguntó ya no muy convencido de enviarla a Boston—.  Si dices que no, tendremos que rechazar este gran proyecto, lo que desgraciadamente sería una gran pérdida para la empresa. Pero si no lo vas a lograr y todo sale mal, se reflejará peor en nuestro negocio.

Abigaíl inhaló profundo, debía cumplir con su trabajo, dejando a un lado sus sentimientos personales.

—Por favor, no te niegues, siempre te he agradecido que a pesar de no tener experiencia me dieras el empleo, me brindaste la oportunidad, y deseo devolverle el favor.

—¿Estás segura de que no mezclarás tus sentimientos personales en el trabajo?

—Estoy segura de que puedo enviar a mi asistente una vez que el cliente pida una reunión —comentó—, yo ya me comuniqué con la novia vía mail, sé lo que desea para la boda.

—Sigues eludiendo el tema, Aby, tienes que ir tú misma a Boston a organizar el evento, y si no quieres ir, los llamaré ahora mismo y les diré que cancelen el proyecto.

—Piero, por favor no, iré, iré.

—Mañana mismo te irás.

—¿Qué? Pero Piero...

Aby creyó que tendría unos días para organizar bien sus sentimientos, y poder enfrentarse a sus enemigos, pero que tuviera que viajar al día siguiente la desestabilizó.

Horas después, en el jet privado de la compañía para la cual Aby laboraba aterrizó en suelo norteamericano, ella sintió que los intestinos se le retorcían producto del nerviosismo.  Cuando la azafata le dijo que ya podía bajar, el corazón de Abigaíl retumbó, tenía el tiempo justo para llegar al hotel, cambiarse de ropa y salir a la reunión con los novios, el corazón se le aceleró.

—Jake, cariño, despierta, hemos llegado —habló con dulzura Aby, removió a su pequeño hijo.

El niño balbuceó, se volvió a acomodar en el asiento.

—Amor, despierta, estamos en Boston.

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