—Te ves algo pálida, ¿estás enferma? Como comprenderás no puedo contratar gente así, yo requiero a alguien que se comprometa con mi empresa.
Abigaíl inspiró profundo, cerró sus párpados.
—Lo entiendo, no estoy enferma, solo embarazada, pero le juro que no se va a arrepentir si me contrata, póngame a prueba.
El señor Lombardi, se quedó pensativo, ¿qué podría perder?
—Está bien, estás a prueba, no te pagaré el sueldo completo, solo la mitad, ¿estás de acuerdo?
—Lo acepto —contestó Abigaíl, decidida a demostrar lo mejor de sí misma, y quedarse con ese empleo.
Desde aquel entonces Aby dedicó su tiempo a sacar adelante a su hijo, y a trabajar muy duro para que al pequeño no le faltara nada, ya nunca más volvió a creer en el amor, cerró su corazón por completo a cualquier relación sentimental, su alma se llenó de amor maternal.
****
Cinco años después.
—¿Qué ocurre? —preguntó Abigaíl a su socio Piero Lombardi, lo miró con atención.
—Nos han contratado para organizar la boda de un empresario muy importante en Boston —comunicó la miró a los ojos.
—¿De Boston? —cuestionó Abigaíl, era muy probable que ella conociera a esas personas, los eventos que ellos organizaban solo podían contratar gente de dinero, y ella en el pasado perteneció a una de las familias más poderosas de la ciudad, entonces sintió una agitación en el corazón—. ¿De quién se trata la boda? —indagó con curiosidad.
Piero miró su computador, y habló:
—Aitor Roig y Kendra Hamilton.
Abigaíl palideció por completo, sus labios se abrieron en una gran O, enseguida reaccionó, inclinó la cabeza observando al computador para que su jefe no se diera cuenta de su estado de conmoción, sin embargo, el corazón le latía de prisa.
«¿Cómo?, ¿cómo podían estar casándose? Kendra, mi prima. Acaso… ¿Podría ser que ella hubiera estado sembrando la discordia entre Aitor y yo para que pudiera quedarse con él? ¡Es una víbora! ¡Ella lo planeó todo!»
« Aitor, ¿se va a casar con ella?»
«No importa, no es asunto mío, ¡no lo volveré a ver!» Trató de convencerse a sí misma para calmarse.
—Oye Aby, di algo, ¿lo aceptarás?, ¿cierto?
—Piero, no puedo aceptar ese proyecto. Yo tengo mucho trabajo. —Bajó la voz para ocultar su pánico, pero no se atrevió a mirar a su jefe a los ojos.
—¿Por qué? —cuestionó con curiosidad—. Sueles estar interesada en grandes eventos como este, señorita adicta al trabajo. Tengo grandes expectativas en ti, Aby. —Piero alzando la voz, argumentó.
—Gracias Piero. Pero mi respuesta es un no, eso significa viajar a Boston, y mi niño es pequeño aún.
—Nos estamos jugando nuestro prestigio, y la persona más adecuada para ese cargo eres tú —expresó con firmeza el jefe.
Abigaíl intentó poner mil excusas, pero no consiguió nada.
—¡Bien, bien! ¡Acepto!
—Aparta tu cara triste Aby, ¡con este pedido nos haremos un nombre en la industria norteamericana!
Aby sonrió de mala gana.
Pasaron dos días en los cuales Abigaíl no se había podido concentrar en ese proyecto, hacía una planificación, y la desechaba, se sentía frustrada, y Piero lo notó.
—Aby veo que estás de mal humor desde que aceptaste esta tarea, nunca te había visto así, ¿qué te pasa?
—Nada, es solo que mi hijo ha estado enfermo últimamente y he estado un poco ocupada, lo siento la situación no se volverá a repetir.
—¿Estás segura? He oído que eres de Boston también. ¿Son tú y el novio de la boda de la misma ciudad?
—No, no, no, lo del novio, es solo una coincidencia, ¡no lo conozco! —La voz de Abigaíl se alzó de repente, como si intentara ocultar algo.
—Y a la novia, tú y la novia tienen el mismo apellido, me haces sospechar que los conoces.
Abigaíl sintió que le sudaba la frente.
—Lo siento Piero, si mentí, siento habértelo ocultado durante tanto tiempo, tenía mis razones. —Resopló desanimada, no tuvo más remedido que contarle su pasado a su jefe y admitir que conocía a la pareja, que el novio era su ex marido, y la novia su prima.
—¿Estás segura de estar a la altura de la tarea, no tengo a nadie más adecuada para usar en este momento? —preguntó ya no muy convencido de enviarla a Boston—. Si dices que no, tendremos que rechazar este gran proyecto, lo que desgraciadamente sería una gran pérdida para la empresa. Pero si no lo vas a lograr y todo sale mal, se reflejará peor en nuestro negocio.
Abigaíl inhaló profundo, debía cumplir con su trabajo, dejando a un lado sus sentimientos personales.
—Por favor, no te niegues, siempre te he agradecido que a pesar de no tener experiencia me dieras el empleo, me brindaste la oportunidad, y deseo devolverle el favor.
—¿Estás segura de que no mezclarás tus sentimientos personales en el trabajo?
—Estoy segura de que puedo enviar a mi asistente una vez que el cliente pida una reunión —comentó—, yo ya me comuniqué con la novia vía mail, sé lo que desea para la boda.
—Sigues eludiendo el tema, Aby, tienes que ir tú misma a Boston a organizar el evento, y si no quieres ir, los llamaré ahora mismo y les diré que cancelen el proyecto.
—Piero, por favor no, iré, iré.
—Mañana mismo te irás.
—¿Qué? Pero Piero...
Aby creyó que tendría unos días para organizar bien sus sentimientos, y poder enfrentarse a sus enemigos, pero que tuviera que viajar al día siguiente la desestabilizó.
Horas después, en el jet privado de la compañía para la cual Aby laboraba aterrizó en suelo norteamericano, ella sintió que los intestinos se le retorcían producto del nerviosismo. Cuando la azafata le dijo que ya podía bajar, el corazón de Abigaíl retumbó, tenía el tiempo justo para llegar al hotel, cambiarse de ropa y salir a la reunión con los novios, el corazón se le aceleró.
—Jake, cariño, despierta, hemos llegado —habló con dulzura Aby, removió a su pequeño hijo.
El niño balbuceó, se volvió a acomodar en el asiento.
—Amor, despierta, estamos en Boston.
Boston – Estados Unidos. La mirada de Aitor brilló por completo, había cerrado un trato millonario con un cliente para manejar sus inversiones. —Señor Robinson ha hecho el mejor negocio de su vida, no se va a arrepentir, al cabo de tres meses, tendrá grandes rendimientos. El hombre se puso de pie, apretó la mano de Aitor, cerrando el trato. —Confío en ti. —Se retiró. Durante este tiempo Aitor Roig había pasado dos años luchando contra aquella enfermedad, que parecía consumirlo, pero había vencido el mal, y ahora era un sobreviviente, y luego ya restablecido, regresó con su madre a Boston, y Robert Hamilton le informó que la deuda con él, había aumentado este tiempo, aquel anciano solo les había condonado los préstamos, y desde ese entonces Aitor trabajó día y noche por recuperar la posición social de su familia, y pagarle el dinero que le debía al padre de su ex esposa, no deseaba que la gente dijera que era un interesado, por lo que se empeñó en demostrar lo contrario, y ahora e
Aby cerró los ojos, pisó el acelerador a la fuerza, lo dejó ahí solo. Aitor anotó mentalmente las placas del vehículo, supo que era rentado, luego se pondría en contacto con la agencia para dar con la culpable. Abigaíl aparcó unas calles más adelante, toda ella estaba tensa, sentía un estremecimiento, no pudo evitar llorar, y no supo ni el motivo: nervios, miedo, o los recuerdos del pasado, o quizás saber que siempre la engañaron. —¿Estás bien mami? La dulce voz de su hijo la sacó del trance, y se golpeó la frente con el puño. «¡Qué imprudente fui!», se reprochó, enseguida con lágrimas en los ojos, volteó a mirar a su niño, sintiendo que el corazón amenazaba con salirse del pecho. —¿Estás bien? El pequeño asintió. —Un poco asustado, te pasaste la señal, eso no es correcto, y ese señor se veía muy enojado. Aby apretó los ojos, negó con la cabeza. —Así es, cometí un error, lo lamento. —La voz le tembló miró a su hijo con angustia, pudieron haber chocado, y ella no se hubiera p
Y mientras ella tomaba el elevador para bajar, Aitor Roig en la planta baja agarraba el de subida, así que ambos se cruzaron y no pudieron verse frente a frente. Y unos minutos más tarde, los fuertes golpes en la madera de la suite donde se hospedaba Aby sobresaltaron a Camila, la asistente de Abigaíl. La muchacha miró a Jake jugando con sus legos en la pequeña salita y abrió. —¿Eres Natalia Sánchez? —indagó el apuesto hombre parado bajo el vano de la puerta, la mirada de él le dio miedo, y el alto tono de su voz la estremeció. —No, yo soy su asistente, ¿quién la busca? —balbuceó. —Dile a tu jefa que salga —ordenó resoplando iracundo. El niño se sobresaltó al escuchar la voz gruesa de aquel hombre que hablaba a gritos, se puso de pie, y se escondió detrás de un muro para escuchar con atención, asomaba su cabeza de vez en cuando y apretaba sus pequeños puños. «¿Por qué ese hombre grita? Me dan ganas de darle una patada por irrespetuoso» pensó el niño, no le agradaban ese tipo de
Aitor no podía creer que Abigaíl, la misma chiquilla que lo veneraba, y adoraba, le hablara de esa forma, después de que ella fue la culpable de su separación, de que con trampas lo obligó a casarse con ella estuviera ahí decidida a organizar su nueva boda. Resopló y apretó los puños con fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.«No puedo creer que siga siendo una cínica. No vas a arruinar esta boda Abigaíl Hamilton» —No vamos a contratar tus servicios, buscaremos otra agencia —indicó él. —Perfecto —respondió Abigaíl, no estaba para rogarle a nadie—, nos hacen llegar el cheque con la multa, caso contrario los vamos a demandar. —Aitor. —Kendra lo agarró del brazo—, ya hemos adelantado bastante con ellos, y buscar una nueva agencia retrasaría la boda, y seguro eso es lo que Aby desea, no le demos ese gusto —murmuró. Abigaíl rodó los ojos al escucharla. —Al contrario, si por mí fuera los casaría en este momento. —Hizo la señal de la cruz—, yo los declaro marido y mujer. —Se mofó
Aitor salió desde muy temprano de su apartamento, dejó a Kendra dormida, llegó a su despacho, la asistente le informó que tenía una sesión con un importante cliente, así que solicitó que lo hicieran pasar a la sala de juntas.—Señor Smith buenos días, que gusto tenerlo acá —dijo Aitor con amabilidad, saludó con el hombre de cabello cano—, imagino que desea invertir su fondo de jubilación. —Así es señor Roig, vine acompañado de mis hijos, yo no entiendo mucho de esas cosas de finanzas. —Señaló a dos caballeros, acompañados de dos mujeres más. —No se preocupen, yo lo voy a asesorar y ofrecerle el mejor paquete de beneficios —comunicó, y mientras Aitor charlaba con sus clientes, Abigaíl llegó al lujoso piso donde funcionaba el despacho de él. «Veo que te ha ido bien en la vida» pensó en su mente. «Pero no importa lo millonario que seas: ¿no puedes aprender a ser un poco más tolerante con los demás? Únicamente por un traje, eres tan mezquino que pones el planeta patas arriba solo para
Abigaíl sintió un sudor frío en la frente, percibía su pecho subir y bajar agitado, Aitor se acercaba cada vez más; pero el ascensor aterrizó tan lento como si esperara la llegada de su ex. Antes de que él llegara justo se abrió, ella se metió con rapidez, intentó cerrarlo, pero Aitor lo detuvo, entró en el elevador y agarró el brazo de Aby con una mano.Ella pensó en forcejear, pero no lo hizo, no podía mostrar su nerviosismo cada vez lo que tenía cerca, y él aprovechó ese lapsus, para aproximarse más a ella, la miró a los ojos, se reflejó en esa clara, aceitunada, y hermosa mirada, llena de melancolía, similar a la de cuando Aby tenía cinco años y se conocieron.—¿Qué hace, señor Roig? —cuestionó—, a su mujer no le va a gustar que esté encerrado conmigo en un elevador. —Abigaíl levantó la voz y trató de retirar su mano del agarre de él, la expresión en los ojos le cambió, lo observó de una forma fría y despiadada.Pero Aitor estaba muy enojado frente a ella, que no escuchaba con cla
Las piernas de Aby se debilitaron, sus barreras empezaron a desmoronarse, pero no, no podía sucumbir, y demostrarle que su corazón aún latía por él, forcejeó, no le correspondió como él esperaba, al contrario, le dolió el alma, cuántas veces cuando fue su esposa añoró con ese momento, y ahora que no eran nada, que él se iba a casar con su prima, la estaba besando en el elevador.«¿Por qué haces esto Aitor Roig? ¿Qué pretendes? ¿Qué quieres demostrar?», pensó con tristeza.Con el corazón temblando y la respiración agitada, logró empujarlo, lo abofeteó por atrevido.—¡No vuelvas a hacerlo! —advirtió enfurecida, lo miró con enojo—. No creo que a Kendra le agrade que me estés besando en un elevador, y menos me hagas ese tipo de preguntas. —Lo miró a los ojos, sintiendo como el aliento de él a menta soplaba aún cerca de sus labios—, yo solo me comporto de la misma forma que tú lo haces, vas y dejas amenazas en el hotel, yo vine a devolverte el gesto, es todo —musitó—, y aléjate de mí, si m
Aitor se aclaró la garganta, carraspeó. —Está embarazada. —¿Y es tuyo? —preguntó Zack mirando atento a su amigo. —No empieces, siempre le tuviste mala voluntad a Kendra, tiene sus defectos, pero es una chica buena. —¿Buena? —bufó Zack se puso de pie—, es una bruja, y casi asesina —declaró—, cuando tú y yo éramos jóvenes, yo vi cuando empujó a Aby a la carretera para que la atropellaras. Aitor se atragantó con el whisky, abrió sus ojos con sorpresa, palideció por completo, parpadeó. —¿Qué has dicho? ¿Por qué te quedaste callado? ¿Por qué no hablaste antes? —cuestionó vociferando, respirando agitado. —Porque Kendra…—Apretó los labios—, me sedujo, me pagó muy bien mi silencio, yo era un adolescente hormonal —comunicó—, y luego ya todo pasó, y me quedé callado. Aitor cerró los ojos, colocó sus manos sobre la mesa, resoplaba una y otra vez. —¿Tuviste relaciones con Kendra, y por eso no hablaste? —cuestionó Aitor exaltado, tenía el ceño fruncido, la mirada oscurecida, no era que le