Leo sus comentarios, o creo que Aitor nos dejó sin palabras, bueno, no diré más, ja, ja, ja.
Las piernas de Aby se debilitaron, sus barreras empezaron a desmoronarse, pero no, no podía sucumbir, y demostrarle que su corazón aún latía por él, forcejeó, no le correspondió como él esperaba, al contrario, le dolió el alma, cuántas veces cuando fue su esposa añoró con ese momento, y ahora que no eran nada, que él se iba a casar con su prima, la estaba besando en el elevador.«¿Por qué haces esto Aitor Roig? ¿Qué pretendes? ¿Qué quieres demostrar?», pensó con tristeza.Con el corazón temblando y la respiración agitada, logró empujarlo, lo abofeteó por atrevido.—¡No vuelvas a hacerlo! —advirtió enfurecida, lo miró con enojo—. No creo que a Kendra le agrade que me estés besando en un elevador, y menos me hagas ese tipo de preguntas. —Lo miró a los ojos, sintiendo como el aliento de él a menta soplaba aún cerca de sus labios—, yo solo me comporto de la misma forma que tú lo haces, vas y dejas amenazas en el hotel, yo vine a devolverte el gesto, es todo —musitó—, y aléjate de mí, si m
Aitor se aclaró la garganta, carraspeó. —Está embarazada. —¿Y es tuyo? —preguntó Zack mirando atento a su amigo. —No empieces, siempre le tuviste mala voluntad a Kendra, tiene sus defectos, pero es una chica buena. —¿Buena? —bufó Zack se puso de pie—, es una bruja, y casi asesina —declaró—, cuando tú y yo éramos jóvenes, yo vi cuando empujó a Aby a la carretera para que la atropellaras. Aitor se atragantó con el whisky, abrió sus ojos con sorpresa, palideció por completo, parpadeó. —¿Qué has dicho? ¿Por qué te quedaste callado? ¿Por qué no hablaste antes? —cuestionó vociferando, respirando agitado. —Porque Kendra…—Apretó los labios—, me sedujo, me pagó muy bien mi silencio, yo era un adolescente hormonal —comunicó—, y luego ya todo pasó, y me quedé callado. Aitor cerró los ojos, colocó sus manos sobre la mesa, resoplaba una y otra vez. —¿Tuviste relaciones con Kendra, y por eso no hablaste? —cuestionó Aitor exaltado, tenía el ceño fruncido, la mirada oscurecida, no era que le
Kendra abrió los labios frunció el ceño.—Pero, Aitor… ¿La vas a defender? —balbuceó. —No intervengas Aitor —vociferó Robert—, esto es entre mi hija y yo. ¿Quieres que de nuevo te humille, nos humille? —gritó, y miró a su hija con desprecio.Aby volvió al presente al escuchar la voz de Aitor, sus ojos estaban anegados de lágrimas por los recuerdos de su triste infancia, su respiración era irregular, pero ya no podía dejar que de nuevo la humillaran como esa noche.—Maltratándola no es la forma —gruñó Aitor, volteó la miró con ternura, el corazón se le estremeció, estiró su mano a Aby para ayudarla a ponerse de pie, pero ella lo miró con profunda seriedad, se levantó sola dejándolo con el brazo extendido. —Cállate Aitor —vocifero Robert iracundo—, te voy a advertir algo y espero te quede claro: ¡No creas que porque te casas con mi sobrina, puedes dictar mis asuntos! ¡No estás calificado para hablar en la familia Hamilton! Abigaíl escuchó la respuesta desdeñosa de su padre y supo que
—No se encuentra —contestó Jake. —¿Para qué la buscas?Aitor ladeó los labios, sintió infinita ternura por el niño, se inclinó para estar a la misma altura de su hijo, percibió como el pulso se le aceleraba. —Solo quiero conversar con ella —mencionó con voz suave sin dejar de mirarlo. —¿Cómo te llamas? El pequeño se reflejó en los ojos de su papá. —Yo no te conozco, mi mamá siempre me dice que no hable con desconocidos, y tú eres eso para mí. «¡Un desconocido!» Aquellas tiernas palabras se incrustaron como puñales en el corazón de Aitor, le dolió hasta el alma, tragó la saliva. —Yo me llamo Aitor, y podemos ser amigos, claro si tú lo deseas. El pequeño volvió a contemplar con atención. —Mi nombre es Jake Hamilton. Aitor inclinó su cabeza, la respiración se le acortó, recordó como repudió a su propio hijo, era lógico que solo tuviera el apellido de Aby. —Tienes un nombre muy bonito —carraspeó. Y de pronto el taconeo de unos zapatos de mujer golpeando la baldosa captó
Aitor tragó la saliva, observó a los ojos a Aby. No había calidez en la mirada de ella, solo seriedad y actitud defensiva. Él se dio cuenta de que su desconfianza fue la que enterró a la inocente y pura de corazón Abigaíl, y ese era el mayor verdugo de todos. —Aby, no quiero separarte del niño. Cálmate. Solamente deseo estar cerca de mi hijo —expresó con voz pausada. —Esto no puede ser. ¡Aléjate de Jake! ¡Ve a esperar al que está en el vientre de Kendra, ese es el hijo que tanto anhelas! ¡Ese es tu heredero, y ella la única mujer en la que crees! —resopló agitada. —No digas estupideces Aby, ahora te creo y estoy seguro de que Jake es mi hijo. Discúlpame por no confiar antes. —La miró con una expresión de arrepentimiento. Aby solamente negó con la cabeza. —Es demasiado tarde. Si las disculpas funcionan, ¿para qué sirven las leyes? —cuestionó con cinismo. —La ley me ayudará a conseguir a mi hijo, no puedes detener esto Aby. Aby sintió un estremecimiento, inhaló profundo. —P
Entre tanto Kendra y su madre ya habían planeado todo un show, para manipular una vez más a Aitor y dejar a Aby como culpable. —No contesta el teléfono —rebatió Fresia iracunda caminando de un lado a otro por la habitación del hospital. —¿Crees que haya ido a verla? —cuestionó sintiendo un temblor en el cuerpo—, si Aby le cuenta sobre ese mocoso, nos va a descubrir, sabrá que ella no mintió, y no se va a casar conmigo, no podemos permitirlo mamá. —Claro que no, pero lo que más me preocupa es que Robert la busque, y hablen, recuerda que cambió el testamento, nuestros planes de quedarnos con la fortuna de ese anciano y la de Aitor se vendrían abajo, no lo podemos permitir, debes embarazarte, ya. —Aitor ni me toca, y no creas que no lo he intentado, pero le soy indiferente, llega y se acuesta a mi lado, se duerme y ya. —Pues debemos encontrar la manera, si no es con él, será con otro, pero tienes que hacerlo ya, no podemos seguir fingiendo. —O quizás…—Elevó una ceja—, tengo ot
A Aby no le sorprendió que se hubiera enterado de dónde estaba el hospital por Camila, siempre había sabido que él haría todo lo posible por recuperar a su hijo, sin dejar nada al azarElla elevó su mirada acuosa, intentó mantener la calma, secándose las lágrimas y evitando que él captara su lado vulnerable. Lo observó a los ojos con alarma, pasó la saliva con dificultad. —Me pidieron salir, le están realizando varios exámenes. —La voz se le entrecortó. —Quizás es una infección, es común en los niños —murmuró él, se sentó a su lado, sintiendo una agitación en el pecho. Él miró por el rabillo del ojo, el rostro de su exmujer, la forma en que probablemente esperaba solitaria y triste, cada vez que su hijo enfermaba. Aitor sobó su rostro, sintió deseos de abrazarla y darle consuelo, pero no se atrevió. Entonces un médico salió del área de emergencia, se aproximó enseguida a Aby. —Jake tiene un cuadro de apendicitis, debemos operarlo de inmediato. Aby como si fuera un resorte
Luego de que ambos se despidieron del niño, los dos se hallaban sentados en la sala de espera, impacientes y angustiados. —¿Comiste algo? —preguntó Aitor a Aby, pues sí habían llegado desde temprano, lo más seguro era que ella estuviera sin alimentos. Aby apretó sus labios, negó. —No tengo hambre, solo quiero que ya se acabe la cirugía y poder estar con mi hijo…—sollozó. Aitor frunció el ceño, la agarró con suavidad por la barbilla, la miró a los ojos. —Y si no te cuidas y te enfermas, no podrás atenderlo, voy a ir a la cafetería, te traeré de comer y no aceptaré que no lo hagas. ¿Entendiste? Aby se reflejó en la azulada mirada de él, suspiró, antiguos recuerdos vinieron a su mente: (***) —¿Qué haces aquí? —cuestionó Aby siendo niña, tenía en ese entonces ocho años, y Aitor ya era un adolescente—, si te descubren te van a castigar a ti también —susurró ella. —No importa si me castigan, supe que tu papá te mandó a dormir sin cenar, ¿qué pasó? —le preguntó con calidez.