Unos días después, se dio inicio al juicio en contra de Robert Hamilton, Alexander logró que se abriera el caso por el cual, él fue condenado a prisión siendo inocente, y todo eso estaba en conocimiento de la corte. Cuando Robert entró en la sesión, esposado como un vulgar delincuente Abigaíl lo miró con frialdad, Aitor con desprecio, entonces los altos tacones de una mujer se escucharon en el entablado era Viviane, se quitó los lentes y miró al acusado con profunda repulsión, no pudo evitar acercarse y sentarse en primera fila detrás de él. —Así era como te quería ver, acabado maldito viejo —susurró. Robert apretó los puños, resopló. —No cantes victoria querida —susurró. Viviane soltó una risilla. —Te estás enfrentando a tu peor enemigo, y te aseguro que Alexander no te dejará libre. Enseguida les pidieron guardar silencio, porque el juez entró, todos se pusieron de pie y se dio inicio a la sesión. El abogado de Robert, llamó a los testigos, el primero en hablar fue Alexander
Días después. Alexander viajó junto con Aitor a Boston, no podían permitir que Robert valiéndose de algún artilugio lograra reducir su condena y no fuera enjuiciado por los fraudes que cometió. —¿Crees que el fiscal general de la nación acepte vernos? —indagó Aitor dubitativo, y pensativo. —Es un caso importante, no creo que se niegue —expresó y ladeó los labios. Enseguida bajaron del auto, y entraron al imponente edificio, caminaron por los impecables pasillos, y enseguida llegaron a la oficina del fiscal. —Señorita quiero ver al fiscal —avisó con su gruesa voz Alexander. —El señor no recibe sin cita previa —indicó con amabilidad la chica. Alex sonrió. —Dígale que está aquí Alexander Howard, va a ver que me recibe. —Guiñó un ojo. La mujer no pudo evitar sonreír, se puso de pie y fue directo al despacho de su jefe, luego de unos minutos salió. —Sigan por favor. —¿Conoces al fiscal? —cuestionó en voz baja Aitor. Alexander volvió a sonreír, y entró a la oficina. —
Aby la miró con la misma calidez que ella lo hizo, le brindó una sonrisa sincera. —Mucho gusto, mi papá habla bien de ti, gracias por ayudarlo cuando más lo necesito, bienvenida, pasen. —Alexander es un gran hombre, además era mi deber demostrar su inocencia. —Miró al padre de Aby con ternura, y de una manera especial. Abigaíl apretó los labios, lo que más deseaba en la vida era ver a su padre contento, y acompañado con una pareja. Luego de saludar con Aitor, todos se acomodaron en la cena, y mientras degustaban de los alimentos, charlaban, reían, escuchaban las anécdotas que contaba Maddi de Alex, y viceversa. De igual manera Aitor y Aby hablaban de las suyas, de su época de niñez, se dieron cuenta que compartieron mucho, se conocían tanto, y ese amor que empezó en sus primeros años de vida ahora era una realidad. Más tarde cuando los invitados se marcharon y Jake se durmió, Aby en su alcoba, batallaba con el cierre de su vestido. Aitor se aproximó antes de ofrecer su ayuda, l
París, Francia. Abigaíl y Aitor llegaron en horas de la tarde a la ciudad del amor, ella estaba plenamente convencida de qué se trataba de un viaje de negocios. Se instalaron en el lujoso hotel con vista a la torre Eiffel. Lo primero que hizo Aby fue salir a la terraza y contemplar el bello paisaje a su alrededor. Aitor salió tras de ella, la agarró por la cintura. —¿Te gusta? —Sabes que siempre quise venir a París contigo, era uno de mis sueños de niña —suspiró profundo—, me parece mentira. —Es una realidad, amor, pero ahora debo dejarte sola unas horas, tengo que visitar a unos inversionistas, pero quiero que te prepares para la cena, te llevaré a un restaurante exclusivo para compensarte —habló con dulzura en el oído de Aby. —No tengo más remedio que esperarte. —Frunció los labios, hizo un puchero. Aitor la besó en la mejilla, sonrió en su interior. «Si tu supieras» dijo en su mente. —Prometo compensarte bien —murmuró con voz ronca. —Eso espero —respondió ella,
El último día de clases de Jake en la guardería había llegado, el siguiente ciclo empezaba el año escolar en otro colegio, como era de esperarse ya no volvería a verse con sus amiguitos, a algunos los conocía desde que era un bebé, y su mamá lo dejaba al cuidado de las encargadas para irse a trabajar. Sin embargo, mientras Aby sentía esa congoja en su pecho, Jake sonreía feliz, porque su papá le había cumplido la promesa que le hizo, y ese día iba a llevar de regalo los muñecos de Batman a todos sus amigos. —Vamos, mamá, date prisa, ya mi papá metió la caja en el auto —expresó más que contento, los ojitos le brillaban. Abigaíl lo miró con ternura, suspiró profundo. —Ya voy —respondió, se puso de pie—, estás muy feliz hoy. —Sí, es que todos van a caer desmayados de la emoción cuando vean sus obsequios —informó. —Me lo imagino —contestó Aby sonrió y le acarició la mejilla. —Ya nos podemos ir —avisó Aitor, entró a la casa, observó con ternura como su esposa, abrazaba a su hij
La palabra: ¡Positivo! Deslumbró la mirada de Abigaíl Hamilton, una amplia sonrisa apareció en sus labios. —Las cosas van a cambiar con tu papá, estoy segura de que se va a derretir contigo —susurró y acarició cautelosamente su vientre. La hermosa e inocente Abigaíl lleva casada con el amor de toda su vida: Aitor Roig alrededor de tres meses, pero su marido, se volvió extremadamente frío con ella desde aquella noche de pasión, en la que ella se entregó a él, sin ninguna reserva. Siempre se había preguntado los motivos de aquella extraña actitud, por qué Aitor había cambiado tanto con ella, se conocían desde niños, eran los mejores amigos. Aunque era cierto que tenían recuerdos desagradables, por muy feos que fueran, ya pasaron, al fin y al cabo, estaban casados. Después de la boda no habían vuelto a hacer el amor, las cosas entre ellos estaban muy tensas, tanto que ella temía un divorcio, y ser la comidilla de la gente como siempre, porque ella era la futura heredera de la famili
Aitor observó a su esposa con la mirada iracunda, los labiosapretados, lo que ese hombre decía en parte era verdad: Amaneció en la cama deAbigaíl, sin saber cómo había llegado hasta ahí. —No, yo sería incapaz—balbuceó ella, el cuerpo le temblaba, el corazón le latía con prisa. —¡Aitor!—Lo agarró del brazo.Aitor miró los ojos grandes y llenos de lágrimas de sumujer. Apretó los puños, los cerró con fuerza, los se nudillos volvieronblancos. Trató de confiar en su esposa una vez, porque la conocía desde que eraun niño, ella era inocente y de buen corazón, aunque una vez...«Pero podría ser una calumnia» pensó.—¿Tienes pruebas de lo que dices?—preguntó Aitor a la defensiva frunciendo el ceño.—Sí —respondió con firmeza aquelsujeto.Y de pronto un video apareció en una gran pantalla, y ahí seveía a Abigaíl en la habitación de la mansión Hamilton, sosteniendo relacionescon ese sujeto, se escuchaba con claridad sus gemidos, se veía su figuradesnuda.Aby se congeló en su lugar c
Sola, embarazada, repudiada por toda su familia Abigaíl Hamilton caminaba por las calles de Boston, parecía que ese día no contaba con suerte, y una torrencial lluvia empezó a caer, empapándola por completo. El hermoso vestido que escogió para darle la noticia del embarazo a su marido, quedó vuelto nada, su cabello era un desastre, y su alma se hallaba fragmentada en miles de pedazos. Y mientras transitaba sin rumbo, buscando un taxi, sintió pasos detrás de ella. Abigaíl empezó a caminar con prisa, el corazón le retumbaba con violencia, cuando se echó a correr dos hombres la interceptaron de frente, la agarraron por los brazos y la llevaron a oscuro callejón. —Danos todo lo que tengas —ordenó con voz ronca uno de aquellos sujetos, punzando una daga en el mentón de Abigaíl. La mujer temblaba, las palabras no salían de sus labios. **** Aitor, en la habitación del apartamento que compartía con Aby, miró en la alcoba aun las cosas de esa mala mujer. —Podría perdonar que me manipula