La palabra: ¡Positivo!
Deslumbró la mirada de Abigaíl Hamilton, una amplia sonrisa apareció en sus labios.
—Las cosas van a cambiar con tu papá, estoy segura de que se va a derretir contigo —susurró y acarició cautelosamente su vientre.
La hermosa e inocente Abigaíl lleva casada con el amor de toda su vida: Aitor Roig alrededor de tres meses, pero su marido, se volvió extremadamente frío con ella desde aquella noche de pasión, en la que ella se entregó a él, sin ninguna reserva.
Siempre se había preguntado los motivos de aquella extraña actitud, por qué Aitor había cambiado tanto con ella, se conocían desde niños, eran los mejores amigos. Aunque era cierto que tenían recuerdos desagradables, por muy feos que fueran, ya pasaron, al fin y al cabo, estaban casados.
Después de la boda no habían vuelto a hacer el amor, las cosas entre ellos estaban muy tensas, tanto que ella temía un divorcio, y ser la comidilla de la gente como siempre, porque ella era la futura heredera de la familia Hamilton, y él, su esposo, Aitor Roig, simplemente el hijo del amigo de su padre.
Sacudió su cabeza para desechar aquellas ideas.
Guardó muy bien el sobre, y decidió no decir nada, en ese momento, y darle la noticia esa noche que era el cumpleaños de él.
Enseguida Abigaíl salió de la clínica, subió a su Lexus y condujo hasta una tienda de bebés, ansiaba poner el sobre y un par de escarpines blancos en una cajita, y entregarle a su esposo como regalo.
****
Horas después.
Aitor el esposo de Abigaíl se alistaba en el baño de su dormitorio para ir a la fiesta que organizaba su esposa. Mojó su rostro varias veces con agua fría, percibía aquella sudoración, síntoma de…
La voz de su esposa Aby se escuchó al otro lado de la puerta.
—¿Todo en orden Aitor? ¿Estás bien?
Aitor enfocó su azulada mirada en el espejo, se notó que tenía la cara un poco pálida, señal de enfermedad, pero siguió intentando ignorar el asunto, secó su rostro con una toalla, resopló, luego, se volvió a enderezar el cuello y entró en la habitación.
—¿Te volviste a sentir mal? no creo que sea solo cansancio, debes ir...
—¡Ya te dije que no es necesario! —interrumpió él a la defensiva, enfocó su azulada mirada en ella, mientras apretaba sus puños.
«¿Joder, por qué tienes que ser tan hermosa y dulce a la vez?». Notó la belleza de su mujer, era justo lo que estaba evitando durante esos tres meses, siempre se excusaba de no quedarse a solas con ella, decía que tenía mucho trabajo, y estaba cansado.
Pero ahora no podía ocultarlo, era su onomástico, el cumpleaños del único yerno del viejo Hamilton, pero odiaba el título, le resultaba humillante.
Su familia ha dependido durante mucho tiempo de Robert Hamilton, el padre de Aby, para ganarse la vida desde cuando era pequeño.
Pero el anciano era muy avaro, siempre exigía que se le devuelva el dinero rápidamente y nunca retrasaba el tiempo de pago debido a su relación.
Aitor aún no estaba en la capacidad de devolver todo el dinero ,pero nunca se dio por vencido en pagarle a Robert Hamilton cada centavo.
Seguía ampliando su negocio, ansiaba que algún día ya no dependiera de su suegro, que también era su padrino. Y estas cosas sobre la situación financiera de él no estaban claras para Aby.
—Es hora de que nos vayamos. —La voz nítida de la mujer interrumpió los pensamientos de Aitor.
El hombre miró a su hermosa esposa frente a él, no había contemplado a su mujer de cerca detenidamente después de la boda tres meses atrás.
Observaba a Aby enfundada en un vestido largo de seda azul, que se amoldaba a su esbelta figura, y el tono hacía contraste con su tersa piel trigueña; su cabello castaño oscuro le caía en ondas por la espalda, y enmarcaba su dulce rostro, sus tentadores labios estaban maquillados en tono rosa, y sus ojos color esmeralda poseían un brillo especial esa noche.
Sintió calor en la frente, supuso que era uno de esos síntomas, una fiebre debido a la enfermedad.
Su mente empezó a estar mal debido a la fiebre y parecía un poco confuso entre la realidad y la fantasía.
«Si pudiera volver al pasado, creo que te amaría sin reservas, pero eres una niña malcriada, me rompiste el corazón cuando provocaste… Además, el médico dijo que mi estado no era nada bueno, no tengo mucho que darte Abigaíl» pensó.
Ansiaba besar a su mujer, quien fue el amor de su vida una vez, pero intentaba desesperadamente reprimir sus emociones en la vida real, no solo por la presión de la realidad, sino también porque creía que Aby le había ocultado algo, lo que provocaba en él, rechazo hacia ella; sin embargo, Aitor por unos instantes desconectó su corazón de su mente, y se dejó llevar por lo que Abigaíl siempre despertó en él, la tomó de la cintura, la pegó a su cuerpo.
—Estás hermosa —olió la fragancia de su esposa, susurró cerca de los labios de ella.
Abigaíl se quedó sin aliento, un corrientazo le recorrió el cuerpo.
«¿Me ves hermosa?» Sus mejillas se ruborizaron. Era la primera vez en esos tres meses de casados que él tenía esa muestra de cariño.
—También te ves muy atractivo —siseó ella.
Y antes de que ella pudiera decir más los labios de Aitor tomaron los suyos, la besó, la agarró de la cintura, la pegó más a su cuerpo.
Aby jadeó en la boca de él, la lengua de Aitor jugueteaba a cada instante con la de ella.
Aitor la llevó hasta la cama, la depositó en el lecho, siguió besándola, acariciando la esbelta figura de su mujer.
—Aitor —gimió bajito.
Escuchar su nombre en los labios de ella, le nubló el pensamiento, le alzó la falda del vestido sus manos acariciaron los firmes muslos de ella, sus dedos rozaron su centro, entonces la escuchó gemir, y él estiró su brazo para buscar protección, entonces en ese instante las palabras del médico lo hicieron reaccionar
«Aitor es posible que, como consecuencia de la enfermedad no te quede mucho tiempo de vida, ni hablar de tener hijos» La voz de aquel médico hizo eco en la mente del hombre.
«No, no puedo hacerlo, si muero, vas a sufrir mucho, más vale que no sientas amor por mí» Se repitió Aitor en el cerebro, entonces reaccionó, se alejó de ella de forma intempestiva, jadeante se puso de pie.
Aby gimió sorprendida, se sintió herida por el rechazo de su marido. Sintió que su marido le demostraba amor, pero de pronto era como si recapacitara y dejara de hacerlo.
—Es tarde, no podemos perder el tiempo en tonterías, la familia nos está esperando —musitó con voz fría, no la miró a los ojos, se arregló el traje.
Aby inhaló profundo, se incorporó, asintió, por más que trataba de comprender el extraño comportamiento de su marido, había ocasiones en las cuales no lo entendía, lo vio salir de la alcoba, ella se puso de pie, arregló su vestido, su cabello, volvió a maquillar sus labios, tomo su cartera tipo sobre, suspiró profundo, sintiendo su corazón achicarse, se percibió incapaz de calentar el frío corazón de su marido, sin embargo, aún tenía una esperanza, y depositó todas sus ilusiones en su embarazo.
—Tú serás el mejor regalo, estoy segura de que las cosas cambiarán —susurró bajito tocando su vientre, pero ella estaba lejos de imaginar lo que aquel anunció desencadenaría.
Más tarde: Aitor y Abigaíl llegaron al elegante salón de recepciones donde se iba a celebrar el cumpleaños de él. Aby como buena esposa, había contratado una organizadora de eventos, a pesar de que ella era excelente como anfitriona había delegado esa responsabilidad en alguien más para no cometer errores.
Cuando entraron al salón, él ni siquiera la agarró de la mano, miró a su madre, y se acercó a ellos, para recibir sus saludos y felicitaciones.
Abigaíl suspiró profundo, y caminó en dirección a la mesa en la cual se hallaba su tía, y prima, las saludó y se sentó ahí, entonces desde ese lugar miraba a su esposo compartir con los invitados, lo veía sonreír.
Al dar la medianoche, el momento del pastel llegó, Aitor se acercó a la mesa, y sopló las velas de su cumpleaños número veinte y cinco.
Abigaíl sentía un revoltijo de emociones en su estómago, el momento de darle su ansiado regalo, había llegado, las manos le temblaban, el corazón le latía acelerado.
—Amor, tengo un regalo para ti —musitó, y le entregó la caja.
Aitor no podía hacerle un desplante delante de tanta gente, tomó el obsequio, fingió una sonrisa, cuando abrió, palideció por completo, la expresión de su rostro fue de desconcierto, la respiración se le volvió irregular, sus músculos se tensaron.
«¡No puede ser posible, el médico dijo que yo…!»
—¿Estás embarazada? —preguntó a su esposa, dubitativo.
Un profundo silencio se hizo en el salón ante aquel cuestionamiento.
Abigaíl mordió su labio inferior, colocó sus manos en su vientre, asintió, y de pronto un hombre alto, de piel bronceada, cabello oscuro, interrumpió.
—¡Esa mujer miente, se acostó conmigo antes de casarse contigo! —aseguró a gritos mirando a Aitor a los ojos. —¡Así que ese bebé no es tuyo!
Abigaíl arrugó el ceño, miró a ese hombre con los ojos bien abiertos, lo que decía era una falsedad.
—Yo no te conozco, ¿por qué dices eso? —indagó la chica con la voz temblorosa.
—No te hagas la mosca muerta Abigaíl Hamilton, tú lo planeaste todo, drogaste a Aitor para que esa noche se acostara contigo, o ¿me equivoco?
**** Nota de autor: Copyright © junio, 2023. Angellyna Merida. Registro: 23060XXXXX44 Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede reproducirse o transmitirse de ninguna forma, incluyendo la electrónica o mecánica, sin el permiso por escrito de la autora y la plataforma: Buenovela, excepto en el caso de citas breves incorporadas en reseñas o artículos. Esta es una obra de ficción, debidamente registrada, no compartas ni distribuyas este libro de forma ilegal, eso es un delito.
Aitor observó a su esposa con la mirada iracunda, los labiosapretados, lo que ese hombre decía en parte era verdad: Amaneció en la cama deAbigaíl, sin saber cómo había llegado hasta ahí. —No, yo sería incapaz—balbuceó ella, el cuerpo le temblaba, el corazón le latía con prisa. —¡Aitor!—Lo agarró del brazo.Aitor miró los ojos grandes y llenos de lágrimas de sumujer. Apretó los puños, los cerró con fuerza, los se nudillos volvieronblancos. Trató de confiar en su esposa una vez, porque la conocía desde que eraun niño, ella era inocente y de buen corazón, aunque una vez...«Pero podría ser una calumnia» pensó.—¿Tienes pruebas de lo que dices?—preguntó Aitor a la defensiva frunciendo el ceño.—Sí —respondió con firmeza aquelsujeto.Y de pronto un video apareció en una gran pantalla, y ahí seveía a Abigaíl en la habitación de la mansión Hamilton, sosteniendo relacionescon ese sujeto, se escuchaba con claridad sus gemidos, se veía su figuradesnuda.Aby se congeló en su lugar c
Sola, embarazada, repudiada por toda su familia Abigaíl Hamilton caminaba por las calles de Boston, parecía que ese día no contaba con suerte, y una torrencial lluvia empezó a caer, empapándola por completo. El hermoso vestido que escogió para darle la noticia del embarazo a su marido, quedó vuelto nada, su cabello era un desastre, y su alma se hallaba fragmentada en miles de pedazos. Y mientras transitaba sin rumbo, buscando un taxi, sintió pasos detrás de ella. Abigaíl empezó a caminar con prisa, el corazón le retumbaba con violencia, cuando se echó a correr dos hombres la interceptaron de frente, la agarraron por los brazos y la llevaron a oscuro callejón. —Danos todo lo que tengas —ordenó con voz ronca uno de aquellos sujetos, punzando una daga en el mentón de Abigaíl. La mujer temblaba, las palabras no salían de sus labios. **** Aitor, en la habitación del apartamento que compartía con Aby, miró en la alcoba aun las cosas de esa mala mujer. —Podría perdonar que me manipula
—Te ves algo pálida, ¿estás enferma? Como comprenderás no puedo contratar gente así, yo requiero a alguien que se comprometa con mi empresa.Abigaíl inspiró profundo, cerró sus párpados. —Lo entiendo, no estoy enferma, solo embarazada, pero le juro que no se va a arrepentir si me contrata, póngame a prueba. El señor Lombardi, se quedó pensativo, ¿qué podría perder? —Está bien, estás a prueba, no te pagaré el sueldo completo, solo la mitad, ¿estás de acuerdo? —Lo acepto —contestó Abigaíl, decidida a demostrar lo mejor de sí misma, y quedarse con ese empleo. Desde aquel entonces Aby dedicó su tiempo a sacar adelante a su hijo, y a trabajar muy duro para que al pequeño no le faltara nada, ya nunca más volvió a creer en el amor, cerró su corazón por completo a cualquier relación sentimental, su alma se llenó de amor maternal. **** Cinco años después. —¿Qué ocurre? —preguntó Abigaíl a su socio Piero Lombardi, lo miró con atención. —Nos han contratado para organizar la boda de un
Boston – Estados Unidos. La mirada de Aitor brilló por completo, había cerrado un trato millonario con un cliente para manejar sus inversiones. —Señor Robinson ha hecho el mejor negocio de su vida, no se va a arrepentir, al cabo de tres meses, tendrá grandes rendimientos. El hombre se puso de pie, apretó la mano de Aitor, cerrando el trato. —Confío en ti. —Se retiró. Durante este tiempo Aitor Roig había pasado dos años luchando contra aquella enfermedad, que parecía consumirlo, pero había vencido el mal, y ahora era un sobreviviente, y luego ya restablecido, regresó con su madre a Boston, y Robert Hamilton le informó que la deuda con él, había aumentado este tiempo, aquel anciano solo les había condonado los préstamos, y desde ese entonces Aitor trabajó día y noche por recuperar la posición social de su familia, y pagarle el dinero que le debía al padre de su ex esposa, no deseaba que la gente dijera que era un interesado, por lo que se empeñó en demostrar lo contrario, y ahora e
Aby cerró los ojos, pisó el acelerador a la fuerza, lo dejó ahí solo. Aitor anotó mentalmente las placas del vehículo, supo que era rentado, luego se pondría en contacto con la agencia para dar con la culpable. Abigaíl aparcó unas calles más adelante, toda ella estaba tensa, sentía un estremecimiento, no pudo evitar llorar, y no supo ni el motivo: nervios, miedo, o los recuerdos del pasado, o quizás saber que siempre la engañaron. —¿Estás bien mami? La dulce voz de su hijo la sacó del trance, y se golpeó la frente con el puño. «¡Qué imprudente fui!», se reprochó, enseguida con lágrimas en los ojos, volteó a mirar a su niño, sintiendo que el corazón amenazaba con salirse del pecho. —¿Estás bien? El pequeño asintió. —Un poco asustado, te pasaste la señal, eso no es correcto, y ese señor se veía muy enojado. Aby apretó los ojos, negó con la cabeza. —Así es, cometí un error, lo lamento. —La voz le tembló miró a su hijo con angustia, pudieron haber chocado, y ella no se hubiera p
Y mientras ella tomaba el elevador para bajar, Aitor Roig en la planta baja agarraba el de subida, así que ambos se cruzaron y no pudieron verse frente a frente. Y unos minutos más tarde, los fuertes golpes en la madera de la suite donde se hospedaba Aby sobresaltaron a Camila, la asistente de Abigaíl. La muchacha miró a Jake jugando con sus legos en la pequeña salita y abrió. —¿Eres Natalia Sánchez? —indagó el apuesto hombre parado bajo el vano de la puerta, la mirada de él le dio miedo, y el alto tono de su voz la estremeció. —No, yo soy su asistente, ¿quién la busca? —balbuceó. —Dile a tu jefa que salga —ordenó resoplando iracundo. El niño se sobresaltó al escuchar la voz gruesa de aquel hombre que hablaba a gritos, se puso de pie, y se escondió detrás de un muro para escuchar con atención, asomaba su cabeza de vez en cuando y apretaba sus pequeños puños. «¿Por qué ese hombre grita? Me dan ganas de darle una patada por irrespetuoso» pensó el niño, no le agradaban ese tipo de
Aitor no podía creer que Abigaíl, la misma chiquilla que lo veneraba, y adoraba, le hablara de esa forma, después de que ella fue la culpable de su separación, de que con trampas lo obligó a casarse con ella estuviera ahí decidida a organizar su nueva boda. Resopló y apretó los puños con fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.«No puedo creer que siga siendo una cínica. No vas a arruinar esta boda Abigaíl Hamilton» —No vamos a contratar tus servicios, buscaremos otra agencia —indicó él. —Perfecto —respondió Abigaíl, no estaba para rogarle a nadie—, nos hacen llegar el cheque con la multa, caso contrario los vamos a demandar. —Aitor. —Kendra lo agarró del brazo—, ya hemos adelantado bastante con ellos, y buscar una nueva agencia retrasaría la boda, y seguro eso es lo que Aby desea, no le demos ese gusto —murmuró. Abigaíl rodó los ojos al escucharla. —Al contrario, si por mí fuera los casaría en este momento. —Hizo la señal de la cruz—, yo los declaro marido y mujer. —Se mofó
Aitor salió desde muy temprano de su apartamento, dejó a Kendra dormida, llegó a su despacho, la asistente le informó que tenía una sesión con un importante cliente, así que solicitó que lo hicieran pasar a la sala de juntas.—Señor Smith buenos días, que gusto tenerlo acá —dijo Aitor con amabilidad, saludó con el hombre de cabello cano—, imagino que desea invertir su fondo de jubilación. —Así es señor Roig, vine acompañado de mis hijos, yo no entiendo mucho de esas cosas de finanzas. —Señaló a dos caballeros, acompañados de dos mujeres más. —No se preocupen, yo lo voy a asesorar y ofrecerle el mejor paquete de beneficios —comunicó, y mientras Aitor charlaba con sus clientes, Abigaíl llegó al lujoso piso donde funcionaba el despacho de él. «Veo que te ha ido bien en la vida» pensó en su mente. «Pero no importa lo millonario que seas: ¿no puedes aprender a ser un poco más tolerante con los demás? Únicamente por un traje, eres tan mezquino que pones el planeta patas arriba solo para