Storni tomó a la joven de la cintura y la acomodó en el centro de la amplia cama con mucho cuidado, siendo delicado, pues no quería maltratarla o hacerla sentir de algún modo que la lastimara.
Lexy se tocó las rodillas con nervios y miró al hombre con grandes ojos. No entendía muy bien sus ideas y referencias, pero esperó paciente hasta al menos recibir una explicación que pudiera justificar sus arranques de locura.
Irguió su espalda cuando Joseph se arrodilló frente a ella y le acarició con las manos bien abiertas los muslos por encima de la ropa, descendió por sus rodillas y tomo sus piernas entre sus manos, concentrando las intensas caricias en sus pantorrillas.
La joven movió las piernas conforme los movimientos del hombre y aunque se sent&iacut
Cuando creyó que Lexy estaba más tranquila cogió una de sus piernas e hizo lo que deseaba desde el viaje, cuando Lexy se había negado a que probara sus pies.Lexy estalló en risas, pero también pánico y unas cosquillas que desaparecieron cuando el hombre dibujó círculos con su lengua alrededor del dedo, metiéndole la lengua entre cada espacio. Persiguió entonces por degustar cada dedo y se rio satisfecho cuando la joven se dejó llevar por sus lamidas.—Sabes que te gusta —susurró Joseph.—¡Oh, por…! —gimió ella y se quedó sin aire cuando el hombre le mordisqueó el talón, clavándole los dientes sin nada de compasión.No hubo dolor sino un plac
Logró entonces que las ganas afloraran más y se impusieran encima de toda lógica. La apretó de las caderas, hundiendo un segundo dedo en su vagina y mientras exploró su acuoso interior, su lengua jugó en la parte baja de su abdomen, acercándola cada vez más a ese umbral que empezaba a enviciar a Lexy.La joven gimió al ritmo de los movimientos que sus dedos le dedicaron, esos que se deslizaron por sus paredes tibias y resbaladizas y cuando creyó que ya alcanza las estrellas, toda sensación placentera se acabó para retomar el silencio y el mismo frio que había sentido antes.Se desesperó. Apretó las piernas, casi lita para llegar al orgasmo y gruñó rabiosa cuando entendió que el hombre estaba jugando con ella de un modo muy cruel.
Sintió alivio cuando el hombre le quitó la venda que cubría sus ojos y no se avergonzó cuando Storni le limpió el rostro con una toalla de cara, secándole el sudor y las lágrimas.Se miraron a la cara en silencio y, aunque ella se sentía dolida por los acontecimientos, pues le avergonzaba aceptar los verdaderos motivos por los que había abandonado sus estudios, en el reflejo de sus bellos ojos, no hubo recelo ni rabia, solo una apacible dulzura que a Joseph lo tranquilizó.Liberó sus pies como primera opción y le besó el empeine con deleite, mientras sus manos acariciaron sus muslos. Su boca subió y recorrió su abdomen, delineó con su lengua sus doloridos pezones y se hundió en su cuello cuando tuvo la oportunidad, conforme sus manos liberaron las suyas. Limpi&oacu
La joven mujer sucumbió en un placentero sueño del que no despertó hasta el domingo en la mañana, cuando se vio preparando una torre de emparedados que acompañarían su viaje de regreso a casa y su ciudad natal.Joseph estaba regando el jardín antes del gran adiós y ella organizando el resto de los pendientes para comenzar un nuevo recorrido por la colorida carretera.Se rio solita de los recuerdos que la inundaron con prontitud y se sonrojó al recordar la buena mano de Joseph para tratarla y cuidarla. Sin dudas, Lexy había tenido el mejor fin de semana de la historia de toda su vida. Había conocido el huerto de Emma, el cual debía destacar como uno de los sitios más románticos en los que había hecho el amor, rodeada de floras coloridas y un resplandeciente sol que reflectaba contra todos los vidrios del invernadero, creando un efecto celestial en sus paredes de cristal.Suspiró cuando recordó la caminata que juntos hicieron por el bosque en la mitad de la noche, cuando la luna ilumina
Su conciencia quiso llenarse la boca con críticas, pero se calló cuando Joseph la comprendió al pie de la letra. Quería dejar muchas cosas de su pasado atrás —ojalá enterradas bajo tierra— y el único modo que la muchacha conseguía era haciéndolas otra vez de la forma correcta.Deseaba volver a perder su virginidad con el hombre que quería, ese que le había quitado los miedos y que le había llenado la vida de alegrías y desafíos.—Confío en ti, Joseph, y hubiera querido que fueras mi primera vez —reveló después, temblorosa y se echó a reír con naturalidad cuando el hombre le besó los labios con fuerza.—Me hubiera encantado ser tu primera vez —reveló él y not&
Regresar a la ciudad natal de Lexy no resultó para nada agradable.La pareja estuvo en silencio durante casi toda la mañana y solo intercambiaron una que otra palabra cuando se detuvieron en un pequeño comedor de comida casera.Joseph atendió a Lexy como todo un caballero y le compró jugo natural de papaya y dos empanadas rellenas de queso y camarones, todo para consentirla, para robarle, aunque fuera una sonrisa.Ella recibió toda su amabilidad con una inusitada alegría, pero con los ojos opacos, situación que intranquilizó al hombre y que lo hizo entender lo complicada que la muchacha se hallaba.Para Lexy, regresar significaba perder la batalla y es que todos sus demonios estaban allí, esperándola para una guerra.<
A tropezones buscó huir, abriendo la puerta de su casa con las manos temblorosas.Lo logró, logró avanzar por el jardín delantero, pero Esteban la cogió por la espalda y la jaló brutamente contra su cuerpo, gruñendo entre dientes, marcando poder, sacando desde lo más profundo de su ser ese lado oscuro que lo destacaba del resto.Lexy luchó con sus brazos y manos y como nunca se defendió. Le pellizcó los brazos y le mordió las manos, esas que la aferraban por el cuello y el rostro.Algunos transeúntes se detuvieron a mirar y a cuchichear; cuando creyó que estaba perdida, cuando su mundo empezaba a desmoronarse, cayó rendida al suelo, se venció como siempre; las rodillas se le llenaron de piedrecitas que se le clavaron en la sensible pie
Se encontró a Lexy en el interior del auto, refugiada y atemorizada. Tenía el rostro limpio y seco y algunos productos de aseo en las piernas. Se miraron a través del cristal por algunos segundos y aunque la joven estaba asustada hasta ese entonces, encontró alivio en la mirada oscura del hombre, esa que le hacía sentir escalofríos y compleción.Joseph rodeó el auto sin dejar de observar a Lexy y se subió para refugiarse a su lado.La joven no dijo palabra y solo soltó el llanto cuando el hombre estiró la mano para tocarle y acariciarle el muslo, ese qué se hallaba pintado de rasguños.Sollozó con tanta fuerza que el hombre tuvo la urgencia de olvidarse que estaban separados por una caja de cambio y la levantó con un fuerte movimiento desde e