Algunos años después…Se levantó en la punta de sus pies para mirar por encima del alta cerca de madera que envolvía su propiedad y se le llenó el pecho de emoción al encontrarse con una larga fila de personas que esperaba a por ellos. Se tocó la barriga con las dos manos y se apoyó con confianza en la madera para mirar mejor.Se tomó algunos segundos para respirar otra vez y se osó en regresar al interior de la propiedad. Las manos le temblaban y la barriga se le revolvía con una rica sensación que sentía cada día cuando encontraba calor y afecto entre los brazos de su amado y de sus hijas. Iluminada como cada mañana, la sala resplandecía con sus colores castaños y rojizos; las cortinas blancas le brindaban profundidad y luz a todo su hogar y los juegues desparramados de las niñas le prodigaban ese toque infantil y hogareño a cada dormitorio y pasillo.Titubeó de qué hacer primero.Podía ir con su amado esposo y decirle las buenas nuevas, podía correr a vestir a sus hijas para empez
La joven mujer corrió por el campo abierto arrastrando un largo trozo de tela rosa que debía acomodar alrededor de la terraza que envolvería la fiesta. Desde la muñeca tomó los elásticos de colores que su marido había comprado en una tienda de cotillón y comenzó a trabajar mientras cantó a todo pulmón.Si hubiera tenido vecinos cerca, Lexy Antonieta Bouvier habría sido bajada del escenario imaginario en el que se subía cada vez que cantaba por las praderas de su propiedad, pero para su fortunio, su vecino más cercano vivía a cuatro minutos a pie desde el inicio de su cerca separativa.—¡Voy a pedirte que no vuelvas más, siento que me dueles todavía aquí, adentro! —cantó y gritó a su propio ritmo, olvidándose de la cantante y del ritmo que se oía de fondo.Aunque por algunos segundos creyó que estaba sola, se quedó callada y pasmada cuando se encontró con su padre, ese que la observaba desde el suelo mientras inflaba globos a un acelerado ritmo.—Nunca cambias —siseó levantándole las c
No estaba para nada conforme con las muchachitas que había entrevistado en las últimas horas y, aunque la mayoría de ellas poseía experiencia para el cargo, él buscaba a alguien con menos experiencia. Quería que su nueva secretaria no tuviera manías ni antiguas rutinas; quería una "secretaria virgen", una joven que se pudiera adecuar a cada una de sus peticiones, exigencias y extrañas ocurrencias.Entre sus colegas, durante almuerzos y cenas de negocios, había oído charlas sobre el nuevo estilo de trabajo que adoptaban y, contratar chicas sin experiencia resultaba tan placentero como un buen filete sellado en sal y marinado en vino.Se lamió los labios al pensar en la carne asada y se levantó de un fuerte sacudón cuando una pequeñita chiquilla ingresó a su despacho personal.Cargaba un portafolio en una mano y un café en la otra; pisaba en terreno desconocido con mucha desconfianza y miraba a todos lados con sus enormes ojos verdosos. —Señor Storni, soy Lexy Antonieta Bouvier. Estoy
Lexy tomó el autobús y escuchó música durante su viaje, anhelado relajarse después de tan tensa tarde. Estaba aún avergonzada por lo sucedido en su entrevista, pero se consolaba al saber que al menos había conseguido el empleo. Joseph Storni le resultaba difícil de interpretar y tan profundo que, Lexy apostaba qué tendría uno que otro contratiempo durante su estadía en la empresa Open Global.Estaba ansiosa y muy inquieta; seguía pensando que Storni se había adelantado al contratarla y, aunque la actual secretaria del hombre le había explicado que el trabajo no era para nada complicado, ella podía sentir que la cosa era más oscura de lo que se la pintaban.Bajó del autobús dos manzanas antes de llegar a su destino y se quitó los audífonos para escuchar a sus pensamientos mientras caminaba a un ligero ritmo a casa."Necesitamos el dinero, Lexy, ya basta de vivir de tu pobre padre"."Es una buena paga y es fácil, no seas tan perezosa"."Sólo serán ocho meses, el tiempo vuela".No era u
Por el otro lado de la pantalla, Lexy dejó en el olvido su teléfono móvil y a su jefe, y se enfocó en tomar una ducha y vestirse con ligereza para encerrarse en la cocina de su hogar para darle la bienvenida a su queridísima abuela. Preparó papas asadas y las rellenó con queso y cebolla; pimienta y sal. Mientras selló la carne en una plancha eléctrica que su padre le había obsequiado en la pasada navidad, bebió vino, anhelando apagar el revoltijo de tripas que tenía desde la entrevista.Se acomodó el cabello detrás de las orejas unas cuantas veces y bebió más vino, mientras escuchaba las risas de sus padres y de su prometido, quienes oían con atención las divertidas historias de su juvenil abuela.Se sentó a la mesa cuando creyó que todo estaba en orden y se quitó el delantal que encerraba su cintura para acomodarlo en sus piernas. Se sirvió una cuarta copa de vino y charló despreocupada mientras su abuela era su principal oyente y consejera.La única que la comprendía.—Oh, querida,
Ella se escondió en la bodega de su jardín trasero, la misma en la que horas antes había querido esconder a Joseph Storni y soltó el llanto cuando el lugar le otorgó silencio y soledad.Se sentó sobre una pila de madera seca y sollozó con fuerza, anhelando controlarse antes de abandonar su escondite, ese que en los últimos meses se había convertido en el refugio de su dolor, en la casa de su corazón roto y su verdadera identidad.¿Cuándo había dejado que aquello ocurriera? Se preguntó, mientras se golpeó las rodillas con impotencia.Si recordaba bien, todo había comenzado justo después de las vacaciones de navidad, cuando había preferido viajar con su abuela a Argentina y dejar de lado su relación por un par de semanas. Esteban no se lo había tomado para nada bien y la violencia que había despertado en él eran el resultando de sus celos y falta de confianza en ella. Desde allí, todo había sido un espiral acelerado de errores que ella había dejado pasar por alto, poniéndole excusas in
Para el lunes y debido al exceso de trabajo con el que Joseph Storni lidiaba, se olvidó momentáneamente de lo ocurrido el viernes por la tarde con su nueva secretaria y, aunque sí pensaba en ella, su lado obsesivo quedó de lado, al menos por algunas horas.Ese lunes tuvo que asistir a una reunión con los Asesores y llegó más tarde de lo habitual a su oficina. Cuando ingresó por la puerta, sus ojos se encontraron con Lexy, quien leía en silencio una revista que las dependencias ofrecían.—Señorita Bouvier —saludó cuando ingresó y la joven brincó asustada en su posición.—Buenas tardes —saludó ella y se cubrió la boca al obviar su error—. Lo siento, buenos días —arregló el saludo y se levantó para seguir a su jefe con un suave trote.—Buenos días, ¿todo está en orden? —interrogó Joseph sin mirarla.—Sí —contestó ella con seguridad y miró su escritorio por encima de su hombro—. Bueno, no...Storni levantó la mirada para observarla y se perdió en su cabello lacio y opacos ojos. De algún u
Su cita para el almuerzo resultó agradable y lo ayudó a despejarse de lo que estaba ocurriendo en la privacidad de su oficina. Cerró algunos contratos con un nuevo empresario y viajó de regreso a la empresa con tranquilidad, más claro que nunca.En el camino pensó en los problemas que Lexy traería a su desempeño diario y mensual y consideró seriamente su despido. Se odió por su acelerada decisión y buscó al menos tres excusas para despedirla. Excusas que no sonaron serias ni lógicas, pero que las mantuvo entre sus pensamientos hasta que ingresó a la oficina que compartía con la muchacha y su angelical rostro lo obligó a olvidarse de todo.Lexy ya estaba detrás de su escritorio, trabajando con seriedad y, para su suerte, llevaba una delgada chaleca que ocultaba sus simétricos senos. Joseph suspiró aliviado e ingresó al lugar con una sonrisa entre los labios.“¿Acaso no ibas a despedirla?”. —Molestó su conciencia y la dejó en el olvido cuando ella le sonrió.—Señor Storni, que bueno que