El martes, Lexy estuvo la mayor parte del día sola.
Su jefe se mantuvo ocupado entre reuniones y capacitaciones que buscaban mejorar las estadísticas de la empresa.
Por la tarde y casi a la hora de salida, la jovencita recibió un alentador correo electrónico por parte de Joseph, al parecer, el único que se preocupaba por ella, y viajó con una tonta sonrisa a casa, donde se encontró con su abuela materna, quien también era su mejor amiga.
Sus padres habían salido por la tarde y prometían llegar después de las ocho. Por otro lado, su prometido dormía tranquilamente en el piso de arriba, entregándoles privacidad y tiempo para charlar con sinceridad.
—¿Té o café? —preguntó la joven y se movió ágil por la cocina.
—Un té estaría bien —contestó la abuela y cortó dos trozo del pastel que había comprado en una bollería cercana—. ¿Y qué tal el trabajo?
—Excelente —respondió una jovial Lexy y sonrió para agregar más picante a su confesión.
—Creí que te iba a encontrar ojerosa y malhumorada, pero me has dado una sorpresa —confesó la abuela y se acomodó en la mesita que la humilde cocina disponía—. Secretaria, ¿verdad?
—Sí, de Joseph Storni —acotó Lexy y buscó el azúcar con la mirada.
—Storni, suena importante —sonrió Elena, la abuela—. ¿Es guapo?
—¡Abuela, por favor! —contraatacó Lexy y se rio a carcajadas.
—Joseph Storni suena a guapo —siguió la picante anciana—. ¿Podría visitarte en la oficina para conocerlo? —curioseó y le ofreció un juguetón movimiento de cejas.
Lexy se quedó callada y muy complicada y, de la nada, se sonrojó y volvió a la timidez de siempre.
—Abuela… —ronroneó la muchacha.
—¿Y usa una corbata? —siguió la madura mujer y abrió enormes ojos al obviar que su nieta estaba complicada con su inusual petición.
—Sí, Abu, viste elegante —detalló Lexy y suspiró cuando recordó a Esteban.
—Me encantan los hombres elegantes, pero no te pongas triste, no te lo voy a quitar —bromeó la anciana.
—¿Qué? —preguntó Lexy riéndose, haciéndose la tonta.
—Ya le pusiste el ojo, ¿o no? —insistió.
—Tú estás loca, yo no voy poniendo el ojo, menos a mi jefe —suavizó, pero su abuela bufó.
—Deja de ser tan tonta, niña, aprovecha que eres joven, hazme caso, yo tengo más experiencia —atacó la abuela y le guiñó un ojo—. Cuando estés casada, te vas a lamentar. Cuando seas la señora de ese bueno para nada te vas a lamentar por no haber probado otros pasteles.
Retozó alegre y mordió el pastel de manzana que tenía entre los dedos, cerrando los ojos para disfrutar de la dulzura y la crema de la tarta.
—Abuela, no es tan simple.
—¡Sí, es simple! Eres tan linda, Lexy, si sonrieras más seguido tendríamos filas de hombres esperándote.
Lexy rio y se relajó en la silla para engullirse el rico pastel que su abuela había escogido para comer junto a ella y cambió el rumbo de la conversación cuando investigó sobre su reciente viaje a Australia.
A los pocos minutos, Esteban apareció de la nada y, no obstante, saludó con cortesía, Lexy percibió la molestia del hombre. Podía transmitírsela aún con la mirada.
La muchacha se mantuvo tranquila mientras siguieron compartiendo el té, pero supo que las cosas no estaban bien cuando buscó un sinfín de excusas para no quedarse a solas con su futuro esposo.
En pocas palabras, le rogó a su abuela para que la acompañara hasta la llegada de sus padres y, sin embargo, la anciana pudo sentir el miedo de su nieta y anheló quedarse con ella, el cansancio que sentía la derrotó mientras observaban las noticias en silencio y en plena oscuridad.
Sus ronquidos inundaron la sala y, si bien, Lexy encontró gracia a tan divertidos y naturales sonidos, Esteban aprovechó del momento para hacer lo suyo.
—¿De qué hablabas con la vieja? —preguntó furioso.
—Sobre el trabajo —contestó tensa y hundió los dedos en la almohada del sofá.
—¿Del trabajo? ¿Estás segura? —insistió Esteban y desde la distancia se estiró para propinarle un fuerte pellizco en el brazo.
La chica se sacudió en su posición y ahogó un grito de dolor y, aunque buscó escapar de sus manos, la velocidad y violencia del muchacho la dejaron acorralada contra el sofá y su furia.
—Pone cuidado con lo que haces, Lexy, no soy estúpido —regañó con los dientes apretados.
Aunque muchas veces perdía la cabeza cuando se trataba de su novia, la inteligencia siempre dominaba cuando buscaba lastimarla y romperla en mil pedazos.
Cogió a la chica desde el cuello y el cabello y con rabia le propinó un fuerte golpe en la frente contra la madera del sofá. El golpe no se oyó por el acolchado del mueble, pero el dolor y el mareo que Lexy sintió, la dejaron derretida encima del sofá, con la vista nublada y ahogada en un llanto que se vio obligada a contener por la mano de Esteban que la asfixiaba con furia para que no gritara ni se expresara.
Cuando Lexy se calmó, el violento hombre le besó la punta de la nariz y con un suave, pero tétrico susurro le dedicó un frío adiós.
En silencio se marchó y Lexy imitó, huyendo al frío de su habitación para ahogar sus penas y miedos detrás de la puerta, donde siempre encontraba un absurdo consuelo.
El jueves llegó con demasiada prisa y, no obstante, Lexy rogaba porque su jefe no apareciera otra vez por la oficina, sus deseos no se cumplieron cuando Storni llegó para saludarla y preguntarle sobre su trabajo durante la semana. La muchacha contestó con soltura y mostró lo bien que se estaba adaptando a su nuevo empleo. El único problema surgió cuando el hombre le preguntó por su labio roto y tuvo que mentir para evitar las preguntas molestas que acostumbraba a recibir.Joseph visitó todos los departamentos de la empresa a primera hora de la mañana, alentó al resto de trabajadores y bebió café junto a los encargados de finanzas, mientras Lexy detalló desde la distancia y con pizcas de envidia la espontaneidad y alegría natural del hombre.—Bouvier, ven, te invito un café —dijo desde la distancia y movió la mano para invitar a la chica a seguirlo por el lugar.La aludida se alegró con notoriedad y se levantó desde su puesto con timidez, buscando caminar con mayor soltura frente al re
Joseph estaba concentrado en su trabajo cuando recibió el correo de la Señorita Bouvier. Le sorprendió tanto que, tuvo que hacer a un lado los documentos que revisaba con cautela.Desde hacía un tiempo, había notado movimientos extraños en los ingresos y egresos de la empresa y, no obstante, Joseph creía que se trataba de un error contable, empezaba a intuir que algo más estaba ocurriendo detrás. Leyó al menos tres veces la respuesta de la señorita Bouvier y se levantó de la silla con un cosquilleo en la barriga que no logró dominar. Desde su posición, se acercó a la pantalla de su computadora otra vez e, incrédulo por lo que había leído, repasó en voz alta:Señor Storni, Me gusta el contacto físico y los mordiscos.“Oh, mierda, esto se pone bueno”. —Jugó su conciencia, tan feliz como Joseph, quien no sabía cómo interpretar dicha respuesta.Su mente se repletó de recue
Cuando la hora de almuerzo llegó, Lexy llevaba un buen tiempo sin salir a comer afuera y los lujosos restaurantes nunca habían estado entre sus elecciones personales. Esteban nunca tenía dinero para invitarla a salir y siempre terminaba eligiendo comida rápida y la más económica, un menú que se ajustaba a su bolsillo.Lexy se sentó junto a Emma mientras Joseph intercambió un par de palabras en el exterior del restaurante y aprovechó de la privacidad para servirse vino y beber para calmar los nervios.—¿Y en dónde están? ¿Qué están haciendo? —preguntó muy ansiosa, mirando a todos lados.—Hablan sobre el tamaño de sus penes, de sus bolas peludas y quién dura más —burló Emma con juvenil voz y Lexy se impactó tanto que se ahogó con el vino que tenía en la boca.Se recompuso con prisa cuando vio a Storni caminando entre las mesas, con una sonrisa de oreja a oreja y, a su lado, un par de animados empresarios que parecían emocionados por alguna razón que Lexy desconocía.Se tensó en su asien
Regresaron a la oficina en silencio y, solo la presencia y alegre cháchara de Emma Storni los mantuvo en alerta. Lexy seguía sin mirarlo a la cara y Joseph comenzaba a creer que se había equivocado en llegar tan lejos.La jovencita le resultaba como un buen libro de cálculo avanzado, esos que tardaba meses en interpretar y, aunque moría por resolver todos sus problemas, aún tenía que conocer las fórmulas para lograr entrar entre sus páginas.Como era costumbre, Emma se coló en el departamento de finanzas y desapareció para hablar con los guapos chicos que allí trabajaban y les brindó privacidad para que pudieran conversar.—Señorita Bouvier, quería... —dijo Joseph cuando Lexy se escondió en el cuarto de baño que el lugar disponía—. Sí, no se preocupe, voy a esperar aquí afuera —continuó cuando la muchacha le cerró la puerta en la cara y lo dejó con la frase a la mitad—. Sí, voy a esperar aquí, tómese todo el tiempo que quiera.“Sí, voy a esperar aquí como un idiota baboso”. —Fastidió
La joven se quedó mirando la puerta por la que Anne Fave había desaparecido y, sin embargo, dudaba sobre lo que ocurriría en el interior de la privada oficina de Storni, no pudo contener un gritito de alegría que nació desde lo más profundo de su ser.Llevaba varios meses sin saber cómo saborear un buen beso y mucho tiempo sin ser parte de una caricia pasional. Llevaba mucho tiempo sin ser parte de nada y aquello la había dejado pegada al techo y con un revoltijo de tripas que no la iba a dejar comer en muchas horas.Vislumbró que se estaba comportando como una loca cuando una de sus compañeras la observó a través del cristal con una extraña mueca dibujada en la cara, y aterrizó para echarle una rápida miradita al reloj de su computadora.La mayoría de los trabajadores paseaba por los pasillos para sacar la vuelta en esa última media hora de jornada laboral, pero Lexy tenía pendientes desde el primer día y, decidida a no desaprovechar su tiempo, se sentó en la silla para acomodarse en
En la calle y dolida aún por lo que Joseph le había revelado, Lexy simuló una sonrisa para Esteban y una dulzura que no era muy propia de ella. Caminaron cogidos de las manos y sin intercambiar palabras por algunos minutos y la muchacha dejó que su novio la guiara por las avenidas principales de la enorme ciudad.—Pensé en que podíamos disfrutar de un café antes de mi cita con el dentista —dijo Esteban.—¿Dentista? —preguntó Lexy, muy confundida.—Sí, ya sabes, el plan de salud de mi padre —satirizó el muchacho y rodó los ojos ante la sorpresa de Lexy—. ¿Y cómo estuvo el trabajo? —curioseó.Su pregunta la paralizó e intentó no mostrar preocupación y dolor al pensar en esa fresca oficina que ocupaba desde hacía una semana.Suspiró y se liberó:—Bien, tranquilo. El Señor Storni se dedica a lo suyo y yo a lo mío —mintió y se sonrojó, pero el hombre no estaba mirándola, ni siquiera estaba escuchándola, así que pudo caminar en otra dirección y ocultar la verdad.Aunque su boca mintió su cu
En el interior del edificio en que la empresa Open Global tenía establecida sus oficinas, Joseph Storni se hallaba en un lio mental del que no era capaz de escapar. Ese día había llegado más temprano que de costumbre y solicitado a su asistente personal que le consiguiera un ramo de rosas para acceder al perdón de Lexy Bouvier; estaba al corriente de que la había lastimado y, si bien, no estaba seguro de que tenía que decir para acompañar a las hermosas rosas que tenía para ella, iba a jugárselas de todos modos.El hombre esperó con tranquilidad, sentado en su escritorio, contando los minutos para que la hora de ingreso llegara, pero por más que esperó, la joven nunca apareció y casi al mediodía el joven empresario perdió la cabeza y empezó a pensar lo peor.Como primera opción usó la tecnología para ponerse en contacto con ella y tras enviarle un correo electrónico cada media hora, correos que Lexy jamás respondió, aceptó que era hora de ir un poquito más lejos.La llamó a su número
Joseph condujo un par de manzanas en silencio, ignorando las preguntas de su hermana y se estacionó en una zona cercana, todo para pensar con mayor claridad en lo que el padre de la muchacha les había revelado.—No tiene sentido —musitó Joseph y se vio ahogado por la situación, por lo que intentó encontrar ayuda en su hermana—. Lexy no llegó hoy al trabajo y su padre dice que sí fue...—Joseph, Lexy es joven, tal vez estuvo de fiesta anoche y se quedó en la casa de alguien más...—No escuchaste que dijo que le escribió una nota. Lexy sí llegó a su casa anoche —unió pistas y golpeteó un par de veces el manubrio de su auto.Emma se rio y acotó: —¿Por qué demonios estás tan preocupado?—¡Porque se va a casar con un bastardo que la golpea! —gritó enrabiado y apretó el manubrio con rabia.Emma se quedó paralizada por su confesión. —¿Y cuál es la parte qué te molesta? ¿Qué se vaya a casar o qué su novio la golpee? —preguntó la astuta joven y lo miró intensamente para presionarlo.—Las dos