El jueves llegó con demasiada prisa y, no obstante, Lexy rogaba porque su jefe no apareciera otra vez por la oficina, sus deseos no se cumplieron cuando Storni llegó para saludarla y preguntarle sobre su trabajo durante la semana.
La muchacha contestó con soltura y mostró lo bien que se estaba adaptando a su nuevo empleo. El único problema surgió cuando el hombre le preguntó por su labio roto y tuvo que mentir para evitar las preguntas molestas que acostumbraba a recibir.
Joseph visitó todos los departamentos de la empresa a primera hora de la mañana, alentó al resto de trabajadores y bebió café junto a los encargados de finanzas, mientras Lexy detalló desde la distancia y con pizcas de envidia la espontaneidad y alegría natural del hombre.
—Bouvier, ven, te invito un café —dijo desde la distancia y movió la mano para invitar a la chica a seguirlo por el lugar.
La aludida se alegró con notoriedad y se levantó desde su puesto con timidez, buscando caminar con mayor soltura frente al resto de trabajadores que la observaba con ojo curioso.
El hombre la esperó en la entrada que guiaba al casino de la empresa y sostuvo la puerta para ella cuando la joven llegó a su lado. Joseph preparó el café él mismo y mostró su única habilidad en la cocina con mucha gracia.
—Huele muy bien —dijo una alegre Lexy y se acercó más a la máquina de café que comenzaba a gotear con rapidez.
—¿Cuál es tu excusa para hoy? —preguntó Joseph y Lexy arrugó el entrecejo ante su duda—. ¿Te caíste otra vez por las escaleras o chocaste con una puerta?
—¡¿Qué?! —exclamó Lexy y se quedó quieta cuando el hombre metió sus dedos por debajo de su cabello para mirar mejor la piel de su sien y parte de su frente.
—Los golpes en la cabeza son complicados, Bouvier —musitó Joseph sin mirarla y se enfocó en elegir las tazas perfectas para servir el humeante y oloroso café—. ¿Ya fuiste al médico? Tenemos una enfermera en el primer piso del edificio, ella podría darte una mano.
—¡No, por favor, señor Storni, estoy bien, no es nada! —excusó con agilidad y sacudió las manos, implorando—. Estoy bien, Señor, es solo un rasguño. De verdad estoy bien —repitió y Joseph volteó para mirarla a la cara.
—Si estás bien, ¿por qué lo repites tantas veces? —preguntó desafiante y se acercó a ella para encerrarla contra el mesón de metal de la cocina en que se hallaban encerrados—. ¿A quién intentas convencer? ¿A mí o a ti misma?
—Señor... no-no es lo que usted piensa —titubeó la chiquilla y escondió la mirada con miedo.
—Yo no te veo bien, Lexy. Te veo asustada y débil —acertó y la joven sollozó. Sin pensarlo dos veces la abrazó por los hombros con mucha lentitud y cuidó de no incomodarla con su primer atrevimiento—. Necesitas ayuda. Dime si la necesitas, por favor. —La joven asintió sin decir palabra y dejó caer su rostro sobre su pecho.
Joseph se tensó en su posición con la primera impresión de su cuerpo tocando el suyo y, aunque no era parte de él entregar afecto, se rindió ante la delicadeza de Lexy y su dolor, ese que —y por su pasado— empezaba a sentir como suyo también.
Dejó que el tiempo corriera y que los cafés se enfriaran, y esperó paciente a que la joven controlara su llanto para separase de su lado.
Cuando la cosa estuvo más tranquila, sirvió nuevamente los cafés y los acomodó en una elegante bandeja; compró bocadillos dulces en una máquina dispensadora.
Regresaron en silencio al sector en el que trabajaban y se concentraron en organizar todo aquello que estaba pendiente.
—Tengo que hacer una videoconferencia —explicó Joseph, mirando su reloj de muñequera—. A las dos vendré por ti, tienes que acompañarme en el almuerzo.
—¿Yo? —preguntó ella y deseó desaparecer de la tierra.
—Sí, Lexy, tú —musitó él y se acercó más a su escritorio, intimidándola—. Te necesito allí, desde ahora eres mi mano derecha —explicó y las rodillas de la joven temblaron.
Todo su cuerpo tembló y Lexy no logró comprender si sentía miedo u algún otro sentimiento que se relacionara a su falta de confianza, la que había perdido con el primer empujón que Esteban le había dedicado.
—Señor Storni, no sé si yo... —Se calló cuando el hombre se acercó más y estuvo casi segura de que sintió su cálida respiración chocándole con la frente. El hombre se mantuvo callado, invitándola a continuar—. No sé si lo haré bien, este es mi primer trabajo formal, no quiero arruinarlo con mis estúpidas frases...
—No es difícil, Lexy, y te adaptarás con el tiempo —ronroneó él y un impulso lo dominó, donde terminó estirando la mano para tocarla otra vez.
Era lo más atrevido que había hecho nunca, aún dentro de su propia oficina y, no obstante, no habían pasado ni veinte minutos desde que la había tocado en la cocina, no podía aguantarse estando cerca de ella.
Sus dedos se adecuaron al delicado y fino mentón de la joven y ascendieron hasta su maltratado labio. Subió entonces delineando su delicado rostro y terminó en su sien, donde un segundo golpe se manifestaba sobre su suave piel.
Tocó con mucho cuidado y contuvo un gruñido de rabia cuando la muchacha gimió de dolor.
“Ojalá pudieras hacerla gemir por otra cosa”. —Interrumpió su conciencia y retiró la mano en menos de un segundo.
—No sé qué le ha ocurrido, pero...
—El labio me lo rompí cuando bajaba por las escaleras y... —Ella intentó retomar la primera mentira y Joseph retrocedió para mirarla con rabia—. Me-me caí mientras bajaba las escaleras y me estrellé contra un-un fi-filo —titubeó una absurda mentira y Joseph negó con la cabeza, sin mirarla y bastante afectado por su modo cobarde de ocultar la verdad.
—Me decepciona, Señorita Bouvier, pensé que era más valiente —respondió él y se marchó, dejándola con el trago amargo.
Joseph cerró la puerta de cristal de la entrada de su privada oficina y cerró las persianas que recubrían su entorno personal. Ante la privacidad, Lexy se desarmó encima del escritorio y jadeó acelerado durante largos segundos. Respiró calmadamente para que su corazón dejara de latir tan fuerte. Estaba segura de que, si seguía así, en cualquier momento tendría un infarto.
Se sentó en la silla con las manos temblorosas y se adecuó a ella con desesperación, buscando con ansiedad un lugar que pudiera contenerla.
Se relajó en la silla algunos minutos después y, a pesar de que no se sentía para nada bien, comenzó a realizar el trabajo que su jefe le había detallado anteriormente, pensando una y otra vez en las palabras de Joseph.
¿Acaso el hombre conocía su secreto? ¿Cómo era posible?
Se cuestionó sin dejar de observar los contratos frente a ella y movió los dedos con nervios cuando recordó la sensación de sus caricias, de su mirada y de su dominante cuerpo sobre el suyo.
Toda ella se había convertido en un terrón de azúcar ante su cercanía.
Se obligó a olvidar lo ocurrido y leyó los informes uno a uno, llenándose de nervios al ingresar al sistema, revisando las opciones de este y verificando que todo estuviera bien.
Dudosa de cómo comenzar, se armó de valor, ese que ya casi ni recordaba, y le escribió un correo a su jefe. Él estaba a menos de dos metros de distancia, pero ella no se atrevía interrumpir porque seguía siendo muy cobarde como para enfrentarlo.
Señor Storni,
Una duda antes de comenzar:
¿Para ingresar los informes de compra debo revisar qué se respete la política interna antes estudiada?
Muchas gracias por la información.
El hombre respondió algunos minutos después y una tonta sonrisa se dibujó en sus labios mientras leía su juguetona contestación, esa que la dejó flotando sobre su nuevo y desordenado escritorio.
Señorita Bouvier,
Estoy tan cerca de usted que le recomiendo que elija el contacto físico, y no esté desabrido modo de hablarme.
No voy a enojarme si me pregunta algo y, créame, aceptaré que me pregunte lo mismo al menos cien veces. Tengo paciencia y muchas ganas de que podamos trabajar juntos.
No voy a morderla, a menos que usted quiera.
Atentamente,
Joseph Storni.
Ante la respuesta de Joseph, Lexy se alegró tanto de la amabilidad del hombre que, creyó estar en un mundo alterno, uno donde la respetaban y mimaban y no supo de donde salió, pero la osada chiquilla que llevaba dentro apareció y demostró que estaba tan viva como ansiosa por vivir otra vez.
Señor Storni,
Me gusta el contacto físico y los mordiscos.
Hola, bienvenidos a mi nueva novela de jefe y secretaria; sí, culpable, me encantan jajajaaj Será gratis y actualizaré de lunes a viernes durante el día. Recuerden seguirme, dejarme amor, comentarios, me ayudan mucho como autora, soy nueva por esta app y me está encantando. Abrazos.
Joseph estaba concentrado en su trabajo cuando recibió el correo de la Señorita Bouvier. Le sorprendió tanto que, tuvo que hacer a un lado los documentos que revisaba con cautela.Desde hacía un tiempo, había notado movimientos extraños en los ingresos y egresos de la empresa y, no obstante, Joseph creía que se trataba de un error contable, empezaba a intuir que algo más estaba ocurriendo detrás. Leyó al menos tres veces la respuesta de la señorita Bouvier y se levantó de la silla con un cosquilleo en la barriga que no logró dominar. Desde su posición, se acercó a la pantalla de su computadora otra vez e, incrédulo por lo que había leído, repasó en voz alta:Señor Storni, Me gusta el contacto físico y los mordiscos.“Oh, mierda, esto se pone bueno”. —Jugó su conciencia, tan feliz como Joseph, quien no sabía cómo interpretar dicha respuesta.Su mente se repletó de recue
Cuando la hora de almuerzo llegó, Lexy llevaba un buen tiempo sin salir a comer afuera y los lujosos restaurantes nunca habían estado entre sus elecciones personales. Esteban nunca tenía dinero para invitarla a salir y siempre terminaba eligiendo comida rápida y la más económica, un menú que se ajustaba a su bolsillo.Lexy se sentó junto a Emma mientras Joseph intercambió un par de palabras en el exterior del restaurante y aprovechó de la privacidad para servirse vino y beber para calmar los nervios.—¿Y en dónde están? ¿Qué están haciendo? —preguntó muy ansiosa, mirando a todos lados.—Hablan sobre el tamaño de sus penes, de sus bolas peludas y quién dura más —burló Emma con juvenil voz y Lexy se impactó tanto que se ahogó con el vino que tenía en la boca.Se recompuso con prisa cuando vio a Storni caminando entre las mesas, con una sonrisa de oreja a oreja y, a su lado, un par de animados empresarios que parecían emocionados por alguna razón que Lexy desconocía.Se tensó en su asien
Regresaron a la oficina en silencio y, solo la presencia y alegre cháchara de Emma Storni los mantuvo en alerta. Lexy seguía sin mirarlo a la cara y Joseph comenzaba a creer que se había equivocado en llegar tan lejos.La jovencita le resultaba como un buen libro de cálculo avanzado, esos que tardaba meses en interpretar y, aunque moría por resolver todos sus problemas, aún tenía que conocer las fórmulas para lograr entrar entre sus páginas.Como era costumbre, Emma se coló en el departamento de finanzas y desapareció para hablar con los guapos chicos que allí trabajaban y les brindó privacidad para que pudieran conversar.—Señorita Bouvier, quería... —dijo Joseph cuando Lexy se escondió en el cuarto de baño que el lugar disponía—. Sí, no se preocupe, voy a esperar aquí afuera —continuó cuando la muchacha le cerró la puerta en la cara y lo dejó con la frase a la mitad—. Sí, voy a esperar aquí, tómese todo el tiempo que quiera.“Sí, voy a esperar aquí como un idiota baboso”. —Fastidió
La joven se quedó mirando la puerta por la que Anne Fave había desaparecido y, sin embargo, dudaba sobre lo que ocurriría en el interior de la privada oficina de Storni, no pudo contener un gritito de alegría que nació desde lo más profundo de su ser.Llevaba varios meses sin saber cómo saborear un buen beso y mucho tiempo sin ser parte de una caricia pasional. Llevaba mucho tiempo sin ser parte de nada y aquello la había dejado pegada al techo y con un revoltijo de tripas que no la iba a dejar comer en muchas horas.Vislumbró que se estaba comportando como una loca cuando una de sus compañeras la observó a través del cristal con una extraña mueca dibujada en la cara, y aterrizó para echarle una rápida miradita al reloj de su computadora.La mayoría de los trabajadores paseaba por los pasillos para sacar la vuelta en esa última media hora de jornada laboral, pero Lexy tenía pendientes desde el primer día y, decidida a no desaprovechar su tiempo, se sentó en la silla para acomodarse en
En la calle y dolida aún por lo que Joseph le había revelado, Lexy simuló una sonrisa para Esteban y una dulzura que no era muy propia de ella. Caminaron cogidos de las manos y sin intercambiar palabras por algunos minutos y la muchacha dejó que su novio la guiara por las avenidas principales de la enorme ciudad.—Pensé en que podíamos disfrutar de un café antes de mi cita con el dentista —dijo Esteban.—¿Dentista? —preguntó Lexy, muy confundida.—Sí, ya sabes, el plan de salud de mi padre —satirizó el muchacho y rodó los ojos ante la sorpresa de Lexy—. ¿Y cómo estuvo el trabajo? —curioseó.Su pregunta la paralizó e intentó no mostrar preocupación y dolor al pensar en esa fresca oficina que ocupaba desde hacía una semana.Suspiró y se liberó:—Bien, tranquilo. El Señor Storni se dedica a lo suyo y yo a lo mío —mintió y se sonrojó, pero el hombre no estaba mirándola, ni siquiera estaba escuchándola, así que pudo caminar en otra dirección y ocultar la verdad.Aunque su boca mintió su cu
En el interior del edificio en que la empresa Open Global tenía establecida sus oficinas, Joseph Storni se hallaba en un lio mental del que no era capaz de escapar. Ese día había llegado más temprano que de costumbre y solicitado a su asistente personal que le consiguiera un ramo de rosas para acceder al perdón de Lexy Bouvier; estaba al corriente de que la había lastimado y, si bien, no estaba seguro de que tenía que decir para acompañar a las hermosas rosas que tenía para ella, iba a jugárselas de todos modos.El hombre esperó con tranquilidad, sentado en su escritorio, contando los minutos para que la hora de ingreso llegara, pero por más que esperó, la joven nunca apareció y casi al mediodía el joven empresario perdió la cabeza y empezó a pensar lo peor.Como primera opción usó la tecnología para ponerse en contacto con ella y tras enviarle un correo electrónico cada media hora, correos que Lexy jamás respondió, aceptó que era hora de ir un poquito más lejos.La llamó a su número
Joseph condujo un par de manzanas en silencio, ignorando las preguntas de su hermana y se estacionó en una zona cercana, todo para pensar con mayor claridad en lo que el padre de la muchacha les había revelado.—No tiene sentido —musitó Joseph y se vio ahogado por la situación, por lo que intentó encontrar ayuda en su hermana—. Lexy no llegó hoy al trabajo y su padre dice que sí fue...—Joseph, Lexy es joven, tal vez estuvo de fiesta anoche y se quedó en la casa de alguien más...—No escuchaste que dijo que le escribió una nota. Lexy sí llegó a su casa anoche —unió pistas y golpeteó un par de veces el manubrio de su auto.Emma se rio y acotó: —¿Por qué demonios estás tan preocupado?—¡Porque se va a casar con un bastardo que la golpea! —gritó enrabiado y apretó el manubrio con rabia.Emma se quedó paralizada por su confesión. —¿Y cuál es la parte qué te molesta? ¿Qué se vaya a casar o qué su novio la golpee? —preguntó la astuta joven y lo miró intensamente para presionarlo.—Las dos
Emma se sentó en la parte trasera del vehículo y, cuando sus ojos se toparon con una maltratada Lexy, entendió las referencias anteriores de su hermano. Mantuvo la boca cerrada durante todo el viaje y respetó el silencio de sus acompañantes, mientras observó con ojo curioso el inusual comportamiento de Joseph.A la mitad del camino, Lexy cayó rendida con su cabeza sobre la ventana a su lado y Storni se detuvo en la mitad de la carretera para brindarle comodidad en el asiento y cubrir sus piernas con su chaqueta. En las curvas que envolvían la zona residencial en la que vivía, la adormecida mano de Lexy cayó por encima de la caja de cambios y Joseph la levantó con mucho cuidado para pegarla a su boca y dedicarle un pausado y suave beso antes de acomodarla encima de su regazo.Emma se quedó boquiabierta. Complicada de saber lo que su hermano atravesaba. Por un lado, estaba feliz de que hubiera encontrado a alguien a quien amar, pero, por otro lado, le preocupaba la situación de Lexy.—¿