El trinar de las aves: Séptima parte.

El follaje denso le resultaba familiar, cada camino era una vieja ruta redescubierta. Fausto había pasado gran parte de su juventud en estos bosques, cazando, recolectando plantas y ganándose el respeto de la gente del pueblo por su destreza. Pero esos días habían quedado atrás, sumergidos bajo la tormenta emocional que había traído Lucía a su vida. Sin embargo, ahora que pasaba más tiempo lejos de la casa y más cerca de la naturaleza, Fausto podía sentir cómo una parte de sí mismo despertaba, una parte que había olvidado.

—"Alas de Ángel", qué nombre tan ridículo —murmuró para sí mismo mientras apartaba unas ramas para llegar a un claro donde sabía que esa planta crecía abundantemente.

A pesar de que el nombre le arrancaba una sonrisa burlona cada vez que lo oía, no podía negar que la raíz se había convertido en una fuente inesperada de ingresos. Su forma larga y delgada, con una textura casi sedosa al tacto, no parecía tener nada especial a simple vista. Sin embargo, los boticarios
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